viernes, 7 de octubre de 2011

Beato Gil de Asís

Mis lecturas favoritas entre los libros de los santos y santa, es sobre la vida de la Familia Franciscana, en ellos encontramos formas de amar más el camino de la oración y la vida de santidad, franciscanos en sus diversificasas ramas de la Santa Iglesia Católica, los capuchinos, y el primero de los capuchinos es el Santo Pío de Pietrelcina.

De los libros de santos franciscanos, tengo aquí mismo, uno que hace algunos años compré,

«Compañeros primitivos de San Francisco» escrito por Daniel Elcid Celigueta, del la Editorial BAC Popular, (1993), lo compré en una librería franciscana en Valencia, que tristemente ha cerrado. En esta tienda (San Lorenzo) también compré otros, el primero de ellos: las biografías de San Francisco de Asís, BAC, otro libro muy edificante: San Pedro de Alcántara por Fray Contardo Migloranza, que llega a confirmar todos mis pensamientos sobre la fidelidad al seguimiento de Jesucristo en cualquier tiempo. Y es preciosa que da este Santo a Santa Teresa de Jesús, cuando ella estaba preocupada por cuestiones de rentas. Más adelante si Dios quiere, compartiré lo que tengo escrito.
Estamos en un tiempo de desórdenes en muchos sentidos, pero Cristo viene a nuestro encuentro a consolarnos, es verdad que no lo merecemos por nuestras infidelidades, pero ahí está Cristo, cuando ve lo que hay en nuestro corazón, nos sana, y por sus santos y santas nos llena de mucha alegría y paz.
Nos enamoramos de Jesús como hicieron los santos, porque nosotros no estamos hecho para la vida presente, aún cuando nuestras debilidades y miserias nos lleve a olvidarnos de Jesús, pero por poco tiempo. Desearíamos que en todo momento, que ningún mal nos afectase, pero tenemos gracias a Dios el sacramento de la confesión, Cristo que nos ama nos espera para perdonarnos, y enseguida ya olvida nuestros pecados, cuando lo hemos confesado sin ocultar ninguno. 
Tenemos la fuerza de la Eucaristía, de la Gracia de Dios, de la libertad que el Señor nos da.  
En la librería franciscana en Valencia, había una serie de estampas sobre la vida de San Francisco de Asís y sus compañeros, unos preciosos dibujos que invitan a la piedad, y también los acompaña pensamientos espirituales de este Santo, y uno de ellos dice: «Los Santos hicieron las obras y nosotros refiriéndolas y predicándolas, queremos recibir por esto, gloria y honor», (Adm. 6); también podemos leerla en el libro que la BAC a editado estas admoniciones y mucho más. A mí cuando me cuentan una historia de vida de algún santo, es verdad que me hace pensar en ese santo, pero no puedo ni debo quedarme con  la sola historia que edeifica maravillosamente neustra vida; y del mismo modo que si vemos una película en la televisión, que una vez acabada la serie, seguiremos esperando a ver que viene después. Ese seguidamente lo podemos decidir nosotros, apartándonos de la televisión, y volver nuestro corazón a Dios.
Allá por la década de los noventa, pusieron una serie de tres episodios de San Felipe Neri, y estaba tan bien hecho, que nada más terminar ese capítulo, ni anuncios ni nada, directamente a la iglesia, porque Dios también nos puede llamar de esa forma, pero con dirección a Cristo, despojando nuestro corazón de todo lo terrenal.
Hubo también documentales por esa época de San Juan de la Cruz, etc. Cuando todavía la calidad de las historias de vidas de santos, era bien tratadas y respetada. 
Pero como había referido arriba del libro «Compañeros primitivos de San Francisco», toda su lectura es edificante.

Nuestros queridos hermanos Franciscanos, es que no paran de trabajar para gloria de Dios, y para nuestro bien, le hemos de estar muy agradecido por todo cuanto comparte con nosotros:

 BEATO GIL DE ASÍS. Paisano y contemporáneo de San Francisco, al que, con dieciocho años, se unió en abril de 1208, siendo el tercero de sus compañeros. Perteneció al grupo de los íntimos del Pobrecillo y lo acompañaba habitualmente. De origen humilde, era pobre, analfabeto, peón. De fraile se distinguió por su simplicidad y por su amor a la pobreza. Fue hombre de gran experiencia mística y de ingenio natural penetrante; sus Dichos, que conservamos, están llenas de tino ascético y de buen sentido. Hecho al trabajo desde niño, ayudaba a los campesinos, de los que recibía víveres para sí y sus hermanos. La devoción le llevó a visitar los grandes santuarios. De mayor vivió entregado a la contemplación y penitencia en los eremitorios de Umbría, y murió en el de Monteripido, cerca de Perusa, el 23 de abril de 1262.- Oración: Dios todopoderoso, que elevaste al vértice de la contemplación al beato Gil, concédenos, por su intercesión, que, amándote sobre todas las cosas, consigamos la paz que supera todo deseo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 Del referido libro: «Compañeros primitivos de San Francisco» escrito por Daniel Elcid Celigueta

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