lunes, 22 de diciembre de 2014

No retribuyas tus pecados a Dios / Promesas del Bautismo


He leído alguna noticia que no ha resultado conforme a los intereses de Cristo. Y es que en ocasiones, hay periodistas que se dicen católicos, que escriben cualquier cosa que le puede ser demasiado interesante, cayendo en alguna que otra herejía.

En esta mi reflexión, no se trata de hacer juicios al Papa, ya que es una idea de muchas personas que no han caído en la cuenta. Y si alguna vez, nosotros, habíamos hecho tal cosa, fue por ignorancia, porque así nos lo trataban de enseñar. Pero a la luz de la fe y del Amor de Dios, vemos que esto no puede seguir así, pues no es un buen consejo el ofrecer lo que es malo a los ojos de Dios. El Papa Francisco esto es lo que decía, según algún periodista católico..: 
«Escuchaba al Señor, hacía todo según su voluntad, daba al Señor y el Señor: ‘Pero tú todavía no me has dado una cosa’. Y el pobre era tan bueno y dice: ‘Pero Señor, ¿qué cosa no te he dado?’ Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, trabajo para la catequesis, trabajo aquí, trabajo allá…’
--‘Pero tú no me has dado algo todavía’. ¿Qué, Señor?’ ‘Tus pecados’. Cuando nosotros seamos capaces de decir al Señor: ‘
– Señor, estos son mis pecados – no son de aquel, de aquel…son los míos. Tómalos Tú y así yo estaré salvado - cuando nosotros seremos capaces de hacer esto,
nosotros seremos aquel hermoso pueblo, ‘pueblo humilde y pobre’, que confía en el nombre del Señor. El Señor nos conceda esta gracia». (Francisco en Sta. Marta: la salvación exige un corazón humilde y pobre)
  • Pero, ¡cuidado!, que estas no podrían ser las palabras del Papa, ya que hay periodistas "católicos", que enturbian las enseñanzas de nuestros Papas, y lo hacen porque no trabajan por la gloria. Puesto, ¿Qué grado de insensatez sería tan atrevido de ofrendar a Dios lo que procede del demonio? Los pecados no son obras de Dios, y por eso no queremos ofrecerle ninguna abominación.
Ya terminando, el Papa se refiere, que cuando el penitente confiese sus pecados, que sean los suyos propios y no de los demás. Esta parte está correcta. Pero lo que es incorrecto, es aquella idea, que mucho antes que lo dijera el Papa, incluso antes del Papa Benedicto XVI, que nunca nos enseñaba cosas como estos errores, yo había oído y leído por otros medios…
 
O sea, me refiero a estas palabras:
  • «Escuchaba al Señor, hacía todo según su voluntad, daba al Señor y el Señor: ‘Pero tú todavía no me has dado una cosa’. Y el pobre era tan bueno y dice: ‘Pero Señor, ¿qué cosa no te he dado?’ Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, trabajo para la catequesis, trabajo aquí, trabajo allá…’ ‘Pero tú no me has dado algo todavía’. ¿Qué, Señor?’ ‘Tus pecados’. Cuando nosotros seamos capaces de decir al Señor: ‘
 
 
Que nadie entienda erróneamente que es examinar como si yo me enfrentase al Sucesor de Pedro, pues todos les debemos respeto y obediencia, pero hay que obedecer en lo que no nos separa de la fe y del amor a la Iglesia Católica.
Hay en la actualidad, muchos cristianos que quieren servirse del Papa para una variedad de intereses que están en contradicción con la Voluntad de Dios.
Insisto, no se trata de hacer juicio contra el Santo Padre Francisco, Jesucristo nos enseña a discernir lo que es bueno de lo que es malo o erróneo. Y San Pablo, sin entrar en modo de juicio personal.
«19 No extingáis el espíritu, 20 ni despreciéis las profecía; 21sino examinad todas las cosas¸ retened lo bueno y apartaos de toda clase de mal » (1º Tes. 5, 19-21).
Para ello, es imprescindible también contar con la acción callada y eficaz del Espíritu Santo (vv. 19-21). «El Bienaventurado Pablo, no queriendo que se enfriara la gracia del Espíritu que se nos ha dado, [nos] exhorta escribiendo: No apaguéis el Espíritu. Pues de este modo continuamos siendo partícipes de Cristo: si nos adherimos hasta el final al Espíritu que se nos dio al principio. Dijo: No apaguéis, no porque el Espíritu esté a merced del poder de los hombres, sino porque los malvados y los ingratos demuestran querer apagarlo. Ellos, a imagen de los que han envejecido, con sus impías acciones, hacen huir al Espíritu» (S. Atanasio, Epistulae festales 3,4). (Nuevo Testamento, Eunsa)
 
Y yo pregunto, mis buenos hermanos, ¿Cómo se puede extinguir o apagar la acción del Espíritu Santo? Como ejemplo, la acepción de personas, o de grupos o de ideas… Ya no se reconoce a Cristo, sino que se llega a aceptar aquellos deseos de quienes no van con Cristo. En el Nuevo Testamento hay muchas claves muy olvidadas, por ejemplo, lo que dice el Espíritu Santo a la siete iglesia, en el Apocalipsis, y también encontramos otras señales ya rechazadas y olvidadas por un gran número de cristianos, seglares, pastores… Se apaga el Espíritu de Dios, pero no la pasión que se tiene por las vanidades del mundo. Las contradicciones no entran en el plan de los intereses de salvación de Dios.  
Cuando falta la oración sincera, el espíritu del mal, el espíritu mundano, puede influenciar incluso los buenos pensamientos:
«Queridísimos: no creáis a cualquier espíritu, sino averiguad si los espíritus son de Dios…» (1ºJn 4, 1).
Pues el demonio se hace pasar por luz, para corromper nuestros pensamientos. Cuando más estemos viviendo según el mundo, más terminamos engañados por el demonio.
 
Si no conocemos las Santas Escrituras, es uy fácil dejarnos llevar por los errores, incluso, para algunos, a la ingratitud a Dios le dan como "visto bueno".
Es posible que el demonio no consigan engañarnos en alguna cosa (cfr. Mt 24, 24-25). pero si nos descuidamos, nos engañaría, como queda referido en unos pensamientos que no proceden de la Voluntad de Dios. Un ejemplo de Jesús, advierte que antes de su venida, tenemos ya los falsos profetas, esto son los que no se dejan guiar por la Iglesia Católica por ejemplo, pero también la Palabra de Dios nos previene sobre los peligros internos.
Hemos de comprender lo que es bueno para nosotros, y es la Palabra de Dios, que nos corrige, y nos hace ver, que aquello que nos parecía bueno, resultaba ser malo. Y debemos apartarnos de toda apariencia de mal que se esconde siempre en el bien.  
Por lo que debemos, buscando la luz de la Verdad, no la nuestra, no de nuestras imaginaciones que nos puede hacer muy malas pasadas en cuánto a forma que es lo que Dios nos pide a cada uno de nosotros.
¿Es verdad que el Señor desea que le ofrezcamos nuestros pecados? Si le ofrecemos a Dios nuestros pecados, mal caminamos, así no es posible salvarnos. Si Dios quiere que nos convirtamos. Lo que es malo para nosotros, como es el pecado, ¿Cómo nos atrevemos a entregar a Dios lo que tanto abomina? Hermanos, esto no es posible hacerlo, si es que queremos salvarnos. ¡Ojo con el tentador!, ¡cuidado con los respetos humanos, que como queda referido, nos hace dar demasiados tropezones y no andamos bien.
Pero esto no es una novedad, sino una idea errónea que si no vivimos una vida enteramente espiritual, santa, podríamos caer en este error perverso. No podemos aceptar como luz del Espíritu Santo, las acechanzas del demonio que se disfraza como ángel de luz, y hacer creer que ciertos pensamientos vienen de Dios. 
Hace años que se viene diciendo, “ofrece a Dios tus pecados…”, lo leía yo también en algún folleto o librito de meditaciones…
Pero esto es lo que la tentación quiere hacernos creer, ofrecer a Dios lo que no le complace, en primer lugar, abriendo la Sagrada Biblia:  
No es cierto que el Señor ansíe nuestros pecados, “Hijo, dame tus pecados”, esto no procede de un corazón bien dispuesto.
Génesis, 5,
3 Al cabo de algún tiempo Caín ofreció al Señor frutos del campo; 4 y Abel por su parte, los primogénitos y la grasa de su ganado. El Señor miró complacido a Abel y su ofrenda, 5 pero no a Caín y a la suya. Por esto, Caín se irritó en gran manera y andaba cabizbajo. 6Entonces dijo el Señor a Caín:
  • Por qué andas irritado? ¿Por qué andas cabizbajo? 7¿No llevarías el rostro en alto si obraras bien? Pero si no obras bien, el pecado acecha a la puerta; no obstante tú podrás dominarlo.  
Las obras de Abel eran buenas (v. 5), no había envidia en el ofrecimiento a Dios del trabajo de sus manos, por el contrario, las obras de Caín (v.6), no había amor, ni pureza, sino egoísmo, el yo. No ha valorado cuando podía hacer. No se puede hacer las cosas murmurando,
Las tentaciones nos pueden irritar, pero si le abrimos la puerta, si consentimos en la tentación, el pecado entra y nos pisotea. Pero dice el Señor, que el pecado que está a nuestras puertas puede ser dominado, y es verdad. Pues en cuánto sentimos esa negra presencia perversa, y acudimos inmediatamente a los Sagrados Corazones de Jesús y María Santísima. Antes de la venida de Jesucristo, vencer la tentación era una dura batalla, Caín no lo consiguió, pero Abel siempre vivía en la alegría de la paz, y confiaba en el Señor, y la tentación no podría echar raíces para el pecado.
Del Diario de Santa Faustina Kowalska, dice Jesucristo a la Santa:
«Escribe: Soy Santo, tres veces Santo y siento aversión por el menor pecado… » (1728)
La Santidad de Dios tiene repulsa por nuestros pecados, el más mínimo de nuestros pecados, es algo repugnante a los ojos del Señor, pero volvamos de nuevo a la Sagrada Biblia: «Puesto que eres tibio, ni frio ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca (Ap 3, 16). »
Si hemos aprendido mal, eso de ofrecer nuestros pecados al Señor, la fe y la perseverancia en la oración nos ayuda a corregirnos en todos nuestros ofrecimientos, pues no es una medida espiritual sino de la mundanidad, el hombre viejo. No debemos insultar a Dios con estos engaños que el tentador nos sugiere, También los Santos y Santas, ¿ofrecieron a Dios sus pecados? Más bien se ofrecían así mismo haciendo penitencia, llorando los pecados, no justificándolos, no poniendo excusas.  
Insisto que no debemos imitar la actitud de Caín cuando ofrendaba a Dios, sus obras no eran puras, Dios no se complacía en esas obras malas, y todavía no había cometido el crimen, sino que interiormente no tenía un corazón bien dispuesto, y esto aún la tentación parecía ser más fuerte. Pero fijémonos como Dios no quiere abandonar a Caín para que caiga en la maldad, sino que le anima diciéndole que puede vencer al pecado, y entonces, su rostro resplandecería de gozo y paz. Pero no hizo caso al Señor, y terminó por apartarse de Dios cuando completó su pecado, con el asesinato de Abel.
 
Ahora bien, con esta reflexión, intento decir, que no podemos ofrecer a Dios nuestros pecados, no queremos ser “fábricas de pecados”, sino dejarnos llevar dócilmente, para que todo lo malo que hay en nuestra vida, en nuestro corazón, quede muerto. El hombre viejo que hay en  nosotros debe morir, para que la vida del Nuevo Hombre que es Cristo Jesús, transforme nuestra vida.
¿Es que Dios tiene necesidad de nuestras malas obras? ¿Es voluntad de Dios, vuelvo a repetir, que le ofrezcamos nuestros pecados, más o menos graves?
Es hermoso el texto de Isaías; es un aviso urgente a nuestra conversión: 
«Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos la maldad de vuestras obras, dejad de hacer el mal, aprender a hacer el bien. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien.» (Is 1, 16-17; Am 5, 14-15)
No, no podemos ofrecer a Dios nuestros pecados, sino suplicarle que nos ayude a que se borren, con nuestras oraciones, penitencias, por el sacramento de la reconciliación, que es confesar nuestros pecados al confesor. Nuestros pecados no merecen ir al cielo, sino a lo profundo del infierno.
 
 
 
Alabar a Dios en todas las situaciones, VIII 150,  pág. 100.

S. Folgado Flórez,
Apostolado Mariano. Sevilla.
«Dios quiere ser alabado, pero para que tú te beneficies no para ser Él ensalzado. Nada hay en absoluto que se le retribuya, y lo que Él exige, no lo exige para Sí, sino para ti: a ti te aprovechará, para ti se te reserva. No desea esto para engrandecerse Él, sino para llevarte a ti a Él… Retribuye si puedes, algo de tu patrimonio. Diré que no, no lo hagas; no retribuyas de lo tuyo. Dios no quiere ser retribuido por las cosas de tu patrimonio. Si retribuyes lo que posee, retribuyes el pecado. Pues todas las cosas buenas las tienes de Él. Tú tienes únicamente el pecado. No quiere ser retribuido con lo tuyo, sino con lo suyo… Retribuye verdad, alabarle. El que habla de lo suyo habla mentira (Jn 8, 44). Si alguno habla mentira, habla de los suyo. El que habla verdad, habla de Dios… Luego bendiga tu alma al Señor, de suerte que no se olvide todos sus beneficios» (In Ps 102, 4)

 


Si alguno nos dice, “mira, hermano, ofrece a Dios todos tus pecados”, y sabemos que esto realmente es contrario a la Palabra de Dios. Preguntando nuevamente, ¿tiene necesidad Dios de nuestros pecados, defectos, vicios? De ninguna manera, estaríamos ofendiéndole, no se puede ofrendar a Dios ninguna de nuestras malas obras, ¡nunca!
Pues si de Dios recibimos innumerables beneficios, ¡¿qué descaro el ofrecerle ofrendas de iniquidad? Es la tentación, algunos han caído en ello. Y no es bueno aconsejarlo a nadie, “imitad a los malvados que ofrecen sacrificios a sus dioses”. O a Caín, que en pudiendo haciendo el bien, se dejó dominar por la maldad. Y sus ofrendas no complacían a Dios. 
Cuando superamos las tristezas no se debe a nosotros, sino que Dios nos ayuda siempre, cuando ve que nos hemos puesto en camino para disponer nuestro corazón en una constante conversión. La perseverancia es no volver a las pasiones terrenales, sino a entregarnos a Dios y no apartarnos nunca de Él.  
Ofrezcámonos diariamente con humildad a nuestro Dios, que aunque somos pobres pecadores, renunciamos con toda nuestra alma nuestros pecados y vicios. 
En las promesas bautismales, algunos responden a la pregunta, sobre la renovación de las promesas bautismales.
Según donde sea, en algunas comunidades parroquiales, cuando responden las preguntas, sobre las promesas del Bautismo, hay quienes dicen, “si renunciamos”, pero otros, los más atentos, dicen: --Si, renuncio--, porque los pecados suelen ser personales, como el arrepentimiento. Porque yo no sé, si aquellas personas, desde su corazón hacen una renuncia sincera. Porque se ve, que detrás de estas promesas, es que hay recaidas frecuente, de nuevo el amor al mundo, al egoísmo, al vicio, al pecado, a las irreverencias, ingratitudes, soberbia.

En el Salmo 50 leemos,

3Ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad;
según tu inmensa compasión borra mi delito.,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
4lávame todo mi delito, limpia mi pecado.

5Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
6contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente.
7Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

8Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
9Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

10Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
11Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

12Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
13no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu Santo Espíritu.

14Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
15enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

16Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
17Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

18Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
19
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

20Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
21entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

De este salmo notemos estos versículos:

11 Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
12Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
13no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu Santo Espíritu.


Tomemos en serio el ser cristiano, y que nadie nos engañe: "Dios te acepta como eres". SI Dios te llama a ti, que nos llama a cada uno de nosotros, pero con el fin, de que nos asemejemos a Cristo que es el mejor camino para entrar en la Gloria eterna. Que Dios nos renueva, que debemos dejar que Dios nos renueve.  
 
No se ofrece lo que no procede de Dios. Dios no nos pide lo que procede del Maligno.
Nuestros pecados, defectos, aunque sean mínimos, Dios no lo puede soportar, y por eso, no es posible, según aquel pensamiento, “Hijo, dame tus pecados”, “tómalos Señor”.
Para que el Señor nos purifique de nuestros pecados, no hay necesidad de poner ante sus ojos lo que procede del demonio, ¡eso nunca! De hacer esto, no adelantamos en la fe, sino que nos estancamos, y ya no somos de Dios. 
 
Una persona que es ordenada, cuando acude ante alguien importante, cuida de que su vestido exterior, esté lo más limpio posible. Que no haya manchones en sus vestidos. Bien aseado. Aunque el pecado es una inmundicia, y por eso nosotros debemos purificarnos mediante el sacramento de la confesión como queda referido.
 
En el Evangelio de San Lucas 5, en aquella pesca milagrosa, que recogieron un gran número de peces, Simón Pedro, (v. 8), se echó a los pies de Jesús, y le decía: «Señor, apártate de mí que soy un hombre pecador». Este discípulo y apóstol, quien recibió la misión de Cristo, para guiar su rebaño, se reconocía, y se avergonzaba de su pecado. El Señor, como le llamó Simón Pedro, que en otras ocasiones: “Maestro”, verdaderamente Cristo Jesús, es el Maestro, es el Señor, es el Salvador, y vamos a la iglesia de la forma más irreverente, se ha perdido todo respeto, pero no el respeto a la acepción de intereses que con contrarios a los de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Pero hoy día con eso del “todo vale”, se ha perdido todo respeto por Dios y la Iglesia, y el mal ejemplo de algunos pastores… la descristianización está aumentando su número, y el peligro de acepción de personas, de ideas, de pensamientos, que a cada momento hay contradicción con los intereses de Cristo.
Sí, hermanos hay demasiada contradicción, pero nosotros no somos jueces, sino cristianos que deben orar intensamente. 
 
Aquellos hombres que Dios elegía para profetizar (Antiguo Testamento) a su pueblo no se sentían dignos de presentarse al Señor, pero nunca cuando terminaron por aceptar la misión, ofrecían a Dios sus maldades, sus pecados. Nunca lo hicieron.
No todo vale mis buenos hermanos, lo único que vale, es lo que la Palabra de Dios y la Sagrada Tradición de la Iglesia Católica, eso sí que es necesario para nuestra salvación eterna. Algunos por soberbia se apartaron de la Iglesia Católica y se han colocado en el resbaladero que termina en el infierno; no quieren renunciar a ese resbaladero que no existe por donde asirse a la salvación eterna. 

Esta es la segunda parte:



LAS PROMESAS DEL BAUTISMO

 

Así pues, ¿renunciáis a Satanás, esto es:

al pecado como negación de Dios;

al mal como signo del pecado en el mundo;

al error, como ofuscación de la verdad;

a la violencia, como contraria a la caridad,

al egoísmo como falta de testimonio del amor?

 

Sí, renuncio

 

¿Renunciáis a sus obras, que son:

vuestras envidias y odios;

vuestras perezas e indiferencias;

vuestras cobardías y complejos;

vuestras tristezas y desconfianzas;

vuestras injusticias y favoritismos;

vuestras faltas de fe, de esperanza y de caridad?

 

 

Sí, renuncio.

.

 

¿Renunciáis a todas vuestras seducciones, como pueden ser:

creeros los mejores, únicos y poseedores de la verdad, creeros que ya estáis convertidos del todo, y perderos en las cosas (medios, instituciones, reglamentos) en lugar de ir a Dios?

 

Sí, renuncio.

 

COMUNIDAD DE LA RESURRECCIÓN

 

oooo000OOO000oooo 

 

 

¿Estáis dispuestos a renunciar a los criterios y comportamientos materialistas?

 

Sí, renuncio.

Renunciamos a considerar el dinero como un valor absoluto y el placer como la aspiración suprema de la vida.

Y nos comprometemos a vivir responsablemente, apreciando la amistad, la familia, el amor y todos los verdaderos valores de la humanidad.

 

¿Estáis dispuestos a renunciar al individualismo, al egoísmo y a la falta de amor?

 

Sí, renuncio.

Renunciamos a anteponer nuestros intereses personales por encima del bien común.

Y nos comprometemos a poner todos los medios a nuestro alcance para satisfacer las necesidades de los demás.

 

¿Estáis dispuestos a renunciar a la soberbia y a cualquier tipo de abuso y discriminación de los demás?

 

Sí, renuncio.

Renunciamos a creernos superiores y a querer aparentar más de lo que somos.

Y nos comprometemos a ser sencillos y sinceros, a reconocer los valores de los demás, a comprenderlos y respetarlos.

 

¿Estáis dispuestos a renunciar a la pasividad y cobardía ante las injusticias que sufren los demás?

 

Sí, renuncio.

Renunciamos a las conveniencias personales o a  cualquier compromiso partidista, que nos impidan denunciar y actuar frente a las situaciones que consideremos injustas.

Y nos comprometemos a ser justos en nuestro ámbito propio de responsabilidad y a luchar contra toda injusticia lejana o cercana.
 
oooo000OOO000oooo 

Pero estas renuncia al propio yo, con todos los egoísmos, pecados, vicios, la mundanidad no es solo una rutina, debemos convertirlo en una realidad, sin mirar de nuevo atrás, a los deseos del hombre viejo. Pues Cristo nos ha dado nueva vida. Necesitamos estar atentos, para que nuestro hombre viejo, nuestras malas costumbres  no nos separen de Dios. Vivamos atentamente a la Voluntad de Dios.
Y si después, que hemos prometido al Señor, renunciar a todo lo que se opone a su Voluntad: mundo, demonio y carne, el no cumplir estas promesas, es haber mentido a Dios. Se miente a Dios cada  vez que el corazón se inclina por las pasiones terrenales, la idolatría, la mundanidad. Y los mentirosos no pueden heredar el Reino de los cielos.
 
El cumplimiento de las promesas bautismales, es avanzar y crecer en la fe.

 

Sacerdote. ¿Renunciáis al pecado que tanto ofende a Dios?

Todos: SI, RENUNCIO

S. ¿Renunciáis a todo lo que disgusta a Jesús?

Todos: SI, RENUNCIO

 

 

S. ¿Creéis en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?

  • Todos: SI, CREO

S. ¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos, y está sentado a la derecha del Padre?

Todos: SI, CREO

S. ¿Creéis en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que el Padre y Jesús nos envían para que nos ayude a ser cada día mejores?
 
Todos: SI, CREO

S. ¿Y en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica?

Todos: SI, CREO

 

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Creer en Cristo es poner en práctica todas, todas sus enseñanzas, profundicemos meditando la Palabra de Dios, la Sagrada Biblia. 
Hemos de considerar estas promesas, decisiones, no debemos ser mentirosos. El Señor se complace que vivamos en santidad, por lo que ya no caemos en la superficialidad, en la tibieza, de ofrecer a Dios lo que tanto le desagrada que es el pecado.
No podemos quedarnos de ninguna manera, prometer al Señor, para luego mentirle. Las promesas han de llevarse a cabo inmediatamente, y perseverar siempre.
Cuando si sufrimos una herida, vamos al médico o al hospital, y le mostramos nuestra herida, los médicos o enfermeros, cuando nos desinfecta la herida, ellos no se quedan con las bacterias, sino que los elimina. Cuando confesamos nuestros pecados en el sacramento de la reconciliación, (en el confesionario), si nuestro arrepentimiento es verdaderamente sincero, el pecado queda borrado, Dios no lo quiere tener delante, sino que nos aleja del mal, perdonándonos. Insisto, cuando el arrepentimiento es sincero, que no es fingido, dolor de los pecados, propósitos de enmienda.
Y además, en las promesas bautismales nos encontramos que hemos de crecer nuestro amor a Cristo, porque si se pregunta, ¿Creéis en Jesucristo y le amáis? ¿Cómo es que estos mismos dicen creer en Jesucristo, se cierren al amor a Cristo fijando obsesivamente sus ojos a las cosas ajenas a la salvación eterna?
Por eso, la respuesta es personal, pues aunque tú mismo sea fiel al seguimiento de Cristo, para vivir una vida íntegramente, constante a la voluntad de Dios, descubre que estos van por un camino distinto. No es bueno mentir a Dios, quien miente a Dios, miente a sus prójimos, está comprobado.
 
A lo largo de las Sagradas Escrituras vemos como en sacrificio, muchos pecadores ofrecían a Dios, imperfecciones, sacrificios contaminados, incluso las oraciones.
Los que son de Cristo siempre están pendientes de Él, pero los que no son de Cristo, aunque prometan grandes cosas, es imposible que se acuerde siempre de su promesa, porque no tiene en consideración siquiera la meditación, a la Sagrada Biblia. Si la oración es desordenada, el corazón no irá a la Palabra de Dios, y en Misa, si se oye el Evangelio, no todos ponen la debida atención. Pues deja entrar en su imaginación cosas que no tiene relación con nuestro trato personal con Cristo.
 
Aquellas personas me dicen, como han prometido al Señor la renuncia al mundo por ejemplo, ¡cómo lo pasan de bien jugando al deporte…! Van también a la caza del humor!, verdaderamente se divierten, pues es un derecho que se otorga así mismo, no tienen la intención de renunciar a la satisfacción de hombre viejo.
 
En este mundo, los verdaderos valores dignos de todo respeto, son los que nos unen a Cristo, fuera del camino que es Cristo, aquellas cosas que llaman “valores”, tarde o temprano lleva a la angustia y desesperación a los mundanos.
 
Por lo tanto, queridos hermanos, no ofrezcamos nunca a Dios nuestros pecados, porque no es verdad, que Dios, que ya está explicado en esta reflexión, no es verdad que nos pida "Hijo, dame tus pecados", pues no procede de un corazón puro, mi corazón debe ser puro, y así nuestras intenciones y rectitud deben complacer al Altísimo. 

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