Gloria y alabanza al Señor que nos ama,
Llegamos al II Domingo de Adviento.
No debemos someternos al mundo, sino todo lo contrario: «Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas». Las sendas del Señor no las debemos torcer según el capricho del hombre viejo, vivir en la rectitud de vida, siempre con perseverancia.
Llegamos al II Domingo de Adviento.
Meditando este evangelio, el testimonio
de San Juan Bautista siempre me llama la atención, siendo el precursor de
Cristo, que anunciaba la conversión del corazón a todos… Hoy día, nuestra
soberbia nos impide imitar este ejemplo, si él, el Bautista, no se consideraba
digno de desabrocharle sus sandalias. En nuestros días, cuando ya se ha perdido
la gravedad del sentido del pecado, el alma ingrata que se cree tan superior al
Precursor de Cristo, no adora a Cristo, y toma la Sagrada Comunión, sin el
mínimo respeto y reverencia. No se preparan dignamente; ni siquiera se
esfuerzan en ello: --“yo hago lo que quiero, y por eso, comulgo de pie y en la
mano, y luego me entretengo en conversaciones y risas con quienes estén a mi
lado”--. Esto sucede entre los jóvenes, pero también entre algunas personas de
más edad, incluso en la ancianidad. Se pasa todo el tiempo de la Misa,
hablando, y hablando.
El demonio, nuestro enemigo, busca
muchos modos, para el cristiano irreflexivo cumpla los malos deseos del
Maligno, confesiones y comuniones sacrílegas, que no le ayudan a mejorar su
relación espiritual con Dios.
« es necesaria una purificación para
recibir al Mesías. » El cristiano mundano
cada vez que comulga indignamente, agrava su situación para la eternidad.
Pero no pensemos que la purificación es
para los Santos, ¿Qué pasa con nosotros? Que no somos santos, y sí, necesitamos
purificar toda nuestra vida. Renunciar los apegos a la mundanidad. Los mundanos
me responden: “lo que hay en el mundo es bueno y santo”; “no es malo ser
mundano”; “nosotros somos los malignos”, etc., esta forma de pensar nos aleja
de Jesucristo, y no conviene, necesitamos cambiar nuestros pensamientos. No
podemos hacer “me gusta este Evangelio”, con el corazón y la mente en la
mundanidad, no podemos vivir así, esto no es verdadera vida.