sábado, 24 de septiembre de 2011

La sotana: «Los sacerdotes buenos son Luz de Dios»

Continuándo la importancia que el hábito religioso, que es una gracia de Dios, un regalo del cielo, y que solamente, los buenos sacerdotes saben sacar el mejor provecho para la salvación de las almas.

  • Los sacerdotes buenos son Luz de Dios, y los hombres malos son lux noctis. ¡Oh, si tuviéramos muchos agustinos, Jerónimos… para hacer frente a los errores del día… (San Antonio María Claret, Escritos autobiográficos, [Notas del Vaticano I], pág. 484. BAC )
Para servir al Señor no se debe ir de cualquier manera. Las vestiduras sagradas del sacerdote deben ser la que la misma Iglesia pronuncie. Pero la desobediencia ofende mucho al Señor, y hace daño a los que están por ejemplo, en la celebración de la Santa Misa.
La misma costumbre de que el sacerdote no se distinga de las ropas seglares, y según lo llame cada persona, pero ropas que no identifican con el servicio a Dios, que debe llevar el sacerdote allá por donde vaya.
La misión del sacerdote, y fiel cumplidor de la voluntad de Dios, es predicar la Palabra del Señor, incluso cuando camina por la calle, viaja, sin pronunciar palabra. La sotana, el traje eclesiástico, el vestido talar, se convierte como en una extensión de la palabra,
El padre José Antonio Fortea, que ha escrito sobre la vestidura eclesial, dice:

Nos sorprenderíamos cuánta gente piensa en Dios, cuando en una ciudad populosa un sacerdote atraviesa las calles. Multiplicado por todos los días del año, el bien que hace vestir de clérigo es inmenso. Sin exagerar, al cabo de un año han reparado en él decenas de millares de personas. Y si un sacerdote anda por la calle recogido y en presencia de Dios, entonces se transforma en un instrumento para que los ángeles custodios les digan a sus protegidos: fijaos.
Un sacerdote con sotana por la calle es como un grito para los paganos. Un grito que les dice: ¡Dios existe! Ved aquí a uno de sus siervos. Por eso Satanás tiene tanto interés en que de la vía pública desaparezcan todos los signos que hacen referencia a Dios.
El amor reside en el corazón, no en el vestido. Pero el amor se desborda en multitud de detalles externos: uno de ellos es una vestidura de consagración.
Las vestiduras eclesiásticas son un constante recuerdo de la dignidad que nos ha sido conferida, del poder que ostentamos.

Yo diría también que el amor que el sacerdote tiene en su corazón a Dios, a la Iglesia Católica y al Papa, se refleja en su vestir sagrado, es consciente de que camina en la presencia de Dios, y por eso anda recogido, en silencio, respetuoso.
Por el contrario, los que visten como seglares, no tienen tan presente a Dios, se lo impide la desobediencia a la Iglesia Católica en muchas cosas, hacen lo que no es aceptable por el Señor.
Yo no oigo palabras del sacerdote que va por la calle, o le veo en una estación de trenes, es su sotana quien me está recordando la cercanía de Jesucristo, que no estamos en este mundo para vivir sin contar con Dios. Su vestir sagrado me está hablando de la eternidad, de que necesito acercarme al sacramento de la confesión, de que he de vaciar mi corazón de todas las cosas de este mundo para permitir que sea Cristo quien habite a mí. Nos ayuda a que nuestra conciencia no quede adormecida. Y pienso así, que el Señor nos ilumina a través de la sotana y del hábito religioso, y que hemos de pensar a qué eternidad queremos ir, cielo o infierno.
En éxodo 28, el Señor dio indicaciones a los sacerdotes como han de ir vestidos. La Iglesia lo ha adaptado a Jesucristo, distintas al del tiempo de Moises y Aarón. Jesucristo es el Hombre nuevo, vestiduras nuevas. Sabemos que Dios se ha encarnado en Jesucristo, el Divino Redentor es el mismo Dios, que ha bajado a la tierra. Y nos ha enviado su Espíritu, a la Iglesia Santa. Y hay para tiempo de verano y tiempo de invierno.
La sotana es como una lámpara que nos ayuda a ver con más claridad las cosas de nuestra vida.
Los santos siempre han procurado predicar, incluso en defensa de la sotana y del hábito religioso. Puesto cuanto más cerca están de Dios, más quiere compartir esas alegrías. Y son muchísimas personas, seglares, piadosos, de distintas edades que quieren ver a los sacerdotes, tal como el Señor Jesucristo pide. 
De nuevo: “El hábito no hace al monje”
Pero ya se está oyendo lo que dicen los que no viven la vida de Cristo, “el hábito no hace al monje”, insistiendo en ello, porque el ver una sotana por las calles, se reavivan sus malos sentimientos contra Dios.
Con frecuencia, los milicianos, comunistas, durante la “guerra civil”, decían a los sacerdotes que “no os odiamos a vosotros, sino a vuestras sotanas, a vuestros hábitos”. No podían soportar los signos religiosos, que indicaban la realidad de una presencia de Dios, porque la conciencia de ellos, que vivían sumergidos en el pecado, se sentían gravemente ofendidos. El hábito era como denunciarles a ellos sus pecados, una palabra visual. Es la mentalidad de quienes sienten como un estorbo los signos de nuestra fe católicas, porque no quieren convertirse a Dios, y tampoco esperan recompensa de Dios, pues se cierran en sí mismo, renuncian al plan de salvación por la recompensa de este mundo.
Dijeron y dicen los impíos…
«Tendamos lazos al justo, que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en cara faltas contra la Ley y nos culpa de faltas contra nuestra educación. Se gloría de tener el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos es insufrible, lleva una vida distinta de todas y sus caminos son extraños.» (Sb 2, 12-15)
Y es por eso, que aquellos que rechazan la doctrina de la Iglesia Católica, periodistas, informadores habituados a las mentiras, dicen que la reforma conciliar les permitió quitarse el hábito “con todas las bendiciones”, esto proviene del comunismo y ateísmo, que intentan engañar a los lectores de su periódico anticristiano como es “El Mundo”, y también hay otros. Pero meditando atentamente, las palabras de los documentos del Concilio Vaticano II; de ninguna manera, ni parecido dice algo así, sino todo lo contrario, que se debe vivir según el espíritu de sus santos fundadores, siguiendo a Cristo. ¿Cómo vestían los santos fundadores sacerdotes y obispos? Con la sotana de su tiempo, la Iglesia no ha suprimido la sotana, sino la relajación y la decadencia del secularismo. Y basta ver que hay cientos y cientos de sacerdotes, que cuando acuden a la Santa Sede, llevan su distintivo externo que le hace reconocer como sacerdote o religioso, que representa a la orden religiosa en que vive en santa obediencia. En muchas diócesis españolas, Conferencias Episcopales, están obedeciendo precisamente estas normas, aprendidas del Concilio Vaticano II, tan recordados por los Papas.
La sotana y el hábito religioso, simboliza también una vida espiritual, con claros significados de una entrega generosa y total a Dios.

El echarse atrás, para vivir según el mundo, es olvidarse de Jesucristo. Aquellos que en un principio, se creían que “quitándose la sotana o el hábito religioso, podrían llevar más almas a Dios.
Y la realidad es esta, sacerdotes que no llevan su identidad externa, vemos en las iglesias, muchas veces, como si fuera un campo de juegos, o, un mercado, o un salón de charlas, y vanidades. Profanaciones, omisiones en el cumplimiento de las normas canónicas litúrgicas. Porque la desobediencia a un punto llega a otros más.
Enseña un sabio sacerdote y lleno de amor de Dios: el padre José María Iraburu, que antes de esa reforma, ya había sacerdotes, que dejaron de llevar sotana, y es cierto, en tiempos también del Vaticano I, había algunos que no querían identificarse con Cristo. La incomodidad que algunos sentían por llevar la sotana, está causado por la carga del hombre viejo, que impide a toda costa, que el alma se acerque a Cristo.

Día 7 de febrero de 1870
(…)
Del Vestido talar, Dios da a los sacerdotes celestiales les viste un vestido de gloria, y en la tierra les da un vestido talar [resumen del discurso del arzobispo Luis Haynald, de Colocza y Bacs (Hungría) ]
[A] los malos sacerdotes no les faltan excusas; los buenos siempre lo visten. El sacerdote que no lo vista, huid de él…
Se debe recomendar la comunidad de clérigos, pero no se debe mandar, ni obligar a fin de no llamarse enemigos, pues que los clérigos buenos fácilmente convienen, pero los malos no están para eso. (De los escritos autobiográficos de San Antonio María Claret, página 482- BAC)

Aun así el obispo tiene una importante responsabilidad sobre el sacerdote, y San Antonio María Claret, no podía permanecer en la indiferencia, puesto que en una reunión con sacerdotes, sólo uno faltó. Por vestir de seglar, se ganó una pena canónica, una sanción.
«Tanto a los Canónigos como a los párrocos y demás sacerdotes, cada año les hacía hacer ejercicios espirituales por diez días. Les hice vestir siempre hábitos talares, mandándolo por edicto, con la pena de diez duros al que faltase. Solo uno faltó. Yo le hice comparecer vestido de seglar y le hice pagar la multa, y como fue cogido en una (casa) sospechosa de mujeres, le recogí las licencias y le metí en reclusión. A un canónigo y racionero que se le probó que había pecado después de haberle yo avisado, le quité parte de sus rentas, según lo dispuesto por el concilio de Trento.
» Cuando algún Cura había caído en alguna fragilidad, le hacía hacer ejercicios, y, si veía que de veras se había enmendado, le sacaba y le enviaba a otro punto bien distante a fin de apartarle del peligro.» (De los escritos autobiográficos de San Antonio María Claret, P. III c.7, 553, página 309. BAC). 
Sabemos que la sotana no es cosa mínima, sino que concede una alta dignidad al buen sacerdote. Pero aquellos que renuncian a su vestir sagrado…

«El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho.» (Lc 16, 10)
 
Son innumerables los peligros espirituales que pueden acarrear cuando se despoja de la sotana o del hábito religioso para identificarse con el mundo y no con Cristo.
Es por eso que decía, que al negar la sotana, cae en males mayores, pero el llevarlo con dignidad y recogimiento, reciben de Dios gracias especiales.
Continuará…

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