La peor hambre y sed que puede pasar un cristiano en su
propia vida, no es el que le falte el alimento material, sino que se olvide del
alimento espiritual.
Nosotros necesitamos de los dos alimentos, para sostenernos,
el alimento espiritual para no ceder ante nuestras tentaciones, y el alimento
material para mantenernos bien, y buscar el camino de la oración.
Bien sabemos el hambre que hay en el mundo, pero no tenemos
demasiado tiempo para hacer algo por ellos, al decir esto, me refiero, que no
siempre se les incluye en nuestras oraciones. Solamente quien están siendo
fieles a la Iglesia Católica, y con la Iglesia, oran siempre por sus hermanos
hambrientos y necesitados por el mundo entero. Son cristianos de oración y
Eucaristía los que trabajan más por ellos. Manos Unidas, Cáritas, es total
seguridad de ayuda para los pobres. No confío para nada en esas extrañas “ONGs”,
que tanto piden para los pobres, y hace años, leí en una información que
después de haber, las almas generosas, haber donado alimentación y otros tipos
de ayudas a las personas que han padecido las fuerzas de un terremoto, una
inundación, uno o dos años después, seguían siendo muy pobres, sin casas. ¿Qué
han sido de aquellos bancos de alimentos, ropas, medicinas? Sólo Dios lo sabe.
Pero la Iglesia Católica es la seguridad de los pobres y las víctimas de las
adversidades climatológicas.
Sin oración no podemos acercarnos a Cristo Jesús, pero
nuestra oración debe ser en serio, sincera, humilde, pues hablamos con un
amigo, Cristo Jesús nuestro Dios que nos ama. Ama también al pobre, no todos lo
tienen en cuenta, sino los que son verdaderos devotos de Jesús y María
Santísima.
Mis queridos hermanos, doy gracias a Dios por vuestro amor sincero a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Madre de Dios, pues sois un instrumento del Señor por esa constancia de seguimiento diario a Nuestro Señor Jesucristo, por la Nueva Evangelización, por el Año de fe, que no ha terminado, es una vida de fe llena de amor y bondad.
Todos buscamos a Cristo, no se termine esa búsqueda. Buscar a Jesús no es alejarle de nuestra vida, sin Cristo, nuestra vida deja de ser vida. Sin amor a la Iglesia Católica, no vivimos sino que estamos muertos, sin amor ni orar por el Papa, somos cadáveres. Por eso, estamos vivos por el amor y no nos olvidamos de orar por todos, cada día.
domingo
09 de febrero de 2014
Carta semanal del Arzobispo de Valencia, Carlos Osoro
Con Jesucristo
podemos hacer un mundo nuevo El
hambre no depende únicamente de las situaciones diversas geográficas,
climáticas o de cualquier circunstancia que surja con aires desfavorables de
las cosechas. El hambre también viene provocada por el hombre mismo. Hay tantas
situaciones que provocan la muerte del hombre que debemos de estar atentos
también hoy a la pregunta que sigue haciéndonos el Creador: “¿dónde está tu
hermano?”. Que, hoy, tendría también esta traducción: ¿cómo está tu hermano?
Sin lugar a dudas, nuestros egoísmos, que tienen traducciones muy diversas,
hacen posible que pasemos por la vida sin hacernos estas preguntas. Pero la
especulación a costa de lo que sea, el olvido de que todo hombre es mi hermano,
de que el mundo lo ha creado Dios para que vivamos todos los hombres como
hermanos y con la dignidad que Dios nos ha regalado, lo mismo que una
organización social deficiente, hacen posible que existan seres humanos que no
tengan lo necesario para vivir. Como nos ha dicho el Papa Francisco, “la
mayoría de hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día,
con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento… Hay que luchar
para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad… Así como el mandamiento
de no matar pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy
tenemos que decir no a una economía de la exclusión y de la iniquidad. Esa
economía mata” (EG 52-53). La fraternidad debe concretarse de manera práctica,
con iniciativas concretas, políticas y económicas que hagan posible mejorar las
condiciones de vida.
Manos Unidas,
organización de la Iglesia, se ha propuesto desde su nacimiento, ayudar a
cambiar este mundo. Precisamente, la Campaña de Manos Unidas este año 2014
tiene este lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”. El grito de Manos Unidas
este año es que hay que eliminar y sacar la pobreza crónica que afecta a dos
mil millones de personas; que hay que eliminar el individualismo. Y una manera
de retirarlo es dejar nuestra comodidad y nuestros intereses personales y
ocuparnos de los demás siempre. Otra, eliminar de este mundo la ley del más
fuerte que continuamente engendra violencia y falta de paz. Una más, realizar
una opción por el bien común que es, precisamente, lo que crea una confianza en
lo más profundo del corazón del ser humano para saber experimentar que se
pueden cambiar las cosas siempre y cuando nos impliquemos en ello… La fuerza
que tienen para nosotros las palabras de Nuestro Señor Jesucristo y la manera
en que Él mismo las hizo realidad son tan evidentes y necesarias que nos
acogemos a ellas: “Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os
améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois
discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34-35). Y
esto nos pidió el Señor que lo
extendiésemos a todos los hombres. Precisamente por eso, cuando se devalúa
este mandato del Señor, se devalúan valores que son fundamentales en las
personas y en las instituciones, prevalece el subjetivismo y el individualismo
crece, se genera una despreocupación y un desinterés por el bien común. En
definitiva, dejamos de construir un mundo nuevo, ese Reino que ha comenzado con
Jesucristo que es la expresión verdadera de lo nuevo.
Creemos en la fuerza
que tiene el Evangelio para cambiar el corazón de los hombres, de tal manera
que el mandato del amor, que ha sido una gracia que el Señor ha puesto en
nuestra vida con su Vida, cuando lo vivimos, nos hace ofrecer todo lo que somos
y tenemos a disposición de los demás, muy especialmente de quienes tienen
menos. La Campaña contra el hambre que viene desarrollando Manos Unidas desde
su nacimiento tiene cada día más vigencia y más fuerza. El Papa Benedicto XVI
nos recordaba en la Encíclica “Caritas in veritate” la importancia
que tiene saber que somos hermanos, que somos una familia todos los hombres,
pues todos somos hijos de Dios y, por ello, hermanos entre nosotros. Por eso,
tienen una vigencia siempre actual sus palabras que nacen del mismo Jesucristo:
“el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como
parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada
por seres que no viven simplemente uno junto a otro”. Es decir, en el fondo nos
recuerda que tenemos que acentuar, reforzar y formular de modos concretos la
comunión entre todas las personas, para hacer posible el verdadero desarrollo,
ése que responde a las exigencias que tiene la dignidad que Dios puso en el
hombre y que nos ha sido revelada y manifestada por el mismo Jesucristo.
El viernes 7 de febrero, Manos Unidas
nos invita a celebrar el Día del Ayuno Voluntario y el domingo 9 de febrero, a
la Jornada Nacional de Manos Unidas. Ésta del 2014 es la LV Campaña, “Un mundo
nuevo, proyecto común”. Os invito a vivir y a celebrar estos acontecimientos
que miran más allá de nosotros mismos. Lo que colaboremos en nuestra
Archidiócesis de Valencia tiene un destino muy concreto en proyectos en
Ecuador, Guatemala, Nicaragua, Perú, Benín, Camerún, Malawi, Marruecos (con dos
proyectos: taller de costura y centro de migraciones), Mauritania, Sudán, Togo,
Bangladesh, India (cinco proyectos: sanitario, hogar padres con SIDA,
ampliación de una escuela de educación especial, viviendas para viudas e
internado para niñas). ¡Pongámonos en marcha! ¡Vamos a hacerlos entre todos! Es
verdad que todos lo estamos pasando mal. Pero hay quienes lo pasan peor. Hoy
más que nunca, ante las crisis que nos afectan también a nosotros, tiene que
existir solidaridad y cooperación. Prestemos atención a las necesidades de los
demás, son nuestros hermanos más débiles, luchemos contra el hambre y la
desnutrición. Cooperemos en crear un espíritu de justicia, armonía y paz entre
todos los hombres.
Os recuerdo algo que,
muy a menudo, os he dicho en mis cartas semanales: no podemos permanecer
pasivos ante ciertos procesos de globalización que hacen crecer
desmesuradamente la diferencia entre los hombres. Cuando vemos ciertas imágenes
en los Medios de Comunicación Social, es verdad que nos sobrecogen. Pero hemos
de ir mucho más allá, hemos de preguntarnos y responder adecuadamente a estas
preguntas: ¿no son nuestros hermanos y hermanas? ¿Acaso sus hijos no vienen al
mundo con las mismas esperanzas legítimas de felicidad que los demás? Nuestro
Señor Jesucristo, Pan de vida eterna, nos hace estar atentos a los demás, a
todas las situaciones de pobreza en que se encuentran. El alimento de la
Verdad, que es el mismo Jesucristo, nos impulsa a decidirnos a eliminar las
situaciones indignas de los hombres y nos da fuerza y ánimos para trabajar sin
descanso en la civilización del amor, en construir lo que el Papa Francisco, en
la Encíclica Lumen fidei, nos dice en
su capítulo IV: “Dios construye la nueva ciudad”.
La Iglesia tiene que estar atenta a todas las situaciones
que vive el ser humano, debe trabajar, sostener, con palabras y obras, una
acción solidaria, programada, responsable y regulada. No hace con ello acciones
políticas. Se une al esfuerzo por regalar la vida y reconocer la dignidad que
tiene todo ser humano, viendo en todos su valor trascendente que es el primer
paso para favorecer la conversión del corazón. Cristo nos propone, de modo
visible, el rostro de Dios y el rostro del hombre. “Un mundo nuevo, proyecto
común”.
Con gran afecto os bendice
+ Carlos, Arzobispo
de Valencia
Así es José Luis, y para que la Oración sea sincera, debemos estar al tanto del prójimo, pues es como Jesús está al tanto nuestro. Muy bien escrito. Un abrazo y buen fin de semana amigo.
ResponderEliminar