viernes, 13 de diciembre de 2013

Reflexiones, / CIC 26-49

Preguntémonos: ¿creo de verdad en Dios?, pues ¿cómo se podría creer en Dios sin amarle ni obedecerle? Si el Señor nos manda que hagamos tal cosa, y nos habla por medio también de la Iglesia Católica. ¿Por qué hay almas cristianas que se rebelan contra la Iglesia Santa de Dios? 
 
El Señor me habla por mi conciencia. Meditar tanto las Sagradas Escrituras, como el Catecismo, nos ayudaremos a formar nuestra conciencia, que debe ser recta, espiritual, ordenada hacia Dios.
 
Gracias a la misión de la Iglesia Católica creemos en Dios, en la Santísima Trinidad. Pues si la Iglesia Católica, el alma iría tropezando a cada instante, el corazón no viviría conforme al sentir de la Iglesia Católica.
 
Se nos podría presentar que un cristiano nos estaría dando malos ejemplos, ¿es esto ocasión para dejar de creer en É? ¡De ninguna manera!, porque lo que nos encamina a la salvación es edificar sobre Roca que es Cristo. Y cuando estamos edificados en Él, oramos por esas personas, para que se abran al Espíritu Santo, se conviertan de sus maldades. 
 
Cuando el amor a Dios es verdadero, persevera en ese amor, y es imposible que apostate de la Iglesia Católica. Creer en Dios es amar y rezar por la Iglesia.
 
La apostasía se comete, cuando hay un gran número de pecados en su propia vida, malas confesiones o comuniones sacrílegas, las ansias por el pecado y el vicio, y la Iglesia no puede consentir que nada manchado se mantenga. 
 
Hay quienes dicen que la Iglesia Católica es como un hospital, pero en realidad no lo es. Lo que Cristo fundó es más que un hospital, donde el alma que busca la santidad llega a perseverar y se salva.
 
Los hospitales, aunque hay capellanes, siguen siendo hospitales, porque lo que se trata sobre todo, es la salud corporal, y la Iglesia trabaja por la salud espiritual, son dos casos diferentes. Porque en la Iglesia, aprendemos como ir perfeccionando nuestro amor a Dios. En los hospitales, no todos los enfermos piden la presencia de un sacerdote, tan necesaria en cualquier lugar.
 
¿Te imaginas hermano, hermana, que una persona habla de Dios, pero por otra parte usa expresiones altisonantes? En privado o en público. Algunas veces, y por la costumbre adquirirá, lo que intentaba ocultar en privado, aparece en público, pero esto es otro tema que tengo, “señales de muerte”, que en esta ocasión me refiero a las palabras que están en contradicción con la belleza de las expresiones espirituales.
 
Si alguien me habla de Dios, alabemos al Señor, pero si luego, aquel que nos habla, “por hablar”, continúa en su conversación, con la fealdad de las cosas feas, es que en realidad, no sabe lo que quiere. Pues hablar de Dios es necesario hacerlo desde la belleza interior, es decir por una vida de Gracia. Un mundano puede hablar de Dios, pero también de su mundanidad favorita, cualquiera de sus aficiones mundanas deportivas, hay una clara contradicción, en que está entregado más al mundo, y por eso no es capaz de vivir según Jesucristo en plenitud de su corazón.
 
Pero Dios no se encuentra lejos de nosotros, y le comprenderemos más, cuando más nos neguemos a nosotros mismos, porque Dios ama a todas sus criaturas, pero una vida manchada por el pecado, es un muro que se podría poner para no comprender el amor de Dios. 
 
Creer en Dios tiene que ser desde el corazón, desde el convencimiento personal, que si no tenemos amor a Dios, toda la suciedad que hay en nuestra vida interior, se hace notar. Pero el verdadero adorador de Dios, ya procura ser fiel al Señor en todos los sentidos, y lo consigue gracias a los méritos de Cristo Jesús.
 
El alma está destinada a la vida, al Amor de Dios, por eso, necesita amar a Dios, porque Él nos ha amado primero, cuándo aún no le habíamos conocido ni amado, se nos a acercado, nos ha hablado al corazón. Y cuando nos encontramos con el Amor, ya no podemos retornar al vómito de la idolatría y mundanidad del Maligno. Le hemos comprendido. Y le rogamos y también por medio de la Santísima Madre de Dios, que ese amor, no se extinga en nosotros. 
 
Si ponemos atención al Catecismo, aprendemos también, cuál es la causa de que el cristiano debe ser alegre, y es cuando  nuestro amor a Dios es auténtico, pues el amor al mundo, causa demasiadas tristezas y angustias. Por eso, librémonos de lo que nos estorba para comprender que el Amor de Dios está por encima de la esclavitud y diversiones mundanas.