Que desgracia tan grande para
el alma rebelde, aún cuando crea que no tiene necesidad de Dios, se imaginan felices,
pero la verdadera paz y felicidad no puede encontrarse al margen de la Gracia
de Dios, no hay paz para quien persiga a la Santa Iglesia Católica de una o de
otra forma, las críticas a los obispos y al Papa dejan claro la oscuridad del
corazón y la corrupción, su alma no es feliz, porque ¿qué felicidad puede
hallar el alma cuando ha querido ser guarida de demonios?
Pero es verdad, nosotros no queremos ser guaridas de demonios, por eso necesitamos intensificar la oración, animarnos a encontrarnos con Cristo, participando devotamente de la Eucaristía. Cristo es el Primero que ha querido acercarse a nosotros, y le decimos que sí, que queremos estar con Él, nos ama de verdad.
Pero Dios llama a la
conversión, al sincero arrepentimiento, San Pablo era uno de los más terribles
perseguidores de los cristianos. Perseguir a los fieles cristianos es no amar a
Dios, es hacer la guerra contra Dios.
El cambio de San Pablo
fue radical. Nosotros por el contrario, aún no avanzamos en el camino de la
salvación, si nos adaptamos al proceder de los no creyentes.
Jesucristo nos enseña las cosas que hemos de hacer, está en el Evangelio, son preciosas sus enseñanzas, el Divino Maestro también nos dice todo aquello que no debemos hacer, pues el hacer lo malo no nos ayuda.
Imitemos al Santo Apóstol
en una conversión radical, profunda, veraz, meditemos sus epístolas, hay muchos
detalles que necesitamos conocer.
La conversión del apóstol San Pablo
Pablo lo sufrió todo por amor a Cristo
De las homilías de San Juan Crisóstomo, obispo
Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50, 477-480
De las homilías de San Juan Crisóstomo, obispo
Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50, 477-480
Qué es el hombre, cuán grande su nobleza y cuánta
su capacidad de virtud lo podemos colegir sobre todo de la persona de Pablo.
Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a
los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo
atestiguan sus propias palabras: Olvidándome de lo que queda atrás y
lanzándome hacia lo que está por delante; y, al presentir la inminencia de
su muerte, invitaba a los demás a compartir su gozo, diciendo: Estad alegres
y asociaos a mi alegría; y, al pensar en sus peligros y oprobios, se alegra
también dice, escribiendo a los corintios: Vivo contento en medio de mis
debilidades, de los insultos y de las persecuciones; incluso llama a estas
cosas armas de justicia, significando con ello que le sirven de gran provecho.
Y así, en medio de las asechanzas de sus enemigos,
habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques de sus
perseguidores y, habiendo sufrido en todas partes azotes, injurias y
maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de trofeos, da
gracias a Dios, diciendo: Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la
victoria de Cristo. Imbuido de estos sentimientos, se lanzaba a las
contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación, con un ardor
superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando
la muerte más que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza,
y el trabajo mucho que muchos otros apetecen el descanso que lo sigue. La única
cosa que él temía era ofender a Dios; lo demás le tenía sin cuidado. Por esto
mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios.
Y, lo que era para él lo más importante de todo,
gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de todos, sin
esto le era indiferente asociarse a los poderosos y a los príncipes; prefería
ser, con este amor, el último de todos, incluso del número de los condenados,
que formar parte, sin él, de los más encumbrados y honorables.
Para él, el tormento más grande y extraordinario
era el verse privado de este amor: para él, su privación significaba el
infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolerable.
Gozar del amor de Cristo representaba para él la
vida, el mundo, la compañía de los ángeles, los bienes presentes y futuros, el
reino, las promesas, el conjunto de todo bien; sin este amor, nada catalogaba
como triste o alegre. Las cosas de este mundo no las consideraba, en sí mismas,
ni duras ni suaves.
Las realidades presentes las despreciaba como
hierba ya podrida. A los mismos gobernantes y al pueblo enfurecido contra él
les daba el mismo valor que a un insignificante mosquito.
Consideraba como un juego de niños la muerte y la
más variada clase de tormentos y suplicios, con tal de poder sufrir algo por
Cristo.
Oración:
Señor, Dios nuestro, tú que has instruido a todos
los pueblos con la predicación del apóstol San Pablo, concede a cuantos
celebramos su conversión caminar hacia ti, siguiendo su ejemplo, y ser ante el
mundo testigos de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Todo un ejemplo el del Apóstol, digno de imitar para llegar a Dios. Dar amor al prójimo, amor incondicional como San Pablo hizo con Jesús, de ese modo alcanzaremos la Tierra Prometida.
ResponderEliminarMe gustan todas tus entradas amigo, pero esta es especial. Un fuerte abrazo y feliz fin de semana.
Muchísimas gracias por el aviso amigo, lo pasaré. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMe ha sucedido que, incluso de programas de apariencia fiable, para actualizar "java". tenía un virus escondido.
ResponderEliminarQue Dios te llene de muchas bendiciones, Pepe,
Me uno a esta oración.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.