Cuando vamos a Misa y nos tomamos en serio la escucha de las
lecturas, nos da mucho para reflexionar, nos ayuda y alegra el corazón de
aquello que oímos.
La Misericordia de Dios nunca ha hecho trato con las obras del demonio, pero ayuda al pecador a convertirse, hay libre albedrío de querer la salvación eterna o rechazarla.
Porque sería desperdiciar por
completo nuestra vida, que en lugar de orar cuando vamos a la iglesia, y
estamos a otros escuchando como rezan, nosotros en cambio en vez de servir y
ser fiel al Señor, estaríamos hablando de las cosas que suceden en un momento
que no es el lugar, en la iglesia, estaríamos ofendiendo al Señor con toda certeza
- Carta de San Pablo a los Efesios 2,12-22.
Antes no teníais un Mesías, erais
extranjeros a la ciudadanía de Israel y ajenos a las instituciones portadoras
de la promesa. En el mundo no teníais ni esperanza ni Dios. Ahora, en cambio,
estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que
antes estabais lejos.
Él es nuestra paz. Él ha hecho de
los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los
separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo
las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con
Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando
muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los
de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al
Padre con un mismo Espíritu.
Por lo tanto, ya no sois
extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de
la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y
profetas, y el mismo Cristo.
Jesús es la piedra angular. Por
él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo
consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la
construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
- Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14.
Dios anuncia la paz a su
pueblo
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
La misericordia y la fidelidad se encuentran. En este salmo nos habla de la misericordia, pero esta misericordia no significa la aprobación de los malos deseos del pecador que quiere mantenerse en sus vicios y pecados. No, La misericordia debe proceder, conforme el Corazón de Cristo, y Cristo no aprobaba el pecado. Los limpios de corazón, como leemos en su predicación del sermón del monte, siempre con la fidelidad de Dios Padre. La mundanidad es fruto del pecado.
Meditando el salmo, fuera Cristo es imposible hallar paz y alegría. Fuera de Cristo que es Dios Encarnado no hay vida. Los que no aceptan a la Iglesia Católica, no son personas honradas, luchan para establecer un dominio de pecado y muerte, destrucción, violencia. Por eso los cristianos son perseguidos.
Pero nosotros que nos
decimos hijos e hijas de la Iglesia Católica, es muy importante permanecer
siempre con Cristo, y no debemos hacer caso a nada de las cosas que son ajenas
a los intereses de Dios.
“La gloria habitará la
tierra”, Cristo es la Gloria del Padre, también le hallamos en los sagrarios,
allí en la iglesia.
Sagrada
Biblia, Conferencia Episcopal Española
- Evangelio según San Lucas 12,35-38.
Tened ceñida la cintura y
encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su
señor vuelva de la boda, para abrirles apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al
llegar, los encuentren en vela; en verdad os digo que se ceñirá, lo hará
sentar a la mesa y, acercándose, los
irá sirviendo. Y si al llegar a la segunda vigilia o a la tercera y los
encuentra así, bienaventurados ellos.
Isaac el
Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul
Sermones ascéticos
Sermones ascéticos
«Tened
encendidas las lámparas»
La oración
hecha durante la noche tiene un gran poder, mayor que la que se hace durante el
día. Es por eso que todos los santos han tenido la costumbre de orar de noche,
combatiendo el amodorramiento del cuerpo y la dulzura del sueño,
sobreponiéndose a su naturaleza corporal. El mismo profeta decía: «Estoy agotado de gemir: de noche lloro sobre
el lecho, riego mi cama con lágrimas» (Sl 6,7) mientras suspiraba desde lo
hondo de su corazón con una plegaria apasionada. Y en otra parte dice: «Me
levanto a medianoche a darte gracias por tus justos juicios.» (Sl 118,
62). Por cada una de las peticiones que los santos querían dirigir a Dios con
fuerza, se armaban con la oración durante la noche y así recibían lo que
pedían.
El mismo Satanás nada teme tanto como la oración que se hace durante las vigilias. Aunque estén acompañadas de distracciones, no dejan de dar fruto, a no ser que se pida lo que no es conveniente. Por eso entabla severos combates contra los que velan para hacerles desdecir, tanto como sea posible, de esta práctica, sobre todo si se mantienen perseverantes. Pero los que se ven fortificados contra estas astucias perniciosas y han saboreado los dones de Dios concedidos durante las vigilias, y han experimentado personalmente la grandeza de la ayuda que Dios les concede, le desprecian enteramente a él y a todas sus estratagemas.
El mismo Satanás nada teme tanto como la oración que se hace durante las vigilias. Aunque estén acompañadas de distracciones, no dejan de dar fruto, a no ser que se pida lo que no es conveniente. Por eso entabla severos combates contra los que velan para hacerles desdecir, tanto como sea posible, de esta práctica, sobre todo si se mantienen perseverantes. Pero los que se ven fortificados contra estas astucias perniciosas y han saboreado los dones de Dios concedidos durante las vigilias, y han experimentado personalmente la grandeza de la ayuda que Dios les concede, le desprecian enteramente a él y a todas sus estratagemas.
Cuando no tenemos la
costumbre de rezar por la noche, la culpa es nuestra, porque los santos siempre
nos dan edificantes ejemplos, de que es posible, y ellos hacen mucho más que
nosotros, lucha contra el hombre viejo, nosotros deberíamos hacer lo mismo,
pero no siempre lo hacemos, ¿a qué esperamos? Han vencido al mundo en Cristo,
pues sin Cristo, el mundo nos aplasta, nos destruye. Los santos son enemigos
del mundo, de este modo no pierden la amistad e Dios. Pues el Apóstol Santiago
enseña, que los amigos del mundo, son enemigos de Dios.
El cristiano que cuando
llega la noche, en vez de dedicarse a la oración y contemplación, tiene una
fijación enfermiza en el pecado, esto no le salvará. O aquel otro, que también
peca contra Dios, cuando piensa en su selección deportiva de algún equipo de
fútbol, o cuando piensa en determinados futbolistas, están ofendiendo al Señor,
a aquel otro que está metido en desgracia de Dios, en el sufrimiento de la vida
animal, como medio de diversión. Son muchas cosas que ofenden al Señor, pero
que el malvado no le importa divertirse en cualquier evento del mundo, sea
deportivo, pero siempre alejado de la vida de santidad.
Si alguno tiene objeción: "es que no tengo tiempo para rezar ni ir a la Santa Misa", esta clase de persona se expone en peligro de condenarse para siempre. Porque es el demonio, que tienta a las almas, que no hay tiempo para dedicarse a Dios.
Mantengamos las lámparas encendidas, que el demonio no tenga poder alguno para apagar nuestra fe.
Una cosa es cierta, mis
buenos hermanos y hermanas, cuánto más pendientes estemos de Cristo, menos
debemos estarlo de las cosas mundanas, y el pecado no podrá arrojarnos por
tierra, porque ya estamos prevenidos, la oración contemplativa, la meditación
de las Sagradas Escrituras guiados por la Lectio Divina, para que el demonio no
nos influya en ninguna de sus perversas intenciones, la Santa Misa.
Cuando venga el Señor, ¿cómo queremos esperarle? ¿teniendo nuestro corazón en la idolatría del maligno? ¿Queremos esperarle como los prudentes y fieles, muy bien preparados en la oración y vida de pureza?
La Misericordia de Dios nunca ha hecho trato con las obras del demonio, pero ayuda al pecador a convertirse, hay libre albedrío de querer la salvación eterna o rechazarla.
Debemos serlo todo para
Cristo y la Gloria de Dios Padre.
Así es José Luis, en la Iglesia debemos Orar, orar con nuestros hermanos desde el corazón, encontrarnos con Dios y María a través de la Eucaristía. Me encanta todo lo que transmites amigo. Gracias. Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
ResponderEliminar@PepeLasala