sábado, 26 de noviembre de 2011

«Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.» (Lc 19, 39)


San Agustín

San Agustín: «Uno debe decir la verdad, especialmente cuando una dificultad hace que mucho sea más urgente. Que lo comprenda el que pueda comprenderlo.
Guardémonos muy bien de que, guardando silencio por consideración a los que no sean capaces de comprenderlo, no sólo se frustre la verdad, sino que sean dejados en el error los que pudieran haber captado la verdad, escapando así de su error».  

Me viene al pensamiento aquello que dice Jesucristo: «El que no está conmigo está contra mí» (Lc 11, 14-23)
Por eso, cuando hay momentos de decir algunas cosas, no podemos quedar indiferentes cuando callamos, el decir las cosas es porque amamos a Cristo, pero también amamos al hermano, para que si no se ha dado cuenta del lazo del demonio, pueda ir corriendo a Cristo Jesús, renovando la propia vida. Queremos que nuestros hermanos y hermanas reciban de Cristo, un día, la gloria que está reservada para los que quieren salvarse.
En otro sitio dice Jesús: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.» (Lc 19, 39)

El Beato Juan Pablo II lo explica en una Homilía del Domingo de Ramos .

 En ocasiones se dice las cosas, porque es importante que quien lo oiga o lo lea, reaccíones contra el propio hombre viejo, que es el causante de nuestros males, el causante de que no siempre se comprenda las cosas a la luz de Cristo, y surjan malos entendidos. No despreciamos a nuestros hermanos.
Yo mismo, leyendo algún libro de vida de santos, me he sentido como removido por dentro, y que al mismo tiempo me invitaba a acercarme al Sacramento de la confesión, donde Cristo me espera siempre, para darme su perdón, cuando ve que yo no oculto ninguno de mis pecados, y estoy decidido por el camino de la santidad.
Lo que importa es que nuestra conciencia se vaya purificando, porque si tenemos ciertas inclinaciones en al mundo, es un riesgo para ir perdiendo nuestra fe, y no es bueno perder el sentido del pecado.
Uno de los problemas que no se comprende el camino de Cristo, es la falta de oración; entonces uno pierde la paciencia, y comienza a justificarse así mismo, ya falta la humildad de Cristo y de María Santísima, que son el modelo para todos nosotros, de poder imitarles.
Por ahí se dice que hay silencio cuando Jesús es ofendido, pero he encontrado a muy buenos sacerdotes, llenos de amor de Dios, por tanto de caridad, y también a seglares, que con toda paciencia y con la caridad de Cristo, no se les han llegado a comprender, y del mismo modo suele suceder cuando el Papa, los obispos hablan de determinados temas, que a muchos no le agradarían que se hablase, se les manda callar. Esto sucede en España, y no sé donde he leído en alguna parte, que llegaron a denunciar al Papa y querían enviarle a los tribunales civiles.
Nosotros sabemos que cuando el Papa habla, lo hace con dulzura angelical, pero aquellos que no quieren abrirse al entendimiento, se atormentan por lo que oyen, y no quieren convertirse al Señor,
Cuántos sacerdotes buenos por la envidia de los malos, fueron llevados a los tribunales, y me refiero a los que no cometieron cosas malas, a los inocentes, puesto que a los culpables, el Papa ya dio permiso en su tiempo, dio su aprobación, que los sacerdotes y religiosos, que fuesen realmente culpables de delitos que se les acusaban, fueran a los tribunales.
Nuestras acusaciones, por ejemplo las mías, nunca van contra el hermano, sino contra el delito, contra el hombre viejo, al hermano hemos de ayudarle, si quiere él o ella, que se corriga, pero no es una imposición, no es una manera de que ellos hagan mi voluntad, sino de animarles a que haga la Voluntad de Dios que tanto nos ama a todos.
Cuando Dios preguntó a Caín, donde estaba su hermano, le respondía que no era su guardian. Los hijos e hijas de la Iglesia católica son nuestros hermanos y hermanas, porque aman a Dios y creen en Él, Y Cristo nos invita a la corrección fraterna, pero sin entrar nunca en juicios contra su persona, Y es que a veces me han dicho, que yo he llegado a juzgarle. A lo que yo puedo responderle desde aquí, que si supiera lo que significa ser juzgado, y el Juicio es cosa de Dios, y en comparación, no hay juicios en lo que escribo, al menos eso pretendo siempre, no hacer juicios a nadie.
Hay personas que no han estado contentos con lo que escribo, que uso un tono, que no es bueno, por el contrario, un mismo tema, puede ser desagradable a uno, y a otros pueden veer que hay conformidad con la fe de la Iglesia Católica. Pues yo nunca pretendo anunciarme a mí, sino a Cristo, y esforzándome en la humildad, nunca en la exigencia. Aunque hay quienes una y otra vez, cuestiona lo que la misma Iglesia Católica se ha pronunciado antes, y a mí se me ocurre compartirlo generalmente según la ocasión.
También se me acusó a mí, hace algunos años, en la primera temporada de Internet, cuando solía dar referencias con textos del Catecismo de la Iglesia Católica, de la Santa Biblia, algunos se sentían dolidos, otros no. Los que se sentían afectados decían que yo usaba esos libros como "armas arrojadizas", pero eran personas que no estaban conforme con la fe de la Iglesia Católica; la tibieza, la superficialidad, el ateísmo, el sectarismo... No, no se sentían felices por mis pobres explicacione.
Yo soy insignificante, pero no el Papa ni los obispos, ni tantos sacerdotes, religiosos, religiosas, hermanos seglares o laicos, tan llenos de amor de Dios, son bien comprendido, y todavía, algunos se atreven a dar explicaciones a los que no quieren convertir su corazón a Cristo, o aquellos que viven con el corazón apegado a este mundo.
«Si éstos callaran gritarán las piedras», aún cuando hablamos para defender los derechos de Cristo, no siempre se nos acepta. No es "chismorreos", si podrìamos pensar así, la caridad hacia el hermano herido, el samaritando que quiere curar las heridas. Las heridas del alma, sabemos que sólo Dios puede curarlas, pero animar al hermano, a que mire en su propia conciencia, que es lo que está pasando; haciendo un examen de conciencia.
Dice el Apóstol Santiago 4, 17: «Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.» Por eso, siempre, si es que está en nuestra mano hacerlo, ayudaremos al hermano, no para que nos siga, sino para que corra al encuentro de Jesucristo. Y si no quiere, tampoco se debe discutir con él, y evitando definitivamente su camino; pues con frecuencia, desean discusiones sin fin, no hay quee hacerles caso, y dejarle como quiera permanecer. Por el contrario, nosostros seguiremos con Cristo.
Hay una porción del rebaño de Cristo que no pueden callar, y defienden como puede los derechos de Cristo y de la Iglesia Católica.

Lc, 11, 23: «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.»

San Pablo también fue incomprendido entre sus propios hermanos de la misma fe en Cristo; también otros muchos santos, porque querían recoger para Cristo.

Las heridas de Cristo, con nuestro silencio o indiferencia, hacen sufrir a Jesucristo.
No podemos, no queremos seguir rechazando a Cristo. Porque es preciso, pensar antes en los sufrimientos de nuestro Señor Jesucristo, aún diciendo aquello que no quiere que se diga, siguiendo siempre el camino de la caridad y de la verdadera humildad de corazón.


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