« La razón que lleva a encontrarnos con reacciones similares en colectivos tan diferenciados, tiene que ver con uno de los problemas comunicativos de la Iglesia: la falta de selectividad en el canal de comunicación con la sociedad. ¿A qué me refiero? Cuando habla públicamente el Papa, un obispo, un sacerdote o hasta un simple laico, se sobreentiende que es la Iglesia la que habla, pero no siempre es así. Otro elemento a tener en cuenta es que es imposible comunicar con toda la sociedad utilizando un mismo lenguaje. Para que el mensaje sea comprensible por todos, debería ser traducido al lenguaje que cada colectivo reconoce como suyo. Como no es posible realizar esta traducción, siempre tenemos errores en la comunicación de masas que realiza la Iglesia. Según el lenguaje empleado se aleje del colectivo que es capaz de entenderlo óptimamente, los errores serán más graves. Por ejemplo, el lenguaje de Benedicto XVI era impresionantemente preciso, claro y motivador para los colectivos que eran capaces de sintonizar con él. Para otros colectivos, las palabras del Santo Padre Emérito eran incomprensibles o producían gran cantidad de malos entendidos. Igual le sucedió a Juan Pablo II y le sucede ahora al Papa Francisco. » (Néstor Mora Núñez)
Precisamente, es lo mismo que enseñaba un Doctor de la Iglesia Católica, sobre el lenguaje de la predicación. San Alfonso María de Ligorio. Pues a todos tiene que llegar el mensaje de salvación. Que todos puedan comprenderlo con facilidad, tantos intelectos como personas que no saben leer. Es un lenguaje que procede del Espíritu Santo, y así, Benedicto XVI, nuestro querido Papa Emérito, se hacía y se hace comprender, por toda clase de personas, por su sencillez.
No es una novedad esto de falsear las enseñanzas del Sucesor de Pedro, a lo largo de los siglos, también, y si hacemos memoria al Evangelio de Cristo vemos como sus enemigos se inventaban mentiras contra Jesucristo, y por Cristo sufrieron los Apóstoles. En otras partes del mundo, también muchos cristianos que aman a Cristo, son calumniados de blasfemos y lo condenan a morir, mártires de Cristo. Porque el tener un rosario para rezar, una Biblia católica, sabemos que no es ningún delito a los ojos de Dios, y precisamente, cuántas "matanzas en nombre de Dios"
Otros crímenes, las de los medios de información laicistas.
El Papa Francisco dice que hay que Dios perdona a quien obedece
su conciencia. Pero una conciencia bien formada, instruida en la fe, no puede
cometer pecado, no puede cometer abusos a la Divina Misericordia.
Algunos dicen, después de haber cometido un acto reprobable: “Mi
conciencia no me dice nada, me siento tranquilo”, sin embargo, sigue cometiendo
los mismos males, pecados y vicios: “la conciencia no me dice nada”
·Papa Francisco: “En primer lugar, me pregunta si el Dios de los
cristianos perdona a los que no creen y no buscan la fe. Teniendo en cuenta que
--y es la clave-- la misericordia de Dios no tiene límites si nos dirigimos a
Él con un corazón sincero y contrito, la cuestión para quienes no creen en Dios
es la de obedecer a su propia conciencia. El
pecado, aún para los que no tienen fe, existe cuando se va contra la
conciencia. Escuchar y obedecerla significa de hecho, decidir ante lo que se
percibe como bueno o como malo. Y en esta decisión se juega la bondad o la
maldad de nuestras acciones.” (Roma, . El
papa Francisco
abre un diálogo público con los no creyentes. - Zenit.org )
A mi parecer, que solo desde la fe dela Iglesia Católica, la conciencia puede ser
rectamente formada, pero no nos quedamos en la superficialidad, ya que una
conciencia bien formada, nos lleva por el camino de la caridad, de la humildad
de corazón para permanecer con Cristo.
Yo siempre he entendido, que si Dios perdona mis pecados, es
cuando busco el arrepentimiento. Pero sería trágico para un alma, que no cree
en Dios, tampoco creerá en el perdón del Señor; o que le dará igual ser
perdonado como que no. Yo encuentro un tanto extraño, el párrafo.
Si para el creyente, para nosotros los cristianos que amamos la
Iglesia Católica, todavía encontramos defectos en nuestra conciencia, por su no
completa formación, sabemos que para gozar del perdón de Dios necesitamos el
sacramento de la penitencia, y es desde ahí que Dios perdona nuestros pecados,
porque nos hemos arrepentidos, y nos esforzamos por no recaer en los pecados y
vicios que corrompen nuestra vida de fe.
Para
los que no creen ni buscan la fe, dice el Apóstol San Pedro: «Si el justo se salva a duras penas ¿en qué
pararán el impío y el pecador?» (1 Pedro 5, 18). La Palabra de Dios nos
habla sobre la importancia de la fe, para que nos reconozcamos necesitados del
perdón de Dios y caminar con Cristo Jesús.
Una persona sin
fe, es como un cadáver (cfr St 2, 26); «La Fe es fundamento de lo que se
espera, y garantía de lo que no se ve» (Hb, 11, 6), sin fe es imposible
complacer a Dios (cfr Hb, 11, 6), con la fe nos apartamos de la mundanidad y de
toda clase de idolatría. ¿Dios nos perdona si no tenemos fe, ni le buscamos? «Y
si el justo a duras penas se salva, ¿Qué será
del impío y pecador? (1Pe 4, 18). Pero el Señor siempre desea perdonarnos,
y nos da soluciones para conseguir su perdón y comenzar con una vida de gracia
y santidad, o recuperarla si por culpa nuestra nos hemos desviados del camino
de la santidad.
Pues aquello que pudiera ser “conciencia”, podría ser una
sugestión maligna, diabólica para cometer abominaciones y crímenes, y “la
conciencia no da la voz de alarma”
Hay quienes ha dicho: “una voz me ha dicho que cometa esta acción”,
y se ha imaginado que es de su propia conciencia.
En la respuesta que el Papa Francisco a un no creyente, añadía: “”El pecado, aún para los que no tienen fe,
existe cuando se va contra la conciencia. Escuchar y obedecerla significa de
hecho, decidir ante lo que se percibe como bueno o como malo.”
Hoy día, muchos cristianos ha perdido la conciencia recta, la
gravedad del pecado, ya no le da tanta importancia, que justificando incluso
acciones mundanas y perversas, aprobando ciertas cosas que Dios ha reprobado y
condenado, no sienten remordimiento de conciencia. Aún cuando comulgan, lo
hacen sin fe, sin amor ni reverencia a Dios. Y asi como San Pedro decía lo
dificultoso que es la salvación para el justo, Jesús enseñaba sobre los que
optan por el camino ancho que lleva a la perdición. Muchos querrán entrar y no
podrán.
El pecado existe, tanto para los que tienen fe y no lo tienen,
no porque no se crea en Dios, ya el pecado no será pecado; no porque algunos
han perdido el sentido grave del pecado, ya no existe. El pecado sin duda, es una realidad presente, entonces sí que se
comprende esta enseñanza. La existencia del pecado.
El pecado es siempre un atentado contra la propia conciencia.
Cuando más se peca contra la conciencia, llega un momento, en que deja de
sentir remordimientos, la costumbre de pecar, ha endurecido su corazón, dejando
su conciencia adormecida, insensible.
Pero dirán alguno, “no exageres, que Dios es eternamente
misericordioso, y enseguida nos perdona”. Otros podrían decir: “esto es un
chollo, puedes pecar y confesarte, y ya estás perdonado, y volver a pecar” Esto
significa, que en la hora de la muerte, no se arrepentirá de sus pecados, aún
más, terminaran desesperados y lanzará gritos de dolor, y alaridos, no querrán
confesarse.
En uno de los sermones o consideraciones de San Alfonso María de
Ligorio, nos abre los ojos:
PUNTO 2
Dirá, quizá,
alguno: «Puesto que Dios ha tenido para mí tanta clemencia en lo pasado, espero
que la tendrá también en lo venidero.» Mas yo respondo: «y por haber sido Dios
tan misericordioso contigo, ¿quieres volver a ofenderle?» «¿De ese modo--dice
San Pablo-desprecias la bondad y paciencia de Dios ? ¿Ignoras que si el
Señor te ha sufrido hasta ahora no ha sido para que sigas ofendiéndole, sino
para que te duelas del mal que hiciste?» (Rm 2, 4). y aun cuando tú, fiado en
la divina misericordia, no temas abusar de ella, el Señor te la retirará. «Si
vosotros no os convirtiereis, entensará su arco y le preparará (Sal. 7,
13). Mía es la venganza, y Yo les daré el pago a su tiempo (Dt., 32,
3S). Dios espera; mas cuando llega la hora de la justicia, no espera más y
castiga.
Aguarda Dios
al pecador a fin de que se enmiende (Is., 30, 18); pero al ver que el tiempo
concedido para llorar los pecados sólo sirve para que los acreciente, válese de
ese mismo tiempo para ejercitar la justicia (Lm.,
I, 15). De suerte que el propio tiempo concedido, la misma misericordia
otorgada, serán parte para que el castigo sea más riguroso y el abandono más
inmediato. «Hemos medicinado a Babilonia y no ha sanado. Abandonémosla»
(Jer., 51, 9).
¿Y cómo nos abandona Dios? O envía la muerte al pecador, que así muere sin
arrepentirse, o bien le priva de las gracias abundantes y no le deja más que la
gracia suficiente, con la cual, si bien podría el pecador salvarse, no se
salvará. Obcecada la mente, endurecido el corazón, dominado por malos
hábitos, será la salvación moralmente imposible; y así seguirá, si no en
absoluto, a lo menos moralmente abandonado. «Le quitará su cerca, y será
talada…» (Is., 5, 5). ¡Oh, qué castigo! Triste señal es que el dueño rompa
el cercado y deje que en la viña entren los que quisieren, hombres y ganados: prueba
es de la abandona.
Así, Dios, cuando deja abandonada un alma, le quita la valla del temor, de
los remordimientos de conciencia, la deja en tinieblas sumida, y luego penetran
en ella todos los monstruos del vicio (Sal. 103, 20). y el pecador,
abandonado en esa oscuridad, lo desprecia todo: la gracia divina, la gloria,
avisos, consejos y excomuniones; se burlará de su propia condenación (Pr.,
18, 3).
Le dejará Dios
en esta vida sin castigarle, y en esto consistirá su mayor castigo. «Apiadémonos del impío…; no aprenderá (jamás) justicia»
(Is. 26, 10). Refiriéndose a ese pasaje, dice San Bernardo (Serm, 42, in Cant):
«No quiero esa misericordia, más terrible que cualquier ira».
Terrible castigo es que Dios deje al pecador en sus pecados y, al parecer,
no le pida cuenta de ellos (Sal. 10, 4). Diríase que no se indigna contra él
(Ez., 16, 42) y que le permite alcanzar cuanto de este mundo desea (Sal. 80,
13). ¡Desdichados los pecadores que prosperan en la vida mortal! ¡Señal es
que Dios espera a ejercitar en ellos su justicia en la vida eterna!
Pregunta Jeremías (Jer., 12, 1): «¿Por qué el camino de los impíos va en
prosperidad?» y responde en seguida (Jer., 12, 3) : «congrégalos como el
rebaño para el matadero.»
No hay, pues, mayor castigo que el de que Dios permita al pecador añadir
pecados a pecados, según lo que dice David (Sal. 68, 28-29): «Ponles maldad
sobre maldad… Borrados sean del libro de los vivos»; acerca de lo cual dice San
Belarmino: «No hay castigo tan grande como que el pecado sea pena del pecado.»
Más le valiera a alguno de esos infelices que cuando cometió el primer pecado
el Señor le hubiera hecho morir; porque muriendo
después, padecerá tantos infiernos como pecados hubiere cometido.
PUNTO 3
Refiérese en la Vida del Padre Luis de Lanuza que cierto día dos amigos estaban
paseando juntos en Palermo, y uno de ellos, llamado César, que era comediante,
notando que el otro se mostraba pensativo en extremo, le dijo: «Apostaría a que
has ido a confesarte, y por eso estás tan preocupado. Yo no quiero acoger tales
escrúpulos... Un día me dijo el Padre Lanuza que Dios me daba doce años de vida
y que si en ese plazo no me enmendaba tendría mala suerte. Después he viajado
por muchas partes del mundo; he padecido varias enfermedades, y en una de ellas
estuve a punto de morir. Pero en este mes, cuando van a terminar los famosos
doce años, me hallo mejor que nunca. ..». y luego invitó a su amigo a que
fuese, el sábado inmediato, a ver el estreno de una comedia que el mismo César
había compuesto y en aquel sábado, que fue el 24 de noviembre de 1668, cuando
César se disponía a salir a escena, dióle de improviso una congestión y murió
repentinamente en brazos de una actriz. Así acabó la comedia.
Dirás, acaso, que en dónde está ese modo de misericordia de Dios… ¡Ah,
desdichado! ¿No te parece misericordia el haberte Dios sufrido tanto tiempo con
tantos pecados? Prosternado ante Él y con el rostro en tierra debieras estar
dándole gracias y diciendo: «Misericordia del Señor es que no hayamos sido
consumidos» (Lm., 3, 22).
Pues bien,
hermano mío; cuando la tentación del enemigo te mueva a pecar otra vez si
quieres condenarte puedes libremente cometer el pecado; mas no digas que deseas
tu salvación. Mientras quieras pecar, date por condenado, e imagina que Dios
decreta su sentencia, diciendo: «¿Qué más
puedo hacer por ti, ingrato, de lo que ya hice?» (Is., 5. 4). y ya que
quieres condenarte, condénate, pues… tuya es la culpa.
Al cometer un solo pecado mortal incurriste en delito - mayor que si hubieras
pisoteado al primer soberano del mundo. y tantos y tales has cometido que si esas
ofensas de Dios las hubieses hecho contra un hermano tuyo, no las hubiera éste
sufrido… Más Dios no sólo te ha
esperado, sino que te ha llamado muchas veces y te ha ofrecido el perdón.
¿Qué más debía hacer"? (Is., 5, 4).
Si Dios tuviese necesidad de ti, o si le hubieses honrado con grandes
servicios, ¿podría haberse mostrado más clemente contigo? Así, pues, si de
nuevo volvieras a ofenderle, harías que su divina misericordia se trocara en
indignación y castigo.
Si aquella higuera hallada sin frutos por su dueño no los hubiera dado tampoco
después del año de plazo concedido para cultivarla, ¿quién osaría esperar que
se le diese más tiempo y no fuese cortada? Escucha, pues, lo que dice San
Agustín: « ¡Oh árbol infructuoso!, diferido fue el golpe de la segur. ¡Mas no
te creas seguro, porque serás cortado! Fue aplazada la pena-expresa el Santo-,
pero no suprimida. Si abusas más de la divina misericordia, el castigo te
alcanzará: serás cortado.»
¿Esperas, por tanto, a que el mismo Dios te envíe al infierno? Pues si te
envía, ya lo sabes, jamás habrá remedio para ti. Suele el Señor callar, mas no
por siempre. Cuando llega la hora de la justicia, rompe el silencio.Esto
hiciste y callé. Injustamente creíste que sería tal como tú. Te argüiré y te
pondré ante tu propio rostro (Sal. 49, 21). Te pondrá ante los ojos los actos
de divina misericordia, y hará que ellos mismos te juzguen y condenen.
«Preparación para la muerte», de San Alfonso María de Ligorio,
paginas 147-155.
Démonos cuenta que la Misericordia de Dios, nos encamina al
arrepentimiento absoluto de nuestros pecados y vicios, no es volver al vómito
del pecado, sino perseverar en su Santísima Voluntad.
¡Qué terrible que el que está habituado en el pecado, ya no
sienta remordimiento de conciencia! Dios nos espera porque quiere
recompensarnos en el momento en que le digamos perdón con sincero corazón, se
requiere verdadero dolor de los pecados.
Comenté en alguna ocasión, que en la JMJ Madrid 2011, nuestro
grupo parroquial, que el que quisiera confesarse podría acercarse a uno de los confesonarios,
y así fue Pasado los minutos, de nuevo nos reuníamos en la zona del parque. Uno
de ellos dijo a otros jóvenes, “En la confesión no me he confesado todos los
pecados, he engañado al sacerdote”. El que obra así, no desea arrepentirse de
sus pecados, como vemos, si confiesan, porque otros han insistido que lo haga,
o por el qué dirá, es capaz de cometer sacrilegio en la confesión, como también
en la Sagrada Comunión. Y en la mala conducta, no sentir remordimientos, es el
peor castigo que ya el alma puede padecer en este mundo.
·San Agustín: « ¡Oh árbol infructuoso!, diferido fue el golpe de la
segur. ¡Mas no te creas seguro, porque serás cortado! Fue aplazada la pena,
pero no suprimida. Si abusas más de la divina misericordia, el castigo te
alcanzará: serás cortado.»
Para el cristiano que ha perdido el sentido del pecado termina
por corromperse,
«Conozco tu conducta: no
eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que
eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.» (Ap 3,
15-16)
Es peor el tibio que el que no cree. Pues el tibio puede un día terminar
en apostasía y luchar contra la Iglesia Católica como ya ha sucedido. Pero
antes, sentirá ciertos remordimientos en la conciencia, algo que se puede
evitar cuando más profundamente nos dediquemos a la vida de oración, a vivir
conforme a Cristo, y así, los pecados no nos dominarán. Porque con la vida de
gracia, Dios es quien nos ayuda a vencer la maldad.
Para formar rectamente la conciencia, no nos podemos bastar
nosotros mismos, pues necesitamos ayuda espiritual, que Dios puede poner en
nuestro camino. Una buena dirección espiritual, la obediencia humilde al
sacerdote que está muy unido a Cristo y ama intensamente a la Iglesia Católica
que es fiel con su vocación sacerdotal, que no es mundano, y no tiene aficiones
idolátricas, pues como había dicho lo de estar muy unido a Cristo. Porque así
no expone ideas propias, sino la sabiduría del Espíritu Santo.
Leyendo a San Alfonso María de Ligorio, aprendemos que no
siempre es fácil encontrar un sacerdote que nos ayude en los temas espirituales
y vida de santidad, y por eso, un buen libro de doctrina espiritual, también
puede ser ayuda a formar nuestra conciencia.
En estos tiempos, tenemos las enseñanzas del Bienaventurado
Benedicto XVI, que es una importantísima guía espiritual, que nos ayuda a vivir
más plenamente el Evangelio de Cristo.
Y no descuidemos las palabras del Papa Francisco que nos encamina
hacia un Evangelio más radical, al modo de los santos, podemos aprender
muchísimo bien. Debemos tomar en serio, perseverar en estas enseñanzas que nos
lleva a la salvación eterna. Pero no todos comprenden sus enseñanzas, y no tarda
mucho tiempo, en que lo bueno que han escuchado, es como la parábola de Jesús, la
semilla buena del sembrador que cae en mala tierra, y no crece, se seca y se
muere.
Una conciencia mal formada, y que le cuesta corregirse, cuando
hace aparentar que gusta un pensamiento espiritual, suelen responder con
expresiones sin sentido, por ejemplo; -“graciasssssss”-, para ser tierra buena,
necesita una buena formación, porque con estas y otras exclamaciones parecidas,
se hace notar con una mala disposición, que sólo Dios sabe si cambiará o no. Pero
no son expresiones cristianas, sino mundanas, como si fuera un desafío a la
madurez cristiana, que no quiere cambiar.
Pero gracias a Dios, en las redes sociales, me he encontrado
cristianos muy comprometidos con su propia fe, unos casados, otros sacerdotes, encontramos
almas consagradas en una orden religiosa, también los hay seglares. Se toman en
serio su oposición a lo mundano para ir creciendo en los auténticos valores
espirituales y santos. Estas personas también pueden ayudarnos a corregir
nuestros propios defectos.
Son personas que viven para gloria de Dios, que de verdad se
preocupan de sus hermanos y hermanas en la fe de la Iglesia Católica que es
Madre y Maestra.
Mensaje a los participantes en un curso de la
Penitenciaría Apostólica
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de marzo de 2009 (ZENIT.org).-
Ofrecemos a continuación el texto completo del mensaje que el Papa Benedicto
XVI ha enviado a los participantes en un curso sobre el Fuero Interno,
organizado por el Tribunal de la Penitenciaría Apostólica.
*******
Al
Venerado Hermano
señor
cardenal James Francis Stafford
Penitenciario
Mayor
Con satisfacción, también este
año, me dirijo con afecto a usted, señor cardenal, y a los queridos
participantes en el curso sobre el Fuero Interno, promovido por esta
Penitenciaría Apostólica y que ha llegado ahora a su XX edición. Saludo a todos
con afecto empezando por usted, venerado hermano, extendiendo mi grato
pensamiento al Regente, al personal de la Penitenciaría, a los organizadores de
este encuentro, como también a los religiosos de las distintas órdenes que
administran el sacramento d ella penitencia en las Basílicas Papales de Roma.
Esta benemérita iniciativa
pastoral vuestra, que atrae cada vez más interés y atención, como lo atestigua
el número de cuantos quieren formar parte de ella, constituye un seminario
singular de actualización pastoral, cuyos resultados no confluirán, como en las
Actas de otros congresos, solo en una publicación al caso, sino que se
convertirán en materiales útiles a los participantes para proporcionar
respuestas adecuadas a cuantos se encuentren durante la administración del
sacramento de la penitencia. En este nuestro tiempo, constituye sin duda una de
nuestras prioridades pastorales el
formar rectamente la conciencia de los creyentes para que, como he podido
reafirmar en otras ocasiones, en la
medida en que se pierde el sentido del pecado, aumentan por desgracia los
sentimientos de culpa, que se quisieran eliminar con remedios paliativos
insuficientes. En la formación de las conciencias contribuyen múltiples y
preciosos instrumentos espirituales y pastorales que hay que valorar cada vez
más; entre estos me limito a señalar hoy brevemente la catequesis, la
predicación, la homilía, la dirección espiritual, el sacramento de la
Reconciliación y la celebración de la Eucaristía.
Ante todo, la catequesis. Como
todos los sacramentos, también el de la Penitencia requiere una catequesis
previa y una catequesis mistagógica para profundizar el sacramento “per
ritus et preces”, como bien subraya la Constitución litúrgica Sacrosanctum
Concilium del Vaticano II (cfr n. 48). Una catequesis adecuada ofrece una
contribución concreta a la educación de las conciencias estimulándolas a
percibir cada vez mejor el sentido del pecado, hoy en parte perdido o, peor,
oscurecido por un modo de pensar y de vivir “etsi Deus non daretur”,
según la conocida expresión de Grocio, que está ahora de gran actualidad, y que
denota un relativismo cerrado al verdadero sentido de la vida.
A la catequesis debe unirse un
sabio uso de la predicación, que en la historia de la Iglesia ha conocido
formas diversas según la mentalidad y las necesidades pastorales de los fieles.
También hoy, en nuestras comunidades se practican estilos diversos de
comunicación que utilizan cada vez más los modernos instrumentos telemáticos a
nuestra disposición. En efecto, los actuales media si por un lado
representan un desafío con el que medirse, por otro ofrecen oportunidades
providenciales para anunciar de forma nueva y más cercana a las sensibilidades
contemporáneas la perenne e inmutable Palabra de verdad que el Divino maestro
ha confiado a su Iglesia. La homilía, que con la reforma querida por el
Concilio Vaticano II ha vuelto a adquirir su papel “sacramental” dentro del
único acto de culto constituido por la liturgia de la Palabra por la de la
Eucaristía (SC 56), es sin duda la forma de predicación más difundida, con la
que cada domingo se educa la conciencia de millones de fieles. En el reciente
Sínodo de los Obispos, dedicado precisamente a la Palabra de Dios en la
Iglesia, diversos padres sinodales insistieron oportunamente en el valor y la
importancia de la homilía para adaptarla a la mentalidad contemporánea.
También la “dirección espiritual” contribuye a formar las conciencias. Hoy más
que nunca se necesitan “maestros de espíritu” sabios y santos: un importante
servicio eclesial, para el que es necesaria sin duda una vitalidad interior que
debe implorarse como don del Espíritu Santo mediante la oración prolongada e
intensa y una preparación específica que adquirir con cuidado. Todo sacerdote
además está llamado a administrar la misericordia divina en el sacramento de
Penitencia, mediante el cual perdona en nombre de Cristo los pecados y ayuda al
penitente a recorrer el camino exigente de la santidad con conciencia recta y
formada. Para poder llevar a cabo un ministerio tan indispensable, todo
presbítero debe alimentar su propia vida espiritual y cuidar la permanente actualización
teológica y pastoral. Finalmente, la conciencia del creyente se afina cada vez
más gracias a una devota y consciente participación en la Santa Misa, que es el
sacrificio de Cristo para la remisión de los pecados. Cada vez que el sacerdote
celebra la Eucaristía, recuerda en la Plegaria Eucarística que la Sangre de
Cristo se derramó para el perdón de nuestros pecados, por lo que, en la
participación sacramental en el memorial del Sacrificio de a Cruz, se realiza
el pleno encuentro de la misericordia del Padre con cada uno de nosotros.
Exhorto a los participantes en el
Curso a atesorar cuanto han aprendido sobre el sacramento de la Penitencia. En
los diversos contextos en que se encontrarán viviendo y trabajando, procuren
mantener siempre vivos en sí mismos la conciencia de deber ser dignos
“ministros” de la misericordia divina y educadores responsables de las
conciencias. Que se inspiren en el ejemplo de los santos confesores y maestros
espirituales, entre los cuales quiero recordar particularmente al Cura de Ars,
san Juan María Vianney, de quien precisamente este año recordamos el 150
aniversario de su muerte. De él se ha escrito que “durante más de cuarenta años
guió de modo admirable la parroquia a él confiada... con la predicación asidua,
la oración y una vida de penitencia. En la catequesis que impartía cada día a
niños y a adultos, en la reconciliación que administraba a los penitentes y en
las obras impregnadas de esa caridad ardiente, que él obtenía de la santa
Eucaristía como de una fuente, avanzó hasta tal punto que difundió en todo
lugar su consejo y acercó sabiamente a muchos a Dios” (Martirologio, 4
agosto). He aquí un modelo al que mirar y un protector al que invocar cada día.
Vele finalmente sobre el
ministerio sacerdotal de cada uno la Virgen María, a la que en el tiempo de
Cuaresma invocamos y honramos como “discípula del Señor” y “Madre de la
reconciliación”. Con estos sentimientos, mientras os exhorto a cada uno a
dedicaros con empeño al ministerio de las confesiones y de la confesión
espiritual le imparto de corazón a usted, venerado hermano, a los presentes en
el Curso y a sus seres queridos mi Bendición.
En el Vaticano, 12 de marzo de
2009
BENEDICTUS
PP. XVI
[Traducción del original italiano por
Inma Álvarez]
¿No es triste que ya queda menos para pasar del Año de la Fe, y que haya cristianos que no han comenzado a dar el primer paso? Han dejado de creer en Cristo, pues todo el que ama a Cristo, no se cuida de las cosas mundanas, eventos deportivos, tauromaquia, disfraces, chistes, etc? Son pobres amas que no se han tomado en serio los intereses de Cristo, no han empezado a valorar la santidad, ni la vida de Fe.
Damos gracias a Dios, por esos hermanos y hermanas en la fe de la Iglesia Católica, porque en este año de la fe, han sabido aprovechar y valorar las enseñanzas de la Iglesia Católica y de nuestros Papas, sobre el camino que cómo cristianos hemos emprendido para complacer a Dios nuestro Padre.
¿Cómo podemos ayudar a
que las guerras puedan ser evitadas sin oración?
Por ejemplo, algunos
pretenden que haya paz en el mundo, a costa de provocar guerras, no oran. El
aborto es un medio eficaz de Satanás para el crecimiento del odio y todo tipo
de delitos.
El cristiano que se
corrompe en la mundanidad, termina por ceder al príncipe de las tinieblas, la
idolatría, por lo cual tengobastante
escrito sobre el tema.
Nosotros no podemos
sembrar obstáculos que destruyen nuestra vida y la vida de los demás. Por el
contrario, si queremos paz cualquier sitio, es importante que nos dediquemos a
la oración día y noche, nuestra ocupación debe ser que seamos fieles a la
Voluntad de Dios.
¿Nos seguimos preparando como la Iglesia Católica a consagrar al mundo al Inmaculado Corazón de María? Pues sería desinterés si aún no hemos comenzado, pero hay tiempo. Algunos ya están en este camino de preparación. Oración, humildad de corazón, importante la confesión de nuestros pecados, respeto profundo en la iglesia, donde es la Casa de Oración para todos los cristianos. A la verdad, no sería preparación si el alma cuando va a la iglesia, a la Santa Misa, y está mas tiempo lejos del Señor con el corazón y la mente, por mil distracciones vanas, hablar por el móvil si suena, interrumpiendo la Santa Eucaristía.
Yo ruego por la caridad
de Cristo, que todos los hijos e hijas de la Santa Madre Iglesia Católica, nos
tomemos muy en serio esta consagración que el Papa Francisco hará dentro de
poco, en el mismo Año de la fe. Iniciado precisamente el 11 de octubre de 2012
por el Santo Padre Benedicto XVI, Emérito, y terminará el 24 de noviembre de
2013 por el Papa Francisco. Pues no creo que sin fe se pueda vivir este año de
la Fe, si no hay fe, ¿qué celebra? Y la Nueva Evangelización, que no es sino
retornar a las raíces propias del Evangelio de Cristo Jesús y tal como lo
enseña el Concilio Vaticano II. Lo que queda de este mes, hasta la importante que el Papa Francisco a señalado, me parece que sería una buena idea que nuestros pastores sobre este acontecimiento espiritual, pues es un bien para cada uno de nosotros.
No me digas hermano,
que tienes fe, porque si tu corazón tiene afición a la mundanidad, no eres
cristiano, también lo dijo el Papa Francisco, sino un idólatra. Y parece que no
quieres arrancar la idolatría de tu vida.
Cada vez nuestro tiempo
en estavida se va acortando, un día menos,
otro día menos, otro día menos… que nos estamos acercando a la eternidad. Y la
eternidad no existe el final, para bien o para mal de nuestra alma.
¿Cómo me gustaría a mí
que fuera mi muerte? ¿Viviría despreocupado por la oración y la salvación de mi
alma? ¿Quién es el alma que se sentiría feliz al presentarse a Dios con las
manos vacías?
¿Orar por todos los
hermanos y hermanas, por la paz del mundo, con verdadero sentimiento de
humildad, no esperando en este mundo nuestra recompensa. Sabemos que necesitamos
negarnos a nosotros mismos para comprender mejor a Jesucristo nuestro Señor, lo
que nos está diciendo a cada uno. Y lo que nos dice, lo tenemos claramente
explicado en la Santa Biblia, Nuevo Testamento, en nuestros sacerdotes y
obispos que están fielmente unidos al Sucesor de Pedro, ellos también nos
adoctrinan.
Necesidad de que
estemos unidos con el Papa, y lo estaremos millones y millones por la
consagración del Mundo al Inmaculado Corazón de María Santísima.
Si deseamos que esta
consagración que se aproxima, en nosotros mismos, en nuestras propias personas,
haya abundante de frutos espirituales, no podemos hacer, que después de haber
orado con el Papa, no es posible, que retornemos al vómito de la mundanidad del
Maligno. Si así sucediera, significa, que tal corazón no se ha unido al Corazón
de María, y por eso se echa atrás, para seguir enlodándose en las inmundicias
de la idolatría y mundanidad.
No creo que sea
conveniente para nosotros, seguir ignorando las Sagradas Escrituras, pues sería
como aquel siervo inútil, que enterró su talento bajo tierra, y ni siquiera le
valió el testimonio de sus compañeros para aumentar sus talentos.
«Consagración
del mundo al Inmaculado Corazón de María»
PIO XII ( 31 DE
OCTUBRE)
El 31 de octubre de
1942, día de la clausura solemne del Jubileo de las Apariciones de Fátima, el
Papa Pío XII habla en la radio, ofrece al mundo el Corazón Inmaculado de María
para responder al llamado de nuestra Madre del cielo. Renueva ese gesto importante
el 8 de diciembre de 1942. En 1944, en plena guerra mundial, el mismo soberano
pontífice consagraba todo el género humano al Corazón Inmaculado de María para
ponerlo bajo su poderosa protección.Con
motivo de esta misma ceremonia, decreta que la Iglesia entera celebraría aquel
año una festividad en honor del Sagrado Corazón Inmaculado de María para
obtener la intercesión de la Santísima Virgen,
“la paz de las naciones, la libertad de la Iglesia, la conversión de los
pecadores, el amor a la pureza y la práctica de las virtudes.” “Ante tu trono
nos postramos suplicantes, seguros de alcanzar misericordia, de recibir gracias
y el auxilio oportuno... Obtén paz y libertad completa a la Iglesia santa de
Dios; detén el diluvio del neopaganismo; fomenta en los fieles el amor a la
pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, para que los
que sirven a Dios aumenten en mérito y número”
El 4 de mayo de 1944,
aprobó la Misa y Oficio del Inmaculado Corazón de María, pedida por Sor Lucía,
vidente de Fátima, el 12 de diciembre de 1940 en una carta, por petición de los
obispos de Portugal. El antecedente más directo fue la tercera aparición de
Fátima, en 1917 la Virgen le dijo a Lucía Martos, la niña vidente:
“Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al
Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá
paz; terminará la guerra... Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón
Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes... Si se
cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz... Al final triunfará
mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz.”
EN CADA EPOCA HA
PREDOMINADO UNA DEVOCIÓN En el siglo I, la Theotocos, la Maternidad divina,
como réplica a la herejía de Nestorio. En el siglo XIII, la devoción del Rosario. En el XIX, la Asunción y la Inmaculada. A mediados de ese mismo siglo se fue
extendiendo la devoción al Inmaculado Corazón de María, adelantada ya por San
Bernardino de Sena y San Juan de Ávila; y en el siglo XVII, San Juan Eudes. San
Antonio María Claret, fundó la Congregación de los Misioneros del Inmaculado
Corazón de María, en el XIX. Y en el siglo XX, alcanza su cenit con las
apariciones de la Virgen en Fátima y la consagración del mundo al Corazón
Inmaculado de María. En Fátima la Virgen manifestó a los niños que Jesús quiere
establecer en el mundo la devoción a su Inmaculado Corazón como medio para la
salvación de muchas almas y para conservar o devolver la paz al mundo. La Beata
Jacinta Marto, le dijo a Lucía: "Ya
me falta poco para ir al cielo. Tú te quedarás aquí, para establecer la
devoción al Corazón Inmaculado de María".
También se lo dirá
después la Virgen. El año 1942, después de la consagración de varias diócesis
en el mundo realizada por sus respectivos obispos, Pío XII hizo la oficial de
toda la Iglesia, con lo que la devoción al Inmaculado Corazón de María se vió
confirmada y afianzada. Y después Pablo VI y, sobre todo, Juan Pablo II, que
respondió en Brasil, cuando le dijeron: “Santo Padre, agradecemos a Dios, sus
trece años de pontificado”: -“Tres años de pontificado y diez de milagro”. Él ha sido el Pontífice que ha acertado a
cumplir plenamente el deseo de la Virgen, cuyos resultados se han visto con el
derrumbamiento del marxismo y la conversión de Rusia.
LAS CONSAGRACIONES Pío XII, que ya en los años de su
pontificado era universalmente señalado como el Papa mariano y con esta
denominación ha pasado a la historia, tiene algunos hitos de su vida marcados
por la presencia de María, como, por ejemplo, fue consagrado obispo el mismo
día y a la misma hora en que la Virgen se aparecía en Fátima: el 13 de Mayo de
1917; tuvo como un acto histórico de su pontificado la consagración del mundo
que hizo a María en 1942, en el 25º apariciones de Fátima en un radiomensaje, y
la renovó el 7 de Julio de 1952, en esta hace particular consagración de Rusia
al Inmaculado Corazón de María como lo había pedido la Virgen a los pastorcitos
de Fátima.El 21 de Noviembre de 1964
Pablo Vl renueva la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María,
Madre virginal de Dios. El 13 de Mayo de 1982 Juan Pablo II realiza en Fátima
la consagración del mundo, que renovará el 25 de Marzo de 1984 en la plaza de
San Pedro ante 200.000 personas y
arrodillado ante la imagen que se venera en la Capelinha de las
Apariciones en Fátima, que se había trasladado privadamente a Roma para esta
consagración. En una de sus partes el Papa le dice a la Virgen en Fátima:
“¡Oh Madre de los hombres y de los pueblos!... acoge nuestro grito, que,
como movidos por el Espíritu Santo, dirigimos directamente a tu Corazón, y
abraza, con el amor de la Madre y de la Esclava, a este mundo humano que te
entregamos y te consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna
de los hombres y de los pueblos. De manera especial te entregamos y consagramos
aquellos hombres y aquellas naciones que más particularmente necesitan esta
entrega y esta consagración”...
De
esta manera la última consagración realizada por Juan Pablo II es considerada
por la Hna. Lucía como completa, porque: "La ha hecho públicamente en
comunión con todos los Obispos que con su Santidad se unieron al pueblo de
Dios, Cuerpo Místico de Cristo; la ha hecho al Corazón Inmaculado de María,
Madre de Cristo y de su Cuerpo Místico, para que con Ella y por Ella con Cristo
pudiera ser llevada y ofrecida al Padre para la salvación de la humanidad".
Diócesis de Turín, Milán y el País Ecuador consagrados al Corazón de María. El día 21 de Junio de 1855,
el Papa Pío IX concedió la aprobación a una Misa y Oficio en honor al Purísimo
Corazón de la Santísima Virgen María promulgado por la Sagrada Congregación de
Ritos. En 1891, los obispos de Turín y Milán comenzaron un movimiento en favor
de la Consagración de las diócesis de Italia al Inmaculado Corazón de María.
Este proyecto apareció por primera vez, en el Congreso Mariano de Turín, en
1898, aparentemente por la iniciativa del mismo Papa, en su carta del 22 de
agosto de 1898. Fue aprobado unánimemente por el Congreso y se le pidió al
Santo Padre que consagrara Italia al Inmaculado Corazón de María. El 12 de
diciembre de 1898, la Sagrada Congregación de Ritos aprobó la fórmula de
consagración propuesta, –no sólo para las diócesis que la pidieron–, sino para
todas aquellas que pidieran permiso en el futuro. La primera nación que se
consagró oficialmente al Corazón de María fue la República del Ecuador, el 6 de
agosto el año 1892, siendo su presidente el Dr. Luis Cordero. Los Obispos
Ecuatorianos publicaron entonces una pastoral colectiva cuya primera parte
rezaba así:
“Como pastores que somos de esta iglesia, consagramos solemne e
irrevocablemente la República del Ecuador al corazón purismo e inmaculado de
María, obligándonos a reconocer desde hoy a la madre divina del redentor por
patrona, abogada y protectora especial de nuestro pueblo, y nuestra intercesora
eficaz ante el trono de las misericordias”.
Anteriormente, ya el
Ecuador se había puesto bajo el Patrocinio del Purísimo Corazón de María (a
principios del siglo XIX) por decisión del Episcopado. Pasaron decenas de años
para que esta consagración fuese ratificada por el Honorable Congreso en la
fecha señalada. En esa oportunidad, en el documento que se firmó se denominó al
país con el nombre de: La República del Inmaculado Corazón de María
acto de consagración al Inmaculado Corazón de María (Papa Pío XII)
¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del
género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos
postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y
oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros
méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de
vuestro maternal Corazón. En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a
vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión
con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra
en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo
dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de
sus propias iniquidades. Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales,
tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de
niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en
la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en
peligro de perderse eternamente. Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de
Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los
humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina
de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran
los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo.
Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad
del orden se dilate el reino de Dios. Conceded vuestra protección a los
infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y
haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros
ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la
tierra a los hombres de buena voluntad. Dad la paz a los pueblos separados por
el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular
devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra
venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que
retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor. Obtened paz y
libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante
del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la
vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en
número el pueblo de los que sirven a Dios. Finalmente, así como fueron
consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género
humano, para que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y
prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina
del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado
Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de
Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen
bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno
Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo
el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.
Tenemos tanto que hacer por amor a Cristo, que no podemos permanecer como si nada.
La consagración de los obispos ecuatorianos (1892) vemos aquí la gratitud de todos estos agradecidos hijos e hijas de Dios. Cada año renueva la consagración.
La cantidad de devotos de María, pero hemos de tener en cuenta, que la verdadera devoción no permite apego a lo mundano, sino que para alcanzarlo, debemos excluir de nuestro corazón, todo apego, el deporte, los eventos paganos de los animales como fiestas nacionales o populares, que esto es ir en contra de la realidad, y embrutece el corazón, no conviene.
Quiere la Santísima Madre de Dios que oremos todos los días, Jesús nos lo ha pedido ya en el Evangelio y los Santos Apóstoles, y María insiste que no debemos dejar de orar, y hacer sacrificios, penitencia, son remedios saludables para nuestra vida en lo temporal y para la eternidad.
No es tu mundo ni el mío, nuestra Patria está donde está Dios, el cielo, en el mundo estamos de paso, como una aduana de paso a la eternidad, es un valle de lágrimas.
Nuestra recompensa está en manos de Dios, y el mundo que debemos respetar por ser una obra de Dios, no significa que debemos amar al mundo, pues de hacerlo, uno terminaría siendo idólatra para dedicarse a muchas actividades de aquellos que no aceptan a Dios ni esperan recompensa eterna.
El mundo jamás fue creado para que la gente cometiera pecado alguno, el pecado destruye la fe del alma, no la dispone para comprender al Espíritu Santo, el pecado es la mayor desgracia que existe en esta realidad, es infinitamente peor que los terremotos, inundaciones, sequías, huracanes, y cualquier otra adversidad, pero que suele repetirse con frecuencia por la mala disposición del corazón inclinado al pecado.
Cuando un alma deja de respetar el mundo, no solamente destruye la imagen de Dios sobre sí, sino que mata a todo ser viviente, la causa, que se ha convertido en un ministro, agente del Maligno. Pero la vida del ser humano no está hecha para dañar a nadie.
Hacer que el mundo vaya a mejor cada día, depende de cómo nos entreguemos al Señor nuestro Dios. Porque si echamos a perder nuestra vida, en tantas mundanidades, seremos nosotros que estamos precipitándonos hacia el fracaso, y no hay freno si dejamos la oración del corazón. Solamente con la oración, el Señor nos ayudará en todo lo demás que no podamos. Preocupémonos únicamente para complacer a Dios nuestro Padre, todo lo demás es basura.
Por eso, mis buenos hermanos, debemos ser fieles, perseverar en la Santísima Voluntad de Dios. ¿Y después de la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, qué se hará?
Pues lo mismos que están haciendo en la actualidad, tantos hermanos y hermanas fieles a Cristo y que tiene gran amor a la Iglesia Católica. seguir rezando.
¿Ha pasado el tiempo de oración que el Papa celebró en Roma por la Paz en Siria y del mundo entero? ¡De ninguna manera!, los verdaderos cristianos continúan orando por la paz, no lo quieren dejar el resto de sus vidas, Y buen ejemplo para todos, ser perseverantes, si ellos, nuestros hermanos y hermanas siguen orando, es porque se han negado así mismo por amor a Cristo.
«Este es el que ama a
sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa» (2 Macabeos
15,14).
«…Revestíos
de la humildad, en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, más da
su gracia a los humildes». (1P. 5, 5).
El verdadero orante, el que ama con toda su alma a Dios, y sigue los pasos de Nuestro Señor Jesucristo, no tiene tiempo para cosas mundanas que solamente satisfacen a los que no buscan un sentido espiritual en su vida. La oración perseverante nos ayuda a crecer en la verdadera humildad,
No tenemos necesidad de orar por aparentar, que la oración bien hecha, únicamente la conoce el Señor nuestro Dios. Y es ganancia para nosotros.
Yo pienso que en España, en todo el país creyente, que nuestros obispos debería consagrarla a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Por lo que sé. España ha sido dos veces consagradas al Corazón de Jesús, pero debería hacerse en este caso, a los Sagrados Corazones.
España tiene raíces profundamente católicas, no hemos de olvidarlo, pues los que están en enemistad con Dios, no son capaces de decir la verdad, es como el mismo demonio que todo lo arrasa, se siente molesto por la presencia de Dios en cualquier parte.
Por eso, insistiendo, que los obispos deberían renovar la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, cada año; o bien, iniciar la consagración como queda dicho, a los Sagrados Corazones, Cristo Jesús y María Santísima. Cuando el Papa Francisco rezó por la paz mundial, el Espíritu Santo, llevó a otras personas al Vaticano, y personas no católicas, y según se ha dicho, llegaron a adorar a Cristo, arrodillándose, yo no lo pude ver por la televisión. Pero sí que la oración cuando se quiere hacer bien, el Señor sabe como hacer el resto, y el Papa Francisco nos ha dado una lección de unidad.
Hemos de rezar, que nuestra ocupación sea la oración, que si perseveramos, las imperfecciones de nuestra oración, se irá purificando, dejando atrás las imperfecciones para comenzar a orar en espíritu y verdad. Insisto, la oración se hace más perfecta, aún cuando en la sequedad no dejamos de orar con toda el alma.