Doy gracias a Dios por todos los que han llegado a sus casas, sanos y salvos, de estos viajes de Semana Santa y asistir a las ceremonias religiosos, a los oficios divinos.
Pasó el tiempo de Cuaresma.
Muchos tenemos muy claro que la Cuaresma es un tiempo de preparación interior.
La Semana Santa, siempre en compañía de Jesús, reflexionar todo lo que hizo por nosotros, lo que quiso sufrir por nuestro amor, no podemos olvidarnos de Cristo, ¡jamás!
Ya estamos en tiempo Pascual, Cristo ha resucitado. Pero Cristo debe seguir permaneciendo en nuestro corazón, en nuestra vida. Nuestra preparación no caduca, no tiene tiempo breve. Esta preparación para con Cristo, debe ser perseverante, hasta el fin de nuestros días,
La resurrección de Cristo es también en nuestro propio beneficio, por lo que no debemos entregarnos a la mundanidad.
Aprendamos a ser como los discípulos de Cristo, y ser discípulo de Cristo es vivir como Él vivió, siempre pendiente de la Voluntad de Dios Padre, y obedecer a Cristo en todos los sentidos conforme a la vocación que Dios ha puesto en nuestro corazón.
Muchos hemos comenzado la novena de la Divina Misericordia, que termina este segundo domingo después de Pascua. Es una fecha también doblemente especial, es Domingo de la Misericordia, y cuando se canoniza a dos Papas, escribir esto me llena de mucha alegría, San Juan XXII y San Juan Pablo II.
Los corazones bien dispuestos, los limpios de corazón, están muy contentos que sucedan estas canonizaciones. Pero el demonio y los suyos, están protestando. Pero lo hacen desde toda la vida, cuando hay un nuevo santo, santa a los altares, ellos no quieren que sean así. Pero la santidad no es una cuestión del mundo, sino un deseo propio de Dios, y cuando el alma quiere santificarse, la Iglesia lo anuncia al mundo entero. Pues la santidad está al alcance de todo el que se disponga a bien con Dios y persevere en su amada Voluntad, es necesario que en nuestra vida obedezcamos a la Voluntad de Dios para ser completamente libres y felices.
Muchos hemos comenzado la novena de la Divina Misericordia, que termina este segundo domingo después de Pascua. Es una fecha también doblemente especial, es Domingo de la Misericordia, y cuando se canoniza a dos Papas, escribir esto me llena de mucha alegría, San Juan XXII y San Juan Pablo II.
Los corazones bien dispuestos, los limpios de corazón, están muy contentos que sucedan estas canonizaciones. Pero el demonio y los suyos, están protestando. Pero lo hacen desde toda la vida, cuando hay un nuevo santo, santa a los altares, ellos no quieren que sean así. Pero la santidad no es una cuestión del mundo, sino un deseo propio de Dios, y cuando el alma quiere santificarse, la Iglesia lo anuncia al mundo entero. Pues la santidad está al alcance de todo el que se disponga a bien con Dios y persevere en su amada Voluntad, es necesario que en nuestra vida obedezcamos a la Voluntad de Dios para ser completamente libres y felices.
Son muchos peregrinos que ya desde hace unos días, han marchado a Roma, ¡bendito sea el Señor nuestro Dios!
Será porque estamos en un barrio un tanto pobre, porque no se ha hablado ni se ha anunciado peregrinaciones a Roma. De todas forma, podemos este gran acontecimiento desde la comodidad de casa, a la sombra y sentado en un sillón más bien cómodo. Porque estar de pie todas esas horas, allí en el Vaticano, se necesita tener muy buena salud. Porque si yo estuviera allí, llegaría un momento en que me sentaría en el suelo, si no hubiese sillas para todos.
MENSAJE URBI ET ORBI
DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
PASCUA 2011
In resurrectione tua, Christe, coeli et terra laetentur. En tu resurrección, Señor, se alegren los cielos y la tierra (Lit. Hor.)
Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo:
La mañana de Pascua nos ha traído el anuncio antiguo y siempre nuevo: ¡Cristo ha resucitado! El eco de este acontecimiento, que surgió en Jerusalén hace veinte siglos, continúa resonando en la Iglesia, que lleva en el corazón la fe vibrante de María, la Madre de Jesús, la fe de la Magdalena y las otras mujeres que fueron las primeras en ver el sepulcro vacío, la fe de Pedro y de los otros Apóstoles.
Hasta hoy —incluso en nuestra era de comunicaciones supertecnológicas— la fe de los cristianos se basa en aquel anuncio, en el testimonio de aquellas hermanas y hermanos que vieron primero la losa removida y el sepulcro vacío, después a los mensajeros misteriosos que atestiguaban que Jesús, el Crucificado, había resucitado; y luego, a Él mismo, el Maestro y Señor, vivo y tangible, que se aparece a María Magdalena, a los dos discípulos de Emaús y, finalmente, a los once reunidos en el Cenáculo (cf. Mc 16,9-14).
La resurrección de Cristo no es fruto de una especulación, de una experiencia mística. Es un acontecimiento que sobrepasa ciertamente la historia, pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando en ella una huella indeleble. La luz que deslumbró a los guardias encargados de vigilar el sepulcro de Jesús ha atravesado el tiempo y el espacio. Es una luz diferente, divina, que ha roto las tinieblas de la muerte y ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Verdad y del Bien.
Así como en primavera los rayos del sol hacen brotar y abrir las yemas en las ramas de los árboles, así también la irradiación que surge de la resurrección de Cristo da fuerza y significado a toda esperanza humana, a toda expectativa, deseo, proyecto. Por eso, todo el universo se alegra hoy, al estar incluido en la primavera de la humanidad, que se hace intérprete del callado himno de alabanza de la creación. El aleluya pascual, que resuena en la Iglesia peregrina en el mundo, expresa la exultación silenciosa del universo y, sobre todo, el anhelo de toda alma humana sinceramente abierta a Dios, más aún, agradecida por su infinita bondad, belleza y verdad.
(Aquí puede seguir leyendo y meditando): Mensaje Urbi et Orbi - Pascua 2011
Otros:
Tiempo de Resurrección, tiempo de muchísima importancia en nuestros corazones, y vísperas de canonización. Feliz Pascua amigo.
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