miércoles, 13 de febrero de 2013

San Clemente I, «Convertios.»

 
Muchos ya hemos participado de la Eucaristía, hoy Miércoles de Cuaresma, una vez más se nos invita a la conversión del corazón, pero, es necesario la perseverancia, es un ir a Jesucristo sin volver la vista a nosotros mismos ni al mundo, pero si nos miramos a nosotros mismos, miremos que hay en lo interior de nuestro corazón, preparémoslo adecuadamente para recibir a Jesucristo en nuestra vida, en nuestros pensamientos.


Nació en Roma y gobernó la Iglesia desde el año 90 al 100. Según el Liber Pontificalis, desde el año 91 al 100. Fue discípulo de San Pedro. Instituyó en Roma siete Notarios para recoger las actas de los mártires, siendo éste el origen de los pronotarios apostólicos. Escribió dos cartas a los Corintios. Creó 15 nuevos obispados, 10 presbíteros y once diáconos. Fue desterrado a Cherson, donde Trajano le hizo arrojar al mar. La fiesta de San Clemente se celebra el 23 de Noviembre.
 
En la Iglesia de San Clemente, de Roma, se dice que estuvieron durante varios años los restos del Papa, traídos de Crimea a Roma. También se afirma que su cuerpo forma parte de las reliquias del monasterio de Cesaura, en el Abruzzo. Algunos tratadistas le niegan el título de mártir.
 
 
Liturgia de las Horas:
Tomo II
Miércoles de Ceniza,
Oficio de lecturas.
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
(Cáp. 7, 4 – 8; 5 – 9,1; 13, 1 – 4; 19, 2: Funk 1, 71 – 73. 77 – 78. 87)
Convertíos
Fijémonos atentamente en la sangre de Cristo y démonos cuenta de cuán valiosa es a los ojos del Dios y Padre suyo, ya que, derramada por nuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gracia de la conversión.
Recorramos todas las etapas de la historia y veremos cómo en cualquier época el Señor ha concedido oportunidad de arrepentirse a todos los que han querido convertirse a él. Noé predicó la penitencia, y los que le hicieron caso se salvaron. Jonás anunció la destrucción a los ninivitas, pero ellos, haciendo penitencia de sus pecados, aplacaron la ira de Dios con sus plegarias y alcanzaron la salvación, a pesar de que no pertenecían al pueblo de Dios.
Los ministros de la gracia divina, inspirados por el Espíritu Santo, hablaron acerca de la conversión. El mismo Señor de todas las cosas habló también de la conversión, avalando sus palabras con juramento: Por mi vida – dice el Señor –, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta, añadiendo además a aquellas palabras tan conocidas: Cesad de obrar mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo, aunque sean como la grana y rojos como escarlata, si os convertís a mi de todo corazón y decís: "Padre", os escucharé como a mi pueblo santo que sois.»
Queriendo, pues, que todos los que él ama se beneficien de la conversión, confirmó aquella sentencia con su voluntad omnipotente.
Sometámonos, pues, a su espléndida y gloriosa voluntad, e, implorando humildemente su misericordia y benignidad, refugiémonos en su clemencia, abandonando las obras vanas, las riñas y la envidia, cosas que llevan a la muerte. Seamos, pues, hermanos, humildes de espíritu; abandonemos toda soberbia y altanería, toda insensatez, y pongamos por obra lo que está escrito, pues dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, quien se gloríe que se gloríe en el Señor, buscándolo a él y obrando el derecho y la justicia, recordando las palabras del Señor Jesús, con las que enseña la equidad y la bondad.
En efecto, él dijo: Sed misericordiosos y alcanzaréis misericordia; perdonad y seréis perdonados; como vosotros hagáis, así se os hará a vosotros; dad y se os dará; no juzguéis y no seréis juzgados; en la medida en que seáis benignos, experimentaréis la benignidad; con la medida con que midáis se os medirá a vosotros.
Ajustemos nuestra conducta a estos mandatos y así, obedeciendo a sus palabras, comportémonos siempre con toda humildad. Dice, en efecto, la palabra de Dios: En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.
De este modo, imitando las obras de tantos otros, grandes e ilustres, corramos de nuevo hacia la meta que se nos ha propuesto desde el principio y que es la paz; no perdamos de vista al que es Padre y Creador de todo el mundo, y tengamos puesta nuestra esperanza en la munificencia y exhuberancia del don de la paz que nos ofrece.
 
Oración: « Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal. Por nuestro Señor Jesucristo.» Amén.

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