sábado, 22 de octubre de 2011

No retiremos a Cristo de las calles

  Testimonio, muchas personas quieren reconocer a sacerdotes como servidores de Cristo

Una vez más se confirma, hay personas que desean reconocer a los que están al servicio de nuestro Señor Jesucristo como sacerdote. Estando comprando en el supermercado, un buen hombre se acerca a mí, y me pregunta si soy sacerdote, pues no escondí a Cristo, mi crucifijo a la vista de todos. Le dije que no era sacerdote, pues de serlo, yo llevaría la sotana puesta. Me respondía que es católico.

Efectivamente, los católicos buscan signos entre los que vivirmos nuestra fe católica.

Y precisamente, hace algunos años, un sacerdote lleno de amor de Cristo, hacía sus compras en otro supermercado, muy feliz con su sotana, y pagando a la cajera.

Hace pocos días, cuando yo iba por la calle, oí un comentario que un hombre le decía a otros, “aquel que ha pasado por aquí es cristiano, un católico”. 
Quien ve a un cristiano en la calle, tiene la necesidad de ver a Jesucristo nuestro Señor.
Si nuestro amor a Jesucristo es auténtico, no vamos a ser nosotros en retirarle de las calles, y donde vayamos debemos llevar la alegría de nuestro Señor Jesucristo a todos nuestros hermanos, porque queda confirmado que aún cuando estamos callado, con nuestra identidad cristiana, de hijos de la Santa Madre Iglesia Católica, estamos dando un testimonio, que no debe ser para nuestra gloria, sino por amor a Jesucristo.
Aquel hombre me decía que se alegra de que haya sacerdotes con sotana, pero a partir del Concilio Vaticano II la cosa cambió, el hombre se reconocía poco conocedor del Concilio, desconocía que incluso ya en el Concilio Vaticano I, había sacerdotes y religiosos, sin ánimo a la Santa Obediencia, como en la actualidad, que preferían más, y prefieren las vestiduras del siglo, es decir, de lo mundano. Pues sabemos que en todo tiempo, en ningún concilio se ha negado el cambio sobre las vestiduras. Pero adaptándose a los tiempos, es decir, las que hay para el verano y las que hay para el invierno, pero como quería Pablo VI, insistía repetidamente el Beato Juan Pablo II y en la actualidad se aprueba para los sacerdotes y religiosos, una vestimenta distinta a los de los seglares.
No debemos retirar a Crsto de las calles, incluso los que no somos sacerdotes, podemos distinguirnos como cristiano llevado un humilde crucifijo, y del mismo modo, toda nuestra conducta, pensamientos y obras debe ser conforme al Corazón de Jesús.