miércoles, 30 de noviembre de 2011

La recepción de la Eucaristía /

Hay autores muy importantes que sueles compartir sus edificantes reflexiones en defensa de la Liturgia, de la Sagrada Comunión; y son dignas sus palabras por la caridad y el respeto con que hablan.
Ayer escuché de Alejandro Bermúdez la siguiente reflexión, antes de seguir leyendo es preciso oír lo que dice:

La recepción de la Eucaristía (ACI PRENSA)
martes, 29 de noviembre de 2011

 
 
 Y tiene toda la razón. Porque el comulgante desde antes de recibir la Sagrada Comunión debe ya haberse preparado, bien dispuesto para gloria de Dios, Recibir la Sagrada Comunión como es debido, con verdadera paz y pureza de nuestro corazón, y unirnos al Corazón de Jesús, es gran ventaja. 
Si el comulgante después de haber permanecido de rodillas todo el tiempo, porque su intención es crecer en la verdadera adoración al Señor, si no se pone en pie como exigía el sacerdote, y se retira porque no quiere dar la Comunión a nadie que se arrodille- El comulgante se ofrezca así mismo a Dios, con toda humildad, pero antes de levantarse, hacer la comunión espiritual, hay que amar y respetar al sacerdote, y rogar al Señor por su conversión. Hemos de tener la tarea de los verdaderos adoradores de Dios, las obras de la carne, resentimientos, malas caras, hacer juicios, y otras que ya San Pablo  menciona, no nos ayuda a crecer en la humildad.
 
 
 Nosotros no llegamos a comprender en este mundo las cosas que queremos aunque sean justas, piadosas, buenas que queremos hacer por nuestra parte y que suceda, no siempre es así. Un precioso pensamiento espiritual del Santo Padre Pío de Pietrelcina dice: Reza, Ten Fé y No te Preocupes.
 
 
 ¡Ojo con nuestras tentaciones!, pues el enemigo de las almas es capaz de hacernos creer sus mentiras para que perdamos la paz. Miremos bien si nuestro corazón siente una ligera perturbación, humillémonos entonces más a Jesús y supliquemos a María Santísima que nos ayude. No cesemos en la oración y la perturbación, esas olas horribles se desvanecerán.

 Sabiendo entonces, que si el sacerdote no tiene los ánimos para dar la comunión al comulgante que se arrodilla, además de desearle desde nuestro corazón todo el bien, incluso la salvación de su alma, para evitar renovados desordenes, hay otras en la ciudad, y si nuestro amor a Cristo es sincero, aunque sea haciendo en tren o en autobús, o en el coche de algún amigo o propio, e ir a otra iglesia de otra localidad e ir a la Santa Misa. Hay otro autor, lleno de amor de Dios, Mauricio Pérez que también lo aconseja. Es un gran defensor de los intereses de Cristo, de la Iglesia Católica y del Santo Padre. Son verdaderos adoradores del Señor, como Alejandro Bermúdez.

 Ya había referido lo que me sucedió, que un sacerdote se enojó de tal manera, que no quiso darme la Sagrada Comunión cuando me puse de rodillas ante nuestro adorable Señor y Dios Jesucristo, en más de una ocasión me repetía con el brazo alzado, que me levantase y me fuese, porque así no me iba a dar la comunión, lo que no conté que en ese momento, me quedé confuso pues me pilló de sorpresa, pero me encomendé más al Señor: «Hágase tu voluntad, Dios mío». Y finalmente, la bondad del Señor permitió que yo recibiese, sin merecerlo, la Sagrada Comunión, de rodillas. Hemos de perseverar en nuestro amor a Cristo, ¿Quién nos separará del amor de Dios? dice San Pablo.

« ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.» (Rm 8, 35-38)

Alguien me contó que este sacerdote, tuvo una muerte extraña, (tendría unos cuarenta años si no me equivoco. No hemos de desear el mal a nadie, no olvidemos la tarea de los verdaderos adoradores de Dios, ese es el camino de todo cristiano.

¿Hemos de ceder y ponernos de pies para comulgar si cuando ya nos hemos arrodillados? No olvidemos tampoco los ejemplos de los Santos Profetas del Antiguo Testamento, y más aún en el Nuevo, los Apóstoles y los primeros cristianos, que no cedían ante quienes se oponían a Dios y a nuestro Señor Jesucristo. 

Aunque esas ocasiones no llegarán al derramamiento de sangre, pongo por ejemplo, los santos mártires, que no cedieron en su amor y perseverancia a Dios. Si ellos no cedieron en esos momentos tan trágicos y difíciles, mucho menos hemos de ceder, que si no nos quieren darnos la Sagrada Comunión, insisto, que todo resentimiento no debe tener lugar en nuestro interior. Respetar y amar a todos, a los sacerdotes, rogar por ellos, desearles todo el bien. Su salvación eterna.

 El verdadero adorador de Dios no tiene la capacidad de buscar confrontaciones; no puede pecar, ni quiere, por que ama como nos lo enseña el Señor Jesús. Siempre se mantiene fiel al Magisterio la Iglesia Católica y del Papa. «Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado porque su germen permanece en él; y no puede pecar porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.» (1Jn 3, 10). Reza mucho para perseverar en la caridad de la unidad que Cristo quiere y la Iglesia la cumple.  Por eso no puede entablar discusiones con los sacerdotes que obran de forma distinta a lo que enseña la Iglesia Católica, todo lo deja en manos del Señor. Importante es pedir al Señor que envíe pastores según el beneplácito del Corazón de Jesús, pedir al Señor que libre a su Iglesia de pastores que perjudican a las almas. Pues hay pobres sacerdotes que no buscan su conversión. Hemos de orar mucho por los sacerdotes, para que los que son justos perseveran en la caridad de Cristo en sus corazones, le necesitamos. Y generalmente, lo que queda referido, respetar a todos los sacerdotes y amarles en Cristo. Son nuestros hermanos. 

 Nos olvidamos que el Señor en cualquier momento puede venir a nuestro encuentro, y si no estamos preparados salimos perdiendo para siempre. Nuestra preparación al Señor debe ser todo el año, nuestra vida, y este tiempo de Adviento, son días antes de la Navidad, no debemos olvidarnos, pues el mundo es incapaz de aceptar el Adviento, y no se prepara nunca, sólo cuenta con una Navidad pero sin Cristo.

«Dichosos de vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
»Que ninguno de vosotros tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por malhechor ni por entrometido: Pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre.
»Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios?
»Si el justo se salva a duras penas ¿en qué pararán el impío y el pecador?
»De modo que, aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Creador fiel, haciendo el bien. » [1 P 4, 1-19].

«Dios es Espíritu, y los que le adoren, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4, 24).

 El Señor nuestro Dios nos conceda a cada uno de nosotros, la paz, pero esa paz la hemos de trabajar con la perseverancia en nuestras oraciones diarias. Y la Santísima Virgen María, a todos nos guarde bajo su protección y nos dejemos guiar por la Santa Madre Iglesia Católica con auténtica humildad de corazón.

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