viernes, 26 de abril de 2013

Del tratado de San Isidoro de Sevilla, sobre los oficios eclesiásticos

Unas reflexiones personales, pero también, como hoy es la festividad de San Isidoro de Sevilla, he transcrito, no ha sido un copiar y pegar, sino que desde el mismo tomo, he ido escribiendo el tratado que vamos a leer, y conviene meditar, ya que cada uno de nosotros estamos llamados a la santidad, y no hay camino de santidad, si en nuestro corazón se aloja desordenes...


Siempre he considerado la importancia del conocimiento de las Sagradas Escrituras, porque es desde ahí, donde podemos conocer todo lo que nos corresponde según la situación. Cuando se escribe un tema, y una persona se altera, porque no ha conseguido entender que lo que se escribe es con relación a la Palabra de Dios, pero no es un escrito caprichoso, como esperan algún lector “autosuficiente”, sino por medio de la “Lectio Divina”, como exhortaba el gran Benedicto XVI; papa emérito.

Pues si hablamos del Señor, tenemos que exponer nuestras palabras en conformidad con la doctrina de la Iglesia Católica, evitar a toda costa, que nuestras opiniones y malas costumbres, convertirlas en una “doctrina”, para imponerla a otros, ¡debemos evitarla!, pues ahí se esconde el pecado y el sectarismo. La humildad. Pero la humildad no es un consentimiento a la mundanidad, no es quedarse indiferente. Pero se lee al Papa como si no se leyera, porque el “autosuficiente”, el corazón embotado, el corazón pesado, es incapaz de hacer las renuncias del hombre viejo,
A mi modo de pensar, también sé, que todo lo que se escribe a los obispos y sacerdotes, para un servidor, pues no soy sacerdote. Encuentro que parte de la doctrina de los Santos Padres, también me concierne a mí. No todo. Pues el sacerdote y el obispo, debe ser guía del rebaño de Cristo. A los que formamos parte del rebaño de Cristo, nos toca obedecer, pero no una obediencia forzada, como si fuera un pesar, la Santa Obediencia nos da alas de libertad, para volar muy alto, sin atadura terrenales.
Los que tienen problemas de no obedecer santamente, se quedan con el corazón y los pies en la tierra, y la mente, desean las cosas de la tierra, se desviven por ella. No son libres, han renunciado la libertad de Cristo Jesús, para vivir según las condiciones del hombre carnal, del mundano.
Los que más hacen sufrir a Cristo Jesús, son las almas tibias, pues no renuncian a su soberbia. Soberbia que atrae para sí, todo tipo de desórdenes espirituales, son perezosos para leer y meditar las Sagradas Escrituras, no quieren comprender a Dios, aunque hablen de él, se dediquen algún tiempo de oración, pero no se quieren privar de pasar horas ante la televisión, contemplando un partido de fútbol, que es todo lo contrario que nos pide nuestro amado Señor Jesucristo.
  • «Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.» (1Tm 4, 3-4) 
Algunos se enojan porque tienen su corazón inclinado a lo que no es de Dios, y se apartan, si alguien dice por ejemplo, que el fútbol no lleva la vida de santidad, los aficionados hacen un desafío a Dios. Conocen mejor por su amor al mundo, los nombres de determinados futbolistas, pero no conocen siquiera el Nuevo Testamento.  
La soberbia hace que el mundano disfrute también de los festejos impíos y criminales, como son la tauromaquia, disfrutan ver como sufren esos pobres animales en ese circo romano, ante eran personas, ahora son animales, porque no respetan la creación de Dios, y estos actos, está por medio el odio y el desprecio a parte de la creación de Dios. Un corazón totalmente deshumanizado, se divierte mucho. Pero esto es un preludio, que en un futuro, hará otro tanto, con las almas que condenadas. Hoy día, el corazón  del impío, disfruta como ven y hacen sufrir a los animales, y a las personas, los demonios están haciendo otro tanto con las almas condenadas.
Hay sacerdotes, obispos, que están plenamente unidos al sentir de la Iglesia Católica, como nuestros papas, pero si queremos amar al Papa, hemos de profundizar sus enseñanzas. El Papa Francisco le está pasando lo que le pasaba a Jesucristo, que tenían seguidores, pero no todos querían aprovechar las sanas enseñanzas. Recordemos la parábola del sembrador, son muchas personas que sienten de un modo pasajero, rápido, superficial, mucha alegría, pero son inconstantes. También esto se hace notar en Internet, de tiempo en tiempo, el demonio envía a algunos de los suyos, para desviar el pensamiento de Cristo, y volverlo al “deporte rey”, y los idólatras disfrutan de ello, idólatras, no cristianos verdaderos. 
Pero ahora pasando otro asunto más importante, sobre lo que escribe San Isidoro de Sevilla. Que como había referido, también nosotros podemos alimentarnos de una porción espiritual, habiendo dado ejemplo, de un mayor conocimiento de las Sagradas Escrituras.
Los textos remarcados, nos ayudarán también a nosotros, que no somos pastores del rebaño, a ponerla en práctica, pero esto se requiere que nuestro corazón sea humilde.
Del tratado de San Isidoro de Sevilla, sobre los oficios eclesiásticos
Es preciso que el obispo sobresalga en el conocimiento de las Sagradas Escrituras, porque, si solamente puede presentar una vida santa, para sí exclusivamente aprovecharla; pero, si es eminente en ciencia y pedagogía, podrá enseñar a los demás y refutar a los contestatarios, quienes, si no se les va la mano y se les desenmascara, fácilmente seducen a los incautos.
El lenguaje del obispo debe ser limpio, sencillo, abierto, lleno de gravedad y corrección, dulce y suave. Su principal deber es estudiar la Santa Biblia,  los cánones, seguir el ejemplo de los Santos, moderarse en el sueño, comer poco y orar mucho, mantener la paz con los hermanos, a nadie se debe tener por menos, no condenar a ninguno si no estuviere convicto, no excomulgar sino a los incorregibles.
Sobresalga la humildad como en la autoridad, para que no por apocamiento queden por corregir los desmanes, ni por exceso de autoridad atemorice a los súbditos. Esfuércese en abundad en la caridad, sin la cual toda virtud es nada. Ocúpese con particular diligencia, el cuidado de los pobres, alimente a los hambrientos, vista al desnudo, acoja al peregrino, redima al cautivo, sea amparo de viudas y huérfanos,
Debe dar tales pruebas de hospitalidad, que a todo el mundo le abra sus puertas con caridad y benignidad. Si todo fiel cristiano debe procurar que Cristo le diga: Fui forastero y me hospedasteis, cuanto más el obispo, cuya residencia es la casa de todos. Un seglar cumple la hospitalidad abriendo su casa a algún que otro peregrino. El obispo si no tiene la puerta abierta a todo el que llegue, es un hombre sin corazón.
(Del Oficio Divino, Tiempo Pascual, Tomo II, págs.. 1481 y siguiente. )
Segunda reflexión:
También nosotros debemos tratar con caridad y benignidad, rechazando toda actitud mundana y superficial, porque es cierto, que hay quienes se han acostumbrados como si fuera algo bueno, lo que Dios abomina. Para evitar cualquier desorden, debemos ser sinceros con Dios, poner en práctica lo que la Iglesia, el Vaticano II, nos enseña con alegría de corazón.
La hospitalidad con los pobres, a ninguno debemos despreciar, sino ayudarles en la medida que podamos, y esto a través de Cáritas. Pues ayudando Cáritas, estamos ayudando a todos los pobres, no a uno sólo.
Lo que nos aparta de Cristo, de su amor, es cuando nos entregamos a los caprichos del hombre viejo, poniendo interés por ejemplo, a algo tan reprobable, como es perder el tiempo, en cualquier partido de fútbol, ahí se complace al príncipe de las tinieblas. Porque consigue que el corazón en vez de acudir a Dios, deje de orar y meditar, que es lo que consigue el Maligno en sus seguidores.
En todo caso, los que procuramos la perfección y santidad, para no corrompernos, debemos de huir de cualquiera que opten por la mundanidad, o por que deseen hacer un servicio a dos señores. Nosotros en cambio, estamos siempre con Jesucristo, con eo mismo sentir de la Iglesia Católica. Los cristianos mundanos, en la actualidad no viven con el mismo sentir de la Santa Madre Iglesia Católica, siempre van a la suya.
Nuestro combate, como enseña San Pablo: 
Combate espiritual contra las tinieblas, mundo, demonio y carne.
Efesios 6, 10-19:
«Por lo demás, hermanos, buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra los hombres de carne y hueso, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire. Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado las pruebas. Estad firmes: ceñid la cintura de la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el Evangelio de la Paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno.
Poneos el casco de la salvación, y empuñad la espada que es el Espíritu de la Palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando junto con constancia y suplicando por todos los santos. Pedid también por mí…»
Mirad, mis buenos hermanos, ¿cómo sabemos que amamos a Jesús? Cuando no ponemos nuestro corazón en la idolatría del deporte, cuando vencemos nuestra autosuficiencia, cuando nos arrepentimos de nuestra soberbia, que es raíz de todos los pecados y desordenes. 
Pues es conveniente para nuestra paz y felicidad, que no busquemos cosa fuera de Dios, Cristo es nuestra paz, es nuestra verdad.
 
¡Enamórate de la Palabra de Dios! Vas a descubrir maravillas, sentirás náuseas por las obras del diablo, que en momentos de la vida, te parece algo “alegre y maravilloso”. Con la oración del corazón humilde, nuestra vida se transforma conforme a los deseos de Jesús nuestro Dios y Señor, siendo así, que el ruido con qué nos tienta nuestro hombre viejo, ya no podrá sacar su “fruto venenoso” contra nosotros. Sólo Cristo nos da su Vida por medio de la Santa Madre Iglesia Católica. Pues fuera de la Iglesia Católica, nadie se puede salvar, como también lo ha vuelto a decir el Papa Francisco en comunión con los Santos.
 
Purifiquémonos nuestro corazón de todo egoísmo, de toda soberbia, de toda mundanidad e idolatría, que nos incapacita para comprender lo que el Señor nos está pidiendo porque nos ama y quiere salvarnos.
 
¡Déjate amar por Dios!, ¡Déjate guiar por el Espíritu Santo!, mantengamos la unidad en la caridad tal como Jesús nuestro Dios y Señor y la Santa Madre Iglesia Católica nos pide. No renunciemos los momentos para la oración y contemplación, y las obras de caridad.

Los Santos nunca se dejaron cautivar por las mundanidades, sino por el Amor de Dios, eran verdaderos enamorados de Dios, por eso, no aceptaban las "novedades" del mundo, novedades que empañan nuestro espíritu, que apaga nuestra fe y caridad, y suscita contínuas divisiones, porque no llevan a Cristo.

Dejémonos empapar hasta lo profundo de nuestro espíritu, del deseo de santidad, no hay santidad sin renuncias al mundo.

1 comentario:

  1. Esta gran entrada que nos dejas está llena de sabiduría, Fe y gran corazón. Mil gracias siempre por estar ahí, porque con todo lo que nos transmites nos ayudas mucho. Por cierto, la foto de cabecera de la Virgen del Rocío y el Simpecao es preciosa. Un fuerte abrazo y feliz fin de semana.

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