Creer que la Iglesia es "Santa" y "Católica", y que es "Una" y "Apostólica" (como añade el Símbolo nicenoconstantinopolitano) es inseparable de la fe en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el Símbolo de los Apóstoles, hacemos profesión de creer que existe una Iglesia Santa ("Credo ... Ecclesiam"), y no de creer en la Iglesia para no confundir a Dios con sus obras y para atribuir claramente a la bondad de Dios todos los dones que ha puesto en su Iglesia (cf. Catech. R. 1, 10, 22).
Por eso hemos de respetarla y amarla, no criticarla, y si criticamos a sacerdotes y obispos, incluso al Santo Padre, estamos acumulando para nosotros, más pecados, que la Santa Ira de Dios nos puede aplastar. Nuestro amor a Dios, lo podemos demostrar en amar y respetar a los demás.
Precisamente el pecador incorregible no quiere darse cuenta hasta que tal extremo se rebaja así mismo, y ser aplastado por el número elevado de pecados, unos porque no se acercan al sacramento de la confesión; otros porque cometen sacrilegios tanto en la confesion como en la comunión. Se rebaja de tal forma, que al perder la fe, se cree mejor que los demás, no mira su interior, por tanto sigue en la oscuridad.
«Sed
compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
No juzguéis y
no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis
perdonados. Dad y se os
dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de
vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.» (Lc 6,
36-38).
Yo pienso, que es un deesafíio Dios, cuando se comete cualquier tipo de injusticia contra el prójimo, y cuñanto más grave es hacer desprecios contra la Iglesia Católica, y por otra parte decir que se cree en Cristo y se le ama.
Hay quienes se dan a la ligera de acusar a los sacerdotes, como si fueran ellos los jueces, no hemos de olvidar que a la manera que midamos a los demás, seremos medidos, del juicio a los demás, también se nos juzgará. Cada una de nuestras palabras contra el prójimo, es algo más de lo que vamos a dar cuenta en el día del juicio. No estamos en este mundo para hacer daño a nadie, ni de palabra ni de obra. No hemos venido a este mundo para sumergirnos en la hediondez del pecado, sino para amar, y orar unos por otros.
La compasíón y la misericordia forma parte de los verdaderos adoradores de Dios, cuánto más le amamos, vemos a nuestros hermanos, y no le condenamos por su caída, como he dicho, no somos jueces. Lo que sí es bueno, es examinar nuestra propia conciencia, porque si nos fijamos en el pecado ajeno, ya no estamos viendo aquella mancha en nuestro interior, que es lo que el demonio quiere, y así no pidamos perdón al Señor por esos nuestros pecados o vicios.
No estamos en este mundo como de paso al infierno, sino al cielo, por eso hemos de meditar con frecuencia lo que quier el Señor. Meditemos la Parábola del sembrador. Las cosas de este mundo nos embota el corazón, para que nuestra alegría por oír la Palabra de Dios, le pongamos un límite de tiempo.
En ocasiones no podemos comprender algún punto doctrinal del Catecismo, pero como el Catecismo está al servicio de la Palabra de Dios,
Catecismo de la Iglesia Católica:
4. Valor doctrinal del texto
El "Catecismo de la Iglesia Católica" que yo aprobé el 25 de Junio pasado, y cuya publicación ordeno hoy en virtud de la autoridad apostólica, es una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas o iluminadas por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico. Lo reconozco como un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial y como una norma segura para la enseñanza de la fe. ¡Que sirva para la renovación a la que el Espíritu Santo llama sin cesar a la Iglesia de Dios Cuerpo de Cristo, en peregrinación hacia la luz sin sombra del Reino!
Y es verdad, con el Catecismo aprendemos todo lo referente a lo que necesitamos en esos momentos. Había dicho que podría suceder que no comprendamos algún texto de la Sagrada Escritura, el Catecismo es una fuente de gracias inspirada por el Señor; tenemos también las enseñanzas del Santo Padre, que nos ofrece muchísima luz: aquella cuestión que teníamos durante muchos años, el Señor nos da la explicación por medio del Santo Padre. Y sabremos que lo que enseña viene verdaderamente de Dios.