lunes, 6 de octubre de 2014

7 de octubre - Nuestra Señora del Rosario / Batalla de Lepanto

¡Bendito sea el Señor nuestro Dios!
¡Bendita sea la Santísima Virgen María, Madre de Dios!
 
El siete de octubre, fiesta de Nuestra Señora del Rosario.



 
 
El Señor nuestro Dios os bendiga siempre a vosotros y a vuestra familia.
 
La oración del Santo Rosario siempre es muy necesaria para todos nosotros. Insiste la Palabra de Dios la necesidad de orar con perseverancia, es verdad, todos necesitamos rezar. Si toda la humanidad entera, rezase como es debido, el mundo sería como un paraíso, pero temporal. Pero sabemos que no es un paraíso, siempre hay guerras en muchas partes del mundo, la persecución contra los hijos e hijas de Dios, es decir, los que reconocen a la Iglesia por Madre y Maestra.
 
Nadie puede tener a Dios como Padre, si rechaza a la Iglesia Católica, y por las Sagradas Escrituras y enseñanzas de los Santos Padres, si somos sinceros, comprenderemos que no todos son hijos o hijas de Dios. Ya que por ahí... dicen que todos somos hijos de Dios.
  • CIC: 181 "Creer" es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre" (San Cipriano de Cartago, De Ecclesiae catholicae unitate, 6: PL 4,503A).
 
Tenemos la necesidad de creer todo lo que nos enseña la Iglesia Católica, quien cuestiona algunas de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia Católica, está cuestionando al Espíritu Santo, y la verdad no está en esa alma.
 
¿Por qué los católicos no dudamos de las enseñanzas de la Iglesia Católica? Gracias a la devoción del Santo Rosario, y no únicamente nos dedicamos a esta devoción celestial, también otras devociones, novenas, triduo, etc. siempre la oración, pues entonces el demonio, que es mentiroso y padre de la mentira, no puede ensuciarnos con dudas y cuestiones contra la fe de la Santa Madre Iglesia Católica.
 
Al rezar y así como meditar serenamente los misterios del Santo Rosario, viene el Espiritu Santo en nuestra ayuda contra las fuerzas del mal. A veces podemos padecer vanas imaginaciones, si estamos centrados en la oración, nos daremos cuenta que hay un intruso del que no ha sido invitado, nuestras imaginaciones, y la mejor forma de vencer, es ignorarlo, y volver a centrarnos en los asuntos que estamos llevando por medio de la espiritualidad de nuestras oraciones. Oración y vida espiritual, entonces esta conducta nuestra complace al Señor nuestro Dios.
 
Cuando a lo largo del día, puede surgirnos momentos inquietantes, algo que no esperábamos, que nos esta turbando nuestra paz, pues elevemos nuestros ojos al cielo, si vamos por la calle. Y si estamos dentro de un lugar cerrado como un trabajo, pensemos en las llagas de Jesucristo, en su divino rostro, que nos ayudará a limpiar nuestras inquietudes, bueno es tener un crucifijo a mano, y poder besar al Divino Crucificado, "Señor, Dios mío, ten piedad de mi, de nosotros, de esas personas...", si tenemos el Santo Rosario, se supone que debe ser así, para llevarlo en todas partes, besar esta devoción. Siempre con reverencia y humildad de corazón.
 
Alguna que otra vez me he acordado de la batalla de Lepanto, cuando la cristiandad parecía ir a su fin, pero Dios estaba con ellos, con todos los cristianos que oraban. Los musulmanes hacían estragos, destruyendo, arrasando, (hay que hacer diferencia del musulmán del mundo árabe, pues no todos los árabes pertenecen al islam. no son musulmanes)
 
En el pasado solamente conocíamos por la historia, los terribles atropellos y persecuciones de los musulmanes. En los dos bandos todos tenían armas, espadas, cañones, pero la batalla no llegaba a su fin, pero en el momento en que
 
En la actualidad vemos fotos e imágenes de video, como destrozan a los cristianos cuando invaden territorios. Niños con los cuerpos destrozados, adultos fieles crucificados, las mujeres cristianas, escapándose como pueden de esas persecuciones demoniacas provocada por el mundo islámico, ahora estamos viendo todo eso. Las armas son distintas que en la época de la Batalla de Lepanto, tanques, armas de fuego, bombas.
 
Pero nosotros tenemos un arma más poderosa que ellos no tienen, y la llevas en tu bolsillo, al trabajo, lo usas cuando espera cuando vas de viaje, en una estación de tren o de autobús, en un aeropuerto, o en el puerto si vas a embarcarte, o si vas en coche, te detienes para descansar del largo viaje, aprovechando para rezar, sí, es el santo rosario, es un arma muy poderosa contra los poderes del infierno. Tu amor y devoción a la Sacratísima Eucaristía, que a todos nos da fuerza y paz, seguridad en nuestras vidas.
 
El Papa Francisco con insistencia nos está pidiendo que volvamos nuestro corazón a Cristo, que no podemos vivir sin oración, que no hay vida fuera de la Eucaristía, el cristiano vive de la fe, como enseña repetidamente las Sagradas Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento. Pero esta fe que nos da vida, que nos alimenta y fortalece, no es posible fuera de la Iglesia Católica. Porque Dios obra precisamente por la Iglesia que es obra suya, obra de Cristo Jesús para la salvación de todos los que creen y perseveran en el amor.
 
¿En qué consiste la verdadera unidad de los cristianos? La Iglesia nos lo va enseñando, pues uno de los medios es que para que  nuestras oraciones sean más eficaces, necesitamos desterrar de nuestro corazón todo aquello que no esté relacionado con la espiritualidad que la Iglesia Santa y el Papa Francisco nos está enseñando. El cristiano debe ser íntegramente espiritual, no debe proceder según el mundo, esto lo voy leyendo en las palabras del Santo Padre, que la gloria que es necesaria es la que procede de Dios, y jamás del espíritu mundano.
 
La oración se echa a perder cuando se comparte espíritu mundano y espíritu de Dios, no vale, tiene que ser uno.
 


«La salvación es esto: vivir en la consolación del Espíritu Santo, no vivir en la consolación del espíritu del mundo. No, aquella no es salvación, eso es pecado. La salvación es ir hacia adelante y abrir el corazón, para que venga ésta consolación del Espíritu Santo, que es la salvación. Pero ¿no se puede negociar tomando un poco de aquí y un poco de allá? Hacer un poco como una ensalada de frutas ¿no? Un poco de Espíritu Santo, un poco de espíritu del mundo… ¡No! O una cosa o la otra»


La consolación del espíritu mundano nos provoca a la tristeza, a la oscuridad de una vida vacía sin Dios, en el mundo no hay paz.
 
El espíritu del mundo para conseguir una "paz" tiende a recurrir a la violencia, y el mal no se puede resolver con el mal, sino con el bien.
 
Aquel que ha decidido entregarse al espíritu de la mundanidad, si no cambia de camino, si no vuelve su corazón a Dios, comienza una vida de oración, pues también dice Jesús, que para salvarse es necesario hacer penitencia. Hay muchas personas que dicen "este se ha convertido antes de morir", ¿sin haber hecho penitencia ni oración? Nadie puede cambiar lo que Dios ha establecido para la salvación del alma, y que también en las apariciones aprobadas por la Iglesia Católica, una y otra vez la Virgen María, insiste: sacrificios, oración, penitencia, volver a Jesús, etc.
  
San Alfonso María de Ligorio y todos los santos, para salvarse, no dejaron de orar, y hacer penitencia. Quien ora se salva, quien no ora se condena.
 
La oración del Santo Rosario no es complicada cuando se deja entrar el amor y la belleza de Dios en nuestra vida. Para nuestro hombre viejo, todo es aburrido y demasiado cansado. Pero nosotros hemos de edificarnos en la imagen del Hombre Nuevo que es Cristo.
 
Muchas personas que no tienen fe, intentan dar una interpretación personal respecto a la batalla de Lepanto, de una situación "científica", sobre las naves, los puntos de los mares. Pero a la luz de la verdad y de la fe, el triunfo de los cristianos, se debe a la fe de la Oración, especialmente San Pío V, no cesaba de orar por el triunfo de la fe. El poder de la oración del Santo Rosario y la unión de todos los fieles cristianos.
 
 
De nuevo, la invasión del Islam, parece ganar terreno en África, y sigue avanzando hacia Europa, ¿sabéis por qué? Porque los cristianos ya han dejado de orar, porque ocupan su tiempo, en pasarlo bien, disfrutando de la mundanidad del diablo: deportes... tauromaquia, circo, teatros, cine, cualquier cosa que no entre un tiempo para la oración contemplativa, porque es importante recordar, que los misterios del Santo Rosario, esta devoción es contemplativa. Si al rezar el Santo Rosario, no se contempla los misterios, cae en saco roto.
 
 Desde aquí pido permiso al siervo de Dios, Francisco Fernández Carvajal, para compartir esta meditación, y como está en el cielo, el permiso está dado, para mayor gloria y alabanza de Dios.
 
Hablar con Dios
Ediciones Palabra
(Meditaciones para cada día del año
Tomo VII (Fiestas y Santos 2)
7 de octubre
Nuestra Señora del Rosario*
 
* Esta fiesta fue instituida por San Pío V para conmemorar y agradecer a la Virgen su ayuda en la victoria sobre los turcos en Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Es famoso su Breve Consueverunt (14-IX-1569), que vio en el Rosario un presagio de aquella victoria. Clemente XI extendió la fiesta a toda la Iglesia el 3-X-1716. León XIII le otorgó un mayor rango litúrgico y publicó nueve admirables Encíclicas sobre el Rosario. Con San Pío X quedó definitivamente la fecha de su celebración el 7 de octubre. La celebración de este día es una invitación para todos a rezar y meditar los misterios de la vida de Jesús y de María, que se contemplan en esta devoción mariana.
Visión del Papa Pío V, museo del Prado, Madrid. 
Memoria
  • El Rosario, arma poderosa.
  • — Contemplar los misterios del Rosario.
  • — Las letanías lauretanas.
I. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo[1]. Con estas palabras el ángel saludó a Nuestra Señora, y nosotros las hemos repetido incontables veces en tonos y circunstancias bien diferentes.
En la Edad Media se saludaba a la Virgen María con el título de rosa (Rosa mystica) símbolo de alegría. Se adornaban sus imágenes como ahora con una corona o ramo de rosas (en latín medieval Rosarium), expresión de las alabanzas que nacían de un corazón lleno de amor. Y quienes no podían recitar los ciento cincuenta salmos del Oficio divino lo sustituían por otras tantas Avemarías, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o nudos hechos en una cuerda. A la vez, se meditaba la vida de la Virgen y del Señor. Esta oración del Avemaría, recitada desde siempre en la Iglesia y recomendada frecuentemente por los Papas y Concilios en una forma más breve, adquiere más tarde su forma definitiva al añadírsele la petición por una buena muerte: ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. En cada situación, ahora, y en el momento supremo de encontrarnos con el Señor. Se estructuran también los misterios, contemplándose así los hechos centrales de la vida de Jesús y de María, como un compendio del año litúrgico y de todo el Evangelio. También se fijó el rezo de las letanías, que son un canto lleno de amor, de alabanzas a Nuestra Señora y de peticiones, de manifestaciones de gozo y de alegría.
San Pío V atribuyó la victoria de Lepanto, el 7 de octubre de 1571 con la cual desaparecieron graves amenazas para la fe de los cristianos, a la intercesión de la Santísima Virgen, invocada en Roma y en todo el orbe cristiano por medio del Santo Rosario, y quedó instituida la fiesta que celebramos hoy. Con este motivo, fue añadida a las letanías la invocación Auxilium christianorum. Desde entonces, esta devoción a la Virgen ha sido constantemente recomendada por los Romanos Pontífices como «plegaria pública y universal frente a las necesidades ordinarias y extraordinarias de la Iglesia santa, de las naciones y del mundo entero»[2].
En este mes de octubre, que la Iglesia dedica a honrar a Nuestra Madre del Cielo especialmente a través de esta devoción mariana, hemos de pensar con qué amor lo rezamos, cómo contemplamos cada uno de sus misterios, si ponemos peticiones llenas de santa ambición, como aquellos cristianos que con su oración consiguieron de la Virgen esta victoria tan trascendental para toda la cristiandad. Ante tantas dificultades como a veces experimentamos, ante tanta ayuda como necesitamos en el apostolado, para sacar adelante a la familia y para acercarla más a Dios, en las batallas de nuestra vida interior, no podemos olvidar que, «como en otros tiempos, ha de ser hoy el Rosario arma poderosa, para vencer en nuestra lucha interior, y para ayudar a todas las almas»[3].
— Contemplar los misterios del Rosario.
II. El nombre de Rosario, en la lengua castellana, proviene del conjunto de oraciones, a modo de rosas, dedicadas a la Virgen[4]. También como rosas fueron los días de la Virgen: «Rosas blancas y rosas rojas; blancas de serenidad y pureza, rojas de sufrimiento y amor. San Bernardo aquel enamorado de Santa María dice que la misma Virgen fue una rosa de nieve y de sangre.
»¿Hemos intentado alguna vez desgranar su vida, día a día, en nuestras manos?»[5]. Eso hacemos al contemplar las escenas misterios de la vida de Jesús y de María que se intercalan cada diez Avemarías. En estas escenas del Rosario, divididas en tres grupos[6], recorremos los diversos aspectos de los grandes misterios de la salvación: el de la Encarnación, el de la Redención y el de la vida eterna[7]. En estos misterios, de una forma u otra, tenemos siempre presente a la Virgen. En el Santo Rosario no se trata solo de repetir las Avemarías a Nuestra Señora, que, como procuramos hacerlo con amor quizá poniendo peticiones en cada misterio o en cada Avemaría, no nos resultan monótonas. En esta devoción vamos también a contemplar los misterios que se consideran en cada decena. Su meditación produce un gran bien en nuestra alma, pues nos va identificando con los sentimientos de Cristo y nos permite vivir en un clima de intensa piedad: gozamos con Cristo gozoso, nos dolemos con Cristo paciente, vivimos anticipadamente en la esperanza, en la gloria de Cristo glorificado[8].
Para realizar mejor esta contemplación de los misterios puede ser práctico detenerse «durante unos segundos tres o cuatro en un silencio de meditación, considerando el respectivo misterio del Rosario, antes de recitar el Padrenuestro y las Avemarías de cada decena»[9]; acercarnos a la escena como un personaje más, imaginar los sentimientos de Cristo, de María, de José...
Así, procurando con sencillez «asomarnos» a la escena que se nos propone en cada misterio, el Rosario «es una conversación con María que, igualmente, nos conduce a la intimidad con su Hijo»[10]. Nos familiarizamos en medio de nuestros asuntos cotidianos con las verdades de nuestra fe, y esta contemplación que podemos hacer incluso en medio de la calle, del trabajo, nos ayuda a estar más alegres, a comportarnos mejor con quienes nos relacionamos. La vida de Jesús, por medio de la Virgen, se hace vida también en nosotros, y aprendemos a amar más a Nuestra Madre del Cielo. ¡Qué ciertas son las verdades que así expresó el poeta!: «Tú que esta devoción supones // monótona y cansada, y no la rezas // porque siempre repite iguales sones... // tú no entiendes de amores y tristezas: // ¿qué pobre se cansó de pedir dones, // qué enamorado de decir ternezas?»[11].
— Las letanías lauretanas.
III. Después de contemplar los misterios de la vida de Jesús y de Nuestra Señora con el Padrenuestro y el Avemaría, terminamos el Santo Rosario con la letanía lauretana y algunas peticiones que varían según las regiones, las familias o la piedad personal.
El origen de las letanías se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Eran oraciones breves, dialogadas entre los ministros del culto y el pueblo fiel, y tenían un especial carácter de invocación a la misericordia divina. Se rezaban durante la Misa y, más especialmente, en las procesiones. Al principio se dirigían al Señor, pero muy pronto surgen también las invocaciones a la Virgen y a los santos. Las primicias de las letanías marianas son los elogios llenos de amor de los cristianos a su Madre del Cielo y las expresiones de admiración de los Santos Padres, especialmente en Oriente.
 
Las que actualmente se rezan en el Rosario comenzaron a cantarse solemnemente en el Santuario de Loreto (de donde procede el nombre de letanía lauretana) hacia el año 1500, pero recogen una tradición antiquísima. Desde allí se extendieron a toda la Iglesia.
Cada título es una jaculatoria llena de amor que dirigimos a la Virgen y nos muestra un aspecto de la riqueza del alma de María. Estas invocaciones se agrupan según las principales verdades marianas: maternidad divina, virginidad perpetua, mediación, realeza universal y ejemplaridad y camino para todos sus hijos. Estas aclamaciones vienen expresadas en las primeras advocaciones, y son desarrolladas a continuación. Así, al invocarla como Sancta Dei Genitrix, profesamos explícitamente la maternidad; cuando la alabamos como Virgo virginum, reconocemos su virginidad perpetua, que la hace Virgen entre las vírgenes; al invocarla con el título de Mater Christi, profesamos su íntima e indisoluble unión con Cristo, verdadero Mediador y verdadero Rey, y la reconocemos, por tanto, como Reina y mediadora...
La Virgen es Madre de Dios y Madre nuestra, y es este el título supremo con que la honramos y el fundamento de todos los demás. Por ser Madre de Cristo, Madre del Creador y del Salvador, lo es de la Iglesia, de la divina gracia, es Madre purísima y castísima, intacta, incorrupta, inmaculada, digna de ser amada y de ser admirada.
En las letanías se recogen diversos aspectos de la virginidad perpetua de María: es Virgen prudentísima, digna de veneración, digna de alabanza, poderosa, clemente, fiel...
La Madre de Dios, Mediadora en Cristo[12] entre Dios y los hombres, se prodiga continuamente en servicio nuestro. Nos es presentada además bajo tres bellísimos símbolos y otros aspectos de su mediación universal: la Virgen María es la nueva Arca de la alianza, la Puerta del Cielo a través de quien llegamos a Dios, es la Estrella de la mañana que nos permite siempre orientarnos en cualquier momento de la vida, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores (¡tantas veces hemos tenido que recurrir a Ella!), Consoladora de los afligidos, Auxilio de los cristianos...
María es Reina de todo lo creado, de los cielos y de la tierra, porque es Madre del Rey del universo. La universalidad de este reinado comienza en los ángeles y sigue en los santos (los del Cielo y los que en la tierra buscan la santidad): Santa María es Reina de los ángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de los que confiesan la fe, de las vírgenes, de todos los santos. Termina con cuatro títulos de realeza: es Reina concebida sin pecado, asunta al Cielo, del santísimo Rosario y de la paz.
Después de invocarla como ejemplo acabado y perfecto de todas las virtudes, sus hijos la aclamamos con estos símbolos y figuras de admirable ejemplaridad: Espejo de santidad, Trono de sabiduría, Causa de nuestra alegría, Vaso espiritual, Vaso honorable, Vaso insigne de devoción, Rosa mística, Torre de David, Torre de marfil y Casa de oro.
Al detenernos despacio en cada una de estas advocaciones podemos maravillarnos de la riqueza espiritual, casi infinita, con que Dios la ha adornado. Nos produce una inmensa alegría tener una Madre así, y se lo decimos muchas veces a lo largo del día. Cada una de las advocaciones de las letanías nos puede servir como una jaculatoria en la que le decimos lo mucho que la amamos, lo mucho que la necesitamos.

 


[1] Lc 1, 28.
[2] San Juan XXIII, Carta Apost. Il religioso convegno 29-IX-1961.
[3] San Josemaría Escrivá, Santo Rosario, p, 9, 
[4] Cfr. J. Corominas, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Gredos, Madrid 1987, vol V, voz Rosa.
[5] . M. Escartín, Meditación del Rosario, Palabra, 3.ª ed., Madrid 1971, p. 27.
[6] Esta nota la añado para precisar, que de las tres partes del Santo Rosario, sabemos que San Juan Pablo añadió una cuarta parte: Misterios de Luz; el 16 de Octubre de 2002 con cinco nuevos misterios. (José Luis de T. J.)
[7] Cfr. R. Garrigou-Lagrange, La madre del Salvador. Rialp, Madrid 1976, p. 350.
[8] Cfr. Pablo VI, Exhort, Apost. Marialis cultus, 2-II-1974, 46.
[9] San Josemaría Escrivá, o, c., p. 17.
[10] R. Garrigou-Lagrange, o. c., p. 353.
[11] Cit. por A. Royo Marín, La Virgen María, BAC, Madrid 1968, pp. 470-471.
[12] Cfr. San Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, n. 38.
Para saber más:
 
Lepanto - Corazones.org
 
  

 
Mis buenos hermanos y hermanas, no dejemos nunca esta preciosa y poderosa devoción, que cuando lo rezamos con verdadera devoción, nosotros seremos parte del bien que vamos haciendo por España y por el mundo entero, por la extensión del Reinado de los Sagrados Corazones de Jesús y María Santísima. Entre misterio y misterio, necesitamos añadir, Salva a España y al mundo entero. Humanamente no existe remedio alguno para mejorar ni España ni el mundo entero, pero Dios sí, y sabemos como hacerlo cada día.
 

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