domingo, 26 de febrero de 2012

La voz del Arzobispo: Peregrinación a la Fuente de la Misericordia

Como se hace sufrir a Jesús, y de forma cruel, no es de buen corazón renovar los sufrimientos a Nuestro Señor Jesucristo.


El que ama a Jesucristo, lo ama de verdad, desde lo profundo de su corazón, no va a la iglesia tal como si fuera un teatro, en el que aplauden, cuando alguien le dice que lo haga, los respetos humanos en primer lugar, se convierte en odio a Dios: “aplaudir todos”, ¿Sabías que es una conducta contraria la vida del Evangelio?: los aplausos, los respetos humanos, y otros muchos desordenes dentro de la Casa de Oración. No es suficiente con aprender la doctrina de la Iglesia Católica y de los Santos Padres, que nos enseñan que no debemos comportarnos según el mundo y perder el Reino de los cielos.

Hemos de aprender a cambiar nuestro corazón en conformidad con el Corazón de Jesús. Escuché las palabras de otro sacerdote bueno y atento a los asuntos del Señor, decía, que hay quienes predican sin experiencia propia, sí, pueden hablar de cosas espirituales durante la homilía, pero si no tiene la experiencia de Cristo, no sabrá aprovechar las ocasiones, que cuando tiene que corregir para que haya un buen comportamiento cristiano dentro de la Casa de Oración, si no pone en orden, es como imitar a quien escondió su talento bajo tierra.

Yo pienso que quien no es misericordioso con los deseos de Dios, la misericordia hacia su hermano, no saldrá de la imperfección, quedará estancada, y sin apenas darse cuenta, por los respetos humanos, se pudre interiormente. Esto es preciso evitarlo urgentemente, por la caridad y el amor de Dios.

Ya puede hablar de cosas muy bellas sobre la espiritualidad, pero no es por experiencia propia, sino que lo han leído y lo han  memorizado. El amor al mundo hace que la propia alma se convierta en residencia de los malos espíritus, desobediencia, cierta o terrible aversión a las normas de la Sagrada Liturgia, no es capaz de someterse a la obediencia de Dios cada vez que se desobedece al Santo Padre en una cuestión y en otras tantas.  
Si algunos hemos determinados este año en los buenos propósitos, hemos de mantener que nuestro corazón no se seque, y que lleve al olvido nuestros propósitos espirituales. En la iglesia vamos a visitar a Jesús, a orar, a participar de la Santa Eucaristía, a santificarnos. No vamos a perdernos, por eso, sí, es pecado, es ofensa al Señor, cuando en la Casa de Oración no se ora, ni se medita ni se recoge interiormente. Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. Si después de obrar la iniquidad en la Casa de Oración no sentimos remordimiento profundo, tenemos un gravísimo problema, y que estamos arriesgando la salvación de nuestra alma. A quien mucho recibe del Señor, mucho se le pedirá.

Hermano sacerdote, Dios no quiere que estés estancados, sino que sea modelo de Cristo, sabes que Él te ama, que Él te ha escogido entre muchos, para que seas pastor del rebaño de Cristo. El rebaño de Cristo debe ser amado, porque la corrección fraterna indica el Amor de Cristo hacia sus hermanos, que no quiere que nadie perezca sino que alcancen la alegría y la salvación eterna. Ese trabajo no lo harás solo, Cristo y María estarán contigo, siempre que no te cierres a su amor.

Mal asunto es no amar a Jesús, esto es, cuando el alma no se determina por la seriedad de la propia santidad.  Necesitamos ser radicales, profundamente radicales, que no es lo mismo que ser “fanáticos”. La radicalidad del Evangelio es la misma que la vivieron los santos y santas… humildad, recogimiento, amor, caridad… ser como otros “Cristo” en nuestra vida pública y privada.

Monseñor Carlos Osoro, en su carta semanal, nos explicará. Meditemos línea por línea.



Viernes 24 de Febrero de 2012

PEREGRINACIÓN A LA FUENTE DE LA MISERICORDIA

Carta semanal del Sr. Arzobispo


 La Cuaresma es un tiempo especial para realizar una peregrinación interior. A esta peregrinación nos acompaña el mismo Jesucristo. Y lo hace a través del desierto de nuestra pobreza, hasta llegar a la alegría inmensa de la Pascua. A lo largo de este tiempo cuaresmal podemos ir meditando toda la gracia y misericordia que vamos recibiendo, al mismo tiempo que nos vamos abriendo y preparando para sentir con fuerza estos dones y esta experiencia inmensa del amor de Dios. ¡Qué bueno es poder descubrir en la Cuaresma el proceso de aproximación que hacemos a Cristo, donde Él nos transforma y donde llegamos a conocerlo con mucha más intimidad y fuerza!

Las radicalizaciones que has de vivir en esta peregrinación
  «Cristo nos transforma y nos llama a conocerle»

En este proceso cuaresmal se han de dar, por nuestra parte, una serie de opciones o radicalizaciones que hemos de personalizar. Te propongo las que creo que hoy son más importantes:
1. La radicalización en el encuentro con Jesucristo: Dedica más tiempo a la oración. Mira a Jesús, aprende de Él. Fundamentalmente, se trata de dejar atrás, por la persona del Señor, todo cuanto antes estimaba y quería, y con lo que creía que estaba mi realización personal. Él es mi tesoro, mi fuerza, mi poder, mi esperanza, mi meta, mi presente y mi futuro.

2. La radicalización misionera: Dedica más tiempo a ser testigo vivo del amor del Señor, entregándote más al servicio de los demás. Es hacer pública manifestación de lo que el Señor hace en tu vida en medio de todos los hombres, sin avergonzarte de Jesucristo o, lo que es lo mismo, hacer la opción misionera que todo discípulo de Cristo lleva marcada en su ser más profundo. Se trata de convertirnos en misioneros. Ve a los hermanos y cuéntales lo que Cristo hace en tu vida, cómo la cambia, cómo la transforma, cómo te la hace decir y vivir de otra manera. Serás para los demás casa encendida, testigo valiente, con capacidad para dar hospitalidad a todo el que te encuentres y ponerte al servicio de todos aquellos que te encuentres en la vida.

3. La radicalización martirial: Sitúate en medio del mundo, sin esconder tu realidad de cristiano y de miembro vivo de la Iglesia. Pide al Señor tener un corazón nuevo. No se trata de querer ser mártir, se trata de querer ser testigo valiente del Señor con todas las consecuencias, hasta el fin, sin abandonar para nada al Señor por muchas situaciones que se den en mi vida y que me inviten a retirarme de su lado. En definitiva, se trata de vivir la Eucaristía, haciéndonos el mismo pan con Cristo y uniendo nuestra sangre a la de Cristo por amor.

4. La radicalización misericordiosa: Entrega reconciliación siempre. En todos los lugares donde te mueves expresa, con tu modo de actuar, que perdonas siempre y que, como el Señor, tienes entrañas de misericordia. ¡Qué opción más valiente y más acertada para un cristiano, vivir y morir perdonando y pidiendo perdón!
 
«La Cuaresma es una inmensa experiencia del Amor de Dios»


  Hay que construir nuestra civilización sobre bases sólidas. Por ello, os invito a realizar esta peregrinación en la que la misericordia está ya desde su mismo inicio. El beato Juan Pablo II decía con mucha fuerza que hay un “límite impuesto al mal por el bien divino” y ese es la misericordia (Cf. Memoria e identidad, 29ss.). En este sentido adquieren una fuerza especial las palabras del Evangelio: “Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas” (Mt 9, 36). Esa mirada conmovida de Jesús se detiene hoy sobre todos los hombres y ante todos los pueblos de la tierra, en las diversas circunstancias en las que viven, pues todos están llamados a la salvación.

Con su mirada abraza a todos los hombres y los pone en manos del Padre ofreciéndose Él a sí mismo. La Iglesia es consciente de que solamente con esta mirada, cuando se asemeja a la de Jesucristo, se produce un desarrollo integral de la persona. Por eso, la mirada de Cristo es un desafío ante tantas situaciones de pobreza, de falta de trabajo, de indiferencia, de encerramiento en el propio egoísmo. Alcanzar esa mirada de Cristo es una oportunidad y una gracia en esta Cuaresma. Para alcanzar esta mirada y así proyectar la misericordia del Señor para todos los hombres, se nos proponen tres acciones esenciales: la oración, el ayuno y la limosna.

Los santos nos dan muestras de qué alcanzaron con sus vidas cuando tuvieron esta mirada de Cristo y realizaron en sus vidas esas acciones. Tenemos que decir, con todas nuestras fuerzas, que ningún proyecto económico, social o político, puede sustituir el don de uno mismo a los demás en el que se expresa la caridad. Quien se expresa con esta lógica vive la fe como amistad con Dios, prescinde de cosas que los demás necesitan y se preocupa por las necesidades de los demás. Ciertamente, cambia este mundo. Y es que experimenta que sólo dando a Dios, da mucho. La Madre Teresa de Calcuta decía: “La primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo”. Hay que ayudar a descubrir a Dios en el rostro misericordioso de Cristo.

Si nos falta esta perspectiva, no podemos construir una civilización con bases sólidas. La Iglesia tiene que salir a este mundo con la misma compasión que Jesús y hacer posible que todos los hombres oigan que el verdadero desarrollo se alcanza cuando el hombre tiene la mirada de Cristo, que es la que produce el verdadero desarrollo basado en el respeto a la dignidad de todo hombre.

«Nos avergonzamos de Cristo»

  La Cuaresma es un tiempo de gracia. Nos hace eliminar esa tentación por la que algunas veces pasamos todos los hombres que, ante graves problemas, pensamos que primero hay que mejorar la tierra y después pensar en el cielo. El beato Juan Pablo II lo expresa muy bien cuando nos dice: “La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia de vivir bien.

En un mundo fuertemente secularizado se ha dado una gradual secularización de la salvación, debido a lo cual se lucha, ciertamente, a favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral” (Redemptoris missio, 11).

Por esto mismo, teniendo en cuenta la victoria de Cristo sobre todo mal que oprime al hombre, la Cuaresma quiere conducirnos a esta salvación integral. ¡Qué maravilla el vivir dirigiéndonos al Señor! ¡Qué experiencia más novedosa se da cuando nos convertimos a Él! ¡Qué hondura se alcanza en la existencia cuando, fruto de vivir el sacramento de la Reconciliación, experimentamos la misericordia del Señor y su mirada sobre nosotros, que llega a lo más íntimo y profundo de nuestra alma y reanima nuestra existencia para vivir de un modo nuevo! Volvamos la confianza a Jesucristo.

Con gran afecto, os bendice

 + Carlos, Arzobispo de Valencia

3 comentarios:

  1. Estimada hermana, gracias muy rico este compartir, sólo se que cada uno de nosotros aun seguimos crusificando a Cristo con nuestras formas de ser, cuándo nuestro egoismo domina en nosotros y no dejamos, que el espíritu de Dios actúe en nosotros, pero se que también sonrie cuándo tu y yo nos eforzamos para ser mejores Dios sea con usted, un abrazo fraterno.

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  2. Estimada hermana, viva siempre en la presencia de Dios ÉL se revela en lo sencillo, Dios éste con usted.Gracias

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  3. Muy acertados y cuertos los comentarios de silencio en la oración, los comparto totalmente,"cada uno de nosotros aun seguimos crusificando a Cristo con nuestras formas de ser"
    Con todoafecto

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