viernes, 27 de julio de 2012

Campamentos, lugares para encontrarnos con Dios

 En los campamentos de verano, también muchas parroquias acompañan a la juventud. Esta juventud cristiana, tiene que librarse de la corrupción del mundo, tiene toda la temporada, en plena naturaleza para alabar al Señor, adorarle, no solamente deben dedicar sus actividades en los juegos para entretenimientos de los participantes, pues la mejor participación para crecer en la fe, debe ser según el Espíritu Santo.

¡Qué gran provecho espiritual, permitir que Cristo esté en medio entre los que participan en estos campamentos de verano!

EL sacerdote les ayuda en el camino del Señor, un camino espiritual y santo. Disfrutar de la belleza de la naturaleza a la que todos debemos respetar y cuidar, tratarla con cariño. No dejar basura por los montes ni senderos, pues somos cristianos.

El verano aunque el cuerpo por el calor llegue a estar cansado, no así el espíritu, además, no es tanto el cansancio que vamos a sentir, sino mucho más descansado en la medida que nos demos en la oración, en nuestra entrega a Jesucristo, que es lo más importante en la vida de todo cristiano.


Domingo 29 de Julio de 2012
 Carta Semanal, por Monseñor Carlos Osoro
Arzobispo de Valencia
 
Campamentos, lugares para encontrarnos con Dios
 Una actividad significativa para los jóvenes y los niños

En estos meses de julio y agosto, muchas comunidades parroquiales e instituciones educativas tienen una actividad especial con los niños y los jóvenes a través de los campamentos y colonias que organizan. Marchar unos días a espacios naturales distintos a los habituales, para fortalecer el sentido de la convivencia, la fraternidad, la experiencia de Dios a través de todas las actividades diarias que se llevan a cabo, permite adentrarse en esa hondura existencial en la que se da la posibilidad de experimentar el valor y la medida que tiene la persona humana, desde la apertura al bien y a la verdad. Y esto se manifiesta de una manera clara y precisa cuando todo se dispone para que descubramos la grandeza y la belleza que tiene nuestra persona, cuando nos abrimos a una relación con Jesucristo que nos hace experimentar claramente cómo es el rostro de Dios, quiénes somos nosotros y quiénes son los demás para nosotros cuando organizamos la vida desde su amor y desde su gracia. ¡Qué fuerza estructuradora de nuestra persona nos dan esos diez o quince días vividos en apertura total a Dios y a los demás!

Una actividad para abrir la vida a los demás y a Dios
Solamente cuando establecemos la vida sobre un sólido fundamento podemos descubrir, no teórica sino existencialmente, quiénes somos nosotros y quiénes son los demás. Y ese fundamento sabemos los cristianos que no es otro más que Jesucristo. Por ello, los campamentos y las colonias son lugares significativos para los jóvenes y los niños, que ayudan a experimentar la necesidad de Dios en la vida humana. Son días en los que se da la posibilidad de encontrarnos con nosotros mismos y, por ello, de descubrir en la práctica que en la apertura a Dios es donde encontramos la felicidad y nuestro sitio. No hay capacidad mayor para abrir nuestra existencia a todas sus dimensiones que abriendo la vida a Dios. Precisamente por ello, mantener una relación con Jesucristo, que nos ha revelado el rostro de Dios, es una necesidad del ser humano para descubrir el proyecto que cada uno tenemos que asumir. Y sólo este proyecto, que se nos ha revelado en la persona de Jesucristo, es el que nos facilita descubrir quiénes somos, desde dónde se puede vivir una verdadera relación con los demás y hasta dónde tenemos que vivir la experiencia profunda de Dios. Es, precisamente, a partir de este fundamento desde el que descubrimos que la verdadera formación de la persona no es algo teórico, sino que se expresa y se realiza en unas condiciones y exigencias. Os invito a todos los que hacéis campamentos y colonias a organizar esos días teniendo en cuenta ejes esenciales que estructuran la vida humana.

La apertura

El Papa Benedicto XVI nos dice así: “la verdadera calidad de la cultura se manifiesta en su relación con Dios” (Mensaje a la Diócesis de Roma, 21, de enero de 2008). Y esto lo podemos decir de la persona humana: la verdadera calidad, dimensiones y capacidades, se manifiestan cuando nos abrimos a Dios. Cuando nacieron los antiguos monasterios, los monjes no tenían la intención de crear una cultura nueva o de conservar la antigua; su intención era buscar a Dios. En la confusión que había en su tiempo, querían dedicarse a lo esencial, como era entregar lo que vale y permanece. Buscaban a Dios. Querían ir a lo esencial. ¿No es esto lo que tenemos que hacer hoy? ¿No es este el mejor servicio que podemos prestar a la persona y a esta sociedad? Hay que lanzarse a buscar la Verdad. Busquemos a Dios y dejémonos encontrar por Él.

Compromiso con el valor de la persona humana

Hay que romper con una cultura que lleva a dudar del valor de la persona humana, del significado mismo de la verdad y del bien. Con esa duda, no es posible transmitir valores válidos y creíbles en torno a los que se pueda construir la propia vida y la historia. Dice el Papa Benedicto XVI que “el tiempo actual está marcado por una incertidumbre sobre valores y ello es un índice de una crisis cultural y espiritual tan grave como la económica” (Discurso a la LXI Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, 27 de mayo de 2010). Ese valor de la persona humana nos lo hace ver Jesucristo cuando nos desvela que en el reconocimiento del valor de la vida humana es donde se pone en juego el desarrollo humano integral, ya que en él se plantea la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o depende de Dios.

Los desafíos que tiene la persona

Lo más importante es descubrir donde está la fuente de la calidad de todo el desarrollo del ser humano, que no es otra que la centralidad de la misma persona humana. Hay que buscar siempre y promover su crecimiento y maduración, que tiene que ser verdaderamente integral y abrirse a la totalidad del ser humano, teniendo en cuenta todas sus dimensiones: física, intelectual, estética, ética, transcendente, social..., pero sabiendo que la transcendente es esencial para dar medidas a todas las demás (cf. Discurso del Papa a la Congregación para la Educación Católica, 7 de febrero de 2011). Hay calidad de desarrollo humano cuando ponemos en el centro a la persona. Todo el quehacer en educación se concentra en la persona, en su necesidad de identidad y sentido, de comunicación y de relación. Jesucristo la puso en el centro.

El deber de la responsabilidad

Dice el Papa Benedicto XVI que “en la educación es decisivo el sentido de la responsabilidad” (Mensaje a la Diócesis de Roma, 21 de enero de 2008). “Somos testigos de que está naciendo un nuevo humanismo en el que el hombre queda definido, principalmente, por la responsabilidad hacia sus hermanos y ante la historia” (GS 55). ¡Qué llamada de atención nos hace el Concilio Vaticano II: nos llama a un “humanismo de responsabilidad”! Es decir, a una concepción del hombre y de lo humano en clave de responsabilidad, libertad y compromiso. De ahí la importancia que tiene para todos conocer cada día más y más a Jesucristo, entrar en una comunión con Él. El deber de la responsabilidad no se reduce a una orientación racionalista; nos lleva a un compromiso radical con los hombres, vivido desde la comunión con Jesucristo. Por ello, es hasta dar la vida.

La caridad intelectual

Tanto el Papa Pablo VI, como el Beato Juan Pablo II acuñaron expresiones como “caridad social” y “caridad política” para referirse a la aplicación y concreción de la caridad a algunas cuestiones y situaciones sociales. El Papa Benedicto XVI utiliza con frecuencia la expresión “caridad intelectual” para referirse a temas educativos. Con esta expresión, nos llama a asumir la profunda responsabilidad que tenemos de llevar a los jóvenes a la verdad, que no es más que un acto de amor. “Educar es un acto de amor, ejercicio de caridad intelectual, que requiere responsabilidad, dedicación, coherencia de vida” (Discurso a la Congregación para la Educación Católica, 7 de febrero de 2011).


Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia 

2 comentarios:

  1. Magnifica entrada! Muy importante el tema.!
    Muchas gracias! Dios le bendiga.

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  2. Que buena entrada. la Iglesia adulta ha de estar con los niños y los jovenes al ciento por cien. darle lo que las juvetud necesita, pero sobre todo darle la Verdad en Cristo. No podemos descuidasr a nuestros pequeños, no con lo que se mueve en la sociedad actual.
    un abrazo.

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