viernes, 15 de junio de 2012

Monseñor Carlos Osoro: «Un corazón como el de Cristo»

Hoy es la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Estamos ya en la mitad del mes de Junio.

Es muy importante que todas las familias cristianas, para conseguir la salvación eterna, es trabajar por los intereses de Cristo Jesús. Los que son responsables de la propia familia, es encomendar frecuentemente a sus seres queridos al Sagrado Corazón de Jesús. No es necesario que esté toda la familia, sino aquel que ama a Cristo, aunque es un derecho y lleva a la verdadera libertad amar a los Sagrados Corazones de Jesús y María.

Los que todavía tienen a sus padres, y debería ser cada día, visitar a Jesús, encomendarles al Sagrado Corazón de Jesús, porque así, ellos alcanzarán la salvación eterna. Pues todos hemos venido a este mundo para salvarnos, es el deseo de Dios, pero no del mundo.

Los hijos han de amar y orar por sus padres, los padres cristianos, oran por sus hijos. No hay que hacer caso al tentador cuando dice: "en todas las familias hay discusiones", esto nunca viene del Espíritu Santo. La familia cristiana debe ser permanecer bajo la Bandera de Cristo, siempre en la paz. La Paz es signo de unidad, de amor, de caridad; las discusiones hieren a Jesucristo, y no debemos hacer esas cosas.

Monseñor Carlos Osoro, cita: “Dios, que ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5),  y es verdad, si ese amor de Cristo ha llegado a nuestro corazón, no solamente queda dentro de nosotros, sino que también se derrama en favor de todos nuestros hermanos, a quienes les amamos sinceramente en Cristo Jesús, por eso, de un corazón no puede haber divisiones ni discusiones, sino amor y caridad, y el desear el bien, aunque no lo tengamos como amigos, a los que cometen algún mal y no se arrepienten, pero si hemos de orar por la conversión de todos. Es el deseo de nuestro Dios y Señor Jesucristo, y a Él le debemos por encima de todo, todo nuestro amor y obediencia. Pues obedecer a Cristo es obedecer a la Iglesia Católica, y entonces el Padre Celestial se complace en nosotros, pero en su Hijo Jesucristo.  

En nuestras oraciones diarias, hemos de suplicar, "Señor, dáme un corazón como el tuyo", no precisamente con las palabras que yo digo, sino que sean siempre inspiradas por el Espíritu Santo. Pues el Espíritu Santo, no concede a todos lo mismo, pero sí aquello que está dentro de la unidad de fe y caridad y sentimientos de la Iglesia Católica.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús