Hemos de aprender, si todavía no lo hemos hecho, ser agradecidos con el Señor, pero agradecerle no es simplemente decir "gracias", si después a lo largo del día nos olvidamos de Él.
Dar gracias al Señor, debe serlo desde nuestro corazón, con perseverancia, con amor y sinceridad, con verdadera humidad de corazón. Ofrecerle cada instante de nuestra vida, porque no somos dueño de nosotros mismos. Nosotros no nos podemos dar la libertad que queremos, es Dios, es Cristo quien verdaderamente nos hace libres, pero Cristo y la Iglesia Católica, son inseparables, por tanto, sería imposible, amar a Dios, si no amamos a la Iglesia Católica y respetar al Sucesor de Pedro, orar por él, amarle.