La santidad de la Iglesia católica es una realidad.
Si amamos a la Iglesia, no podemos decir, "la Iglesia es pecadora", y ocultar la santidad. Pues la santidad es lo contrario del pecado, no existe relación entre santidad y vida de pecado, hay incompatibilidad.
La Iglesia es la Esposa de Cristo
Si la Iglesia es santa, ¿Por qué hay algunas personas, entre ellos, no todos los sacerdotes, que la causa está en que no creen en la fe que dicen profesar, que no se dedica a la oración con la debida pureza de corazón. El estar sumergido en cosas terrenales, les impide que en su corazón la belleza de la luz del Espíritu Santo, se cierren así mismo, y se quedan con la “sabiduría terrenal” de este mundo habituado en acusar a la Iglesia Católica, La “sabiduría de este mundo”, les dejan un corazón en penumbra, en oscuridad.
El número de pecados hace que el alma pierda el sentido, y si se habitúa en pecado mortal, es ahí, cuando muchos tienen la necesidad de renunciar a la Iglesia, por su rechazo a las obras de las tinieblas. Y muchos pecadores, los incorregibles, prefieren la oscuridad que la salud del alma.
- «La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está luminoso; pero cuando está malo, también tu cuerpo está a oscuras. Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo está enteramente luminoso, no teniendo parte alguna oscura, estará tan enteramente luminoso, como cuando la lámpara te ilumina con su fulgor.» (Lc 11, 34-36)
- «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá! » (Mt 6, 22-23).
- «Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12)
Permaneciendo con el corazón íntegro en Jesucristo, será totalmente imposible que juzguemos a la Iglesia de aquellas cosas malas que nunca jamás ha cometido ni puede cometer. Con una vida de entrega generosa a Dios, comprenderemos que la naturaleza de la Iglesia Católica es ser santa y extender su santidad a quienes estén dispuestos a acoger a Cristo en su corazón.
Es necesario pedir constantemente al Señor que nos libre de esas tinieblas, que hemos consentido tener por causa de no despojarnos de nuestro hombre viejo.
Solamente, si amamos con todo nuestro corazón a Cristo, nuestra vida, nuestro corazón seremos instrumentos para la caridad y la misericordia sin dobleces, y aceptaremos esa realidad de lo que el Señor nos habla sobre la santidad de la Iglesia Católica.
Entre los libros que tenemos, no puede faltar el Catecismo de la Iglesia Católica y su compendio, junto a las Sagradas Escrituras, y no precisamente para que esté adornado, sino como un medio para aumentar nuestros conocimientos a la doctrina santa de la Iglesia Católica.
La Iglesia no tiene ninguna relación con ningún tipo de pecado. Ella es caridad, y reparte generosamente el amor de Cristo a todos los que quieren acogerse a la protección de Dios.
El alma que renuncia a la protección de la Iglesia Católica, se expone a la ruina eterna de su propia alma.
Cuanto mayor es el número de pecados en el pecador, más resentimientos y rechazo tiene hacia la Iglesia Católica. Porque el demonio, es quien se siente apartado de la Iglesia, y los que están en vías de perdición, también siente que la Iglesia es muy incómoda, pues aparta del pecado y lleva a multitudes a la Vida eterna.
Los pecadores incorregibles a cada momento se rebela contra la Autoridad de la Iglesia Católica. Ellos quieren vivir en pecado, y en la Iglesia no tiene cabida a los pecados, ni a los vicios, pero siempre acoge con amor al pecador que desea convertirse con todo su corazón y con toda su alma, a Cristo, busca la eficaz ayuda de la Santa Madre Iglesia Católica que le ayuda a salir, victorioso contra esa maldad que le arrastraba a la desesperación. La Iglesia católica es también la esperanza de todo ser humano que busca sinceramente a Dios,
Veamos esas enseñanzas, que podemos creer con toda confianza,
Catecismo de la Iglesia Católica:
II LA IGLESIA ES SANTA
- 823 “La fe confiesa que la Iglesia... no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama ‘el solo Santo’, amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios” (LG 39). La Iglesia es, pues, “el Pueblo santo de Dios” (LG 12), y sus miembros son llamados “santos” (cf Hch 9, 13; 1 Co 6; 16,1)
- 824 La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y con Él, ella también ha sido santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir “la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios” (SC 10). En la es donde está depositada “la plenitud total de los medios de salvación” (UR 3). Es en ella donde “conseguimos la santidad por la gracia de dios” (LG 48).
- 825 “La Iglesia, en efecto, ya en la tierra se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta” (LG 48). En sus miembros, la santidad perfecta está todavía por alcanzar: “Todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre” (LG 11).
- 826 La caridad es el alma de la santidad a la que todos están llamados: “dirige todos los medios de santificación, los informa y los lleva a su fin” (LG 42):
- Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el más noble de todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que este corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que el amor sólo hacia obrar a los miembros de la Iglesia, que si el Amor llegará a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártires rehusarían verter su sangre...Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones, que el amor era todo, que abarcaba todos los tiempos y lugares… una palabra, que es ¡eterno! (Santa Teresa del Niño Jesús, ms. autob. B 3v)
- 827 “Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado, sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación” (LG 8; cf UR 3; 6). Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse pecadores (cf 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos (cf Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación:
- La Iglesia es, pues, santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de otra vida que la de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma, que impiden que a santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo (SPF 19)
- 28 Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores (cf LG 40; 48-51). “Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la Historia de la Iglesia” (CL 16, 3). En efecto, “ la santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero” (CL 17,3).
- 829 “La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio, los creyentes se esfuerzan todavía en vencer al pecado para crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María” (LG 65): en ella, la Iglesia es ya enteramente santa.
- 867 La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es “ex maculatis immaculata” (“inmaculada aunque compuesta por pecadores”). En los santos brilla su santidad; en María es ya enteramente santa.
La Iglesia es la Esposa de Cristo
- 796 La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del Cuerpo, implica también la distinción de ambos en una relación personal. Este aspecto es expresado con frecuencia mediante la imagen del Esposo y de la Esposa. El tema de Cristo esposo de la Iglesia fue preparado por los profetas y anunciado por Juan Bautista (cf. Jn 3, 29). El Señor se designó a sí mismo como "el Esposo" (Mc 2, 19; cf. Mt 22, 1–14; 25, 1–13). El apóstol presenta a la Iglesia y a cada fiel, miembro de su Cuerpo, como una Esposa "desposada" con Cristo Señor para "no ser con él más que un solo Espíritu" (cf. 1 Co 6,15–17; 2 Co 11,2). Ella es la Esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf. Ap 22,17; Ef 1,4; 5,27), a la que Cristo "amó y por la que se entregó a fin de santificarla" (Ef 5,26), la que él se asoció mediante una Alianza eterna y de la que no cesa de cuidar como de su propio Cuerpo (cf. Ef 5,29):
- 867 La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es “ex maculatis immaculata”(“inmaculada aunque compuesta por pecadores”). En los santos brilla su santidad; en María es ya enteramente santa.
- 1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho "santos e inmaculados ante él" (Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es "santa e inmaculada ante Él" (Ef 5,27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40).
Más en CIC : 796, 867,
Para saber más, en www.radiomaría.es puedes escuchar cada día el Catecismo de la Iglesia Católica, comentado por monseñor Ignacio Munilla, obispo.
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También el compendio del catecismo de la Iglesia Católica, por el padre José Miguel Marqués. Lo recomiendo vivamente. Además, Radio María tiene a lo largo de las 24 horas, muy interesantes contenidos doctrinales, muy fieles al Magisterio de la Iglesia Católica.
Ver también:
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CAPÍTULO V
UNIVERSAL VOCACIÓN A LA SANTIDAD
EN LA IGLESIA
EN LA IGLESIA
39-42
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