No podemos dejar de orar, si lo hacemos con verdadera devoción, siempre confiaremos en la Divina Providencia de Dios. Pero si el alma ha dejado de frecuentar la oración para dedicarse a cosas terrenales, en su pérdida de la fe, llegan a intentar dar malos consejos; dicen erroneamente: "no es bueno tanta oración", "no hay que confiar en la Providencia de Dios".
Necesitamos verdadera vida de oración.