Unas reflexiones personales, pero también, como hoy es la festividad de San Isidoro de Sevilla, he transcrito, no ha sido un copiar y pegar, sino que desde el mismo tomo, he ido escribiendo el tratado que vamos a leer, y conviene meditar, ya que cada uno de nosotros estamos llamados a la santidad, y no hay camino de santidad, si en nuestro corazón se aloja desordenes...
Siempre he considerado la importancia del conocimiento de las Sagradas Escrituras, porque es desde ahí, donde podemos conocer todo lo que nos corresponde según la situación. Cuando se escribe un tema, y una persona se altera, porque no ha conseguido entender que lo que se escribe es con relación a la Palabra de Dios, pero no es un escrito caprichoso, como esperan algún lector “autosuficiente”, sino por medio de la “Lectio Divina”, como exhortaba el gran Benedicto XVI; papa emérito.
Pues si hablamos del
Señor, tenemos que exponer nuestras palabras en conformidad con la doctrina de
la Iglesia Católica, evitar a toda costa, que nuestras opiniones y malas
costumbres, convertirlas en una “doctrina”, para imponerla a otros, ¡debemos
evitarla!, pues ahí se esconde el pecado y el sectarismo. La humildad. Pero la
humildad no es un consentimiento a la mundanidad, no es quedarse indiferente. Pero
se lee al Papa como si no se leyera, porque el “autosuficiente”, el corazón
embotado, el corazón pesado, es incapaz de hacer las renuncias del hombre
viejo,
A mi modo de pensar,
también sé, que todo lo que se escribe a los obispos y sacerdotes, para un
servidor, pues no soy sacerdote. Encuentro que parte de la doctrina de los
Santos Padres, también me concierne a mí. No todo. Pues el sacerdote y el
obispo, debe ser guía del rebaño de Cristo. A los que formamos parte del rebaño
de Cristo, nos toca obedecer, pero no una obediencia forzada, como si fuera un
pesar, la Santa Obediencia nos da alas de libertad, para volar muy alto, sin
atadura terrenales.
Los que tienen
problemas de no obedecer santamente, se quedan con el corazón y los pies en la
tierra, y la mente, desean las cosas de la tierra, se desviven por ella. No son
libres, han renunciado la libertad de Cristo Jesús, para vivir según las
condiciones del hombre carnal, del mundano.
Los que más hacen
sufrir a Cristo Jesús, son las almas tibias, pues no renuncian a su soberbia.
Soberbia que atrae para sí, todo tipo de desórdenes espirituales, son perezosos
para leer y meditar las Sagradas Escrituras, no quieren comprender a Dios,
aunque hablen de él, se dediquen algún tiempo de oración, pero no se quieren
privar de pasar horas ante la televisión, contemplando un partido de fútbol,
que es todo lo contrario que nos pide nuestro amado Señor Jesucristo.
- «Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.» (1Tm 4, 3-4)
Algunos
se enojan porque tienen su corazón inclinado a lo que no es de Dios, y se
apartan, si alguien dice por ejemplo, que el fútbol no lleva la vida de
santidad, los aficionados hacen un desafío a Dios. Conocen mejor por su amor al
mundo, los nombres de determinados futbolistas, pero no conocen siquiera el
Nuevo Testamento.
La soberbia hace que el
mundano disfrute también de los festejos impíos y criminales, como son la
tauromaquia, disfrutan ver como sufren esos pobres animales en ese circo
romano, ante eran personas, ahora son animales, porque no respetan la creación
de Dios, y estos actos, está por medio el odio y el desprecio a parte de la
creación de Dios. Un corazón totalmente deshumanizado, se divierte mucho. Pero
esto es un preludio, que en un futuro, hará otro tanto, con las almas que
condenadas. Hoy día, el corazón del
impío, disfruta como ven y hacen sufrir a los animales, y a las personas, los
demonios están haciendo otro tanto con las almas condenadas.
Hay sacerdotes,
obispos, que están plenamente unidos al sentir de la Iglesia Católica, como
nuestros papas, pero si queremos amar al Papa, hemos de profundizar sus
enseñanzas. El Papa Francisco le está pasando lo que le pasaba a Jesucristo,
que tenían seguidores, pero no todos querían aprovechar las sanas enseñanzas.
Recordemos la parábola del sembrador, son muchas personas que sienten de un
modo pasajero, rápido, superficial, mucha alegría, pero son inconstantes.
También esto se hace notar en Internet, de tiempo en tiempo, el demonio envía a
algunos de los suyos, para desviar el pensamiento de Cristo, y volverlo al
“deporte rey”, y los idólatras disfrutan de ello, idólatras, no cristianos
verdaderos.
Pero ahora pasando otro
asunto más importante, sobre lo que escribe San Isidoro de Sevilla. Que como
había referido, también nosotros podemos alimentarnos de una porción espiritual,
habiendo dado ejemplo, de un mayor conocimiento de las Sagradas Escrituras.
Los textos remarcados,
nos ayudarán también a nosotros, que no somos pastores del rebaño, a ponerla en
práctica, pero esto se requiere que nuestro corazón sea humilde.
Del
tratado de San Isidoro de Sevilla, sobre los oficios eclesiásticos
Es preciso que
el obispo sobresalga en el conocimiento
de las Sagradas Escrituras, porque, si solamente puede presentar una vida
santa, para sí exclusivamente aprovecharla; pero, si es eminente en ciencia y
pedagogía, podrá enseñar a los demás y refutar a los contestatarios, quienes,
si no se les va la mano y se les desenmascara, fácilmente seducen a los
incautos.
El lenguaje del obispo
debe ser limpio, sencillo, abierto,
lleno de gravedad y corrección, dulce y suave. Su principal deber es estudiar la Santa Biblia, los cánones, seguir el ejemplo de los Santos, moderarse en el sueño, comer poco y
orar mucho, mantener la paz con los hermanos, a nadie se debe tener por menos, no
condenar a ninguno si no estuviere convicto, no excomulgar sino a los
incorregibles.
Sobresalga la humildad como en la autoridad, para que no por apocamiento
queden por corregir los desmanes, ni por exceso de autoridad atemorice a los
súbditos. Esfuércese en abundad en la
caridad, sin la cual toda virtud es nada. Ocúpese con particular
diligencia, el cuidado de los pobres, alimente a los hambrientos, vista al
desnudo, acoja al peregrino, redima al cautivo, sea amparo de viudas y
huérfanos,
Debe dar tales pruebas
de hospitalidad, que a todo el mundo le abra sus puertas con caridad y
benignidad. Si todo fiel cristiano debe procurar que Cristo le diga: Fui forastero y me hospedasteis, cuanto
más el obispo, cuya residencia es la casa de todos. Un seglar cumple la
hospitalidad abriendo su casa a algún que otro peregrino. El obispo si no tiene
la puerta abierta a todo el que llegue, es un hombre sin corazón.
(Del Oficio Divino,
Tiempo Pascual, Tomo II, págs.. 1481 y siguiente. )
También nosotros
debemos tratar con caridad y benignidad, rechazando toda actitud mundana y
superficial, porque es cierto, que hay quienes se han acostumbrados como si
fuera algo bueno, lo que Dios abomina. Para evitar cualquier desorden, debemos
ser sinceros con Dios, poner en práctica lo que la Iglesia, el Vaticano II, nos
enseña con alegría de corazón.
La hospitalidad con los
pobres, a ninguno debemos despreciar, sino ayudarles en la medida que podamos,
y esto a través de Cáritas. Pues ayudando Cáritas, estamos ayudando a todos los
pobres, no a uno sólo.
Lo que nos aparta de
Cristo, de su amor, es cuando nos entregamos a los caprichos del hombre viejo,
poniendo interés por ejemplo, a algo tan reprobable, como es perder el tiempo,
en cualquier partido de fútbol, ahí se complace al príncipe de las tinieblas.
Porque consigue que el corazón en vez de acudir a Dios, deje de orar y meditar,
que es lo que consigue el Maligno en sus seguidores.
En todo caso, los que
procuramos la perfección y santidad, para no corrompernos, debemos de huir de
cualquiera que opten por la mundanidad, o por que deseen hacer un servicio a
dos señores. Nosotros en cambio, estamos siempre con Jesucristo, con eo mismo sentir
de la Iglesia Católica. Los cristianos mundanos, en la actualidad no viven con
el mismo sentir de la Santa Madre Iglesia Católica, siempre van a la suya.
Nuestro combate, como
enseña San Pablo:
Combate
espiritual contra las tinieblas, mundo, demonio y carne.
Efesios 6, 10-19:
«Por lo demás, hermanos, buscad vuestra fuerza en el Señor y en su
invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas
del diablo, porque nuestra lucha no es contra los hombres de carne y hueso,
sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de
este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire. Por eso, tomad
las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes
después de haber superado las pruebas. Estad firmes: ceñid la cintura de la
verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud
para el Evangelio de la Paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las
flechas incendiarias del maligno.
Poneos el casco de la salvación, y empuñad la espada
que es el Espíritu de la Palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando
junto con constancia y suplicando por todos los santos. Pedid también por mí…»
Mirad,
mis buenos hermanos, ¿cómo sabemos que amamos a Jesús? Cuando no ponemos
nuestro corazón en la idolatría del deporte, cuando vencemos nuestra
autosuficiencia, cuando nos arrepentimos de nuestra soberbia, que es raíz de todos
los pecados y desordenes.
Pues es
conveniente para nuestra paz y felicidad, que no busquemos cosa fuera de Dios, Cristo
es nuestra paz, es nuestra verdad.
¡Enamórate
de la Palabra de Dios! Vas a descubrir maravillas, sentirás náuseas por las
obras del diablo, que en momentos de la vida, te parece algo “alegre y
maravilloso”. Con la oración del corazón humilde, nuestra vida se transforma
conforme a los deseos de Jesús nuestro Dios y Señor, siendo así, que el ruido
con qué nos tienta nuestro hombre viejo, ya no podrá sacar su “fruto venenoso”
contra nosotros. Sólo Cristo nos da su Vida por medio de la Santa Madre Iglesia
Católica. Pues fuera de la Iglesia Católica, nadie se puede salvar, como
también lo ha vuelto a decir el Papa Francisco en comunión con los Santos.
Purifiquémonos nuestro corazón de todo egoísmo, de toda soberbia, de toda mundanidad e idolatría, que nos incapacita para comprender lo que el Señor nos está pidiendo porque nos ama y quiere salvarnos.
¡Déjate amar por Dios!, ¡Déjate guiar por el Espíritu Santo!, mantengamos la unidad en la caridad tal como Jesús nuestro Dios y Señor y la Santa Madre Iglesia Católica nos pide. No renunciemos los momentos para la oración y contemplación, y las obras de caridad.
Los Santos nunca se dejaron cautivar por las mundanidades, sino por el Amor de Dios, eran verdaderos enamorados de Dios, por eso, no aceptaban las "novedades" del mundo, novedades que empañan nuestro espíritu, que apaga nuestra fe y caridad, y suscita contínuas divisiones, porque no llevan a Cristo.
Dejémonos empapar hasta lo profundo de nuestro espíritu, del deseo de santidad, no hay santidad sin renuncias al mundo.
Los Santos nunca se dejaron cautivar por las mundanidades, sino por el Amor de Dios, eran verdaderos enamorados de Dios, por eso, no aceptaban las "novedades" del mundo, novedades que empañan nuestro espíritu, que apaga nuestra fe y caridad, y suscita contínuas divisiones, porque no llevan a Cristo.
Dejémonos empapar hasta lo profundo de nuestro espíritu, del deseo de santidad, no hay santidad sin renuncias al mundo.
Esta gran entrada que nos dejas está llena de sabiduría, Fe y gran corazón. Mil gracias siempre por estar ahí, porque con todo lo que nos transmites nos ayudas mucho. Por cierto, la foto de cabecera de la Virgen del Rocío y el Simpecao es preciosa. Un fuerte abrazo y feliz fin de semana.
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