sábado, 12 de septiembre de 2015

El Santo Nombre de María es fuerza para nosotros, contra las tinieblas.

Con mucha alegría siempre damos gracias y alabanza al Señor nuestro Dios, y a la Santísima Virgen María, la Madre de Dios, la Llena de Gracia.
 

 
Mis buenos hermanos y hermanas, cuánta ganancia tenemos los cristianos cuando obedecemos con todo nuestro corazón a Dios, y amamos a la Santa Madre Iglesia Católica. Tenemos otras ventajas, la lectura de la doctrina de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia Católica. El Señor nos habla también por medio de sus amigos, que sabemos que son los santos y santas. Su testimonio de palabras, obras y enseñanzas, sirven siempre para todos los tiempos. Al menos eso es lo que pienso para mí, que es de gran ayuda.
 
 
 
 
También nosotros estamos destinados, si así lo queremos, y sé que tú, lo deseas de todo corazón, ser amigo, ser amiga de Dios, pues le reconoce como Padre bueno que es, y por eso, te dedicas con todas tus fuerzas a vivir según los intereses de Cristo, santificándote en tu propia vocación, ¡ánimo y adelante!
 
La devoción a la Madre de Dios es necesaria para el que quiera salvar el alma, y estar más cerca de Dios. Los que no son devotos de María Santísima están en grave peligro de condenación eterna. Por lo que yo pienso, y por mi propia experiencia, que no es suficiente amar a Jesús sin amar a María nuestra Madre. Pues es María Santísima quien nos ayuda a perfeccionar nuestro amor a Dios. Ella intercede por nosotros, siempre que la invoquemos con humilde corazón, Ella es quien nos ayuda a que nuestro corazón alcance mayor humildad.
Dios quiere y se complace que acudamos a la Santísima Virgen María, y si le obedecemos estamos en buen camino. Salimos ganando siempre en el sentido espiritual, y todo lo que el Señor nos quiera ofrecer como añadidura, especialmente, para comer y beber, y vestirnos. No procuramos saciarnos de las cosas terrenales, pues entonces, nuestra devoción sería engañosa. No acudimos al Señor para obtener bienes materiales, le pedimos ante todo, y debemos hacerlo, que nos ayude a no caer en la tentación: «No nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal. Amén», tentaciones visibles e invisibles son superadas cuánto más nos esforcemos a que nuestra devoción a la Madre de Dios, sea más perfecta siempre en conformidad con el Corazón de Cristo Jesús. 
 
Es necesario que todos los cristianos vayamos renovando nuestra consagración a la Santísima Virgen María, quien no esté consagrado todavía, que lo haga. Pero siempre es importante, antes de la consagración personal, hacer una confesión de todos los pecados, hacer antes un examen profundo ante el Sagrario, para que Cristo Jesús nos ilumine, y lo hará. Pero nosotros, una vez que hayamos sacado toda la inmundicia que tenemos en nuestro interior, suplicar al Señor, una vez que nos hayamos confesados, no volver a caer en las mismas porquerías de pensamientos y de obras, en esos pecados y vicios, que no deben formar parte de nuestro sentido cristiano.
 
No dejes de acudir a diario a la Madre de Dios, es bueno tener la medalla de la Milagrosa, o el escapulario del Carmen, no olvides de que estén bendecidos dignamente, no de cualquier manera. Pues así como los espíritus infernales huyen ante el Santísimo Nombre de Jesús, también huyen de terror ante el Santísimo nombre de María Santísima.
 
Sobre todo, insisto, el Santo Rosario, para cada día. He visto en vehículos que suelen tener el rosario colgado en el espejo que está por encima del volante, y sería bueno para ese conductor, que no sea como simple adorno, sino como medio para la vida espiritual. Imitar a la Santísima Virgen María es imitar a Jesucristo, es adorar a Dios.  
 
 
 La consagración a la Santísima Madre de Dios, ya personal, o con toda la familia, es muy provechoso, se puede asegurar la paz en el hogar, especialmente en lo personal. Fuera de nosotros, cuando no se es fiel a María Santísima, no lo será tampoco con Jesucristo, y por eso vemos la violencia tan tremenda que hay en el mundo, el demonio, nuestro enemigo, no tiene demasiada dificultad en enfrentamientos. Incluso, si un alma consagrada a Dios, no es un verdadero devoto a María Santísima, siempre engañado por el demonio, procurará discordias, la cizaña que siembra. Las ventadas de los verdaderos devotos de María Santísima, son todas, una de ellas, haber superado el pecado de la mundanidad. Solo piensan en las cosas de Dios y no las del mundo.
 
 

 
Liturgia de las Horas
T. IV
 
Piensa en María e invócala en todos los momentos
San Bernardo, abad
 
De las homilías sobre las excelencias de la Virgen María
 
 (Homilía 2, 17, 1-33: SCh 390, 1993, 168-170)
El evangelista dice: Y el nombre de la Virgen era María. Digamos algo a propósito de este nombre que, según dicen, significa estrella del mar y que resulta tan adecuado a la Virgen Madre. De manera muy adecuada es comparada con una estrella, porque, así como la estrella emite su rayo sin corromperse, la Virgen también dio a luz al Hijo sin que ella sufriera merma alguna. Ni el rayo disminuyó la luz de la estrella, ni el Hijo la integridad de la Virgen. Ella es la noble estrella nacida de Jacob, cuyo rayo ilumina todo el universo, cuyo esplendor brilla en los cielos, penetra en los infiernos, ilumina la tierra, caldea las mentes más que los cuerpos, fomenta la virtud y quema los vicios. Ella es la preclara y eximia estrella que necesariamente se levanta sobre este mar grande y espacioso: brilla por sus méritos, ilumina con sus ejemplos.
 
Tú, que piensas estar en el flujo de este mundo entre tormentas y tempestades en lugar de caminar sobre tierra firme, no apartes los ojos del brillo de esta estrella si no quieres naufragar en las tormentas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te precipitas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres zarandeado por las olas de la soberbia o de la ambición o del robo o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira o la avaricia o los halagos de la carne acuden a la navecilla de tu mente, mira a María. Si turbado por la enormidad de tus pecados, confundido por la suciedad de tu conciencia, aterrado por el horror del juicio, comienzas a ser tragado por el abismo de la tristeza, por el precipicio de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No la apartes de tu boca, no la apartes de tu corazón y, para conseguir la ayuda de su oración, no te separes del ejemplo de su vida. Si la sigues, no te extraviarás; si le suplicas, no te desesperarás; si piensas en ella, no te equivocarás; si te coges a ella, no te derrumbarás; si te protege, no tendrás miedo; si te guía, no te cansarás; si te es favorable, alcanzarás la meta, y así experimentarás que con razón se dijo: Y el nombre de la Virgen era María.
 
 
Catedral de Valencia
 
 

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