jueves, 15 de diciembre de 2011

La impureza

Se atan de tal manera a las impurezas que desde el lecho de su muerte, rechazan todo arrepentimiento.
Hace algunos años, cuando hablaba con un testigo de Jehová, decía en el asunto del infierno, que prefería ir allí, porque vería a una de sus actrices favoritas, dijo que era una tal "Marilyn Monroe". ¿Cómo pueden pasarlo bien en el infierno las almas condenadas, si no soportan una simple quemadura de alguna gota de aceite hirviendo que le pueda salpicar en la cocina?


El impuro pierde la vergüenza, no reconoce su abominación.
Leí una noticia en que una actriz española, cuyo nombre no es necesario saberlo, llega hasta tal punto de su maldad, de su perversidad, de la corrupción de su corazón, que ha llegado a engañar a una hermandad de la Santísima Virgen de los Dolores en Sevilla. Por una parte, el responsable de esta cofradía, a obrado con extrema imprudencia e irresponsabilidad, pero  el se defiende, diciendo que ha sido engañado, por la actriz y ese grupo de pervertidos, para hacer una sección de fotografías, dice el que ha escrito la información;

La actriz sevillana ha posado ataviada de con trajes de inspiración taurina, flamenca y religiosa, como en el retrato en el que aparece ataviada únicamente con una mantilla negra que cubre su cuerpo desnudo arrodillada en un reclinatorio, en el interior de la capilla.
Precisamente esta imagen, junto a otra fotografía en la que la actriz aparece vestida como una Dolorosa de Semana Santa. Los productores contaron con el visto bueno de la hermandad que custodia la capilla.
De hecho, en el momento de la sesión varios miembros de la junta de gobierno estaban presentes, aunque se les invitó a salir de la ermita al pedir los responsables del calendario intimidad para que la artista se concentrara.” (Agencias de InfoCatólica; 14/12/11)

Si el responsable, que se dice que estuvo allí, ¿cómo es posible que nada haya hecho para detener esa maldad? Un cristiano de verdad, nunca podría permitir que la Casa del Señor, sea ocasión para que entre la aberración del pecado. No es una cueva de ladrones. Los malos administradores, no pueden pasarlo bien ante el Tribunal de Cristo, ya que ellos mismos se perjudican gravemente.
Fijémonos según la noticia, con que maldad, los productores mandaron salir, a la hermandad, para poder así, completar su repugnante crimen, ofendiendo gravísimamente a los Sagrados Corazones de Jesús y María Santísima. De Dios nadie se burla. Esta clase de personas, es bastante difícil que se convierta de corazón, y terminarán su vida hasta la muerte, dejándose arrastrar por las impurezas. Las oraciones del impuro son desprecio hacia Dios y carecen de todo valor.

Los lugares sagrados quedan violados cuando, con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente injuriosos que, a juicio del Ordinario del lugar, revisten tal gravedad y son tan contrarios a la santidad del lugar, que en ellos no se puede ejercer el culto hasta que se repare la injuria por un rito penitencial a tenor de los libros litúrgicos.

Yo diría a este responsable de la hermandad: "Cómo es posible que un grupo de gente desconocida te heche de la Iglesia?, "¿Es que el mal te puede?",

Hay personas que cuando se casan por la Iglesia, es por afán del deleite del pecado carnal, no están dispuestos a consentir que Jesucristo forme parte de esa nueva familia de casados, con el tiempo, y la falta de oración se separan, por tantas discusiones y escándalos ante sus hijos, o el divorcio. La lujuria consigue que el alma habituada a este pecado, termine por perder la fe, ya nada quieren saber de Cristo, ni de la Iglesia Católica.
¡Cuántos ancianos se ven por las calles, mirando impúdicamente a las mujeres con todo descaro!, (lo  algunas veces me he tenido que callar: -“te condenarás”-, porque no me toca a mí decirlo, ellos, los viejos corrompidos por las impurezas del vicio de la lujuria, van a padecer mucho. Este es el pecado que más arrastra a la condenación eterna. Pues imposibilita al alma a la vida de la oración, y se hacen instrumentos del príncipe de las tinieblas para pecar continuamente.

Cuando en su jubilación, los ociosos que se encuentran en las calles, están cargados de maldad, vicios y pecados. No solamente consienten que sus ojos sean la puerta por la que el pecado entren en sus corazones y sus almas. Gracias a Dios, he aprendido a no fijarme en el comportamiento de estas almas que no están por su propia santificación. Un día, de regreso a casa, después de hacer algunas compras, mientras yo caminaba oía que uno de los ancianos decía, que para él prefería ir al infierno que al cielo, no le hice caso, y mientras me distanciaba de ellos, le oí por segunda vez, su deseo de ir al infierno, porque allí tendría más tiempo para su lujuria. Se le ocurrió decir tal cosa, porque me vió con mi crucifijo.
Cuando algunos dicen delante o cerca de mí, que quieren ir al infierno, mejor no responderle, ya que son personas que buscan confrontación violenta, y llegarán a blasfemar, ya que el demonio les mueve a la maldad. Mejor no responder; ellos eligen la eternidad más por sus obras que por sus provocaciones de palabras y desprecios.
Pero no suelo responderle, pues ellos pueden elegir su propia eternidad, según sus obras.

Las almas que se han condenado en el infierno, sus cuerpos ya no tienen figura humana, no tienen forma de persona, pero padecen eternamente, su dolor entre los tormentos no conoce fin, será para siempre.

En concursos de "Miss...", elegían una ganadora, la "alegría", ¿de que ha servido todo eso para la eternidad? Los cuerpos han perdido toda señal de silueta humana. Nadie puede ser feliz en los tormentos eternos del infierno, ni siquiera tienen un ligero desahogo por los premios y alabanzas que han recibido de tantos pecadores incorregibles hasta el final, de quienes les han dado su premio material mientras estaban en el mundo.
 
Esta actitud del comportamiento de la actriz y de esos productores, son un ejemplo hasta que punto se abusa despreciando la Misericordia de Dios, les queda la Justicia Divina. Hay que haber llegado al límite de los pecados mortales, para profanar la Casa de Oración,

Al parecer son muy raros los casos, que una persona que se aficiona a los pecados impuros, (pornografía, y todo lo demás pecados relacionados con la lujuria, que, a mí me da verdadero asco nombrarlos...) Y en Internet son muchas almas que caen en esas redes demoniacas de la impureza, cuyo fin son los tormentos eternos, porque tanto ha crecido su numero en los mismos pecados, que es imposible que lleguen a salvarse.

Cuando el pecado lo cometen en alguna iglesia, es muchísimo más grave, el demonio es quien mueve a estos infelices pecadores a completar su crimen. Hace años que tuve que echar a la calle, a una pareja porque entre tantas gente, estaban pecando, mientras se marchaban, lo que menos me preocupaba eran sus insultos. Pues la Casa del Señor no es para cometer maldades, sino para amar al Señor y santificarse.

En otra ocasión, me sucedió que, para evitar que Dios fuese ofendido por pecados impuros de otras personas, me dieron una paliza, y casi me tiran por un barranco que había cerca.


Salmo Responsorial: 92
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor vestido y ceñido de poder.  
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, / y tú eres eterno.  
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.
La lujuria, los pensamientos y actos impuros, son cadenas que aprietan cada vez más al que se ha habituado en ello, llegan un momento en que ya no buscan la conversión del corazón, cuando llega a una edad avanzada, no pueden librarse en su propia vejez. Las impureza hace que el pecador sea incorregible, y que algunos llegan a imaginarse, que no es pecado, y que Dios en su misericordia le salvará.

Mientras es joven todavía tiene la solución de la conversión, si sigue los consejos del sacerdote confesor, pero a una edad madura, sólo un milagro, que no suele suceder, es capaz de cambiar violentamente el corazón para la conversión.

San Alfonso María de Ligorio, cuando trata de los Diez Mandamientos de Dios:


«Cuenta el padre Señeri que fue a confesarse un joven atascado en la ciénaga de la lujuria; tanto lo estaba que el confesor se vio en la necesidad de despedirlo sin absolución; pero le recomendó que todas las mañanas, la levantarse, rezase tres Ave María a la pureza de la Santísima Virgen, pidiéndole lo arrancase del vicio.
» Volvió el joven, al cabo de muchos años a confesarse con el mismo padre (en la que apenas había si que pudo señalar algún que otro pecadillo venial) le dijo:
» –Padre, ¿no me conoce? Yo soy aquel joven que, años atrás, no mereció su absolución a causa de la vida tan deshonesta que llevaba. Hoy, gracias a Dios me veo libre, merced a las Tres Ave Marías que todas las mañanas, siguiendo el consejo de usted, he rezado.
» Y le dio permiso para que, sin citar el nombre, hiciese público el caso. » (SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Los Diez Mandamientos; Sexto mandamiento; remedios contra las tentaciones de impureza: 16, 4º. Página 133. Apostolado Mariano. Sevilla.)
 


Este jóven que refiere San Alfonso María de Ligorio, que se ha convertido, hoy día, no podría convertirse, porque el número de pecados crece y es muchísimo más grave,

Si,  a duras penas se salva un jóven cuando se propone hacer un cambio radical en su corazón, siguiendo las instrucciones del Director Espiritual. Pero hay muchas personas, que han llegado a casarse, ya lo he referido más arriba; para satisfacer la lujuria, terminan sus vidas en adulterio, ya no quieren volver al Señor, algunos para salvar las apariencias, llegan a cometer sacrilegios en la Comunión por ejemplo. Pero han decidido rotundamente, más adelante, no querer saber nada más de la Iglesia ni de Cristo, quedan totalmente indiferentes de su eterno destino. La fuerte costumbre del pecado impuro le hace ir de mal en peor.
Cuando una pobre alma día tras día, busca por Internet cualquier ocasión de escenas pecaminosas, sus confesiones no darán resultado, porque vuelven a caer en esos vómitos repugnantes. Y en el momento menos pensado, ya se encuentra en medio de las llamas y de los horrores del infierno.


Los escritos espirituales de San Alfonso María de Ligorio son importante materia de reflexión. Es verdad que tenemos en Internet, sacerdotes llenos de amor de Dios que tienen escritos que nos ayudan, que nos animan a ser mejores cristianos, más castos, más puros, se han tomado muy en serio lo que reciben del Espíritu Santo, gracias a su amor a la Iglesia Católica y al Papa.
Ahora meditemos este capítulo de San Alfonso María de Ligorio:
 
La impureza
Sermón XI: La impureza
Obras Ascéticas de San Alfonso María de Ligorio
Tomo II, página 542-552.
BAC. 1954

Exordio. — Al impuro le pasa lo que al hidrópico, que cuanta más agua bebe, experimenta más sed. Así es el maldito vicio de la impureza. Que nunca se sacia. Por esto dice Santo Tomás de Villanueva: «Cómo en el hidrópico, cuanto más abundan los humores tanta más sed experimenta, así en el dominado por el vicio impuro las malas acciones no dejan de sucederse unas a otras»
Proposición. — La insaciabilidad de la impureza como ligero mal, considerando para ello dos puntos: 
1º. Grave error es presentar la impureza como ligero mal.
2º. Grave error es pretender que Dios, indulgente con este pecado, lo deje impune.
Punto I 
1º. La impureza es el mal grande considerado por su naturaleza. En relación con Dios –El impuro trata su pecado de poca cosa; y ¿Por qué? Todos cuantos se les acercan sienten el hedor de sus vicios y los aborrecen, y sólo él no los siente ni aborrece. Semejante, como dice San Pedro, a la puerca recién lavada (que vuelve) al revolcadero del cieno (2P 2, 22), este pecador se encenaga en sus impurezas hasta el punto de ni siquiera ver el mal que hace.
Es un pecado mortal– Tú que presentas el pecado de impureza como ligero mal, dime: ¿Puedes negar que sea pecado mortal? Si lo niegas, caes en la herejía, porque San Pablo dijo «No os forjéis ilusiones. Ni los fornicarios,  ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni sodomitas… heredarán el Reino de Dios» (1 Cor 6, 9-10). Y es pecado mortal, y es pecado mortal y no de poca monta, pues es más grave que el hurto, la murmuración las infracción del ayuno y otros pecados mortales, ¿cómo puedes afirmar que es mal ligero ¿Ligero mal es despreciar la gracia de Dios, volverle la espalda y perder su amistad por un breve placer bestial?

Pecado por el que el hombre desprecia a DiosEscribe el Doctor Angélico, Santo Tomás, que el pecado mortal, por ser un desprecio hecho a un Dios infinito, contiene cierta malicia infinita[1]. ¿Cómo? ¿El pecado mortal mal ligero? Al contrario, es cosa tan grande, que si todos los ángeles y todos los santos, los apóstoles, mártires y aun la misma Madre de Dios ofreciesen todos sus méritos para satisfacer un solo pecado mortal, no bastaría, sencillamente porque su satisfacción es finita y el débito es infinito, por atacar la infinita majestad de Dios ofendida.

Pecado que inspira a Dios especial horror y disgusto.  ¡Qué horror no tiene Dios al pecado de impureza! La señora que encuentra un cabello en el plato deja de comer por asco. Pues Dios, que es la misma pureza, ¡con cuánto disgusto verá la acción vergonzosa cometida con desprecio de su ley! El ama infinitamente su pureza y, por consiguiente, odia inmensamente la sensualidad, que los hombres llamamos mal ligero.
Los mismos demonios tientan avergonzados. —  Hasta los mismos demonios, puros espíritus sentados antiguamente en el cielo sobre los más sublimes, tronos angélicos, tientan asqueados contra la pureza. De ahí que Santo Tomás haga notar que el demonio tentó a Jesucristo en el desierto contra varios pecados, y aun siendo Lucifer en persona, como se piensa, no se atrevió a tentarlo a quebrantarla castidad.

2.º Con relación al hombre a quien degrada. – ¿El vicio impuro mal ligero?;.. Pues ¡qué!, ¿es mal ligero que el hombre; dotado de alma racional, enriquecida Dios con tantas gracias; se pone, cuando comete la impureza al nivel de las bestias? Ya lo dijo San Jerónimo: «La pasión impura y los placeres sensuales pervierten el sentido y al hombre lo truecan en bruto» ([2]Al impuro se aplican estas palabras de David: «Que el hombre en la opulencia no perdura; se asemeja a las bestias, que perecen (Ps. 48, 13). Decía San Jerónimo que «no hay cosa más vergonzosa dejarse vencer de la carne» Y ¿será ligero mal olvidarse de Dios y cambiarlo por un miserable placer corporal, que se avergüenza; no bien pasado, el mismo que lo comete? De aquí el reproche del Señor a los impuros: Te olvidado de mí y me has arrojado detrás de tus espalda (Eclo 23,35)  Cierto que todos los pecados nos alejan de Dios; pero dice Santo Tomás que «el pecado de la impureza parece establecer entre el hombre y Dios una barrera infranqueable»[3].

II. Grande mal en su desarrollo; 1º. Pecados multiplicados. – ádese que este pecado llega a convertirse en un mar inmenso, dadas las numerosas ocasiones de mu1tiplicar sus actos. El blasfemo no blasfema siempre, sino sólo en la embriaguez o en los accesos de cólera. El ladrón no roba a diario, sino sólo cuando le excita la codicia. El asesino qué ejerce el oficio de matón meterá más que ocho o diez asesinatos. El impuro, por contrario, es fábrica de pecados, de pensamiento, de palabra, de miradas, de complacencias, de tocamientos, del que le resulta imposible, si se confiesa, explicar el número. Y por si fuere poco, cuando éstos duermen, el demonio representa imaginaciones obscenas para que al despertar se deleiten en ellas; y los miserables, esclavos del demonio, obedecen y consienten.

2.º Malos hábitos. — No nos extrañemos si nos damos cuenta de que la razón es por haber contraído fácilmente los malos hábitos. A los demás vicios no está el hombre tan propenso: al vicio, por ejemplo, de la blasfemia, de la difamación, del asesinato, en tanto que a este vicio se siente inclinado por naturaleza. Por esto dice Santo Tomás de Villanueva que no hay pecador más dispuesto al desprecio de Dios que el impuro, a quien arrastran miles de ocasioncillas. (…)

3º. Otros pecados. — ¡cuántos pecados mortales no arrasan consigo el vicio impuro! : calumnias robos, odios y, sobre todo, escándalos. Los demás pecados, las blasfemias, los asesinatos, los perjurios, inspiran horror; pero el pecado de impureza mueve al prójimo, que también es de carne, a cometerlo sin tanta vergüenza.

4º. Esclavitud del demonio. —Escribe San Cipriano que el demonio «triunfa de todo el hombre por la lujuria» (…). Triunfa del cuerpo y del alma; triunfa de la memoria, recordándole los placeres para que Se complazca; de la inteligencia, para hacerle desear las ocasiones de pecado; de la voluntad, haciéndole amar aquellas deshonestidades como último fin y como si ya no hubiera Dios. Decía Job: ¡Había yo concertado alianza con mis ojos y no prestaba atención a doncella cual es la parte que envía Eloah desde arriba?(Job 31, 1)[4] Temía Job el mirar a una joven, porque decía que, si sucumbiese a tan mal pensamiento, Dios le retiraría su favor. «De la lujuria proceden, en expresión dice San Gregorio, la ceguedad de la mente, la presunción, el Odio de Dios y la desesperación, causa de la muerte eterna».

Persiste hasta en la ancianidad  Aún cuando el impuro envejezca, dice San Agustín, no envejece su impureza. Por esto Santo Tomás añadía «que el demonio con el pecado que más goza es con el pecado de la impureza, porque ningún pecado tiene tan fuertes afinidades con la naturaleza humana ni se impone tan victoriosamente como el pecado de impureza; .de modo que el apetito venéreo tórnase insaciable (…). Decid, pues, ahora que la Impureza es ligero mal.

En la hora de la muerte. —En la hora de la muerte no hablarás así; entonces todos los pecados sobre esta materia se te harán monstruos infernales; y menos hablarás así ante el tribunal de Jesucristo, que te dirá con el Apóstol: «Todo fornicario, o impuro, o codicioso, no tiene parte en la herencia de Cristo y de Dios» (Ef 5, 5). No merece sentarse al lado de los ángeles quien quiso vivir como los animales.

III Gran mal considerado en su desarrollo completo o en su frutos: Iº Ceguedad del ánimo, porque la pasión oscurece la razón e impide pensar en Dios. —Pidamos a Dios queridos hermanos, pidámosle incesantemente que nos libre de este vicio, pues de no ser así se perdería nuestra alma por toda la eternidad. El vicio deshonesto lleva consigo la obcecación y la obstinación. Todos los vicios traen la ceguera del espíritu; pero ninguno tanto como el vicio impuro, según la palabra de Oseas: Fornicación, vino y mosto quita el seso (Os 4, 2). La impureza, como el vino, hace perder 1a inteligencia y el sentido común; por ello dice Santo Tomás que. «el deshonesto no vive conforme a razón» (…) Y yo digo: si el deshonesto pierde la luz hasta el punto de no ver el mal que hace, ¿cómo podrá aborrecerlo y enmendarse? Según profeta Oseas, de tal modo ciega la impureza en el fango de las liviandades a estos desgraciados, que ya no piensan en retornar a Dios, porque el vicio les hace desconocerlo: Sus acciones no les consienten volver a su Dios, pues un espíritu de fornicación reside en su interior y no conocen a Yahve  (Os 5, 4). De aquí que después escribiera San Lorenzo Justiniano que «este pecado nos hace olvidar de Dios» (…), y San Juan Damasceno, que «el hombre carnal no puede ver la fui de luz verdad», así también el impuro llega hasta a desconocer qué signifiquen gracia de Dios, juicio, infierno y eternidad.

Digresión: la fornicación es pecado mortal: Algunos de estos obcecados llegan hasta a sostener que la fornicación con personas no casadas no es pecado en sí mismo, ya que no era pecado en la antigüedad, como ellos dicen, y citan las palabras de Dios: «Ve y cógete una mujer prostituta y engendra hijos de prostitución» (Os 1, 2). Respondo que con estas palabras; no pretendió Dios a Oseas la fornicación, sino que tomara oír mujer aquella que había sido fornicaria; y en cuanto a los hijos de perdición «sino en recuerdo del pasado de su madre» (…). Por lo demás, la fornicación, tanto en la antigua como en la nueva ley, siempre ha sido pecado mortal: como escribe San Pablo: «Todo fornicario, impuro… no tiene parte en la herencia de Cristo y de Dios» (Ef 5, 5). He aquí hasta donde llega la ceguedad de estos hombres y he aquí porque al confesarse sus confesiones son nulas por falta de verdadero dolor; y por otra parte, ¿cómo pueden tener dolor verdadero  si no conocen ni aborrecen sus pecados?

2º. La obstinación de la voluntad, porque el impuro no reza­. — Otro defecto del vicio impuro es la obstinación, Para no sucumbir a las tentaciones y en especial de este género, se necesita continua oración, como lo advierte el Señor: «Velad y orad para que no entréis en tentación» (Mc 14, 38). Más ¿Cómo podrá pedir el deshonesto pedir a Dios que le libre de las tentaciones, cuando él mismo va a su encuentro? Y hasta a veces se abstiene de rogar, temeroso de ser atendido y curado del mal al que se siente apegado el corazón. Así hijo San Agustín: «Temía, –dice él en sus Confesiones–, ser escuchado prontamente y ser curado, en consecuencia de la enfermedad de la concupiscencia, que me gustaba más que tener que librarme de ella» (Conf., 1, 8, c. 7). «Tienen los ojos llenos de la mujer adúltera e insaciables de pecado» (2 P 2, 14), decía San Pedro. Insaciables, sí, porque la impureza conduce a la obstinación, que les hará pecar incesantemente.

Las confesiones del impuro no surten efecto. — Habrá quien diga: “Yo lo confieso todos”. Pues ese es tu gran mal, porque siempre recaes en el pecado y te vales de las confesiones para pecar y pensar que lo volverás a confesar. Si estuvieras convencido de que luego de tal pecado serías arrojado al infierno, no dirías: “No me quiero privar de ello, pues a mí ¡qué me importa el infierno!” He aquí el engaño del demonio, que te dice, ¡Bah!, comete el pecado, que ya lo confesarás”.

Para que la confesión sea buena se necesita el acto de dolor y este acompañado de un firme propósito; y ¿dónde está el dolor y este arrepentimiento cuantas tantas veces se vuelve al vomito? Si los hubieses tenido y hubieras recibido la gracia en las confesiones, no habrías recaído o al menos, te hubieras mantenido mucho tiempo sin recaer, si recaes cada diez días o cada ocho o aún menos, ¿Qué significa esto? Significa que estás siempre en desgracia de Dios. Cuando el enfermo devuelve enseguida cuando toma, es señal de que su mal es incurable.

3º. La condenación.— Escribe San Jerónimo que el vicio deshonesto, cuando ha enraizado en alguien, acaba cuando el desgraciado es arrojado al infierno (…). Los impuros se parecen a los buitres, que antes de dejar la presa prefieren dejarse matar por los cazadores, como lo demuestra el siguiente hecho relatado por el P. Señeri.

Ejemplo y lección: Unos jóvenes Vivian empecatados. La chica cayó enferma y dio señales de quererse convertir. Como notaba que estaba para morir, pidió al confesor que hiciera venir a su cómplice para exhortarlo desde su lecho de muerte a cambiar de vida. El confesor, sobrado y confiado, no solo no se opuso a ello, sino que insinuó a la muchacha el modo con que debía para salir airosa. Ved lo que aconteció. A la vista del cómplice, la desgraciada, olvidada de sus buenos propósitos que había formado, se incorporó penosamente en el lecho, se sentó en él y echando los brazos al cuello de su amante, le dijo: “Cariño mío, siempre te he amado y te amo aún ahora que voy a morir: sé cierta que por tu causa voy al infierno; pero por el amor que te tengo, hasta no me importa condenarme” Esto dicho, cayó exánime en el lecho ya mortuorio. (…).

¡Cuan difícil es el esclavo del vicio impuro enmendarse y convertirse a Dios de corazón y no acabar, como esta desgraciada joven, dando consigo en el infierno!

PUNTO II

Grave error es pretender que Dios indulgente con este pecado, lo deje impune.

I Castigos históricos. — Los deshonestos fantasean que la impureza es debilidad con la que Dios se muestra sobrado indulgente: pero Dios habla muy de otro modo. En efecto, nota Santo Tomás de Villanueva que «por las Sagradas Escrituras vemos cómo lo que Dios castiga más severamente es la impureza» (…).
Iº. Fuego del cielo sobre Sodoma. — Las cuatros ciudades sobre las que bajó el diluvio de fuego para abrasarlos, perecieron a causa del vicio impuro: Entonces Yahveh llovió desde el cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego procedente de Yahveh. Destruyó pues, estas ciudades y toda la llanura, con todos los habitantes de las ciudades y las plantas del suelo (Gn 19, 24).
Castigo que aún se repite: — Cuenta San Pedro Damiano que la muerte sorprendió a un hombre y a una mujer en el acto de pecado y que los encontraron a entrambos quemados de pies a cabeza y negros como el carbón,
2º. El diluvio, castigo universal. — En el diluvio se suele ver especialmente el castigo de la impureza, y para castigarlo estuvo lloviendo incesantemente cuarenta días y cuarenta noches, de modo que las aguas se elevaron quince codos sobre las más elevadas montañas. Solamente se salvaron las ocho personas que se refugiaron en el arca de Noé: todas las demás perecieron en castigo de sus impurezas; notad, si no, la expresión con que Dios participó al mundo la noticia del castigo: «No permanecerá mi espíritu en el hombre para siempre, porque es pura carne» (Gen 6, 3); es decir, según comenta Nicolás de Lira, «porque anda liado en pecados carnales» (…): Y el Señor añade esta expresión extrañísima: «Estoy arrepentido de haberlos hecho» (Gn 6, 7). La indignación de Dios no es como la del hombre, que turba la razón y lleva a miles de excesos; los juicios de Dios son tan justos como tranquilos, y sus castigos tienen como finalidad remediar el desorden causado por la culpa. Pero para que nos diéramos cuenta de lo que odia la impureza, por eso habló como arrepentido de haber creado al hombre, que tanto le ofendía con este vicio.
II. Otros castigos temporales. — Aún en nuestros días vemos como sobre la impureza caen los más terribles y más sobre otros pecados. Entrad en un hospital y escuchad los gritos que lanzan tantos desgraciados jóvenes; a éste se le aplica el hierro, y al de más allá, el fuego. ¿Por qué? Por la impureza. Y si no sucumben en la operación, arrastrarán una vida miserable y dolorosa, como se lee en la Escritura como te has olvidado de mí y me has arrojado detrás de tus espaldas, por eso carga tu también con tu sensualidad y tu fornicación (Ez 23, 35).

III. El castigo eterno: Sentencias de los Santos Padres que demuestran la inminencia de este castigo ­— Escribe San Remigio que, «quitados los niños, pocos de los adultos se salvan, debido al pecado carnal» (…). Un alma santa tuvo a este respecto, la siguiente revelación: «El infierno está lleno de ángeles a causa de su orgullo, y llenos de hombre a causa de la impureza» (…). He aquí razón que aduce San Isidoro: «Por ningún pecado se hacen los hombres tan esclavos del diablo como por la lujuria» (…). Razón tuvo San Agustín para afirmar: «Diaria es la lucha y rara es la victoria» (…). He aquí porqué el infierno se llena de almas.

Peroración; 1º. No hay que desesperar. — Cuanto os he dicho, oyentes míos no lo dije para desamparar a ninguno de vosotros, si alguno hubiera víctima de este vicio; antes al contrario, mi idea es procurarle remedio a su mal.

2º. Remedios — Tratemos, pues de los remedios. Dos son los grandes remedios: oración y fuga de ocasiones.

La oración. — dice San Gregorio Niceno «es salvaguardia y sostén de la castidad» (…) Y Salomón había escrito, apoyado en la propia experiencia: Entiendo que de otro modo no lo alcanzaría, si no es que Dios me lo daba…acudí al Señor y le rogué» Sab 8, 21). Es imposible de resistir al vicio impuro sin el auxilio de Dios.

La invocación de los nombres de Jesús y María – Por tanto, cuando sobrevenga, alguna tentación contra la castidad hay que recurrir inmediatamente a Dios, repitiendo al punto los nombres de Jesús y María, que tienen especial virtud para expulsar los malos pensamientos. Dije al punto, es decir sin prestar oído a la tentación ni parlamentar con ella. Aún no se tratara más que un pensamiento ligero, rechacémoslo como se rechazan las chispas que despide el fuego e inmediatamente acudamos a Jesús y a María.

Fuga de las ocasiones. — «En esta guerra, decía San Felipe Neri, triunfan los cobardes» (…), es decir los que huyen de las ocasiones. Ante todo se impone refrenar la curiosidad ya jamás permitir que los ojos se detengan en persona de diferentes sexo; de otro modo será muy difícil librarse de la impureza. «No os librareis, dice Santo Tomás, si no os libráis de mirar la hermosura de las mujeres» (…). Job decía: ¡Había yo concertado alianza con mis ojos y no prestaba atención a doncella! (Job 31, 1). Se estremecía ante la vista de una doncella porque de las miradas se pasa fácilmente a los deseos y de éstos a las acciones. San Francisco de Sales a este propósito que no daño tanto el ver mujeres cuanto el mirarlas: cuando se ve no suele caer, pero sí cuando se mira. Hay que estarlo con mayoría de razón contra ciertas conversaciones. »No te fijes en virgen», aconsejaba el eclesiástico (9, 5).

Santo Temor — Persuadámonos de que en esta materia no hay seguridad bastante, por lo que siempre hemos de temblar y de huir. El Sabio teme y se aparta del mal, más el insensato se arrebata y se siente seguro, y acaba por caer.


[1] 3, q. I, a; 2.
[2] In Os., c. 4.
[3] In Iob 31, lect. I.
[4] El Venerable Padre Alonso Rodríguez, comenta sabrosamente este paso del santo Job con las siguientes clásicas reflexiones: «Dice San Gregorio: ¿Qué manera de concierto es este, hacer concierto con los ojos para no pensar? Con el entendimiento y con la imaginación parece que se había de hacer que concierto de no pensar: con los ojos de no mirar con mis ojos; porque sabía muy bien el santo Job que por ahí entran los malos pensamientos al corazón; y que teniendo guardados los malos ojos y las puertas de sus sentidos, tendría guardado el corazón y el entendimiento» (Ejercicio de perfección… p. 3ª., t. 4, c.2) [San Alonso Rodríguez fue canonizado el 15 de enero de 1888]

de este capítulo




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