16 de noviembre de 2016. Actualización.
Dios sea bendito ahora y por siempre, En la actualidad es importante que todo sacerdote perfeccione sus homilías. Y efectivamente, porque cuando el sacerdote se pasa horas ante el Santísimo, se deja llevar por el Espíritu Santo, en las homilías permite la ayuda del Espíritu Santo, y que importante que persevere.
Ahora bien, ¿y el resto de los creyentes católicos que no somos sacerdotes? Siempre tenemos la posibilidad de disfrutar de la cercanía con Cristo, ¡todos los días!, porque es así como nos prevenimos de los numerosos peligros del mundo, siempre en oración al Señor que nos cuida. Si sabiendo que Él nos cuida, debemos permanecer muy unidos a Él. Por no vale decir: "El Señor te cuida", y mientras tanto haces cosas que no procede del Espíritu Santo, y así como el demonio nos engaña, en el momento que hemos abandonado la oración del corazón: "todo vale", pero no, no todo vale, no vale relaciones con impuro, como hacen algunos pastores que tanto daño está causando a la Santa Madre Iglesia Católica, y hay cristianos que como lo hace aquel sacerdote, u obispo de la Iglesia, está permitido. La necesidad de comprender las cosas a la luz de la oración, también de la Palabra de Dios, su dedicación, atención, contemplación, vemos que no todo vale para Dios, aunque lo diga ciertos pastores. No todo es talento, porque no procede de Dios, el modernismo, el espíritu protestante no es de Dios, y los talentos que Dios da a esas personas, se echan a perder. Solamente cuando estamos unidos a la fe de la Iglesia Católica, es cuando el Señor nos va iluminando,
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14 de noviembre de 2014
Muy buenos días a todos mis buenos hermanos y hermanas, es un día nuevo que el Señor nos da gratuitamente para aprovecharlo al máximo, y aprovechar lo que el Señor nos pide es ser siempre más libre, es tener más paz y amor en nuestro corazón, por Voluntad de Dios y bien de todos.
En el Evangelio de hoy, también tenemos una edificante homilía de San Gregorio Magno, sobre los talentos, como también del Papa Emérito Benedicto XVI, y la explicación espiritual: Lectio Divina, del Nuevo Testamento, que de ahí he escrito el Evangelio de la parábola de los talentos.
No podemos echar a perder los dones que el Señor nos da a cada uno de nosotros, cada persona, cada ser humano, aunque no sepa leer, tiene un gran talento, y no vale aquello "no sirvo para nada", esto es una tentación del demonio. Porque toda persona, incluso los niños son útiles a Dios mientras oren de corazón, o trabajen para conseguir cada día, para que la oración sea lo más perfecta posible, Dios nos da esa capacidad, toda persona es útil mientras no se habitúe al pecado mortal.
Pidamos humildemente a la Santísima Madre de Dios, que nos ayude a ser verdaderos devotos, insistamos en esta petición todos los días, y ya veremos el cambio en nuestras propias vidas. Seremos útiles a Dios cuando ya no somos mundanos.
No seremos jamás libres mientras no hagamos lo posible por romper con las ataduras mundanas, de nuestros pecados y vicios.
A partir del primer error que
comete el cristiano, le sigue una multitud de otros, y que finalmente, se
justifica así mismo. Decía que el primer error, pues se trata del desinterés
por el estudio de la Palabra de Dios, lo que le llevaría a profundizar también
en la oración para crecer en la humildad de corazón. La vida y doctrina de los
Santos, el Magisterio de la Iglesia Católica, etc. Pues en vez de interesarse
por las cosas de Dios, se interesa más bien por las actividades terrenales, aunque
sean por diversión. Pierde el conocimiento de Dios y no ama.
Los talentos que el Señor nos
ofrece no son para echarlo a perder. La Evangelización es importante, pero no
lo será del modo al hombre viejo, sino en conformidad con el Espíritu Santo,
que no acepta una falsa religiosidad, ni la tibieza.
La mala actitud del cristiano
desagradecido es justificarse así mismo, “yo tengo la razón y tú no”. Hay
muchos cristianos que exigen a Dios se vuelven contra Él, porque se han hechos
enemigos de Dios. Son muchos cristianos que se sirven de Dios para sí mismo. En
páginas de Facebook se quieren hacer notar por todos, son astutos, pero no
enamorados de Dios.
Por la doctrina de los Santos,
aprendemos, el sentido del porqué aquel enterró su talento bajo tierra, pues
entre otros detalles, y su amor a todo lo terrenal, y lo vemos en cualquier
clase de cristianos, pero que no buscan a Dios, estén consagrados o no. Y el Papa
Francisco, continuamente advirtiendo los peligros de la mundanidad, pero no
hacen caso, tienen oídos y corazón, ni oyen ni entienden. El egoísmo de esos
mundanos, para acercarse al Papa y proponerles sugerencias y peticiones, pero
que no están incluido ni la conversión del corazón ni la salvación del alma.
Nadie se equivoque: "El Señor me exige mucho", pues tenemos la fuerza en la oración, que debe ser constante, humilde. Porque nadie puede hacer una tarea fácil, si nos echamos encima las cargas insoportables de la mundanidad, lo que nos hundiría hasta lo más bajo en la eternidad. Recemos mucho y la carga ya no será tan pesada, nuestros trabajos por muy duro que sea, no lo hacemos solo, Cristo Jesús y María Santísima nos ayudan siempre que seamos constantes y humildes de corazón.
Hemos de convencernos, que los talentos que recibimos de Dios, siempre tiene fines espirituales. Aquel que no busca el Reino de los cielos, siempre echa a perder su talento, su vida entera, incluso su alma, la pierde porque no trabaja para Dios y su corazón está en las cosas terrenales. No hagamos esta locura, vivamos para el Señor y la salvación de nuestros hermanos.
Hemos de convencernos, que los talentos que recibimos de Dios, siempre tiene fines espirituales. Aquel que no busca el Reino de los cielos, siempre echa a perder su talento, su vida entera, incluso su alma, la pierde porque no trabaja para Dios y su corazón está en las cosas terrenales. No hagamos esta locura, vivamos para el Señor y la salvación de nuestros hermanos.
Parábola de los talentos
Mt. 25, 14-30
14 Porque es como un
hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus
bienes. 15, a uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno
solo: a cada uno según su capacidad: y se marchó. 16 El que había
recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso con ellos, ganar otros
cinco. 17 Del mismo modo el que había recibido dos ganó otros dos. 18
Pero el que había recibido uno fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió
el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo, regresó el amo de
dichos servidores e hizo cuentas con ellos. 20 Cuando se presentó el
que había recibido los cinco talentos, entregó otros cinco diciendo “Señor,
cinco talentos me entregaste; mira, he ganado otros cinco talentos”. 21
Le respondió el amo: “Muy bien, siervo bueno y fiel; cómo ha sido fiel en lo
poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor”.
22 Se presentó también
el que había recibido los dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me
entregaste; mira, he ganado otros dos talentos”. 23 Le respondió su
amo: “Muy bien, siervo bueno y fiel; cómo ha sido fiel en lo poco, yo te
confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor”. Cuando llegó por fin el
que había recibido un talento, dijo: “Señor; sé que eres un hombre duro, y
cosechas donde no sembraste y recoge donde no esparciste; 25 por eso
tuve miedo y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. 26 Su amo le
respondió: "Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he
sembrado y que recojo donde no he esparcido; 27 por eso mismo debías
haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo
mío con los intereses. 28 Por lo tanto, quitadle el talento y
dádselo al que tiene los diez. 29 "Porque a todo el que tiene se le dará y
tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. 30 En cuanto al siervo inútil,
arrojadlo a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de
dientes".
Enseñanza que obtenemos:
El talento no era propiamente una
moneda, sino una unidad contable que equivalía aproximadamente a unos treinta y
cuatro kilos de plata (cfr. Nota a 18, 21-35). El Señor enseña en esta parábola
la necesidad de corresponder a la gracia de manera esforzada durante toda la
vida. Hemos de hacer los dones naturales y las gracias sobrenaturales recibidas
de Dios. Lo importante no es el número, sino la generosidad para corresponder: «Me parece muy oportuno
fijarnos en la conducta del que recibió un talento: se comporta de un modo que
en mi tierra se llama cuquería. Piensa, discurre con aquel cerebro de poca
altura y decide: fue e hizo un hoyo en la
tierra y escondió el dinero de su señor. ¿Qué ocupación escogerá después
ese hombre, si ha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidido
irresponsablemente optar por la comodidad de devolver solo lo que le
entregaron. (…) Qué tristeza no sacar partido, autentico rendimiento de todas
sus facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique
a servir a las almas y a la sociedad. Cuando el cristiano mata su tiempo en la
tierra, se coloca en peligro de matar su
Cielo; cuando por egoísmo se retrae, se esconde, se despreocupa. El que ama
a Dios, no solo entrega lo que tiene, lo que es, al servicio de Cristo: se dá
él mismo (…) ¿Tu vida para ti? Tu vida
para Dios., para el bien de todos los hombres, por amor al Señor: ¡Desentierra
ese talento! Hazlo productivo y saborearás la alegría de que, en este negocio
sobrenatural, no importa en que el resultado no sea en la tierra una maravilla
que los hombres puedan admirar. Lo esencial es entregar todo lo que somos y
poseemos, procurar que el talento rinda, y empeñarnos continuamente en producir
buen fruto. »(San
Josemaría Escrivá de Balaguer, amigos de Dios, nn. 45-47)
* * *
San Gregorio Magno
HOMILIA IX de San Gregorio Magno ,
Parábola sobre los talentos
págs. 566-570.
BAC Madrid, 2009.
I. Hermanos carísimos, la lección del santo
Evangelio nos aconseja reflexionar con cuidado, no vaya a suceder que los que
nos encontramos con que hemos recibido más talentos que los otros, vengamos a
ser, por eso mismo, más severamente juzgados; porque, creciendo los dones,
crece también la cuenta que de los dones hay que rendir. Así es que tanto más
humilde y más pronto debe uno estar para servir por razón del don, cuanto más
obligado a dar buena cuenta se considera.
He aquí un hombre que, al emprender
un largo camino, llama a sus criados y les distribuye talentos para negociar; y
que después de mucho tiempo vuelve para pedir cuentas: a los que han obrado
bien remunera conforme a la ganancia que han reportado, pero condena al siervo
que se ha descuidado en obrar bien.
¿Quién es este hombre que marcha
lejos sino nuestro Redentor, que se fue al cielo con la misma carne que había
asumido? La tierra es el lugar propio de la carne, la cual., cuando nuestro
Redentor la coloca en el cielo, es como llevada a un país extraño.
Y este hombre que marcha lejos ha
entregado sus bienes a su siervo, pues ha concedido a sus fieles los dones
espirituales. Y a uno ha encomendado cinco talentos, a otro dos y a otro uno
solo. Pues bien, como los sentidos corporales son cinco, a saber: vista, oído,
gusto, olfato y tacto, en los cinco talentos se significa el don de los cinco
sentidos, es decir, la ciencia de las cosas exteriores; en los dos talentos se
significan el entendimiento y la obra, y con el nombre de un talento se significa
el solo entendimiento.
Ahora bien, el que había recibido
cinco talentos lucró otros cinco; pues hay algunos que, aunque no alcanzan a
comprender las cosas interiores y místicas, sin embargo, por su aspiración a la
patria celestial enseñan a cuantos pueden las cosas buenas; de esos dones
externos que recibieron reportan doble talento y, guardándose de la petulancia
de la carne, de la ambición de cosas terrenas y del deleite de las cosas
visibles, retraen también de estas cosas a otros con su consejo. Hay otros que,
dotados como de dos talentos, reciben el entender y el obrar, entienden lo
sutil de las cosas interiores y ejecutan exteriormente obras admirables; y
cuando, entendiendo y obrando, predican a otros, es como que reportan de su
trabajo ganancia duplicada.
Y se dice bien que unas ganancias
vinieron a ser de cinco y otras de dos, porque predicándose a los dos sexos es
como que se doblan los talentos recibidos.
Mas aquel que había recibido un
solo talento, marchándose, cavó la tierra y escondió el dinero de su amo. Esconder el talento en la tierra es emplear
en asuntos terrenos el ingenio recibido, no buscar ganancia espiritual, no
levantar jamás de los pensamientos terrenos el corazón. Pues hay algunos
que han recibido el don de la inteligencia, pero sólo gustan de ocuparse en las cosas que se refieren a la carne.
De los cuales se dice por el profeta (Jer. 4,22): Para hacer: Para hacer el mal son sabios, más el bien no
saben hacerlo.
Ahora bien, el Señor, que
distribuyó los talentos, vuelve para pedir cuentas, esto es: quien ahora
concede piadoso sus dones espirituales, en el juicio examina más severamente
los méritos, considera qué es lo que cada uno ha recibido y pondera qué
ganancia reporta de lo que ha recibido. El criado que devuelve duplicados los
talentos es alabado por el Señor e introducido a la eterna recompensa, puesto
que con palabra del Señor se dice: Muy
bien, siervo bueno y leal, ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré
mucho: ven a tomar parte en el gozo de tu Señor; porque, en comparación de
la retribución eterna, todas las cosas de la vida presente, aunque parezcan
mucho, son poca cosa. Y al siervo fiel se le confía mucho cuando, vencidos
todos los obstáculos de la corrupción, es glorificado con los gozos eternos en
la mansión celestial: entonces es introducido a participar plenamente del gozo
de su Señor cuando, llevado a la patria eterna y agregado a la compañía de los
ángeles, de tal modo goza interiormente de este favor, que ya no hay cosa
alguna de la corrupción que exteriormente le aflija.
3. Pero el siervo que no quiso
agenciar con el talento, se vuelve al señor con palabras de excusa, diciendo: Señor, yo sé que eres hombre de recia
condición, que siegas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Y
así, temeroso, me fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es
tuyo.
Es de notar que el siervo inútil
llama duro al señor, al cual se disculpa, sin embargo, de no haberle servido
con la ganancia, y dice que había temido dedicar al lucro el talento, cuando
sólo debía haber temido devolvérsele sin ganancia al señor. Pues hay muchos
dentro de la santa Iglesia de los cuales es figura este siervo, los cuales
temen emprender el camino de una vida mejor y, en cambio, no se asustan de
yacer en la ociosidad, y que, considerándose pecadores, temen escalar las vías
de la santidad, pero no tienen miedo de permanecer en sus iniquidades.
Buena figura de los cuales es Pedro
cuando todavía estaba en su flaqueza, cuando, al ver el milagro de los peces,
dijo (Lc. 5,8): Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Precisamente
porque te consideras pecador, conviene que no apartes de ti al Señor. Pues los
que no quieren mejorar sus costumbres ni acogerse al refugio de una vida más
recta, por lo mismo que se ven flacos, se confiesan pecadores, rechazan al
Señor y huyen de aquel en quien debían santificarse; y al modo de los que,
perturbados, carecen de juicio, cuando están muriéndose tienen miedo a la vida.
Por eso es por lo que a este siervo
se le replica en seguida: ¡Oh siervo malo
y perezoso!, tú sabias que yo siego donde no siembro y recojo donde nada he
esparcido ; pues por eso mismo debías haber dado a los banqueros mi dinero,
para que yo a la vuelta recobrase mi caudal con sus intereses. El siervo
perezoso queda convicto por sus propias palabras cuando el señor dijo: Siego donde no siembro y recojo donde nada
he esparcido; como si claramente dijera: Si, según tú afirmas, yo reclamo
lo que no di, ¿cuánto más exigiré de ti que me devuelves lo que te he dado? Por
eso mismo debías haber dado mi dinero a los banqueros, para que yo a la vuelta
recobrase mi caudal con sus intereses.
Ahora bien, dar el dinero a los
banqueros es entregar la ciencia de la predicación a los que con sus palabras y
con sus obras pueden) ponerla en práctica. [4.] Pues así como veis lo que
nosotros arriesgamos si retenemos el caudal del Señor, así vosotros, hermanos
carísimos, considerad solícitos el vuestro; porque de vosotros se exige con
usura el fruto de lo que oís, puesto que hasta el caudal que no se ha dado se
exige con usura; pues cuando se devuelve tan sólo lo que se había recibido,
también se exige además lo que no se ha recibido. Pensad, por tanto, hermanos
carísimos, que debéis pagar con usura este caudal de la palabra que recibís, y
procurad entender de esto que oís otras cosas que no oís, de manera que,
deduciendo unas cosas de otras, aprendáis además por vosotros mismos lo que
todavía no habéis aprendido de labios del predicador. Pero oigamos con qué
sentencia se castiga al siervo perezoso: Quitadle
aquel talento y dádselo al que tiene diez talentos. [5.] Parecía muy en su
punto que, al quitar al siervo malo un talento, se diera al que había recibido
dos, más bien que al que había recibido cinco, porque al que tuvo menos se
debió dar más que al que tuvo más. Pero es que, según dijimos antes, por los
cinco talentos se significan los cinco sentidos, es decir, la ciencia de las
cosas exteriores, y por los dos se significan el entendimiento y la operación;
por consiguiente, el que tuvo dos había recibido más que el que tuvo cinco,
porque el que por los cinco talentos mereció la administración de las cosas
exteriores, todavía se quedó sin la inteligencia de las interiores; por
consiguiente, el un talento, que significa, como hemos dicho, el entendimiento,
debió darse a aquel que administró bien los dones exteriores que había
recibido. Cosa que a diario estamos viendo en la santa Iglesia; porque muchos,
por administrar bien los dones exteriores que reciben, son llevados también a
la inteligencia mística, para que, ya que emplean bien los dones exteriores,
puedan gozar de la inteligencia interna. Además, en seguida se añade esta
sentencia general: Porque a quien tiene,
dársele ha, y estará abundante; mas a quien no tiene, se le quitará aun aquello
que parece tener. Es decir, que se dará al que tiene, y abundará, porque el
que tiene caridad también participa de los demás dones; mas el que no tiene
caridad pierde también los dones que parecía haber recibido. Por tanto,
hermanos míos, es necesario que en todas vuestras obras cuidéis de guardar la
caridad; ahora bien, la caridad verdadera consiste en amar al amigo en Dios y
al enemigo por Dios. Y quien no tiene esta caridad pierde todo el bien que
posee, queda privado del talento que había recibido y, conforme a la sentencia
del Señor, es arrojado a las tinieblas exteriores, porque, como castigo, cae en
las tinieblas exteriores el que por su culpa cayó en las tinieblas interiores;
y allí, forzado, sufre las tinieblas vengadoras quien aquí llevó gustoso las
tinieblas del placer.
7. Mas es de saber que no hay
ocioso alguno que esté seguro de no haber recibido algún talento, porque
ninguno hay que diga con verdad: Yo no he recibido ningún talento, no hay por
qué esté obligado a rendir cuentas; pues con el nombre de talento se debe
entender lo que cualquier pobre ha recibido, por mínimo que ello sea. Uno,
pues, ha recibido la inteligencia de la predicación, y éste debe el ministerio
como talento; otro ha recibido bienes terrenos y debe distribuir o administrar
el talento de tales cosas; aquél no ha recibido la inteligencia de las cosas
interiores ni abundancia de bienes, pero ha aprendido un arte, con el cual se
sustenta, y ese arte se considera como el talento que ha recibido; este otro
nada de estas cosas ha logrado, pero tal vez ha merecido la amistad cerca de
algún rico; ha recibido, pues, el talento de la amistad; por tanto, si no le
habla en favor de los menesterosos, se le condena por retención del talento.
Así es que quien tenga entendimiento, cuide de no estar siempre callado; quien
tenga bienes abundantes vigile para no descuidarse en ejercitar la misericordia;
quien posea un arte por el cual se sustenta, procure con gran diligencia que el
prójimo participe de su uso y utilidad; quien tiene ocasión de hablar al rico,
tema ser castigado por retención del talento, si, pudiendo, no intercede cerca
de él en favor de los pobres; porque el Juez que ha de venir exige de cada uno
de nosotros el talento, o sea, cuanto ha dado. Por consiguiente, para que,
cuando vuelva el Señor, se halle uno seguro de la cuenta de su talento, piense
cada día con temor en lo que ha recibido. Mirad que ya está cerca la vuelta del
que se fue lejos; porque, aunque parece haberse alejado quien se marchó lejos
de esta tierra en que nació, pero vuelve enseguida a pedir la cuenta de los
talentos; y si nos emperezáramos bien, nos juzgará más rigurosamente sobre los
dones que nos concedió. Consideremos, pues, qué es lo que habemos recibido y
estemos alerta para emplearlo bien. No
haya algún cuidado terreno que nos impida la vida espiritual, no vaya a suceder
que, si se esconde en la tierra el talento, se provoque a ira al Señor del
talento. El siervo perezoso, cuando ya pide cuentas de las culpas el juez,
desentierra el talento; hay, pues, muchos que se retraen de los deseos y obras
terrenas cuando, por aviso del juez, son ya entregados al suplicio eterno.
Vigilemos, por tanto, antes de que se nos pida cuenta de nuestro talento, para
que, cuando ya el Juez amenace con el castigo, nos libre de él la ganancia que
hemos reportado. Lo cual haga por nosotros Dios, que vive, etc.
* * *
Plaza de San Pedro
Domingo 13 de noviembre de 2011
Domingo 13 de noviembre de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
La Palabra de Dios de este domingo —el
penúltimo del año litúrgico— nos advierte de la precariedad de la existencia
terrena y nos invita a vivirla como una peregrinación, teniendo la mirada fija
en la meta, en aquel Dios que nos ha creado y, dado que nos ha hecho para Sí
(cf. san Agustín, Confesiones. 1, 1), es nuestro destino último y el
sentido de nuestra vida. Paso obligado para llegar a esa realidad definitiva es
la muerte, seguida del juicio final. El apóstol Pablo recuerda que «el día del
Señor llegará como un ladrón en la noche» (1 Ts 5, 2), es decir, sin
avisar. La conciencia del retorno glorioso del Señor Jesús nos impulsa a vivir
en una actitud de vigilancia, esperando su manifestación en la constante
memoria de su primera venida.
En la célebre parábola de los talentos
—que narra el evangelista Mateo (cf. 25, 14-30)—, Jesús habla de tres siervos a
los que el señor, en el momento de partir para un largo viaje, les confía sus
bienes. Dos de ellos se comportan bien, porque hacen fructificar el doble los
bienes recibidos. El tercero, en cambio, esconde el dinero recibido en un hoyo.
Al volver a casa, el señor pide cuentas a los siervos de lo que les había
confiado y, mientras se complace con los dos primeros, el tercero lo defrauda.
En efecto, el siervo que mantuvo escondido el talento sin valorizarlo hizo mal
sus cálculos: se comportó como si su señor ya no fuera a regresar, como si no
hubiera un día en que le pediría cuentas de su actuación. Con esta parábola,
Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones: Dios llama a cada
hombre a la vida y le entrega talentos, confiándole al mismo tiempo una misión
que cumplir. Sería de necios pensar que estos dones se nos deben, y renunciar a
emplearlos sería incumplir el fin de la propia existencia. Comentando esta
página evangélica, san Gregorio Magno
nota que el Señor a nadie niega el don de su caridad, del amor. Escribe: «Por esto, es necesario, hermanos míos, que
pongáis sumo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que tengáis
que realizar» (Homilías sobre los Evangelios 9, 6). Y tras precisar
que la verdadera caridad consiste en amar tanto a los amigos como a los
enemigos, añade: «Si uno adolece de esta virtud, pierde todo bien que tiene, es
privado del talento recibido y arrojado fuera, a las tinieblas» (ib.).
Queridos hermanos, acojamos la invitación
a la vigilancia, a la que tantas veces nos exhortan las Escrituras. Esta es la
actitud de quien sabe que el Señor volverá y querrá ver en nosotros los frutos
de su amor. La caridad es el bien fundamental que nadie puede dejar de hacer
fructificar y sin el cual cualquier otro don es vano (cf. 1 Co 13, 3).
Si Jesús nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros (cf. 1 Jn
3, 16), ¿cómo podríamos no amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amarnos de
todo corazón los unos a los otros? (cf. 1 Jn 4, 11). Sólo practicando la
caridad, también nosotros podremos participar en la alegría de nuestro Señor.
Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y alegre vigilancia en el
camino hacia el encuentro con Dios.
* * *
Medítese también la reflexión espiritual de Néstor Mora: Los talentos que guardamos, nos condenan. S. Juan
Crisóstomo
Y también: Talentos y juicio
Y también: Talentos y juicio
Hay que aprender de esos errores, compararlos con lo que se dice en el Evangelio y sacar una buena conclusión para remediarlos. Muy buena entrada José Luis, espero que estés bien. Un fuerte abrazo y buen fin de semana amigo. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarReflexionando sobre ese dicho: "aprender los errores", mis pensamientos ha ido por otra parte, que debería decirse, "evitar a caer en los errores", o "superar los errores", porque bien sabes, mi querido hermano, que los errores no tienen nada bueno que enseñarnos, es un dicho que suele decirse. Pero cuando nos dejamos llevar, nuestros conocimientos en la fe, y sabiendo que Jesucristo es la Sabiduría Encarnada, aprendemos de Él, y a no caer en nuestros antiguos errores.
EliminarYa escribí hace tiempo otra reflexión sobre este tema. Dios te llene de mucha sabiduría y bondad, amigo Pepe.