domingo, 11 de septiembre de 2011

La santidad de la Iglesia católica es una realidad.

Si amamos a la Iglesia, no podemos decir, "la Iglesia es pecadora", y ocultar la santidad. Pues la santidad es lo contrario del pecado, no existe relación entre santidad y vida de pecado, hay incompatibilidad.
 
Si la Iglesia es santa, ¿Por qué hay algunas personas, entre ellos, no todos los sacerdotes,  que la causa está en que no creen en la fe que dicen profesar, que no se dedica a la oración con la debida pureza de corazón. El estar sumergido en cosas terrenales, les impide que en su corazón la belleza de la luz del Espíritu Santo, se cierren así mismo, y se quedan con la “sabiduría terrenal” de este mundo habituado en acusar a la Iglesia Católica, La “sabiduría de este mundo”, les dejan un corazón en penumbra, en oscuridad.
El número de pecados hace que el alma pierda el sentido, y si se habitúa en pecado mortal, es ahí, cuando muchos tienen la necesidad de renunciar a la Iglesia, por su rechazo a las obras de las tinieblas. Y muchos pecadores, los incorregibles, prefieren la oscuridad que la salud del alma.

  • «La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está luminoso; pero cuando está malo, también tu cuerpo está a oscuras. Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo está enteramente luminoso, no teniendo parte alguna oscura, estará tan enteramente luminoso, como cuando la lámpara te ilumina con su fulgor.» (Lc 11, 34-36)
  • «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá! » (Mt 6, 22-23).
  • «Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12)


Permaneciendo con el corazón íntegro en Jesucristo, será totalmente imposible que juzguemos a la Iglesia de aquellas cosas malas que nunca jamás ha cometido ni puede cometer. Con una vida de entrega generosa a Dios, comprenderemos que la naturaleza de la Iglesia Católica es ser santa y extender su santidad a quienes estén dispuestos a acoger a Cristo en su corazón.
 
Es necesario pedir constantemente al Señor que nos libre de esas tinieblas, que hemos consentido tener por causa de no despojarnos de nuestro hombre viejo.
 
Solamente, si amamos con todo nuestro corazón a Cristo, nuestra vida, nuestro corazón seremos instrumentos para la caridad y la misericordia sin dobleces, y aceptaremos esa realidad de lo que el Señor nos habla sobre la santidad de la Iglesia Católica.
 
Entre los libros que tenemos, no puede faltar el Catecismo de la Iglesia Católica y su compendio, junto a las Sagradas Escrituras, y no precisamente para que esté adornado, sino como un medio para aumentar nuestros conocimientos a la doctrina santa de la Iglesia Católica.
 
La Iglesia no tiene ninguna relación con ningún tipo de pecado. Ella es caridad, y reparte generosamente el amor de Cristo a todos los que quieren acogerse a la protección de Dios.
 
El alma que renuncia a la protección de la Iglesia Católica, se expone a la ruina eterna de su propia alma.
 
Cuanto mayor es el número de pecados en el pecador, más resentimientos y rechazo tiene hacia la Iglesia Católica. Porque el demonio, es quien se siente apartado de la Iglesia, y los que están en vías de perdición, también siente que la Iglesia es muy incómoda, pues aparta del pecado y lleva a multitudes a la Vida eterna.
 
Los pecadores incorregibles a cada momento se rebela contra la Autoridad de la Iglesia Católica. Ellos quieren vivir en pecado, y en la Iglesia no tiene cabida a los pecados, ni a los vicios, pero siempre acoge con amor al pecador que desea convertirse con todo su corazón y con toda su alma, a Cristo, busca la eficaz ayuda de la Santa Madre Iglesia Católica que le ayuda a salir, victorioso contra esa maldad que le arrastraba a la desesperación. La Iglesia católica es también la esperanza de todo ser humano que busca sinceramente a Dios,
 
Veamos esas enseñanzas, que podemos creer con toda confianza,