miércoles, 14 de mayo de 2014

San Juan Pablo II, La doctrina paulina sobre la pureza

Mis buenos hermanos y hermanas, que el Señor os conserve en esa alegría tan grande como es la vida de Gracia.
 
Cuando amamos la vida de pureza, la castidad, estamos haciendo que nosotros formemos partes de la vida de Cristo. Dios aborrece todo tipo de pecado, pero la impureza es excesivamente monstruosa en todos los sentidos, abominable a los ojos de Dios. Los impuros no pueden heredar el Reino de los cielos.
 
El alma impura es todo inmundo, provoca un hedor en su alma tan repugnante, que ni siquiera su ángel de la guarda puede soportar, no sé si continuará con el impuro ese ángel de Dios. Pues el impuro no hace caso a la buena conciencia; ha corrompido toda su vida, su conciencia.
 
Ser templo y sagrario vivo de Dios, ser iglesia de Cristo, así debemos ser nosotros, por esto debemos orar. Pues aunque el mundo vea como correcto la impureza, nosotros seguimos al Señor y a la Iglesia Católica. De esta forma el demonio no nos engañará, como el mundo se deja engañar porque no ama a Dios.
 
La virtud de la pureza, la castidad, quien vive así no se convierte en asesino. Pues la impureza también se relaciona con el crimen. Un crimen que se legaliza, me refiero al aborto. Todo comienza por el consentimiento de la tentación de la impureza, la lujuria, las perversiones, y todo lo maligno que hay en ese camino de iniquidad.
 
La oración del alma justa cierra las puertas al demonio, y guardamos nuestros cuerpos para gloria de Dios, haciéndonos no por nuestros méritos, sino porque lo suplicamos humildemente a Cristo Jesús y a María Santísima, que nos ayude a que nuestro cuerpo, nosotros mismos, no seamos esas víctimas del demonio que con la impureza destruye cuando da pleno consentimiento al pecado.
 
La sociedad no tiene razón porque no es inteligente, la causa es su rechazo a Dios.
 
Que nadie se haga ilusiones cuando piensa que después de una vida de impureza, pretenda entrar en el Reino de los cielos. la Palabra de Dios y la doctrina de los Santos Padres nos enseña con toda claridad la verdad.
 
Pero vayamos a esta pregunta: ¿Por qué una persona que en su vida haya vivido como "homosexual" "transexual", y lo mismo vale para otras conductas semejantes. ¿Por qué no pueden salvarse? Que también podrían salvarse. El Apóstol San Pablo nos lo explica, y da mucha claridad San Alfonso María de Ligorio, pero refiriéndose a los que se dejan arrastrar por la impureza. Pues este vicio, es el peor de todo, pues existe un profundo odio a Dios, por lo que cuando se confiesa, vuelven a recaer, ni siquiera cuando el impuro, hombre o mujer, cuando duermen tienen sueños de este tipo, nos dice San Alfonso María de Ligorio, y por los que terminan consintiendo de nuevo en esa impureza
 
La impureza lleva a romper cruelmente la relación con Dios, las confesiones se convertirán en sacrilegios, mientras no rompa con las ocasiones peligrosas. Si las parejas de novios, son novios, únicamente por el placer del pecado, un muchacho y una muchacha, y como cuenta San Alfonso María de Ligorio, no tienen una buena muerte, sino que se pierden cuando les llegan su momento de pasar de este mundo a la eternidad. Es mucho más grave, cuando existen conductas y relaciones antinaturales, pero de esto ya lo referiré si Dios quiere, en otro tema.
 
San Juan Pablo II es una de las columnas de la Iglesia Católica, y como San Juan XXIII pertenecen a la familia de los Santos Padres, y esto nos alegra muchísimos, sus enseñanzas me refiero a los santos que están en los altares, porque ya le llegará su momento para estar en los altares a Benedicto XVI; será entonces San Benedicto XVI, ¡ea! soy el primero en decirlo: San Benedicto XVI. Pero todavía lo tendremos con nosotros con mucha alegría y el tiempo que Dios disponga.
 
Pues cuando leo sus escritos, ¡cuánta alegría me causan! Porque veo la cercanía de Dios en nuestra vida.
 
Pero no podemos conseguir una vida de pureza, si hay una parte de nuestro corazón que se inclina a cuestiones terrenales, como entretenimientos y diversiones, en esa parte del corazón que no tenemos a Cristo, el demonio nos podría arrastrar además, hacia caminos impuros. Pero si llenamos nuestro corazón, todo entero para Dios, el demonio ya no puede hacer nada. Hará ruido desde fuera, nos arrojará sus porquerías, nos tentará, pero sin hacer caso alguno, permaneceremos atentos al Señor, que siempre nos ayuda y sabe como acallar nuestras tentaciones. Y acudiendo devotamente a la Santísima Madre de Dios.