jueves, 26 de enero de 2012

‘La ley, el yo y el pecado’

Muchos de nosotros trabajamos para ser almas espirituales, porque lo mundano y vano, se nos puede presentar y lo rechazamos a cada momento, para no ser esclavos del “yo”, del “hombre viejo” que hace lo posible para arrastrarnos hacia la perdición. Lo tenemos presente, y con la vida de oración constante salimos adelante, siempre con la ayuda infalible de Jesús y María Santísima. Con todo esto, nos viene descuidos, por ejemplo, podemos sentir en nuestro interior como un malestar hacia nuestro vecino, o el conductor de autobús que se ha apresurado en marcharse. Estos desordenes son tentaciones, es el pecado.

Orar con la voz del corazón

Nuestras oraciones deben ir acompañadas por la Sagrada Comunión, cuando ponemos atención a la Santa Misa, a las lecturas y, al Evangelio, es porque nos estamos tomando en serio la oración interior. Todas las almas pueden disfrutar del recogimiento, aunque tenga diversas ocupaciones en el mundo. Aunque tiene más facilidad aquellas almas que no están sujetas a las ataduras como llevar una familia, ser empresario.