jueves, 23 de mayo de 2013

Ante la crisis, hombres y mujeres buenos


Todo el problema de las crisis, siempre hay una causa, el olvido o rechazo a Dios. Muchas veces, el cristiano antepone lo material antes que lo espiritual, y trata lo espiritual como si fuera algo sin importancia. De ahí, es que el corazón inconstante, trata a Dios como si fuera cualquier personaje mundano.
No hay interés por el Evangelio de Cristo, por lo que algunos intentan dar más importancia a sus propias ideas, contradictorias a las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia Católica como si fuera una doctrina, y no lo es, a los ojos de Dios no lo será nunca por mucho que se empeñen los amadores del mundo.
De ahí también que del corazón malo, salen palabras llenas de venenos, palabras altisonantes, (tema que tengo en preparación. En nueva sesión, “Señales de corrupción y muerte).
Las señales del cristiano tiene que tender hacia la vida, ser completamente uno en Cristo Jesús, no necesita dividirse como hacen los hijos de este mundo.
Aquí el Arzobispo nos recuerda, una frase que pronunció la Santísima Madre de Dios en las bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5). No se trata de una frase que hemos de olvidar, pero se olvida. Nosotros no lo haremos porque amamos a Cristo. Tenemos la Biblia a mano, no la dejamos en la estantería como un adorno, no, sino que lo tenemos a nuestro alcance para abrirlo, leer y meditar. San Agustín y otros Santos Padres recomiendan que antes de la lectura de la Palabra de Dios, debemos orar humildemente al Espíritu Santo, si lo hacemos, lo que meditamos, lo iremos cumpliendo conforme a la Gracia de Dios. Hagamos lo que Cristo nos dice, y el Magisterio de la Iglesia Católica, conviene tenerlo en muy buena consideración, ya que es Dios, según las ocasiones nos está hablando, que nosotros no debemos tapar nuestros oídos, porque el Señor sabe muy bien, que intenciones  tenemos de obedecer, y aquellos que no obedecen se alejan de Dios. Pueden leer el Evangelio, pero si no hacen lo que Cristo dice, no es amigo de Dios sino enemigos.

No podemos tener como amigos a los que realmente, con sus palabras, deseos mundanos, y obras según la medida del hombre viejo, han querido enemistarse con Dios.

Nuestro deber es orar por todos. Para que nosotros no caigamos en la bajeza del pecado, y los pobres pecadores se conviertan en los mejores amigos de Dios, pues no puede haber otro camino sino la Gracia de Dios en el corazón arrepentido, contrito, humilde sea feliz. El pecado sólo atrae oscuridades, angustias, desesperación, rencores, resentimientos, soberbia, y toda clase de males, y cuantos han creído ver una solución en el robo, en el suicidio porque no se han abierto al Espíritu Santo, que lo tenía al lado.

Acudamos con toda confianza a la Santísima Madre de Dios, con humildad de corazón. No busquemos a Jesús ni a María Santísima con propósitos de soberbia, de desafío, en esta conducta no se hace un bien en sí mismo, y servir al pecado, al diablo, no conviene a nadie.


Pero vayamos a otro asunto.