domingo, 4 de septiembre de 2016

Domingo XXII del tiempo ordinario, Ciclo C. (Lc 14,25-33): «El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío»

Gloria y alabanza a la Santísima Trinidad, bendita y alabada sea por siempre la Bienaventurada Virgen María Madre de Dios.  


Mis hermanos y hermanas, llegamos al domingo, un día maravilloso, para disfrutarlo meditando la Sagrada Escritura, y orando, dando gracias al Señor, ya sea en soledad o en familia.


¿Quién puede vivir sin contar con Cristo? ¡Nadie!, sin embargo, para los que quieren alejar a Dios de su propia vida, ese tal, termina por hacerse esclavo del demonio, cuando Dios nos ofrece la verdadera libertad, renuncian, y esto es lo que hacen los inicuos, pero cuánto más se establezca leyes para hacer callar a la Santa Madre Iglesia Católica y a los cristianos, más se extiende por el mundo la corrupción en todos los sentidos.

Necesitamos a Cristo en cada momento de nuestra vida. Una vez por semana no es suficiente, sino en cada instante es necesario.

¿Cómo puedo llevarme bien con el prójimo si hago oídos sordos a Cristo, creyendo que “cumplo” una vez por semana? O en Navidad, Semana Santa, etc. El demonio no quiere darse ni un momento de descanso: ¿y nosotros sí? ¿Es que es importante vernos sometidos por el príncipe de las tinieblas?

Cuando vamos a encontrarnos con Cristo una vez por semana, bueno, no todos vamos una sola vez a la semana, pues hay personas que van cada día. Pues bien, los que van una vez por semana, ya que cumplen también con su trabajo, nadie debe olvidarse del Señor, pues también en el hogar, tras la jornada de trabajo, el tiempo que pierde ante la televisión, bien se puede ocupar en la oración, en la meditación de la Sagrada Biblia, interesarse plenamente por las lecturas del día, que no pudo atender en la Misa, porque estaba trabajando, y en casa poder buscar esos textos bíblicos. La oración del rosario con la familia, leer vidas de santo, su doctrina.
                                                 
Por obligación o por amor.

Debemos preguntarnos, ¿voy a misa porque es precepto, por obligación, o por amor?
Yo no comprendo cómo algunos dicen “ir a Misa por obligación”, “obligado a hacer esto”, ¿tanto molesta al alma hacer las cosas por obligación? Cuando el corazón del alma cristiana, está vacía de amor de Dios, se siente como obligada a hacer esto o aquello. Cuando el ver la televisión, ¿es por obligación? ¿Es menos importante la misa que atender eventos profanos y paganos?

Si no amamos al Señor, todo se nos obliga. Pero si le amamos, no vemos incomodidad que el Domingo como Día del Señor, es también encontrarse con el Amado y recibirle en la Sagrada Comunión. El amor a Dios nos purifica y nos santifica, cuando no hacemos las cosas por obligación.

¿No nos parece absurdo pensar que por obligación es necesario la salvación?, pero hay condiciones para seguir y obedecer a Cristo, y cuando lo hacemos, es desde el corazón, y salimos ganando.




Meditamos el Evangelio: