lunes, 9 de febrero de 2015

¡Ánimo!, si allí no puede ser, nos vamos a otra parte...


Cuando buscamos de corazón al Señor nuestro Dios, pues todo lo queremos hacer para complacerle, y cuando sucede esto, no recibimos aplausos. En el caso de que nos aplaudiera, enseguida tenemos que rechazarlo, para que no se pierda lo que nos ayuda a acercarnos a Dios.
 
Los aplausos no nos orientan hacia Cristo, sino que nos aleja de la humildad.
 
En una de las redes sociales hay personas que mendigan la aprobación del prójimo, ¿por qué? porque no se han dedicado a la hermosa tarea de evangelizar. Y precisamente, son muchos que intentan llenar un vacío interior, pero que no les hace felices, porque quienes le suele dar aprobación son personas que no buscan un camino de santidad ni acercamiento a Cristo.
 
Son muchas las personas que se acercan al Papa, en audiencias o en la meditación del Santo Ángelus. Y precisamente, cuando el Santo Padre Francisco, invita a acercarse a Cristo, a ser almas de oración, a la lectura de la Palabra de Dios, las iglesias, al menos, cuando hay más personas son en Domingo o días festivos, pero se echa en falta la humildad, la devoción, los confesionarios... ni siquiera ya el sacerdote se anima a sentarse a la espera, ni se prepara o llega más tarde y no tiene tiempo para confesar.
 
Bueno, estamos también en tiempos muy complicados, hablar de penitencia no parece buena idea, sino pasarlo bien, y atraerse un número mayor de aplausos, pero detrás de los aplausos, ya queda claramente entendido que no se busca a Jesucristo para nada, no hay tiempo, hay otras cosas más importantes, en el mundo, que los que se arriesgan a perder la salvación, llegan a valorar, pero sin ningún valor a los ojos de Dios.
 
Muchas almas, una vez que han alcanzado un cierto tiempo de aplausos, y la vanagloria hincha y destruye nuestra fe, por eso, con la ayuda de la gracia, se puede salir de esa esclavitud, cuando realmente, el evangelizador, no quiere servirse de Dios para evangelizar, quiere ser fiel a Dios, servir a Dios, aún cuando nadie le quiera comprender, quiere ser firmes en la fe, en la santidad. Siempre fiel a Cristo.

Para nosotros, lo más importante es Jesucristo, y es por eso que buscamos a Cristo, queremos formar parte de la vida de la familia de los hijos e hijas de Dios.
 
Yo necesito ser corregido, ¿Quién tiene la caridad de corregirme? Y si nadie me corrige, puedo hacer dos cosas, acudir al Señor para alcanzar su misericordia, y el examen de conciencia, para no perder de vista al Señor nuestro Dios.
 
Mayor bien nos hace una severa reprimenda que no una cantidad de aplausos que nos llevaría a apartarnos de Dios. No, no conviene aceptar las golosinas envenenadas del mundo, esto es, como voy diciendo que son los aplausos, las adulaciones, la soberbia de la vida presente, una vida superficial y vacía de verdad. No nos conviene cosas así. Pues el demonio es muy astuto, y los aplausos son cadenas de muerte de la fe.
 
Hace algunos años escribí una reflexión, con citas de la Sagrada Biblia, del pensamientos de algunos de los Santos Padres y doctores de la Iglesia la peligrosidad de los aplausos. Y es que el estudio de la Palabra de Dios, cuando se toma en serio, nos libra de un sin fin de errores, y salimos del camino del extravío para ir con Cristo, y nunca separarnos de su amor. La Santa Biblia también nos anima a ser verdaderos devotos de la Santísima Madre de Dios.

Si nos alegramos por los elogios, los aplausos, no estamos complaciendo al Señor, hay que huir velozmente como hicieron los santos y santas. Entonces no fracasamos, porque lo que hacemos es por el Altísimo, nunca por nosotros mismos, y también para que el prójimo ponga su mirada y pensamientos en Dios, olvidándose del mensajero. Que solo hace lo que Dios le manda.

Alegrémonos sí, cuando somos insultados y despreciados, porque amamos a Cristo, y hacer el bien, con nuestras oraciones a quienes nos hacen mal.

En algún sitio u otro, ha sucedido que cuando yo compartía, partes del Nuevo Testamento, o enseñanzas de San Juan Pablo II, por ejemplo, pues ya hace años, eran censurados, incluso eran demasiados molestos las palabras de San Pablo, etc. Y son personas que se decían católicas. Pero que más que aceptar la verdad según la fe de la Iglesia Católica, era más bien, un llevarse bien incluso con quienes no estaban de acuerdo con la Sagrada Escritura.

Esto en un momento nos pueden resultar un tanto incómodo, porque no han aceptado a Cristo. Pero nosotros hemos de seguir adelante. En el pasado era un tanto complicado tener un blog, porque o no era tan conocido, o porque todavía no se había hecho como programa para facilitar una comunicación con todos los interesados, ahora si, Pero lo mismo que las redes pueden arrojar a la condenación a muchas almas, por los malos usos, que a otros, cuando se hace buen uso y es para evangelizar, llega a ser un gran bien para todos. Esta fue mi idea de siempre, Y siempre con caridad, y misericordia.

Cuando leemos el Evangelio, nos encontramos que Cristo no era bien recibido en todas partes, a los pecadores incorregibles, les molestaba  su presencia, pero Él continuaba con la misión encomendada por nuestro amado Padre Dios; la Primera Persona de la Santísima Trinidad.
 
Es muy edificante esta reflexión de un buen sacerdote, el Padre Santiago Martín, la que en esta ocasión comparto.
 
 
Reflexión del Padre Santiago Martín
Franciscanos de María
Simón y sus compañeros fueron y al encontrarlo, le dijeron: ‘todo el mundo te busca’. Él les respondió: ‘Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido’.” (Mc 1, 36-38)
 
 La fama, los halagos, los aplausos, pueden convertirse en una cadena, en una esclavitud. De hecho, por conseguirlos o por retenerlos, muchos –también en la Iglesia- dejan de hacer lo que deben y de decir lo que es necesario. Se huye de la impopularidad, aun a costa de traicionar la propia conciencia y de incumplir los deberes profesionales.
 
 Jesús nos demuestra, con su comportamiento, que Él no era un hombre que buscaba, por encima de todo, ser bien visto, ni que ansiaba que todos hablaran bien de él. Ante la popularidad responde: “Vámonos a otra parte”. Nosotros, en cambio, decimos eso ante las críticas. Muy pocas veces huimos de los elogios, mientras que nos acobardamos ante los problemas y tendemos a pensar que lo mejor es no tener ninguno, aunque para eso debamos dejar de hacer aquello que Cristo quiere que hagamos.
 
 Se trata, pues, de no tener miedo. Se trata de hacer las cosas en conciencia y en fidelidad a la Iglesia. Naturalmente, también en caridad, pero sin que el riesgo de no ser comprendidos, de no ser aplaudidos, nos atenace y nos silencie. Al único que debemos temer es al juicio de Dios y no al juicio de los hombres. Digamos, pues, la verdad siempre con caridad. Démosle al prójimo la caridad de la verdad, a la par que le damos la verdad con caridad. Y si llega el caso de que nos tengamos que ir a otra parte, porque no podemos seguir anunciando la verdad o porque allí no hace ya falta que lo hagamos, no nos hagamos ningún problema por ello. Cristo ya pasó por ese trance, lo mismo que pasó por el de la cruz y el de la resurrección.

1 comentario:

  1. Gracias Padre Santiago por su precioso artículo,me ha conmovido profundamente,siempre una palabra que te devuelva el rumbo es necesaria;para que recuerdes hacia donde vas.Dios le bendiga.

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