La tibieza convierte al cristiano en una persona que ha fracasado ante los ojos de Dios. la tibieza hace inútil la propia existencia del ser, está alejado del Amor de Cristo.
El alma tibia aunque rece el Santo Rosario, no sabe hacerlo desde la bondad del corazón. La tibieza no hace que el corazón sea bondadoso, sino egoísta, interesado, hipócrita, no ve con los ojos de Cristo, por lo que su miopía le lleva a una ceguera terrible, dejándose llevar por la amargura del corazón. Lo que es basura a los ojos de Dios, la tibieza hace que se vea como algo agradable, que son la idolatría, la mundanidad.
Pero el Señor nos concede su ayuda, y sería permanecer en el fracaso y en la miseria espiritual, si nuestro corazón.
Una de las tentaciones del demonio, es que al penitente, que quiere acercarse al sacramento de la confesión, le parece duro la confesión sacramental.
La pregunta de herejes incluso de las almas tibia: "¿por qué tengo que confesarme con un sacerdote?, lo puedo hacer directamente por Jesucristo". Quien no se confiesa en el confesionario con el sacerdote, no podrá oír lo que dice el Señor por boca del confesor. El buen confesor, nos aconseja espiritualmente, nos da fuerzas para no dejarnos llevar ni recaer en los vicios y pecados. Además de todas las enseñanzas del Sagrado Magisterio de la Iglesia de Dios respecto a la confesión sacramental, tenemos que tenerlo en cuenta.
Pues quien no se acerque arrepentido a este sacramento, es fácil que recaiga mil veces, no ha recibido la absolución de los pecados. Y es que la tibieza también nos arrastra a la impiedad, el alma se hace impía, pero no es capaz de reconocer su enfermedad espiritual.
Es tanta la riqueza espiritual que tenemos los cristianos, como hijos e hijas de la Iglesia Católica, que sí, hermanos, que le hemos dicho al Señor sí, pero desde nuestro corazón, y por eso, no hacemos críticas ni al Magisterio de la Iglesia Católica, ni al Papa, ni a nuestros pastores que nos llevan a Cristo, nos dicen. "Mira, allí está Cristo", en el sagrario, y por la devoción diaria del Santo Rosario, y meditación contemplativa. Ninguno de nosotros podríamos amar a Cristo, si no amamos a la Madre de Dios, que es también Nuestra Madre, Protectora, Abogada, Intercesora, siempre está muy cerca de nosotros, pues donde esta María Santísima allí está Cristo y la Iglesia Santa de Dios.
Seamos fuertes, al menos una vez por semana, un santo sacerdote dirá que nos confesemos. Aunque la Iglesia manda confesarse una vez al año, ¡cuántos pecados nos habremos olvidados cuando lo hacemos así! Hasta llegar a perder la gravedad del sentido del pecado. La confesión sacramental semanal es más ventajosa, además de que antes de confesarnos que habremos hecho un examen de conciencia, no lo olvidamos cuando nos confesamos, pero si así, sucediera, no tendríamos que esperar un año entero, sino una semanita, que pasará pronto, y ese pecado, ese vicio, se pone en el primero de la lista.
La Sabiduría amorosa de Dios, nos ha enseñado, que el agua bendita perdona nuestros pecados veniales, pero desgraciadamente, no se ve en todas las iglesias o parroquias alguna pila de agua bendita,
El agua bendita, cuando se usa con verdadera fe, se nota su eficacia. Nos encontramos que hay almas que le interesan este sacramental. ¿Por qué tanto interés? Porque aman a Cristo, y detestan incluso los pecados veniales.
Para saber más:
- Santa Teresa de Jesús y el agua bendita (Por Juanjo Romero)
Allí donde falta o no se valora la eficacia del agua bendita, las iglesias son lugares para encontrarse y no precisamente con Cristo que sigue permaneciendo en la soledad en el Sagrario, pero son muy pocos, que prefieren pasar más tiempo con el Señor.
No sería un bien personal, si hacemos frente a la Obediencia a la Iglesia Católica, al Sagrado Magisterio.
En el vínculo de arriba, el P. José María Iraburu, nos da soluciones para tener agua bendita en nuestros propios hogares.
Feliz fin de semana, mis buenos hermanos y hermanas, y rezad por mi.
Feliz fin de semana, mis buenos hermanos y hermanas, y rezad por mi.
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