lunes, 20 de octubre de 2014

La verdadera y la falsa riqueza. Reflexiones espirituales


Lunes de la vigésima novena semana del tiempo ordinario

 
 
Carta de San Pablo a los Efesios 2,1-10. 
Hermanos:
Ustedes estaban muertos a causa de las faltas y pecados que cometían, cuando vivían conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el mismo Espíritu que sigue actuando en aquellos que se rebelan.
 
Todos nosotros también nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales y satisfaciendo las apetencias de la carne y nuestras malas inclinaciones, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás.
 
Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo -¡ustedes han sido salvados gratuitamente!- y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo.
 
Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús.
 
Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios;  y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe.
 
Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.

Cuando vivíamos envueltos en nuestros pecados, no habíamos conocido a Cristo, pero hoy sí que tenemos la ocasión, todo el mundo conoce que existe un Dios, en infinidades de pueblos de todo el mundo, conoce la Iglesia Católica, pero no todos aceptan nuestra fe. Cristo es rechazado de muchos sitios, y allí donde le rechazan, impera el demonio, y por eso, las persecuciones y matanzas contra los cristianos, es bien conocida en todos los continentes…

Las malas inclinaciones no es lo mismo para unos que para otros, pero sí que podemos con la ayuda de Dios, vencer siempre todas esas incómodas y perversas inclinaciones, el odio, el rencor, los resentimientos, la pereza, las críticas a la Iglesia, al Papa, a los pastores, estas y otras malas acciones vienen de un corazón mal dispuesto, que se somete al tentador.
Hemos venido a este mundo, no para arrojarnos al infierno, Dios no quiere a su lado, por eso, todos tenemos unas condiciones muy importantes, es no aceptar en nuestra vida el pecado que nos mata, que nos destruye.
 Meditemos ahora el Salmo.

Salmo 100(99),1-2.3.4.5. 
Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
 
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
 
Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
 
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.

Como enseña el Salmo, que la misericordia del Señor permanece para siempre. Pero esta misericordia no la buscan los que quieren permanecer en las injusticias de los vicios y pecados.
 
Mis buenos hermanos y hermanas, cada día, siempre que podamos, si el trabajo no impide algún horario, pues hay misas por las mañanas y por las tardes, hay que buscar el horario que más nos interese. Pero es muy recomendable acudir todos los días a la Iglesia, si en esos momentos no hay horarios de misas, adoren profundamente al Señor nuestro Dios que está allí en el Sagrario, si alguien quiere interrumpirnos, nosotros no somos injustos, primero es el Señor, y no nos demos prisas por terminar los asuntos con el Señor, todo lo demás es para otro tiempo o momento. Primero es atender dignamente al Señor nuestro Dios.
 
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.
 
Evangelio según San Lucas 12,13-21. 
Entonces dijo a uno de la gente: ‘Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia’. Él le dijo «Hombre, ¿Quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y le propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose ‘¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha’ Y se dijo: ‘Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: Alma mía, tienes muchos bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente’. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te va van a reclamar el alma, ¿y de quién será lo que has preparado”. Así es el que atesora para sí mismo y no para Dios » 
*Nota: la lectura del Evangelio la he tomado de la Sagrada Biblia, edición: Conferencia Episcopal Española.
 

Breve comentario de San Agustín:
 San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
 Sermón 34, sobre el salmo 149
“Ser rico según la mirada de Dios”
Hermanos, examinad con atención vuestras moradas interiores, abrid los ojos y considerad cual es vuestro mayor amor, y después aumentad la cantidad que habréis descubierto en vosotros mismos. Poned atención a este tesoro vuestro a fin de ser ricos interiormente. Decimos que son caros los bienes que tienen un gran precio y con razón… Pero ¿qué hay de más apreciado que el amor, hermanos míos? Según vuestro parecer ¿cuál es su precio? Y, ¿cómo pagarlo? El precio de una tierra, el del trigo, es tu dinero; el precio de una perla, es tu oro; pero el precio de tu amor, eres tú mismo. Si quieres comprar un campo, una joya, un animal, buscas los fondos necesarios, miras alrededor tuyo. Pero si deseas poseer el amor, no busques más que a ti mismo, es preciso que te encuentres a ti mismo.
  ¿Qué es lo que temes dándote? ¿Perderte? Al contrario, es rechazando darte que te pierdes. El mismo Amor se expresa por boca de la Sabiduría y con una palabra apacigua el desasosiego en la que te mete esta palabra: “¡Date a ti mismo!” Si alguien quisiera venderte un terreno te diría: “Dame tu dinero” o para otra cosa: “Dame tu moneda”. Escucha lo que te dice el Amor por boca de la Sabiduría: Hijo, dame tu corazón (Pr 23,26). Tu corazón estaba mal cuando era tuyo; eras presa de tus futilezas, es decir, de las malas pasiones. ¡Quítalas de ahí! ¿Dónde llevarlas? ¡A quién ofrecérselas? “Hijo, ¡dame tu corazón!” dice la Sabiduría. Que sea mío, y no lo perderás…
 Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” (Mt 22,37)… El que te creó te quiere todo entero. 

Continuando con la reflexión:
 nosotros no nos inventamos nuestros bienes, sino que el Señor nos ofrece todo lo que necesitamos, pero no debemos buscar al Señor por los bienes materiales, más aún, debemos renunciarlos si pone en peligro nuestra salvación eterna.
Todo lo que tengamos no es únicamente para nosotros, sino para hacer el bien a nuestro prójimo. EL mal que hacemos al prójimo nos lo hacemos a nosotros mismos, pero el bien que le podamos hacer, y así debe ser siempre, para su felicidad, y su paz, como también la nuestra, no podemos hacer, “hago el bien para sentirme bien” como algunos erróneamente dicen. Lo que hacemos lo hacemos por Cristo. "Para sentirme bien ahora", esta es mi paga. Pero nosotros esperemos si somos dignos de heredar el Reino de los cielos, entonces allí, en el cielo, sabremos lo que es verdaderamente sentirse bien.
Incluso en nuestra enfermedad, dolores, tenemos que sentirnos bien, las quejas no van contra nuestra vida espiritual. 
Son muchas personas que para obtener una riqueza, ven el mejor modo, para dedicarse a la política, los “poderosos del mundo” al cabo de los años, todo lo que tenía, se le quitó, de la noche a la mañana, se quedaron sin nada.
¿Para qué sirve tanto poder, si termina arruinándose en esta vida y en la otra?
Muy rico era Job, que teniendo muchos bienes, le vino una prueba muy dura: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el Nombre del Señor” (1, 21). Hay ricos que se ofrecen al Señor, no caen en el pecado de la codicia, sino que vencen esas tentaciones para permanecer al lado de Cristo Jesús.
Muchos ricos se enfrentan a la Iglesia Católica, si tienen que legalizar el aborto, no le importa aprobar tales leyes criminales. Pero su tiempo en este mundo es más bien breve, hoy se está aquí en este mundo, pero mañana estaremos en la eternidad.
Aunque también hay personas que aunque no tienen demasiado dinero, lo malgasta en para su propia ruina, no pueden vivir sin su vicio, ya sean para la salud del cuerpo o para el alma, el caso es que se habitúan de tal manera a sus pecados, que no se dejan convencer para que salgan de su mal camino hacia la conversión.
Un alma que ama a Cristo si son ricos, su riqueza puede convertirse en una carga, y como ha sucedido, incluso algunos lo han repartido a los pobres, y haciéndose pobre por Cristo para servir a los pobres y enfermos. Por ejemplo Santa Isabel de Hungría.
Nos exhorta San Agustín, que mirando nuestro interior, examinémonos. Si le suplicamos al Señor que nos ayude a examinarnos, lo vamos a conseguir por los méritos de Cristo, que nos ama.
 
Cuando no tenemos a Cristo, ¡qué mal nos van las cosas!, ¡Cuántos sobresaltos, preocupaciones, angustias!
En el Sínodo de las Familias, muchos cristianos se han preocupado, un temor tremendo les envolvían, comentarios de aquí o allí, como si el mundo estuviera a punto de desaparecer, porque había ciertas ideas, que eran contrarias al querer de Dios. Pero estoy convencido, mis buenos hermanos y hermanas, que si estas almas: "venga, todos tenemos que hacer inmediatamente novenas, más oraciones, más sacrificios, más visitas al Santísimo, hagamos penitencia como en Nínive, busquemos la misericordia de Dios", solo unos pocos cristianos se ha dado a los buenos ejercicios espirituales, acercándose a Cristo. Y contra esto, el demonio no fue capaz de tentarle con esos vanos temores.
 
Tengo que reconocer, que yo también tuve esa preocupación, porque eran algunos obispos y cardenales, que querían deformar la doctrina de la Iglesia Católica en este Sínodo, pero cuando me acerqué al Sagrario, esos temores se desvanecieron, eran las tentaciones del demonio. No olvidemos que los poderes del infierno no podrá prevalecer contra la Iglesia Católica, por eso necesitamos orar, el Señor estará con la Iglesia hasta el fin de los tiempos. Y a pesar de las graves persecuciones, el Señor ni un instante se apartó de la Santa Madre Iglesia Católica.

El Sínodo no ha terminado, pues continuará por estas fechas en el 2015, es un tiempo favorable para intensificar nuestras oraciones, suplicando devotamente a la Madre de Dios, que nos ayude, siempre lo ha hecho, y nos seguirá ayudando y protegiendo. No nos apartemos jamás, del camino del amor de Dios.
 
Y volviendo al pasaje del Evangelio, nosotros debemos enriquecernos conforme al Corazón de Jesús, desde nuestra pobreza, hacer las obras buenas en gratitud a Dios nuestro Padre, nos vamos enriqueciendo con su Gracia, no debemos renunciar este precioso tesoro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario