martes, 13 de septiembre de 2011

Sea nuestro corazón entero para Dios

Hemos de entregar sinceramente, y para siempre nuestro corazón, sin división, a Dios.

Cuando un corazón no se entrega sinceramente a Jesucristo, y va la Santa Misa. Cosas como esta suele ocurrir...


El móvil encendido, suena una llamada, sale del lugar, y a la puerta, incluso los hay que habla mientras el sacerdote está celebrando.
Una de las palabras que últimamente he oído: “Estoy muy aburrida”. Y durante largos minutos sigue hablando. (En esta ocasión no había comenzado la Santa Misa)
Nosotros hemos de renunciar a nuestro hombre viejo, para que no arroje sobre nosotros el “aburrimiento”. Un alma que de corazón busca a Dios, no sabe lo que es el aburrimiento, siempre está al tanto de su Señor, no hablando con los demás, mientras tenemos al Señor ante nosotros. Pero es que lo tenemos en todo momento, si así lo queremos, yo lo quiero ¿Y tú, lo amas?
Debemos tener una verdadera disposición en nuestro corazón para seguir atentamente la Sagrada Eucaristía.
Hay sacerdotes que explican en qué momentos los feligreses han de estar de pie, de rodillas, o sentado. Lo repite en los días que lo ve necesario, pero siempre hay algunos, que no se acostumbran a adorar al Señor con devoción, por muchos años que vaya.
En una ocasión leí que San Juan Bosco, explicaba a los muchachos, que aquellos que no se arrodillaban ante el Señor, es porque estaban siendo guiados por un espíritu infernal. Los demonios, sabemos que no quieren arrodillarse ante el Señor. Pero dice San Pablo que toda rodilla se doble...
Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo es el Señor para gloria de Dios Padre. (Flp 2, 10-11), pero aunque los demonios no quieren arrodillarse, se ven como necesario reconocer la Majestad de Cristo que es Dios hecho hombre, y se arrodillan. Pero cuando la criatura, sometida por el hombre viejo, no lucha para liberarse de esa esclavitud de no arrodillarse ante el Señor, no se arrodillarán aunque el sacerdote lo repita tantas veces, puede que para contentar al sacerdote, se arrodillen, pero si hay otro sacerdote, no se arrodillarán ante el Santísimo.

El enemigo de las almas, encuentra corazones, tibios, inconstantes, y consiguen que no se arrodillen ante el Señor. (Se entiende que no me refiero a los que están enfermos, sino a los que tienen buena salud física).

Estos son frutos de una pérdida de fe, posiblemente no se vea siempre así, que el desamor a Cristo haya dejado de que la conciencia ya no tenga remordimientos, y lo vean como una costumbre.

Así como queremos escuchar al Señor con nuestro corazón, también el Santo Padre Benedicto XVI, que nos enseña como nuestro comportamiento, debe ser conforme a Cristo, no a nuestra medida, saldremos ganando si lo ponemos en práctica sus enseñanzas.

Los Santos Padres nos exhortan que cuando vamos al encuentro del Señor, hemos de comportarnos con verdadera santidad.

Pero mientras el corazón del cristiano esté dividido, aunque no lo reconozca, seguirá ofendiendo a Jesús, no podrá crecer en santidad.

Todos queremos ir directamente al cielo, pero no siempre sucede, porque no procuramos la debida atención a la voluntad del Señor, y aunque le amamos, y el Señor lo sabe, a la hora de nuestra muerte, algunos podríamos pasar por el Purgatorio, nuestros defectos se irán purificando, ¿por cuánto tiempo?, es el Señor quien lo determina. Pero las penas del Purgatorios, según el testimonio de los Santos y Santas, que por voluntad han tenido esos conocimientos, y algunos hasta una experiencia, nos avisan, que allí, la situación del alma, aunque con paciencia, habrá un rigor que no se conoce en la tierra. Porque los efectos de nuestras imperfecciones; de ciertos pecados y vicios, no nos damos cuenta, pero es una carga insoportable y más terrible, que pueden ser sanados en el Purgatorio.

Más que por temor, ha de ser por amor a Cristo, el comportarnos debidamente, no siendo desconsiderados con Él cuando vayamos a la Santa Misa.

Sabemos que Dios nos ama, pero no estamos correspondiendo con santidad al amor de Dios. Sabemos que Dios es infinitamente misericordioso, pero olvidamos la Justicia es parte de Dios, y nosotros no siempre nos comportamos ni con misericordia ni con justicia a Jesucristo que tanto nos ama.

Cuando nos decidimos a ir a la Santa Misa,

. Debemos tener el corazón bien dispuesto para el Señor;

2º. Hemos de evitar hablar con otras personas, no debemos cortar nuestras oraciones con Jesús y con María Santísima; es de mala educación y desinterés por la Voluntad de Dios;

3º. Hemos de apagar el móvil, Dios no necesita teléfono, sabe escucharnos cuando nos vaciamos de nosotros mismos;

4º. No podemos ir al encuentro del Señor, como cuando se va a una excursión, a la playa, ni para desfilar modelitos…

5. La decencia en el vestir, debe ser decorosa, casta, pues tanto en el invierno como en el verano, hay vestidos castos.

6º. Está fuera de lugar: en la mujer: vestidos cortos, (minifaldas); escotes, pantaloncito corto, camisa sin manga, y cosas por el estilo, no llevan a la santidad. Y aunque parezca exageración no se puede ir como payasos, con demasiados colorines en sus vestidos.

7º. En el hombre; no es necesario que vayan con las mismas vestimentas, o parecidas en los deportes: chándal.

8. º Los jóvenes deben tomarse en serio, que ir al encuentro del Señor, no es un lugar para diversiones, risas, muchas distracciones. No es una asamblea de paganos, por eso, se ha de evitar llevar pendientes en la oreja, ocultar sus tatuajes, si por desgracia han caído en esa esclavitud del paganismo, de gente que no busca la santidad ni la perfección.

9º. Para todos, hemos de procurar poner la máxima atención, a las lecturas de la Santa Misa, al Evangelio y la homilía del sacerdote, se comprende, que el móvil, o lo hemos dejado en casa, o lo hemos pagado.

10. En toda la Santa Misa, desde el principio hasta el final, con verdadero recogimiento en el Señor. No nos demos prisa para salir a la calle, después que el sacerdote nos bendiga en el Nombre de la Santísima Trinidad. Quedémonos en silencio contemplativo ante el Señor, si no cabemos todo en el capillita, desde nuestros asientos, evitemos pensar cosas terrenales, con la ayuda del Señor podemos todos. Y lo conseguiremos siempre que tengamos vacío nuestro corazón para llenarlo del Señor, pues sólo Él debe ser verdadero Dueño de nuestro corazón, nos ayudará a mantenernos firmes por la gracia y la perseverancia de nuestros corazones en su santo amor.

11.º En la calle, sigue siendo lo más necesario Jesucristo, olvidémonos de los caprichos y engaños del hombre viejo, que hace lo posible, para que la Palabra de Señor que hayamos oído con corazón alegre, no nos lo robe, y quedemos sin fruto: meditemos la parábola del sembrador Mt13, 1-23; Mc, 4, 3-20.

12º. Ocupemos nuestros pensamientos en Dios, en todo momento, en cualquier sitios, ya en una excursión, paseo por al campo, en los momentos de vacaciones, tenemos mucho, mucho tiempo para dedicarnos a la oración, porque con la oración perseverante, entramos en la Voluntad y en el Corazón de Dios.

El Santo Padre Benedicto XVI, recordó, que en la mochila, debe llevarse también la Santa Biblia, este consejo es muy útil para ir ganando escalones, directamente al cielo. Pues tanto en vacaciones, a una merienda con la familia alguna excursión, etc. Siempre es imprescindible tener a Dios presente en nuestras vidas.

Ofrezcamos nuestro corazón a María, ella nos llevará al Señor, preparará nuestro corazón para Dios, y es que verdaderamente necesitamos de Jesús y de María Santísima para no caer en la oscuridad de la desesperación que provocan nuestros pecados y vicios. Hemos de mantener nuestro corazón en la pureza conforme al Corazón de Jesús y de María Santísima.

No dejemos que el día se termine, sin rezar al menos una parte del Santo Rosario, con sus letanías, también es recomendable que se rece las partes completas del Santo Rosario: Misterios de Gozos, Luminosos, de Dolor y Gloriosos. Sin prisas, sino atentamente. Si el Tentador nos mete prisas, no le hagamos caso, y sigamos atendiendo a Cristo y a María Santísima, orando con verdadera devoción y recogimiento.

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