jueves, 8 de noviembre de 2012

El cristianismo debe luchar contra la tibieza.

Es claramente que la tibieza endurece nuestro corazón, oscurece nuestros pensamientos. Para evitar nuestra tibieza, pues ser tibio es ser vomitado por el Señor. Nuestro amado Padre no puede soportar nuestra tibieza, es verdad que nos ama, pero la tibieza, el apego al mundo, a todo aquello que no da gloria a Dios, nos va dejando en la ceguera más terrible.