domingo, 16 de noviembre de 2014

Parábola de los talentos (Mt. 25, 14-30) Homilías...

16 de noviembre de 2016. Actualización.


Dios sea bendito ahora y por siempre, En la actualidad es importante que todo sacerdote perfeccione sus homilías. Y efectivamente, porque cuando el sacerdote se pasa horas ante el Santísimo, se deja llevar por el Espíritu Santo, en las homilías permite la ayuda del Espíritu Santo, y que importante que persevere.


Ahora bien, ¿y el resto de los creyentes católicos que no somos sacerdotes? Siempre tenemos la posibilidad de disfrutar de la cercanía con Cristo, ¡todos los días!, porque es así como nos prevenimos de los numerosos peligros del mundo, siempre en oración al Señor que nos cuida. Si sabiendo que Él nos cuida, debemos permanecer muy unidos a Él. Por no vale decir: "El Señor te cuida", y mientras tanto haces cosas que no procede del Espíritu Santo, y así como el demonio nos engaña, en el momento que hemos abandonado la oración del corazón: "todo vale", pero no, no todo vale, no vale relaciones con impuro, como hacen algunos pastores que tanto daño está causando a la Santa Madre Iglesia Católica, y hay cristianos que como lo hace aquel sacerdote, u obispo de la Iglesia, está permitido. La necesidad de comprender las cosas a la luz de la oración, también de la Palabra de Dios, su dedicación, atención, contemplación, vemos que no todo vale para Dios, aunque lo diga ciertos pastores. No todo es talento, porque no procede de Dios, el modernismo, el espíritu protestante no es de Dios, y los talentos que Dios da a esas personas, se echan a perder. Solamente cuando estamos unidos a la fe de la Iglesia Católica, es cuando el Señor nos va iluminando,



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14 de noviembre de 2014
Muy buenos días a todos mis buenos hermanos y hermanas, es un día nuevo que el Señor nos da gratuitamente para aprovecharlo al máximo, y aprovechar lo que el Señor nos pide es ser siempre más libre, es tener más paz y amor en nuestro corazón, por Voluntad de Dios y bien de todos.

En el Evangelio de hoy, también tenemos una edificante homilía de San Gregorio Magno, sobre los talentos, como también del Papa Emérito Benedicto XVI, y la explicación espiritual: Lectio Divina, del Nuevo Testamento, que de ahí he escrito el Evangelio de la parábola de los talentos.

No podemos echar a perder los dones que el Señor nos da a cada uno de nosotros, cada persona, cada ser humano, aunque no sepa leer, tiene un gran talento, y no vale aquello "no sirvo para nada", esto es una tentación del demonio. Porque toda persona, incluso los niños son útiles a Dios mientras oren de corazón, o trabajen para conseguir cada día, para que la oración sea lo más perfecta posible, Dios nos da esa capacidad, toda persona es útil mientras no se habitúe al pecado mortal.

Pidamos humildemente a la Santísima Madre de Dios, que nos ayude a ser verdaderos devotos, insistamos en esta petición todos los días, y ya veremos el cambio en nuestras propias vidas. Seremos útiles a Dios cuando ya no somos mundanos.
No seremos jamás libres mientras no hagamos lo posible por romper con las ataduras mundanas, de nuestros pecados y vicios.
A partir del primer error que comete el cristiano, le sigue una multitud de otros, y que finalmente, se justifica así mismo. Decía que el primer error, pues se trata del desinterés por el estudio de la Palabra de Dios, lo que le llevaría a profundizar también en la oración para crecer en la humildad de corazón. La vida y doctrina de los Santos, el Magisterio de la Iglesia Católica, etc. Pues en vez de interesarse por las cosas de Dios, se interesa más bien por las actividades terrenales, aunque sean por diversión. Pierde el conocimiento de Dios y no ama.

Los talentos que el Señor nos ofrece no son para echarlo a perder. La Evangelización es importante, pero no lo será del modo al hombre viejo, sino en conformidad con el Espíritu Santo, que no acepta una falsa religiosidad, ni la tibieza.

La mala actitud del cristiano desagradecido es justificarse así mismo, “yo tengo la razón y tú no”. Hay muchos cristianos que exigen a Dios se vuelven contra Él, porque se han hechos enemigos de Dios. Son muchos cristianos que se sirven de Dios para sí mismo. En páginas de Facebook se quieren hacer notar por todos, son astutos, pero no enamorados de Dios.

Por la doctrina de los Santos, aprendemos, el sentido del porqué aquel enterró su talento bajo tierra, pues entre otros detalles, y su amor a todo lo terrenal, y lo vemos en cualquier clase de cristianos, pero que no buscan a Dios, estén consagrados o no. Y el Papa Francisco, continuamente advirtiendo los peligros de la mundanidad, pero no hacen caso, tienen oídos y corazón, ni oyen ni entienden. El egoísmo de esos mundanos, para acercarse al Papa y proponerles sugerencias y peticiones, pero que no están incluido ni la conversión del corazón ni la salvación del alma.
Nadie se equivoque: "El Señor me exige mucho", pues tenemos la fuerza en la oración, que debe ser constante, humilde. Porque nadie puede hacer una tarea fácil, si nos echamos encima las cargas insoportables de la mundanidad, lo que nos hundiría hasta lo más bajo en la eternidad. Recemos mucho y la carga ya no será tan pesada, nuestros trabajos por muy duro que sea, no lo hacemos solo, Cristo Jesús y María Santísima nos ayudan siempre que seamos constantes y humildes de corazón.

Hemos de convencernos, que los talentos que recibimos de Dios, siempre tiene fines espirituales. Aquel que no busca el Reino de los cielos, siempre echa a perder su talento, su vida entera, incluso su alma, la pierde porque no trabaja para Dios y su corazón está en las cosas terrenales. No hagamos esta locura, vivamos para el Señor y la salvación de nuestros hermanos.

 Los textos del Evangelio y los comentarios a este Evangelio de los talentos, están tomados de...



Parábola de los talentos
Mt. 25, 14-30

14 Porque es como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. 15, a uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno solo: a cada uno según su capacidad: y se marchó. 16 El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso con ellos, ganar otros cinco. 17 Del mismo modo el que había recibido dos ganó otros dos. 18 Pero el que había recibido uno fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. 20 Cuando se presentó el que había recibido los cinco talentos, entregó otros cinco diciendo “Señor, cinco talentos me entregaste; mira, he ganado otros cinco talentos”. 21 Le respondió el amo: “Muy bien, siervo bueno y fiel; cómo ha sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor”.

22 Se presentó también el que había recibido los dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me entregaste; mira, he ganado otros dos talentos”. 23 Le respondió su amo: “Muy bien, siervo bueno y fiel; cómo ha sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor”. Cuando llegó por fin el que había recibido un talento, dijo: “Señor; sé que eres un hombre duro, y cosechas donde no sembraste y recoge donde no esparciste; 25 por eso tuve miedo y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. 26 Su amo le respondió: "Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y que recojo donde no he esparcido; 27 por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mío con los intereses. 28 Por lo tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez.  29 "Porque a todo el que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará.  30 En cuanto al siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de dientes". 


Enseñanza que obtenemos:

El talento no era propiamente una moneda, sino una unidad contable que equivalía aproximadamente a unos treinta y cuatro kilos de plata (cfr. Nota a 18, 21-35). El Señor enseña en esta parábola la necesidad de corresponder a la gracia de manera esforzada durante toda la vida. Hemos de hacer los dones naturales y las gracias sobrenaturales recibidas de Dios. Lo importante no es el número, sino la generosidad para corresponder: «Me parece muy oportuno fijarnos en la conducta del que recibió un talento: se comporta de un modo que en mi tierra se llama cuquería. Piensa, discurre con aquel cerebro de poca altura y decide: fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. ¿Qué ocupación escogerá después ese hombre, si ha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidido irresponsablemente optar por la comodidad de devolver solo lo que le entregaron. (…) Qué tristeza no sacar partido, autentico rendimiento de todas sus facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad. Cuando el cristiano mata su tiempo en la tierra, se coloca en peligro de matar su Cielo; cuando por egoísmo se retrae, se esconde, se despreocupa. El que ama a Dios, no solo entrega lo que tiene, lo que es, al servicio de Cristo: se dá él mismo (…) ¿Tu vida para ti? Tu vida para Dios., para el bien de todos los hombres, por amor al Señor: ¡Desentierra ese talento! Hazlo productivo y saborearás la alegría de que, en este negocio sobrenatural, no importa en que el resultado no sea en la tierra una maravilla que los hombres puedan admirar. Lo esencial es entregar todo lo que somos y poseemos, procurar que el talento rinda, y empeñarnos continuamente en producir buen fruto. »(San Josemaría Escrivá de Balaguer, amigos de Dios, nn. 45-47)

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Homilía de:

San Gregorio Magno

HOMILIA IX de San Gregorio Magno ,
Parábola sobre los talentos
págs. 566-570.
BAC Madrid, 2009.
I.  Hermanos carísimos, la lección del santo Evangelio nos aconseja reflexionar con cuidado, no vaya a suceder que los que nos encontramos con que hemos recibido más talentos que los otros, vengamos a ser, por eso mismo, más severamente juzgados; porque, creciendo los dones, crece también la cuenta que de los dones hay que rendir. Así es que tanto más humilde y más pronto debe uno estar para servir por razón del don, cuanto más obligado a dar buena cuenta se considera.  

He aquí un hombre que, al emprender un largo camino, llama a sus criados y les distribuye talentos para negociar; y que después de mucho tiempo vuelve para pedir cuentas: a los que han obrado bien remunera conforme a la ganancia que han reportado, pero condena al siervo que se ha descuidado en obrar bien.
¿Quién es este hombre que marcha lejos sino nuestro Redentor, que se fue al cielo con la misma carne que había asumido? La tierra es el lugar propio de la carne, la cual., cuando nuestro Redentor la coloca en el cielo, es como llevada a un país extraño.

Y este hombre que marcha lejos ha entregado sus bienes a su siervo, pues ha concedido a sus fieles los dones espirituales. Y a uno ha encomendado cinco talentos, a otro dos y a otro uno solo. Pues bien, como los sentidos corporales son cinco, a saber: vista, oído, gusto, olfato y tacto, en los cinco talentos se significa el don de los cinco sentidos, es decir, la ciencia de las cosas exteriores; en los dos talentos se significan el entendimiento y la obra, y con el nombre de un talento se significa el solo entendimiento.

Ahora bien, el que había recibido cinco talentos lucró otros cinco; pues hay algunos que, aunque no alcanzan a comprender las cosas interiores y místicas, sin embargo, por su aspiración a la patria celestial enseñan a cuantos pueden las cosas buenas; de esos dones externos que recibieron reportan doble talento y, guardándose de la petulancia de la carne, de la ambición de cosas terrenas y del deleite de las cosas visibles, retraen también de estas cosas a otros con su consejo. Hay otros que, dotados como de dos talentos, reciben el entender y el obrar, entienden lo sutil de las cosas interiores y ejecutan exteriormente obras admirables; y cuando, entendiendo y obrando, predican a otros, es como que reportan de su trabajo ganancia duplicada.

Y se dice bien que unas ganancias vinieron a ser de cinco y otras de dos, porque predicándose a los dos sexos es como que se doblan los talentos recibidos.

Mas aquel que había recibido un solo talento, marchándose, cavó la tierra y escondió el dinero de su amo. Esconder el talento en la tierra es emplear en asuntos terrenos el ingenio recibido, no buscar ganancia espiritual, no levantar jamás de los pensamientos terrenos el corazón. Pues hay algunos que han recibido el don de la inteligencia, pero sólo gustan de ocuparse en las cosas que se refieren a la carne. De los cuales se dice por el profeta (Jer. 4,22): Para hacer: Para hacer el mal son sabios, más el bien no saben hacerlo.

Ahora bien, el Señor, que distribuyó los talentos, vuelve para pedir cuentas, esto es: quien ahora concede piadoso sus dones espirituales, en el juicio examina más severamente los méritos, considera qué es lo que cada uno ha recibido y pondera qué ganancia reporta de lo que ha recibido. El criado que devuelve duplicados los talentos es alabado por el Señor e introducido a la eterna recompensa, puesto que con palabra del Señor se dice: Muy bien, siervo bueno y leal, ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho: ven a tomar parte en el gozo de tu Señor; porque, en comparación de la retribución eterna, todas las cosas de la vida presente, aunque parezcan mucho, son poca cosa. Y al siervo fiel se le confía mucho cuando, vencidos todos los obstáculos de la corrupción, es glorificado con los gozos eternos en la mansión celestial: entonces es introducido a participar plenamente del gozo de su Señor cuando, llevado a la patria eterna y agregado a la compañía de los ángeles, de tal modo goza interiormente de este favor, que ya no hay cosa alguna de la corrupción que exteriormente le aflija.

3. Pero el siervo que no quiso agenciar con el talento, se vuelve al señor con palabras de excusa, diciendo: Señor, yo sé que eres hombre de recia condición, que siegas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Y así, temeroso, me fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.

Es de notar que el siervo inútil llama duro al señor, al cual se disculpa, sin embargo, de no haberle servido con la ganancia, y dice que había temido dedicar al lucro el talento, cuando sólo debía haber temido devolvérsele sin ganancia al señor. Pues hay muchos dentro de la santa Iglesia de los cuales es figura este siervo, los cuales temen emprender el camino de una vida mejor y, en cambio, no se asustan de yacer en la ociosidad, y que, considerándose pecadores, temen escalar las vías de la santidad, pero no tienen miedo de permanecer en sus iniquidades.

Buena figura de los cuales es Pedro cuando todavía estaba en su flaqueza, cuando, al ver el milagro de los peces, dijo (Lc. 5,8): Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Precisamente porque te consideras pecador, conviene que no apartes de ti al Señor. Pues los que no quieren mejorar sus costumbres ni acogerse al refugio de una vida más recta, por lo mismo que se ven flacos, se confiesan pecadores, rechazan al Señor y huyen de aquel en quien debían santificarse; y al modo de los que, perturbados, carecen de juicio, cuando están muriéndose tienen miedo a la vida.

Por eso es por lo que a este siervo se le replica en seguida: ¡Oh siervo malo y perezoso!, tú sabias que yo siego donde no siembro y recojo donde nada he esparcido ; pues por eso mismo debías haber dado a los banqueros mi dinero, para que yo a la vuelta recobrase mi caudal con sus intereses. El siervo perezoso queda convicto por sus propias palabras cuando el señor dijo:  Siego donde no siembro y recojo donde nada he esparcido; como si claramente dijera: Si, según tú afirmas, yo reclamo lo que no di, ¿cuánto más exigiré de ti que me devuelves lo que te he dado? Por eso mismo debías haber dado mi dinero a los banqueros, para que yo a la vuelta recobrase mi caudal con sus intereses.

Ahora bien, dar el dinero a los banqueros es entregar la ciencia de la predicación a los que con sus palabras y con sus obras pueden) ponerla en práctica. [4.] Pues así como veis lo que nosotros arriesgamos si retenemos el caudal del Señor, así vosotros, hermanos carísimos, considerad solícitos el vuestro; porque de vosotros se exige con usura el fruto de lo que oís, puesto que hasta el caudal que no se ha dado se exige con usura; pues cuando se devuelve tan sólo lo que se había recibido, también se exige además lo que no se ha recibido. Pensad, por tanto, hermanos carísimos, que debéis pagar con usura este caudal de la palabra que recibís, y procurad entender de esto que oís otras cosas que no oís, de manera que, deduciendo unas cosas de otras, aprendáis además por vosotros mismos lo que todavía no habéis aprendido de labios del predicador. Pero oigamos con qué sentencia se castiga al siervo perezoso: Quitadle aquel talento y dádselo al que tiene diez talentos. [5.] Parecía muy en su punto que, al quitar al siervo malo un talento, se diera al que había recibido dos, más bien que al que había recibido cinco, porque al que tuvo menos se debió dar más que al que tuvo más. Pero es que, según dijimos antes, por los cinco talentos se significan los cinco sentidos, es decir, la ciencia de las cosas exteriores, y por los dos se significan el entendimiento y la operación; por consiguiente, el que tuvo dos había recibido más que el que tuvo cinco, porque el que por los cinco talentos mereció la administración de las cosas exteriores, todavía se quedó sin la inteligencia de las interiores; por consiguiente, el un talento, que significa, como hemos dicho, el entendimiento, debió darse a aquel que administró bien los dones exteriores que había recibido. Cosa que a diario estamos viendo en la santa Iglesia; porque muchos, por administrar bien los dones exteriores que reciben, son llevados también a la inteligencia mística, para que, ya que emplean bien los dones exteriores, puedan gozar de la inteligencia interna. Además, en seguida se añade esta sentencia general: Porque a quien tiene, dársele ha, y estará abundante; mas a quien no tiene, se le quitará aun aquello que parece tener. Es decir, que se dará al que tiene, y abundará, porque el que tiene caridad también participa de los demás dones; mas el que no tiene caridad pierde también los dones que parecía haber recibido. Por tanto, hermanos míos, es necesario que en todas vuestras obras cuidéis de guardar la caridad; ahora bien, la caridad verdadera consiste en amar al amigo en Dios y al enemigo por Dios. Y quien no tiene esta caridad pierde todo el bien que posee, queda privado del talento que había recibido y, conforme a la sentencia del Señor, es arrojado a las tinieblas exteriores, porque, como castigo, cae en las tinieblas exteriores el que por su culpa cayó en las tinieblas interiores; y allí, forzado, sufre las tinieblas vengadoras quien aquí llevó gustoso las tinieblas del placer.

7. Mas es de saber que no hay ocioso alguno que esté seguro de no haber recibido algún talento, porque ninguno hay que diga con verdad: Yo no he recibido ningún talento, no hay por qué esté obligado a rendir cuentas; pues con el nombre de talento se debe entender lo que cualquier pobre ha recibido, por mínimo que ello sea. Uno, pues, ha recibido la inteligencia de la predicación, y éste debe el ministerio como talento; otro ha recibido bienes terrenos y debe distribuir o administrar el talento de tales cosas; aquél no ha recibido la inteligencia de las cosas interiores ni abundancia de bienes, pero ha aprendido un arte, con el cual se sustenta, y ese arte se considera como el talento que ha recibido; este otro nada de estas cosas ha logrado, pero tal vez ha merecido la amistad cerca de algún rico; ha recibido, pues, el talento de la amistad; por tanto, si no le habla en favor de los menesterosos, se le condena por retención del talento. Así es que quien tenga entendimiento, cuide de no estar siempre callado; quien tenga bienes abundantes vigile para no descuidarse en ejercitar la misericordia; quien posea un arte por el cual se sustenta, procure con gran diligencia que el prójimo participe de su uso y utilidad; quien tiene ocasión de hablar al rico, tema ser castigado por retención del talento, si, pudiendo, no intercede cerca de él en favor de los pobres; porque el Juez que ha de venir exige de cada uno de nosotros el talento, o sea, cuanto ha dado. Por consiguiente, para que, cuando vuelva el Señor, se halle uno seguro de la cuenta de su talento, piense cada día con temor en lo que ha recibido. Mirad que ya está cerca la vuelta del que se fue lejos; porque, aunque parece haberse alejado quien se marchó lejos de esta tierra en que nació, pero vuelve enseguida a pedir la cuenta de los talentos; y si nos emperezáramos bien, nos juzgará más rigurosamente sobre los dones que nos concedió. Consideremos, pues, qué es lo que habemos recibido y estemos alerta para emplearlo bien. No haya algún cuidado terreno que nos impida la vida espiritual, no vaya a suceder que, si se esconde en la tierra el talento, se provoque a ira al Señor del talento. El siervo perezoso, cuando ya pide cuentas de las culpas el juez, desentierra el talento; hay, pues, muchos que se retraen de los deseos y obras terrenas cuando, por aviso del juez, son ya entregados al suplicio eterno. Vigilemos, por tanto, antes de que se nos pida cuenta de nuestro talento, para que, cuando ya el Juez amenace con el castigo, nos libre de él la ganancia que hemos reportado. Lo cual haga por nosotros Dios, que vive, etc.

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Plaza de San Pedro
Domingo 13 de noviembre de 2011


Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios de este domingo —el penúltimo del año litúrgico— nos advierte de la precariedad de la existencia terrena y nos invita a vivirla como una peregrinación, teniendo la mirada fija en la meta, en aquel Dios que nos ha creado y, dado que nos ha hecho para Sí (cf. san Agustín, Confesiones. 1, 1), es nuestro destino último y el sentido de nuestra vida. Paso obligado para llegar a esa realidad definitiva es la muerte, seguida del juicio final. El apóstol Pablo recuerda que «el día del Señor llegará como un ladrón en la noche» (1 Ts 5, 2), es decir, sin avisar. La conciencia del retorno glorioso del Señor Jesús nos impulsa a vivir en una actitud de vigilancia, esperando su manifestación en la constante memoria de su primera venida.

En la célebre parábola de los talentos —que narra el evangelista Mateo (cf. 25, 14-30)—, Jesús habla de tres siervos a los que el señor, en el momento de partir para un largo viaje, les confía sus bienes. Dos de ellos se comportan bien, porque hacen fructificar el doble los bienes recibidos. El tercero, en cambio, esconde el dinero recibido en un hoyo. Al volver a casa, el señor pide cuentas a los siervos de lo que les había confiado y, mientras se complace con los dos primeros, el tercero lo defrauda. En efecto, el siervo que mantuvo escondido el talento sin valorizarlo hizo mal sus cálculos: se comportó como si su señor ya no fuera a regresar, como si no hubiera un día en que le pediría cuentas de su actuación. Con esta parábola, Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones: Dios llama a cada hombre a la vida y le entrega talentos, confiándole al mismo tiempo una misión que cumplir. Sería de necios pensar que estos dones se nos deben, y renunciar a emplearlos sería incumplir el fin de la propia existencia. Comentando esta página evangélica, san Gregorio Magno nota que el Señor a nadie niega el don de su caridad, del amor. Escribe: «Por esto, es necesario, hermanos míos, que pongáis sumo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que tengáis que realizar» (Homilías sobre los Evangelios 9, 6). Y tras precisar que la verdadera caridad consiste en amar tanto a los amigos como a los enemigos, añade: «Si uno adolece de esta virtud, pierde todo bien que tiene, es privado del talento recibido y arrojado fuera, a las tinieblas» (ib.).

Queridos hermanos, acojamos la invitación a la vigilancia, a la que tantas veces nos exhortan las Escrituras. Esta es la actitud de quien sabe que el Señor volverá y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La caridad es el bien fundamental que nadie puede dejar de hacer fructificar y sin el cual cualquier otro don es vano (cf. 1 Co 13, 3). Si Jesús nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros (cf. 1 Jn 3, 16), ¿cómo podríamos no amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amarnos de todo corazón los unos a los otros? (cf. 1 Jn 4, 11). Sólo practicando la caridad, también nosotros podremos participar en la alegría de nuestro Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y alegre vigilancia en el camino hacia el encuentro con Dios.

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Medítese también la reflexión espiritual de Néstor Mora: Los talentos que guardamos, nos condenan. S. Juan Crisóstomo 

Y también: Talentos y juicio

2 comentarios:

  1. Hay que aprender de esos errores, compararlos con lo que se dice en el Evangelio y sacar una buena conclusión para remediarlos. Muy buena entrada José Luis, espero que estés bien. Un fuerte abrazo y buen fin de semana amigo. @Pepe_Lasala

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    1. Reflexionando sobre ese dicho: "aprender los errores", mis pensamientos ha ido por otra parte, que debería decirse, "evitar a caer en los errores", o "superar los errores", porque bien sabes, mi querido hermano, que los errores no tienen nada bueno que enseñarnos, es un dicho que suele decirse. Pero cuando nos dejamos llevar, nuestros conocimientos en la fe, y sabiendo que Jesucristo es la Sabiduría Encarnada, aprendemos de Él, y a no caer en nuestros antiguos errores.

      Ya escribí hace tiempo otra reflexión sobre este tema. Dios te llene de mucha sabiduría y bondad, amigo Pepe.

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