jueves, 1 de diciembre de 2011

San Efrén de Siria: «Vigilad, pues vendrá de nuevo»

¿No nos sentimos algunas veces que tenemos alguna preocupación o tristeza sin comprende que es lo que nos causa? Pues para vencer las tentaciones hemos de dedicarnos a las obras del Señor. El alma debe evitar el camino de los ociosos, siguiendo los ejemplos de tantos hermanos nuestros que se han comprometido con Cristo y su Evangelio, con los mismos sentimientos de la Iglesia Católica. Hemos de tener puesto nuestro corazón en Cristo Jesús, Él es nuestra Paz, pero esta paz hemos la podemos alcanzar con una vida sin pecado mortal, vivir en la Gracia de Dios es ir avanzando en la seguridad de Cristo Jesús.
Nunca nos debemos apartar de Él, pues Él no se aparta de nosotros si le tenemos presente en todo tiempo y lugar, hemos de renunciar a la vida del pecado para vivir con Cristo y caminar siempre con  Él.




Oración de San Efrén de Siria

Vigilad, pues vendrá de nuevo
Diatéseron 18,15-17
L.H.


Para atajar toda pregunta de sus discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo: Esa hora nadie la sabe, ni los ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas. Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela y para que cada uno de nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se produ¬cirá durante su vida. Si el tiempo de su venida hubiera sido revelado, vano sería su advenimiento, y las naciones y siglos en que se producirá ya no lo desearían. Ha dicho muy claramente que vendrá, pero sin precisar en qué momento. Así todas las generaciones y todas las épocas lo esperan ardientemente.



Aunque el Señor haya dado a conocer las señales de su venida, no se advierte con claridad el término de las mismas, pues, sometidas a un cambio constante, estas señales han aparecido y han pasado ya; más aún, continúan todavía. La última venida del Señor, en efecto, será semejante a la primera. Pues, del mismo modo que los justos y los profetas lo deseaban, porque creían que aparecería en su tiempo, así también cada uno de los fieles de hoy desea recibirlo en su propio tiempo, por cuanto que Cristo no ha revelado el día de su aparición. Y no lo ha revelado para que nadie piense que Él, Dominador de la duración y del tiempo, está sometido a alguna necesidad o a alguna hora. Lo que el mismo Señor ha establecido, ¿cómo podría ocultársele, siendo así que Él mismo ha detallado las señales de su venida? Ha puesto de relieve esas señales para que, desde entonces, todos los pueblos y todas las épocas pensaran que el advenimiento de Cristo se realizaría en su propio tiempo.

Velad, pues cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza quien nos domina; y nuestra actividad entonces no está dirigida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y cuando reina sobre el alma un pesado sopor –por ejemplo, la pusilanimidad o la melancolía–, es el enemigo quien domina al alma y la conduce contra su propio gusto. Se adueña del cuerpo la fuerza de la naturaleza, y del alma el enemigo.

Por eso ha hablado nuestro Señor de la vigilancia del alma y del cuerpo, para que el cuerpo no caiga en un pesado sopor ni el alma en el entorpecimiento y el temor, como dice la Escritura: Sacudíos la modorra, como es razón; y también: Me he levantado y estoy contigo; y todavía: No os acobardéis. Por todo ello, nosotros, encargados de este ministerio, no nos acobardamos.

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