domingo, 30 de noviembre de 2014

Primer Domingo de Adviento, Ciclo B

Primer domingo de Adviento

Reflexión Espiritual de Juan Pablo II

«Amadísimos hermanos y hermanas: Comienza hoy, con el primer domingo de Adviento, un nuevo Año litúrgico. El Dios de la alianza se reveló en la historia, y en la historia la Iglesia celebra su misterio de salvación: la encarnación, la pasión, la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo. Así, el camino de los creyentes se renue...va continuamente, en tensión entre el "ya" realizado por Cristo y el "todavía no" de su manifestación plena.

Dios es el futuro del hombre y del mundo. Si pierde el sentido de Dios, la humanidad se cierra al futuro y pierde inevitablemente la perspectiva de su peregrinación en el tiempo. ¿Por qué nacer?, ¿por qué morir?, ¿por qué sacrificarse?, ¿por qué sufrir?

El cristianismo ofrece a estos interrogantes una respuesta satisfactoria. Por eso Cristo es la esperanza de la humanidad. Él es el sentido verdadero de nuestro presente, porque es nuestro futuro seguro.

El Adviento nos recuerda que vino, pero también que vendrá. Y la vida de los creyentes es espera continua y vigilante de su venida».


(Juan Pablo II, Angelus, 1 de diciembre de 2002)
 
 
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La importancia del tiempo de Adviento, no es Navidad, sino una preparación para nosotros, porque llega el Hijo de Dios.
Los cristianos mundanos adelantan la Navidad sin contar con el Adviento.
 
 


La preparación para el verdadero cristiano es toda la vida, porque si no estamos preparados no seremos dignos de la Vida eterna.
La vida del cristiano es un tiempo de Adviento, que dura toda nuestra vida, que significa que estamos esperando en realidad a que el Señor venga a nosotros, que estemos siempre muy preparados.

Por una parte todos sabemos que Cristo vendrá, pero el mejor modo de prepararnos no es hacer juicio al Papa, las críticas, murmuraciones, las malas intenciones que se deja entrar en el corazón y luego divulgarlo por las redes sociales, son actos que hacen sonreír al enemigo de las almas.

Sembrar confusión, cizaña no viene de corazones bien dispuestos. Y quien siembra la cizaña es el demonio, pero nosotros no debemos ser trabajadores para el mal. Si la muerte nos sorprende con una torpeza, estamos perdidos. Dios es Misericordioso, pero ¿qué misericordia podremos tener si no lo tenemos con nuestros prójimos?

No, mis buenos hermanos, el Señor no nos a puesto en la Iglesia para juzgar al Sucesor de Pedro, no estamos en este mundo para hacer juicios a los sucesores de los Apóstoles. El Señor nos ha mandado que oremos siempre por todos, y San Pablo, por la familia de la fe. Y lo dice de esta forma: No nos cansemos de hacer el bien, porque si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto. Por tanto, mientras disponemos de tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe. (Gálatas 6, 9-10 ). Y siempre, sobre todo, el tiempo que disponemos es el tiempo que debemos aprovecharlo para orar por todo el mundo, especialmente por nuestros pastores.

La necesidad de perseverar siguiendo el mandato de Nuestro Señor Jesucristo, puesto como no sabemos en qué momento, que cuando llegue, estemos velando, orando, haciendo algo provechoso conforme al Corazón de Dios.

Oremos, estemos en vela, no nos descuidemos, no sabemos en qué momento el Señor vendrá a nosotros.
Evitemos ser cristianos, que aún celebramos exteriormente el tiempo de Adviento, en nuestro interior estamos con el mundo, esto seria echar a perder este tiempo tan valioso.

En la Liturgia, el tiempo de Adviento, son unas pocas semanas, pero para el verdadero creyente, el cristiano fiel a la Santa Madre Iglesia Católica es una preparación constante, en que cada uno debemos hacer.
 
El cristiano que es mundano nunca se prepara, pasará su tiempo muy entretenido según el mundo, pues no es una autentica vida el estar al servicio de dos señores, porque al final, termina rechazando a Dios, rechaza el camino de la espiritualidad, creyendo que siendo del mundo, también puede haber salvación. Y la fe en la propia medida no es válida ante Dios.
 

 

No sabéis cuándo será el momento ¡velad! (Mc 13,33-37) 

33 Estad atentos, velad: porque no sabéis cuándo será el momento. 34 Es como un hombre que al marcharse de su tierra, y al dejar su casa y dar atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, ordenó también al portero que velase. 35 Por eso: velad, porque no sabéis a qué hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; 36 no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!

 

Comentario doctrinal:

Estos versículos resumen cuál debe ser la actitud de los discípulos del Señor (v. 37): estar en vela, vigilantes (vv. 33.35.37). Todas estas palabras vienen en el Evangelio a dar razón de lo que Jesús acababa de responder de modo provocativo cuando le preguntan por cuándo sucederá: «Nadie sabe de ese día y de esa hora: ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (v. 32). La frase ha sido una de las crux interpretum de los estudiosos de los evangelios. En el contexto de las palabras de Jesús (vv. 30-33), tiene más lógica que aislada. Los escritos apocalípticos presentaban nuevas revelaciones sobre los acontecimientos de la generación presente y el eón o mundo futuro (v. 30). En esa línea argumental, Jesús les dice que no den fe a nuevas revelaciones (v. 32), sólo sus palabras tienen valor perenne (v. 31), y sus palabras son únicamente una: velad (v. 33). En estas condiciones, las palabras de Jesús pueden interpretarse, como hicieron algunos Padres, no como desconocimiento de Cristo acerca de ese momento, sino como conveniencia de no manifestarlo (cfr nota a Mt 24,36-51), y pueden interpretarse también como desconocimiento de Jesús en cuanto hombre: «Cuando los discípulos le preguntaron sobre el fin, ciertamente, conforme al cuerpo carnal, les respondió: Ni siquiera el Hijo, para dar a entender que, como hombre, tampoco lo sabía. Es propio del ser humano el ignorarlo. Pero en cuanto que Él era el Verbo, y Él mismo era el que había de venir, como Juez y como Esposo, por eso conoció cuándo y a qué hora había de venir. (...) Pero como se hizo hombre, tuvo hambre y sed y padeció como los hombres y del mismo modo que los hombres, en cuanto hombre no conocía, pero en cuanto Dios, en cuanto era el Verbo y la Sabiduría del Padre, no desconocía nada» (San Atanasio, Contra Arianos 3,46).

En resumen, lo seguro es que el Señor vendrá. La Iglesia nos estimula a avivar esta actitud de vigilia en la liturgia del Adviento.

Sagrada Biblia, Nuevo Testamento; (Eunsa) 

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Benedicto XVI explica el sentido del Adviento:

 
Otras meditaciones espirituales:
 

Como sabemos, Benedicto XVI había escrito una de tantas obras muy importante, se trata de Jesús de Nazaret, la infancia de Jesús, por lo que sería interesante volver a releerlo.
 

 
 

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