Cuando nos falta la vida de oración, el tentador nos hará creer que el hábito no hace al monje, pero no podemos creer las mentiras de este mundo.
Es una idea para contradecir la vocación de entrega total al Señor, que llama a la santidad como sacerdote y religioso.
Aparecen acusadores, que se atreven a negar el hábito religioso o la sotana, porque quieren desahogarse "Es que aquel que llevaba hábito o sotana" a cometido graves pecados". Hay otra realidad, contra esta mala intención, y es que muchas personas que no son religiosas, tampoco visten hábito religioso ni sotana, y con vestidos seglares, cometen barbaridad de escándalos. Sea como sea, el que peca, dice San Juan Evangelista que es del diablo. El vestido decente y casto no puede pecar, ni llevar a pecado. Mucho menos todo aquel que permanece en Cristo, no puede pecar (1Jn 3, 6); el que no permanece en Cristo se coloca al margen de la Iglesia Católica para cometer su pecado. Todo el que acusa a un alma consagrada es porque no lleva a Cristo en su corazón.
«En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.» (1Jn 3, 10)
Cuando el Señor llamó a una vida distinta a Francisco de Asís, se despojó de sus vestidos seglar arrojándolo al suelo, en presencia del Obispo de Asís.
Helo allí ya desnudo luchando con el desnudo; desechado cuanto es del mundo, sólo de la divina justicia se acuerda. Se esfuerza así por menospreciar su vida, abandonando todo cuidado de sí mismo, para que en este caminar peligroso se una a su pobreza la paz y sólo la envoltura de la carne lo tenga separado, entre tanto, de la visión divina. (San Francisco de Asís, Celano, vida primera, VI, 15, página 150. BAC).
También San Buenaventura nos habla cuando en la conversión de Francisco, devuelve todas sus pertenencias a su padre terreno, y que declara tener a Dios como verdadero Padre.
«Desembarazado ya el despreciador del siglo de la atracción de los deseos mundanos…». San Buenaventura Leyenda Mayor 2, 5. pag. 390. San Francisco de Asís, Escritos, biografía, documentos de la época, BAC 1980)
Despreciador del siglo, del seglarismo para dedicarse íntegramente como verdadero religioso, así mismo cuando fundó la Tercera Orden, la Iglesia lo ha reconocido como verdadera religión.
Y los franciscanos de la Tercera Orden de San Francisco de Asís, tenemos la necesidad de vivir nuestra vida tal como si estuviésemos en la Primera Orden, pero en el mundo, sin ser del mundo, este es el ideal de San Francisco de Asís, es el deseo de Cristo.
No debemos representar al mundo con nuestras formas de vestir, sino a Cristo, a nuestra profesión religiosa.
El estilo de vida de San Francisco de Asís, tras su conversión, quiso vivir literalmente todo lo que Cristo nos enseña. Pero no todos los seguidores de San Francisco de Asís aceptaban, esa forma de vida, y es curioso, seguir los pasos de San Francisco por el nombre franciscano, pero rechazan ese espíritu que tiene relación con las enseñanzas de Jesús nuestro Señor. Franciscanos que están en contradicción con las reglas; con el Evangelio como queda referido.
«Algunas veces le asaltaba ciertos presentimientos de que la Orden renegaría del contenido fundamental de su vocación. En momentos de expansión y desahogo gestos de profundo desagrado» (Lázaro Iriarte OFM Cap, Historia Franciscana, p. 69. Editorial Asís, 1979.)
Ese presentimiento que padeció San Francisco de Asís, no eran imaginaciones suyas, sino que realmente, querían acabar algunos desobedientes con el ideal del Santo. Hay conventos franciscanos que primero han perdido vocaciones, luego han cerrado, precisamente, por descuidos de la vida espiritual, y los vestidos seglares. Y es que no se puede ser franciscano si el corazón se inclina hacia el seglarismo.
Por causa de los malos prelados renunció al oficio de la prelacía. Preguntándole una vez un hermano porque había dejado el cuidado de los hermanos y los había confiado a manos ajenas, como si nada tuviera que ver con ellos, respondió: hijo mío, yo amo a los hermanos cuanto puedo, pero si siguieran mis huellas, los amaría más y no me desentendería de ellos. Hay algunos entre los prelados que los arrastran hacia otras cosas, proponiéndolo los ejemplos de los antiguos y dan poca importancia a mis avisos. Pero lo que hacen y como lo hacen aparecerá más claro al final».
Poco después, estando gravemente enfermo, por la fuerza del espíritu se incorporó en el lecho y exclamó: «¿quiénes son esos que arrebataron de mis manos mi Religión y mis hermanos?, si voy al capítulo general, yo le demostraré que es lo que quiero» (San Francisco de Asís, biografías, escritos y documentos de la época, EP 41. p. 724. BAC.)
Y lo que quería el Santo, es lo que el Señor le encomendó, es lo que también conocemos por lo que Jesús nos enseña en el Evangelio, y el Santo, supo llevarlo a cabo hasta el final de su vida. Y no sería tan difícil seguir sus huellas, cuando un gran número de hermanos, hicieron lo mismo, y los Santos Reformadores de esta Orden, recuperando el espíritu del Santo.
Y ser franciscano únicamente por el nombre de «franciscano», sólo queda eso, la superficialidad, porque el verdadero franciscano tiene que seguir devotamente a Cristo que se manifestó en el espíritu del Pobrecillo. Pues no conviene llevarnos a engaño, si todavía no hemos dado todo nuestro corazón a Cristo, como lo hizo el Santo de Asís.
Cuando Jesucristo llevó a San Francisco de Asís al cielo, en los siglos siguientes, han habido reformadores franciscanos; una y otra vez iban recuperando el espíritu de Cristo en San Francisco de Asís. Con un total despredimiento de todo lo que es contrario a los valores espirituales del Evangelio.
Un corazón que no se abre a Cristo, es imposible que comprenda al Espíritu Santo.
- «…Rebosando de alegría, se apresura inmediatamente el santo Padre a cumplir la doctrina saludable que acaba de escuchar; no admite dilación alguna en comenzar a cumplir con devoción lo que ha oído. Al punto desata el calzado de sus pies, echa por tierra el bastón y, gozoso con una túnica, se pone una cuerda en lugar de la correa. Desde este momento se prepara una túnica en forma de cruz para expulsar todas las ilusiones diabólicas; se la prepara muy áspera, para crucificar la carne con sus vicios y pecados; se la prepara, en fin, pobrísima y burda, tal que el mundo nunca pueda ambicionarla. Todo lo demás que había escuchado se esfuerza en realizarlo con la mayor diligencia y con suma reverencia. Pues nunca fue oyente sordo del Evangelio sino que, confiando a su feliz memoria cuanto oía, procuraba cumplirlo a la letra sin tardanza. (San Francisco de Asís, Celano, vida primera, IX, 22, página 154-155. BAC. 1980)
Franciscanos con dos signos: su hábito religioso y la Tau |
San Francisco de Asís como queda dicho lo recomendaba a sus seguidores, que incluso su forma de vestir, no debe parecerse a los seglares.
Capítulo XXXIX
Cómo reprendió el Santo, de palabra y con el ejemplo, a los que visten vestidos suaves y delicados
«Revestido como estaba este hombre de la virtud de lo alto, era más el calor del fuego divino que sentía dentro que el que le daba por fuera la ropa con que abrigaba el cuerpo. Execraba a los que en la Orden llevaban vestidos por partida triple y a los que usaban sin necesidad prendas delicadas. Y aseguraba que una necesidad expuesta más por el capricho que por la razón, es señal de un espíritu apagado. Decía: «Cuando el espíritu se entibia y llega poco a poco a enfriarse en la gracia, por fuerza la carne y la sangre buscan sus intereses. Porque - observaba también -, si el alma no encuentra gusto, ¿qué queda sino que la carne vuelva a lo suyo. Y entonces el instinto animal inventa necesidad, la inteligencia carnal forma conciencia». Y añadía aún: «Convengamos en que mi hermano tiene necesidad verdadera; que le afecta la falta de algo. Si se da prisa en remediarla y el echarla de sí, ¿qué premio recibirá? Hubo, ciertamente, ocasión de merecer; pero él ha dado bien a entender que le había disgustado». Con estas y parecidas observaciones flageló a los que no querían sufrir ninguna necesidad, pues no soportaba con paciencia era, para él, igual que volverse a Egipto.
» En fin, no quiere que los hermanos tengan en ningún caso más de dos túnicas; concede, sin embargo, que éstas pueden reforzarse cosiéndoles algunos retazos. Manda que se tenga horror a los paños finos, y a los contraventores censura acremente ante todos; y para confundirlos con el ejemplo, cose sobre la propia túnica un tosco retal de saco. Aún a la hora de la muerte misma pide que la túnica de mortaja esté cubierta de tosco saco.
» Permitía, con todo, a los hermanos a quienes asistía una razón de enfermedad o necesidad llevar sobre la carne una túnica más blanda, pero con tal que el hábito exterior fuese áspero y vil. Pues decía: «Vendrán días en que en tal grado se suavizará el rigor, dominará la tibieza hasta tal punto, que los hijos de un padre pobre no se avergonzarán ni en lo más mínimo de usar incluso paños de la calidad de la escarlata, distintos sólo en el color». En todo esto, Padre, nosotros, hijos espúreos, no te engañamos a ti; es, más bien, nuestra maldad la que se engaña. Queda esto más claro que la luz y se agrava de día en día.» (San Francisco de Asís, Escritos - biografías – Documentos de la época, «Celano. Vida segunda, 69, página 271. BAC. Madrid. 1980.)
VI ENCUENTRO - CONVIVENCIA 2010 Formandos Religiosos y Seminaristas ... México |
Foto: Comunidad parroquial, formativa, postulantes y postnovicios (1987 - Quintanilla) |
En el tiempo de la futura tribulación, aquellos que ingresaren en la Orden serán benditos, y, después de probados, serán mejores que sus antecesores
Decía el bienaventurado Francisco: — «Vendrán tiempos en que esta Religión amada de Dios, por los malos ejemplos de los hermanos, perderá su fama, de suerte que sus miembros tengan vergüenza de salir en público. Más los que en este tiempo vinieren a tomar el hábito de la Orden, lo harán movidos tan sólo por el Espíritu Santo; la carne y la sangre no dejarán en ellos mancha ninguna, y serán en verdad benditos del Señor. Y como en éstos no habrá aún obras meritorias, al languidecer el ambiente de caridad, que es la que mueve a los santos a obrar con fervor, les sobrevendrán tentaciones enormes. Y los que en ese tiempo hubieren salido victoriosos de la prueba, serán mejores que sus antecesores.
«Pero ¡ay de aquellos que, halagados de su vana y aparente vida religiosa y confiando en su sabiduría y ciencia, fueren encontrados ociosos, es decir, sin ejercitarse en obras virtuosas en el camino de la cruz y de la penitencia y en la pura observancia del Evangelio, que están obligados a guardar con pureza y sencillez en fuerza de su profesión! A los tales les faltará la constancia para resistir a las tentaciones que el Señor permite para prueba de los elegidos. Más todos los que, probados; salieren victoriosos de la prueba, recibirán la corona de la vida, para cuya consecución les ejercita entre tanto la malicia de los réprobos» (San Francisco de Asís, Escritos, biografías – documentos de la época. «San Buenaventura, Espejo de Perfección, 70, páginas 747-748. BAC.)
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Precisamente el camino de la ociosidad se halla en los juegos, fútbol y otros deportes, estos entretenimientos van apagando el espíritu de oración en el corazón del religioso.
Recuerdo hace años, que conocí a un piadoso y devoto ermitaño, me dijo que antes de ser llamado para la vida eremítica, era jugador de fútbol, pero con la llamada de Dios, lo dejó todo. Un día unos conocidos suyos, le invitaron a ver un partido de fútbol por la televisión, pero él rechazó la invitación, pues me comentaba, que ya no tenía interés sino en la oración, y si en el momento de que oraba ´quería hacerlo con todo su corazón, sin distracciones que podría sobrevenirle por esos momentos de relajación.
Y es verdad, los deportes no pueden inclinarnos hacia la verdadera devoción, el enemigo de las almas procurará por todos los medios, para que nuestras oraciones caigan en vasijas rotas, nos hará esas vasijas rotas. Pero si estamos centrado con los ojos puestos en el Señor, la tentación no podrá derribarnos.
Mañana si Dios quiere, palabras de Jesucristo a San Francisco de Asís.
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