viernes, 26 de octubre de 2012

Gracias, don Bosco, por tu visita a Valencia.

 
Es muy triste, que en el día de hoy, los sacerdotes salesianos, que conozco, estén lejos del espíritu de San Juan Bosco.
 
No sé si algunos lo leerán, estos hermanos sacerdotes que conozco, o se han cansado. Al fin al cabo, lo que suelo recordar es que todos hemos de ser fiel a la Iglesia Católica, al Papa, al Magisterio.
 
Todos queremos y necesitamos sacerdotes virtuosos, pues el alma mundana causa demasiadas tragedias en la vida. Si un corazón está apegado al mundo, siempre trabaja para salvar las apariencias, no hay sinceridad en la vocación personal.
 
El cristiano debe ser amigo de Dios, pero el alma consagrada debe sobrepasar esa amistad, es decir, ser más amigo, amiga de Dios, en cuánto su vocación al sacerdocio o a la vida religiosa, intachable a los ojos de Dios, sin importarle ser despreciado por el mundo.
 
San Juan Bosco tuvo una madre, una verdadera santa y piadosa, que puede ser modelo para madres que tienen hijos sacerdotes.
 
Ver a un sacerdote con sotana o traje talar, es como dar la vida al mundo, porque Cristo obra a través de ese sacerdote auténtico.
 
 
Para el ...
Domingo 28 de Octubre de 2012
 
 
 Querido Don Bosco: si todos los momentos de la vida son importantes para recibir a un santo, a un amigo de Dios, lo es mucho más este tiempo. Los jóvenes del siglo XIX tuvieron en tu persona a un sacerdote cercano, con una capacidad especial para llegar a su corazón y darles lo que más necesitaban; fuiste para ellos un gran amigo, confidente, maestro y educador. Diste a los jóvenes lo que más necesitaban en aquellos momentos, como fue recuperar la dignidad que tiene el hombre. Esa dignidad que se desenvuelve, se manifiesta y se contagia, cuando uno se entiende, desde lo que es realmente: hijo de Dios y hermano de todos los hombres. El tiempo en que viniste a la vida, 16 de agosto de 1815, no era fácil. Era un siglo de tensiones y conflictos. En Italia se vivía un tiempo problemático y más en el Piamonte que era campo de rivalidades entre Austria y Francia. Pero ahí se fragua tu santidad. En tu persona, Don Bosco, se unen admirable y armónicamente los dones de naturaleza y de gracia, de tal modo que lo humano no solamente no queda anulado, sino enriquecido de una manera admirable por lo divino.
 
Tuviste una gran madre cristiana. Ella, Margarita Occhiena, muerto tu padre cuando tenías dos años, se encarga de ayudarte a descubrir el camino de la santidad, camino verdadero para construir la verdadera personalidad que ha de tener todo ser humano. Lo hace con su ejemplo y con sus enseñanzas, te enseña a rezar, a conocer el catecismo, a hacerte ver la presencia de Dios y vivir siempre en esa presencia. ¡Qué sueño tuviste a los nueve años! Me impresiona oír contártelo a ti: “Tuve por entonces un sueño que me quedó profundamente grabado toda la vida”. Sigue con ese sueño, Don Bosco, lo necesitan los jóvenes hoy. Este sueño marcó un eje que estructura toda tu vida, define un camino y una dirección. Los destinatarios son los jóvenes, los más abandonados. Y en este sueño ves también el estilo que vas a emplear para estar a su lado. ¡Qué bien nos lo describes!: “No con golpes, sino con mansedumbre y con caridad”, vas a entregarles una educación integral. ¡Qué bien vas a cumplir ese sueño cuando, a los veintisiete años, eres ordenado sacerdote en Turín en el año 1841! La impresión que uno tiene de ti, Don Bosco, es que eres una persona simpática y atrayente, alegre y optimista, activa y dinámica, trabajadora y austera, tenaz y mansa, sencilla y audaz, llena de Dios y con una mirada de fe tan honda que captabas la atención y producía simpatía tu presencia a todo el que se acercaba a tu lado. Hacías sentir lo agradable que es ser familia de Dios, miembros vivos de la Iglesia.

Han pasado muchos años de aquél sueño y también de todo lo que aconteció en tu vida para hacerlo realidad. Vienes a Valencia en los comienzos del siglo XXI. Es un momento importante de la historia de la humanidad y los jóvenes te siguen necesitando. Como nos ha dicho el sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI, vivimos una situación educativa de “gran emergencia”. Precisamente por ello te necesitamos. Como Penélope, en su espera de Ulises, en un continuo tejer y destejer, se han ido haciendo y deshaciendo tantas reformas y contrarreformas, tantos planes, proyectos y programas, que nos hemos olvidado del protagonista más importante: el joven y el niño. Por eso, te agradecemos la presencia, porque vuelves a recordarnos la misión más importante, como es acercarse a los jóvenes y ver su situación. Ya tú los viste en Turín en el siglo XIX, abandonados. Observabas por las calles cómo estaban desocupados, vagando por ellas, tristes, cabizbajos, desorientados, desconfiados y esquivos, sin presente y sin futuro, con necesidad de alguien que se acercase a ellos por lo que son, regalándoles sin engaños la salud y la felicidad verdadera.

¡Qué bueno es que nos visites precisamente ahora! Quiero manifestarte, Don Bosco, que hoy los jóvenes te necesitan, quizá más que entonces. Gracias por visitarnos. Los jóvenes necesitan de cercanía y amistad, de vivir un clima de familia, de sentirse queridos, de llenar sus vidas de contenido, de garantizarles un porvenir, de encontrarse con el proyecto de hombre que siempre han soñado y que, cuando entran en la soledad, lo ven claro. Necesitan de Jesucristo, el único que nos ha revelado un proyecto de hombre cabal. Por eso, necesitan la cercanía de sacerdotes como tú, que les manifiesten el rostro de Jesucristo. Siempre lo que más me ha llamado la atención ha sido tu entrega total e incondicional, sin reservas de ningún tipo, a los jóvenes. Tu tiempo siempre era para ellos, con ellos descansabas, no necesitabas otros lugares.

¡Qué proyecto más bello comienzas Don Bosco el día 8 de diciembre de 1841! Todo en una sacristía, cuando ves como a un muchacho de dieciséis años se le golpea y buscas que venga a verte. Allí, en aquel encuentro, en aquella sacristía comienza una nueva tonalidad que iba a tener la educación. Podemos llamarla de cualquier modo pero, ciertamente, le regalas cercanía, diálogo, aceptación incondicional de su persona, amistad, confianza. En aquella sacristía comienza una nueva manera de vivir la educación. Ahora, en esta visita que nos haces en Valencia, nos vuelves a recordar lo que el Papa Benedicto XVI nos ha dicho hace muy poco tiempo a través de sus intervenciones sobre la “gran emergencia educativa”, que tenemos que volver a crear una atmósfera cultural que no dude del valor de la persona, del significado del mismo bien y de la verdad, que quiera volver a recuperar y a dar a los jóvenes certezas y convicciones.

La “gran emergencia educativa” tiene que asumir un aspecto muy preciso, el de la transmisión de la fe a los jóvenes. ¡Qué tremendo es el atrevimiento de diseñar una cultura que pretenda poner entre paréntesis a Dios y desalentar las opciones de compromiso definitivas! Hay que caer en la cuenta del abismo en el que ponemos a los jóvenes. La historia nos lo demuestra y la más reciente de Europa, también. La presencia de Dios en la vida del ser humano da crecimiento y maduración a la persona, cambia la mentalidad, no nos hace dudar de la persona humana, ni de su dignidad verdadera, ni del valor de la vida, ni del significado y contenido que ha de tener la verdad y el bien.
Gracias, Don Bosco. Con tu visita suscitas pasión por una educación que transforma la vida y la historia. Nos lo recuerdan aquellas palabras del Evangelio: “Pero yo os digo a los que me escucháis: amad a vuestro enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente” (cf. Lc 6, 27-38).

Está claro, Don Bosco, que tú generaste un modelo educativo lleno de sentido, de fuerza, de fortaleza, de ilusión por llenar la vida del hombre de todo aquello que no solamente no destruye, sino que lo ensalza y enaltece. Te apoyaste en tres valores: reconstruir con los jóvenes el calor de una familia mediante la amistad, despertar su inteligencia con la escuela y hacerles descubrir el sentido de su dignidad y de su vida encontrando a Dios. Éste era el sistema preventivo con los tres ejes: amor, razón, religión. Hoy el problema sigue siendo, fundamentalmente, antropológico. Los jóvenes tienen necesidad de un guía como tú, Don Bosco. Gracias por tu cercanía.

Con gran afecto, os bendice
 + Carlos, Arzobispo de Valencia




Tema anterior, en el que se dice, que San Juan Bosco no quiere tener a su lado a sacerdotes de tan poca virtud:
Sotana; testimonios de santos y mártires

Querido San Juan Bosco, te ruego que intercedas por la conversión de los salesianos, que se preocupen más desde lo profundo de su corazón de tener verdadero amor a Jesucristo, a la Iglesia, que sean fieles, obedientes, humildes, sinceros, constantes trabajadores en la viña del Señor, que no se preocupen tanto del proceder del mundo, sino sólo de Cristo y del Papa. Haz que se interesen por el bien de las almas, no sólo de palabras sino desde su corazón.

1 comentario:

  1. La llama de Don Bosco sigue viva, y lo que aprendimos gracias a él los que fuimos alumnos Salesianos, todavía lo llevamos en el corazón. Gran entrada amigo. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
    http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

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