Gloria y alabanza a Dios nuestro Padre Celestial, honremos piadosamente a la Santísima Trinidad, alabemos todos los días, orando con humildad de corazón a la Santísima Virgen María, Madre de Dios, que siempre nos ayuda cuando la invocamos con fe.
Ciertamente, mis buenos hermanos, a mí nunca me ha
convencido: “Es mejor ser pecador que ser corrupto”, pues ambas cosas tienen el
mismo sentido, el pecado es la corrupción. Hay pecados veniales y pecados
mortales, pero ¿Quién es el alma insensata que se inclina por el pecado venial?
Los Santos y Santas siempre rechazaron con fuerza cualquier pecado venial, y no
cayeron en pecados mortales.
Fijaos bien, queridos hermanos, muchos conocemos lo terrible que están pasando algunos hermanos nuestros, que por su fe cristiana, que no quieren renunciar a Cristo, en el camino mueren algunos, en el mar. Hambre, sed, padecimientos, frío. Y ahora mira a tu izquierda, a la izquierda de nuestro Señor Jesucristo, están todos aquellos "cristianos", que sueñan con el fútbol, o con otros deportes... con los entretenimientos del demonio, lo pasan bien ahora, no quieren privarse de ello. Por lo tanto, nada de nada con Cristo, ni obedecerle. no aman a sus hermanos, porque no les une la caridad, y claro, cuando el corazón carece de misericordia, no se ora por el bien de sus prójimos. Para que cesen las persecuciones. Por una parte quieren que se acaben la guerra, porque así tienen más tiempo para entretenerse en las diversiones del demonio. Al decir esto, San Juan Crisóstomo y otros Santos Padres, nos enseñan la verdad. Todo con relación a la fe. Pero decir esto en estos tiempos, no se acepta por aquellos que no quieren salvarse. Porque de quererlo, dejarían de ser mundanos para vivir el Evangelio de Cristo.
¿Dios perdona siempre? ¿Dios cuenta el número de los
pecados?
- «¡Ay, los que arrastran la culpa con coyundas de engaños y el pecado como con bridas de novilla! (…) ¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo! ¡Ay, los sabios a sus propios ojos, y para sí mismos discretos!» (Is 5, 18. 20-21)
Dios no castiga inmediatamente al pecador, sino que
espera a que vuelva en sí, reconozca su maldad, y se arrepienta, pero si en vez
de hacer examen de conciencia, vive como si Dios no existiera, por tanto,
piensa el alma infeliz que Dios no le pedirá cuenta, y de nuevo peca, reincide
en su maldad, y añade otras tantas. Pero Dios no le ha castigado tampoco, y su
corazón se endurece de tal forma, que ya no tiene temor de Dios, es decir, que
no tiene miedo a ofenderle todas las veces que quiera. Se pierde el sentido del
pecado, y las confesiones no son causas de verdadero arrepentimiento.
«¡A cuántos desdichados
sucede lo propio! Viven largos años en pecado; mas apenas se completa el
número, los arrebata la muerte y van a los infiernos (Jb., 21, 13). Procuran investigar algunos el número de
estrellas que existen, el número de ángeles del cielo, y de los años de vida de
los hombres; mas ¿quién puede indagar el número de pecados que dios querrá
perdonarles?... Tengamos, pues,
saludable temor. ¿Quién sabe, hermano mío, si después del primer ilícito
deleite, o del primer mal pensamiento consentido, o nuevo pecado en que
incurrieres, Dios te perdonará más? »
(San Alfonso María de Ligorio, Preparación para la muerte, Del número de los pecados, XVIII, 1º. Apostolado Mariano. Sevilla )
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Cuando el cristiano ama al Señor, ya procura por todos
los medios, no ofenderle deliberadamente. Pero la tentación te hará caer en el
momento que se descuide la oración, que se rece superficialmente o de forma
atropellada, es decir, que si la oración se hace a toda prisa, de mala manera,
es porque no se vive según el Espíritu de Dios, y el corazón está infectado por
la mundanidad.
Hay quien dice que Dios no cuenta el número de los
pecados, puesto que como es misericordioso, el Señor enseguida perdona.
Aprendiendo de los Santos Padres encontramos la
realidad. Pues una persona puede cometer pecados, pero tenemos que tener
cuidado, en no pecar a propósito. Porque en el último pecado que hayamos
cometido, ya el perdón del Señor no viene a nosotros. San Alfonso María de
Ligorio lo enseña con muy importantes detalles. Pero también en la Sagrada
Escritura encontramos por ejemplo lo que le sucedieron a Ananías y Safira,
Hechos de los Apóstoles capítulo 5. Dos personajes que intentaron engañar al
Espíritu Santo, y terminaron muertos. Y es que el pecado arrastra a la muerte.
Todo pecado es una traición a Dios, un rechazo a la salvación que el Señor
ofrece a cada uno.
¿Dios perdona siempre? Pensar así y no enmendarse es
un gran peligro para nosotros. La costumbre del pecado termina en confesiones
sacrílegas. El alma: --“he cometido este pecado, y Dios no me ha castigado
inmediatamente”—Y así, esa desgraciada alma, vive así, ya olvida el pecado, por
lo que no se arrepiente. Y en cuánto menos lo esperaba, y puede pasar años y
años, en la vejez, que a aquel gran pecado, se les ha añadido otros muchos, y
sus confesiones, sacrílegas. Así que Dios perdona siempre. ¿Y permaneces en
pecado hasta la muerte? Pues los ataques del demonio en el agonizante
incorregible, es de inmenso terror.
Enseña el Espíritu Santo
en San Agustín:
«…quienes a fuerza de obrar mal se ven
envueltos en la mala costumbre, de forma que la mala costumbre misma no les
deja ver que es un mal, se convierten en defensores de sus malas acciones, se
enfurecen cuando se les reprende, asemejándose a los
sodomitas que, en otra época, replicaron al justo que les reprendía su perverso
deseo: Tú viniste a vivir con nosotros, no a darnos leyes (Gn 19,9). Tan arraigada estaba
allí la costumbre de la lujuria nefanda que la maldad se identificaba para
ellos con la justicia, hasta el punto de reprender antes al que la prohibía que
al que la practicaba. Estos, oprimidos por tan malvada costumbre, están como
sepultados. Pero ¿qué he de decir, hermanos? De tal forma sepultados que se da
en ellos lo que se dijo de Lázaro: Ya hiede (Jn 11,39). El peñasco colocado
sobre el sepulcro es la fuerza opresora de la costumbre que oprime al alma y no
la deja ni levantarse ni respirar. (San Agustín, sermón 98, 5).
Conocer a Cristo y obedecerle, es haber triunfado
sobre nuestros pecados. El justo al apartarse de la mundanidad, sus pecados ya
no son tantos, los pecados veniales son como pequeñas trampas que el demonio
nos somete, pero si con la ayuda de Dios, vamos desviándonos de esas trampas,
nuestra fe aumenta. El no dar importancia sobre los pecados veniales, terminan
por aceptar los pecados mortales como si nada. Pues muchos cristianos no
aceptan la corrección fraternal, y como enseña San Agustín que acabamos de
leer, nos damos cuenta que los incorregibles permanecen esclavos de sus propios
pecados, y se rebelan, discuten. ¿Qué sabes tú –o- quien eres tú para decir que
tengo pecado?, también: ¿Quién soy yo para juzgar al prójimo? Son muchos
detalles que no se tienen en cuenta.
Pero considerando a la Palabra de Dios, lo que algunos
llaman, “me estás o le estas juzgado”, se trata de corrección fraterna a la luz
de la fe, pero ahí, con esa protesta, demuestra su afecto por el pecado, por el
vicio.
La Iglesia Católica define el pecado venial y el
mortal, pero en la mentalidad según el mundo, desgraciadamente no se ha
comprendido por una mayoría de cristianos. Solo unos pocos, pueden ayudarnos a
comprender la gravedad del mal, y debemos violentarnos, usar la violencia para
que el pecado venial no nos someta de ninguna manera, porque el demonio que es
astuto, consigue engañar a un gran número de almas cristianas.
El Apóstol San Juan también nos enseña que el alma que
tiene fe no peca. Ahora bien, un cristiano, que va a misa, se confiesa,
comulga, también tiene ansia de pecado, y se arroja a sus inmundicias. La
mundanidad, el deporte, que la sociedad de hoy, la tibieza, ya dice que no es
pecado, como tampoco es pecado, los tatuajes, los bailes, las danzas, los
disfraces, la tauromaquia, las ferias, los circos, las payasadas, los chistes,
y mucho más pertenecen a las tinieblas, no proceden del Espíritu Santo.
Uno de los
éxitos de Satanás, es haber conseguido a cristianos, “solidaridad en el
deporte, etc.”, y todo eso para mantenerlos muy lejos de los intereses de
Cristo. Son cristianos que no podrán salvarse, pues es necesario hacer un
cambio radical en sí mismo, para salvarse. Dios no niega su gracia a nadie,
pero abusar de la Gracia de Dios para mantenerse como hijos de este mundo, no
es bueno.
El pecado aunque sea mínimo, llega a ser una maldad
terrible. Un poco de veneno de serpiente, puede matar a lo menos 20 personas, o
más. Y si a ese pecado, se reincide otras tantas veces a lo largo de la semana,
de la vida, termina por poner fin a la propia fe. Hasta llegar que no es pecado
lo que es en verdad pecado.
Quien persevera en Cristo Jesús, no puede dedicarse a
las aficiones terrenales. Pero quien no persevera a Cristo, y lo sigue, más
bien, desde lejos, nunca podrá acercarse a Él, porque no rompe su esclavitud
con la mundanidad. Y llega un momento que ya no ve a Cristo, ya se ha olvidado
de Él, se ha enamorado de la mundanidad que el demonio le ha puesto y que sigue
con entusiasmo. En el Evangelio leemos que muchos cristianos, querrán entrar, y
al final, ya no puede. Han optado ir por el camino de perdición, por la senda
ancha.
Otro de los graves errores de hoy, que tratan de
convencer: “Ofreced a Cristo todos vuestros pecados”, o sea, en otras palabras,
que hay que ofrecer a Dios, las mismas obras que proceden de Satanás. Yo por mi
parte, nunca ofreceré a Dios mis pecados, todo lo contrario, sino que me ayude
a que sean borrados completamente, que para eso tenemos el sacramento de la
confesión. El Señor no necesita nuestros pecados. Cualquier pecado que nosotros
tengamos, es una repugnante abominación a Dios, ¿y tú, se lo ofreces a Dios? No
seas así, no consientas que nadie te engañe. Caín ofrecía a Dios lo que era
imperfecto, y terminó por desconfiar de Dios, y cometió el crimen, derramando
sangre inocente. Caín era un asesino, un envidioso, y un desobediente a Dios.
Un soberbio. Ofrecer imperfecciones a Dios, nos lleva a perder la verdadera fe.
Dios no tiene necesidad de nuestros pecados, siempre
quiere sacarnos de nuestras miserias. No retribuyas tus pecados a Dios.
Todo el que comete pecado
comete también maldad, que nadie diga: «yo soy hombre pecador, pero no un
malvado» , pues el que comete pecado; comete también maldad. ¿Qué hacemos
entonces con nuestros pecados e maldades? Escucha lo que dice Juan : Y que sabéis que Él se ha manifestado para
eliminar los pecados. Y en Él no hay
pecado. Aquel en quien no hay pecado es aquel que vino a borrar el
pecado. Pues si también en Él hubiese pecado, en vez de quitarlo Él, habría que
quitárselo a Él: Nadie que permanece en Él peca. No peca en cuánto permanece en
Él. Nadie que peca le ha visto ni
conocido. ¡Gran cuestión es esta! Nadie
que peca le ha visto ni conocido. Nada tiene de extraño. No le hemos visto,
pero le hemos de ver, no le hemos conocido, pero le hemos de conocer; creemos
en Aquel a quien no conocemos. ¿Tal vez le hemos conocido por la fe y no le
hemos conocido aún por la visión. Pero en la fe le hemos conocido y le hemos
visto. Pues si en la fe aún no ve, ¿Por qué se dice que somos iluminados? Hay
una iluminación por medio de la fe y otra por medio de la visión. Ahora,
mientras somos peregrinos, caminamos en la fe, no en la visión, en
consecuencia, también nuestra justicia proviene de la fe, no de la visión.
Nuestra justicia será perfecta cuando llega la visión. Entretanto, no abandonemos la justicia que proviene de
la fe, puesto que el justo vive de la
fe, como dice el Apóstol. Nadie que permanece en Él peca. Pues nadie que peca le ha visto ni conocido.
El que peca no cree; pero si cree no peca; pero si cree no peca en lo que depende de su fe.
(San
Agustín Comentarios bíblicos, Gálatas, Primera Carta de San Juan. Página 180.
BAC Selecciones)
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Si no se ha tenido claro esta enseñanza de San
Agustín, y todo con relación a la Biblia, pues no todos los cristianos comprenden
siquiera algún texto fácil de comprender, y permanece dentro de su pecado, la
mundanidad. Un cristiano entregado al deporte por ejemplo, hay algo más que se
puede decir de ellos, que son hipócritas. Pues dicen amar a Dios, y no permiten
que en su corazón esté el Señor, sino la mundanidad. Por lo que también están
dedicados a rechazar la verdad con las mentiras.
Hemos de tomarnos en serio, el evitar con toda la violencia, el más mínimo de los pecados.
Hemos de tomarnos en serio, el evitar con toda la violencia, el más mínimo de los pecados.
Feliz Domingo del Señor amigo José Luis, y que la Palabra de Dios entre en nuestros corazones. Perdona si publico menos entradas este año, pues ahora me resulta imposible hacerlo cada semana pero sí que lo haré cada 2 ó 3. Gracias siempre por estar ahí amigo, y un fuerte abrazo en Cristo Jesús.
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