miércoles, 21 de octubre de 2015

Ser constante en la oración

 
Honor y gloria a la Santísima Trinidad. Bendita sea por siempre la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.
Dios les bendiga a todos vosotros, mis buenos hermanos y hermanas.

Desde hace tiempo ha mucha inquietud en la Iglesia Católica, y es que hay un debate en el Sinodo de las Familias, en que unos defienden los derechos de Cristo, pero hay otros que hacen todo lo contrario. Y es que Cristo a algunos pastores les resulta incómodo, puesto que no tienen amor de Dios en sus corazones. Cuando se habla de Dios sin fe, esto lleva a muchos pobres cristianos a confundirse.

Hay quienes suponen que podría ser el fin de la Iglesia Católica. La causa, que el tentador les convence que va a ser así. Pero los poderes del infierno no podrán prevalecer contra la Iglesia de Cristo. La oración sincera nos ayuda a fortalecer nuestra fe, no caemos en la indiferencia, sino que suplicamos al Señor que ponga remedio a tantos combates: el bien contra el mal, la Verdad contra los herejes y libertinos que actualmente ensucian a la Iglesia Católica.
 
La oración en espíritu y verdad nos encamina a la serenidad, nos sentimos seguros ante el Señor nuestro Dios, que realmente no nos deja solos, y tenemos o debemos tener profunda fe en Él.
 
Nos estamos fijando en este cuadro también, vemos a los apóstoles sentados o arrodillados, no se ven distraídos, sino que abren sus corazones para escuchar a Dios. Esto cuando vamos a la iglesia, no podemos consentir que nuestras vanas distracciones, imaginaciones nos dominen.
 
Cuando nuestra oración es sincera y complace al Señor, no vamos tras los enemigos de Dios, aprendemos de la oración y de la pureza de corazón, que no debemos relacionarnos ni sonreír a los herejes, la Palabra de Dios nos lo prohíbe. La Iglesia Católica tiene una doctrina saludable, que salva, si se debate contra la doctrina de la Iglesia Católica, ese no es hijo de Dios. Ya que rechaza las enseñanzas del Espíritu Santo.

San Pablo nos enseña que es inútil cualquier discusión con quienes no aceptan el mensaje salvador de nuestro Señor Jesucristo. Las discusiones no forman parte de la fe, pero los diálogos sí. Hay quienes se inclinan más por las discusiones que por un humilde diálogo en los asuntos de nuestra fe.

De la Iglesia Católica, y también de nuestra fe aprendemos a mejorar nuestro modo de orar al Señor, de ofrecernos a Él todos los días. Es necesario orar sin desfallecer, como nos sentimos envueltos en la sequedad, hemos de reforzar más todavía la oración, para que el enemigo no nos aplaste. Las sequedades en la oración no son causas del abandono de la oración, hemos de orar constantemente, expulsar a nuestro hombre viejo. Sin oración nuestro hombre viejo siempre nos mantendrá alejado de Jesucristo, pero si oramos, Cristo nos ayuda a que nuestra vida se vaya purificando día por día.

Oremos por los padres sinodales, que triunfen en la batalla contra el demonio, el instigador de todo mal. Pues sabemos que cuando mejor oremos, aún en nuestras sequedades, el demonio no tiene por qué salir triunfante. En nuestras sequedades, pero confiando siempre en el Señor, el demonio tiene las de perder siempre. Cristo está con nosotros en esta lucha, no nos deja solo en nuestro combate.

Hermano, descarga todas tus preocupaciones orando con el corazón, aléjate de toda angustia, porque Cristo es nuestra alegría. Corre a los pies de Jesús, saca de tu corazón palabras humildes, para que asi el Señor pueda escuchar a tu corazón, y no al ruido de las palabras, no al ruido de las vanas imaginaciones. ¡Ánimo, y perseveremos todos en el Amor de Dios!




 
Oficio de Lectura, XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
Que nuestro deseo de la vida eterna se ejercite en la oración De la carta de san Agustín, obispo, a Proba Carta 130,8,15.17- 9,18
 
 
¿Por qué en la oración nos preocupamos de tantas cosas y nos preguntamos cómo hemos de orar, temiendo que nuestras plegarias no procedan con rectitud, en lugar de limitarnos a decir con el salmo: Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo? En aquella morada, los días no consisten en el empezar y en el pasar uno después de otro ni el comienzo de un día significa el fin del anterior; todos los días se dan simultáneamente, y ninguno se termina allí donde ni la vida ni sus días tienen fin.
Para que lográramos esta vida dichosa, la misma Vida verdadera y dichosa nos enseñó a orar; pero no quiso que lo hiciéramos con muchas palabras, como si nos escuchara mejor cuanto más locuaces nos mostráramos, pues, como el mismo Señor dijo, oramos a aquel que conoce nuestras necesidades aun antes de que se las expongamos.
Puede resultar extraño que nos exhorte a orar aquel que conoce nuestras necesidades antes de que se las expongamos, si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues él ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes, y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante. Por eso, se nos dice: Ensanchaos; no os unzáis al mismo yugo con los infieles.
 
Cuanto más fielmente creemos, más firmemente esperamos y más ardientemente deseamos este don, más capaces somos de recibirlo; se trata de un don realmente inmenso, tanto, que ni el ojo vio, pues no se trata de un color; ni el oído oyó, pues no es ningún sonido; ni vino al pensamiento del hombre, ya que es el pensamiento del hombre el que debe ir a aquel don para alcanzarlo.
 
Así, pues, constantemente oramos por medio de la fe, de la esperanza y de la caridad, con un deseo ininterrumpido. Pero, además, en determinados días y horas, oramos a Dios también con palabras, para que, amonestándonos a nosotros mismos por medio de estos signos externos, vayamos tomando conciencia de cómo progresamos en nuestro deseo y, de este modo, nos animemos a proseguir en él. Porque, sin duda alguna, el efecto será tanto mayor, cuanto más intenso haya sido el afecto que lo hubiera precedido. Por tanto, aquello que nos dice el Apóstol: Sed constantes en orar, ¿qué otra cosa puede significar sino que debemos desear incesantemente la vida dichosa, que es la vida eterna, la cual nos ha de venir del único que la puede dar?
 

4 comentarios:

  1. Debemos mirar a Dios con los 6 sentidos, y digo 6 porque uno de ellos es el corazón, el corazón de la Fe con el que realmente hay que acercarse a Él. Es un sentimiento que nace, y se fortalece con la Oración y el amor a los demás. Gran exposición amigo José Luis. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala

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  2. Hola de nuevo José Luis, espero que estés bien amigo. Un abrazo muy grande y que Dios te bendiga.

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  3. Paso de nuevo a saludarte José Luis. Espero que estés bien amigo. Un abrazo.

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    1. Muchísimas gracias amigo Pepe, como ya he comentado en la nueva entrada, pues el portátil "Toshiba", me causa varios problemas, fallos en el momento de marcar un texto o número, el consumo de batería, la reparación no ha servido de nada, yo ya le había explicado al técnico que es lo que le pasaba. En uno de los extremos del portátil, se ha perdido un tornillo, o parece que se rompió uno, y por eso, no se ajusta, y en el otro extremo, por donde se conecta el cable para la red, también tiene fallos, y la batería se agota, y tengo que tenerlo de forma que el enchufe se mantenga firme, porque el más ligero movimiento, se corta la alimentación eléctrica, y se consume rápidamente la batería.

      Dios te bendiga siempre, amigo Pepe. Perdona por la tardanza en responder.

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