Cuando oramos, no lo debemos hacer según nuestra medida, la verdadera oración es una luz que nos ayuda a ver que es lo que somos, porque resulta, que el tentador nos quiere engañar, y hacernos creer que "tal como somos" el amor de Dios vendrá a nuestro corazón. No,
nuestra oración debe ser auténtica, sincera, un desprendimiento de nosotros mismos, pues acordémonos que para seguir a Cristo hemos de negarnos a nosotros mismos. Es verdad que Dios ama a todos los pecadores, pero nuestros pecados, nuestros vicios nos impide crecer en el Amor de Dios, y llegaremos a "amar" a Dios con la medida de la tibieza superficialidad, sin luchar contra nuestras imperfecciones. Necesitamos a Cristo, orar en espíritu y verdad.Dios ama a todos los pobres pecadores, que no quiere la muerte del pecador. Reconocemos también nuestras debilidades, pero poderoso es el Señor que nos ayudará a salir de nosotros mismos para ser uno con Cristo y para gloria de Dios.
Acordémonos también, cuando Cristo llamó a Saulo, un perseguidor de los cristianos, cayó derribado del caballo, Cristo le amaba, no por esa condición de perseguidor, sino como un instrumento de Dios para llevar el mensaje a otras partes del mundo, dejó de ser Saulo para convertirse en un Pablo de Tarso, San Pablo como es conocido por todas las generaciones.
Pienso que nuestras oraciones, cuánto más puras y gratas son al Señor, menos atadura tendremos con nuestros vicios y pecados, no podemos soportar lo que Cristo rechaza que es el pecado. Hemos de aborrecer la iniquidad como lo hace nuestro Señor Jesucristo.
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