Recomiendo las meditaciones del padre José María Iraburu sobre la liturgia de la Semana;
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Benedicto XVI: la Noche del Yaboq
Hay pecadores que por más que oremos por ellos, parece
que su situación no anda en mejoría, la ira, la lujuria, la soberbia que es
madre de todos los vicios, obstaculizan la vida de gracia, se cierra a la luz
de Cristo,
«El impío,
después de haber llegado a lo profundo de los pecados, no hace caso» (Pr. 18,3).
Oramos por nuestros enemigos, es posible que nuestras
oraciones no le digan nada, la rechazan con brusquedad y desprecio: “¡no quiero
que recen por mí!”. Pero nosotros hemos de mantenernos en la paz y en el amor a
Cristo, no responder a su violencia.
He conocido a personas, que en momentos parecía lleno de
bondad, de comprensión, de respeto y caridad, y en cuánto se me ocurre, hablar
de Dios, es como si estallara, temblores por su cuerpo, su rabia, comienza a
blasfemar.
Hay dos clases de ceguera en el hombre, la que se puede
curar y la que es irrecuperable por la conducta del soberbio:
Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido
a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
Algunos fariseos que estaban con él
oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?» Jesús les
respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: Vemos”
vuestro pecado permanece.» (Jn 9, 39-40)
... al ciego curado
Jesús le revela ha venido al mundo para realizar un juicio, para separar a los
ciego curables de aquellos que no se dejan curar, porque presumen de sanos… (cfr. Jn 9,
1 y siguientes; Enseñanzas del Magisterio del Santo Padre Benedicto XVI.
Jesucristo,
Tomo 4, 2008, página 421. Edibesa)
De San Agustín:
«Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender sus propios pecados para fijarse en el de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en qué pueden morder. Y, al no poderse excusar a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás.» ( L. H. De los sermones de San Agustín, Domingo, Semana XIV. T. III,, p. 380. Ediciones Paulina. 1984).
«Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender sus propios pecados para fijarse en el de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en qué pueden morder. Y, al no poderse excusar a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás.» ( L. H. De los sermones de San Agustín, Domingo, Semana XIV. T. III,, p. 380. Ediciones Paulina. 1984).
Benedicto XVI: La oración según el Patriarca Abraham
Si nuestra oración corresponde al Corazón
de Jesús, iremos alcanzando misericordia, y del mismo modo trataremos con
misericordia y caridad a los hermanos, si nos injurian, la caridad permanecerá
en nuestro corazón, no podemos devolver mal por mal y no tendremos
resentimientos contra nadie, pero también con la vida de oración, no podemos
obligar a nadie que se salve, y según la gravedad de su conducta, evitaremos su
mismo camino, como hicieron los santos.
Si nuestro comportamiento con el prójimo
es violento, poniéndonos casi a su mismo nivel, es que nuestra oración, no hay
pureza de intención, y no oramos para Dios.
En
conclusión, tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como
hermanos, sed misericordiosos y humildes.
No devolváis mal por mal, ni insulto por
insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la
bendición. (1Pedro, 8-9)
De ninguna manera debemos responder al
violento que no quiere tener una vida según Jesucristo, pues por más que con
caridad le tratamos, no es capaz de aceptar el bien.
No lo tuvieron fáciles los Santos
Patriarcas, guiaba a un pueblo que era incapaz de aceptar la Voluntad de Dios,
y no hacía más que ofenderle.
El Santo Padre Benedicto XVI, nos enseña
de cómo Abraham intercede no solamente para salvar a los inocentes, sino
también para que los culpables no perecieran. Pero ese tipo de culpa, es muy
difícil, y con frecuencia es imposible que halle la conversión del
propio corazón, porque se cierra a la Misericordia de Dios, y se dicen que no
necesita nada del perdón de Dios, ya que el número de sus pecados, les ha
cegado. Había dicho que en parte es difícil, pues solo unos pocos, se
convierten al Señor, de los que se habitúan a esa abominación pecaminosa de
Sodoma y Gomorra. Y porque ahora se amparan en unas leyes infame que legaliza ofensas contra Dios, y están más embrutecidos, que no les han valido los testimonios de los peregrinos de la JMJ, por la pureza de vida.
Pero reflexionemos esta enseñanza de Su
Santidad Benedicto XVI:
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