jueves, 6 de febrero de 2014

Con Jesucristo podemos hacer un mundo nuevo

La peor hambre y sed que puede pasar un cristiano en su propia vida, no es el que le falte el alimento material, sino que se olvide del alimento espiritual.
Nosotros necesitamos de los dos alimentos, para sostenernos, el alimento espiritual para no ceder ante nuestras tentaciones, y el alimento material para mantenernos bien, y buscar el camino de la oración.
 
Bien sabemos el hambre que hay en el mundo, pero no tenemos demasiado tiempo para hacer algo por ellos, al decir esto, me refiero, que no siempre se les incluye en nuestras oraciones. Solamente quien están siendo fieles a la Iglesia Católica, y con la Iglesia, oran siempre por sus hermanos hambrientos y necesitados por el mundo entero. Son cristianos de oración y Eucaristía los que trabajan más por ellos. Manos Unidas, Cáritas, es total seguridad de ayuda para los pobres. No confío para nada en esas extrañas “ONGs”, que tanto piden para los pobres, y hace años, leí en una información que después de haber, las almas generosas, haber donado alimentación y otros tipos de ayudas a las personas que han padecido las fuerzas de un terremoto, una inundación, uno o dos años después, seguían siendo muy pobres, sin casas. ¿Qué han sido de aquellos bancos de alimentos, ropas, medicinas? Sólo Dios lo sabe. Pero la Iglesia Católica es la seguridad de los pobres y las víctimas de las adversidades climatológicas. 
 
Sin oración no podemos acercarnos a Cristo Jesús, pero nuestra oración debe ser en serio, sincera, humilde, pues hablamos con un amigo, Cristo Jesús nuestro Dios que nos ama. Ama también al pobre, no todos lo tienen en cuenta, sino los que son verdaderos devotos de Jesús y María Santísima. 

Mis queridos hermanos, doy gracias a Dios por vuestro amor sincero a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Madre de Dios, pues sois un instrumento del Señor por esa constancia de seguimiento diario a Nuestro Señor Jesucristo, por la Nueva Evangelización, por el Año de fe, que no ha terminado, es una vida de fe llena de amor y bondad.

Todos buscamos a Cristo, no se termine esa búsqueda. Buscar a Jesús no es alejarle de  nuestra vida, sin Cristo, nuestra vida deja de ser vida. Sin amor a la Iglesia Católica, no vivimos sino que estamos muertos, sin amor ni orar por el Papa, somos cadáveres. Por eso, estamos vivos por el amor y no nos olvidamos de orar por todos, cada día.