A gloria y alabanza del
Altísimo, todo honor, toda gloria a la Santísima Trinidad. Bendita sea por
siempre la Llena de Gracia
Que la paz, la alegría
del Señor siempre sea con todos nosotros, hermanos y hermanas.
Cuando un alma busca
sinceramente a Cristo, tiene necesidad de poner atención a lo que tenemos
delante. A Cristo Jesús, haya o no exposición. Pues si no lo hay, hemos de
considerar que la presencia de Jesucristo en el Sagrario es una realidad, por
eso no debemos ir disipado, ni distraídos. La disipación, las distracciones
voluntarias, los alborotos, como sean que suceda, siempre son innecesarias,
como las de ayer, detrás de mí, había personas que se oías sus voces, hasta
alguna risa, y estaba el Santísimo expuesto en el altar.
Al tentador no le cuesta
nada a que esos cristianos demasiados disipados, que ni siquiera saben en qué
momento han de estar de pie o sentado, o arrodillarse, hay mucho. No están
acostumbrado al encuentro del Señor, lo suelen rechazar, y si van, llegan a
confundir a la iglesia como un salín de palabrería, y no un lugar de oración y
recogimiento. Muchos cristianos pierden todo lo valioso que el Señor les tenía
preparado para esos momentos, no tienen tiempo para la oración.
Hay mucho sufrimiento en
el mundo, que se podría evitar, si todos en nuestro interior nos dedicásemos a
pensar en el Señor, orando, leyendo pasajes hermosos de la Sagrada Biblia. No
podemos decir que somos ignorantes, si por otra parte deliberadamente
rechazamos ese conocimiento que el Señor nos presenta, en el estudio de la
Sagrada Biblia.
El conocimiento auténtico
de Dios, nos llevará a ser humildes de corazón.
Nada aprenderemos, aunque tuviésemos mucha memoria para retener pasajes
de la doctrina de los Santos Padres, debemos evitar la tentación de la soberbia
intelectual, que parece que desplaza la humildad del corazón, y muchos
cristianos han soportados la insolencia de algún apologeta, que con soberbia le
ha dicho esto o lo otro. No lo saben, pero tarde o temprano, se quedarán en
nada, sin frutos espirituales.
Mis queridos hermanos, no
lo tomen a mal, que os quiero mucho en Cristo Jesús. Pues lo importante es que
vivamos seriamente el verdadero sentido de nuestra fe cristiana.
Segundo punto de
reflexión
¿Es posible que es mejor ser pecador que corrupto?
La fe, y el amor a Cristo
no nos enseña esas cosas, es decir, que no conviene que seamos pecadores, que
para eso solemos acudir al sacramento de la confesión, porque el pecado nos
encamina hacia la corrupción, están unidos, pecado venial, que cuanto más
amemos al Señor, se nos hace insoportable. Nunca debemos acostumbrarnos a
nuestros pecados veniales jamás. Los pecadores corruptos comenzaron por poca
cosa, pero con el tiempo su maldad, a la que tanto se habían acostumbrados, ya
no veían la necesidad de acercarse al sacramento de la penitencia.
EL verdadero devoto huye
de los aplausos, es lo que también aprendemos de la doctrina de los Santos
Padres, que no buscaban su propia gloria. Pues cuando se habla del Evangelio, y
con los aplausos obtenidos, no hay verdadera conversión interior, y en todos
los sentidos es dañino.
Como católicos que nos
decimos, nuestro deber es complacer a Dios, aunque haya quienes no nos quieran
comprender. No estamos en este mundo para complacer a quienes hacen resistencia
al Espíritu Santo, a quienes no buscan la unidad que Cristo Jesús nos enseña.
La tibieza cuando es
profunda es no detestar nuestros pecados veniales, y somos engañados por el
príncipe de las tinieblas, no dando importancia a lo que es el “mal menor”, Los
Santos y Santas, tanto fue su amor a Dios, que llegaban a hacer duras
penitencias, para librarse de esos pecados.
- «El pecado por esencia es abandono de la verdad del propio ser y por tanto de la Verdad del Creador» (Joseph Ratzinger/Benedicto XVI. Mirar a Cristo, 2ª Ed. pág. 98. Edicep. 2005)
Por eso, cuando mas intensamente oremos al Señor, comprendemos la gravedad del pecado, yo no podría decir, "soy pecador", y luego me divierto y aplaudo según los deseos mundanos, y me olvido de quienes sufren perseguidos por ser cristianos que dan su vida por Cristo, no podría pasarme la vida tan alegremente, sabiendo los sacrilegios, las profanaciones, las blasfemias contra la Santísima Trinidad. Porque eso es actitud tibia y vacía de Dios.
Nosotros somos pecadores, no por deseo, sino por debilidad, y siempre acudimos a Cristo, no riendo, sino con el corazón dolorido por haberle ofendido. Es verdad que toda nuestra vida no será lágrimas, sino alegría, pero esta alegría siempre es interior, que solo Dios la puede ofrecer.
El pecado es una
separación del amor de Dios. Pero como decía antes de los aplausos, no es una
inspiración cristiana, sino mundana, no es espiritual, y aplaudir cuando vemos
una absurda actuación cirquense, una obra teatral, un acontecimiento deportivo,
y otras cosas según el mundo, el demonio nos engaña y nos hace creer que es
bello, cuando es inmoral. ¡Es terrible la tibieza, el gran daño que puede hacer
en nuestras propias vidas! Cuando el alma no se esfuerza por entender a Dios,
vive una fe a su propia medida, no es la medida del Amor de Cristo.
En las obras de San
Agustín, también tengo otros importantes Padres de la Iglesia Católica como San
Juan Crisóstomo, San Gregorio Magno, y algunos más. Nos encontramos la claridad
que nos ayuda a comprender el Evangelio de Cristo, bajo la guía del Espíritu
Santo y del Magisterio de la Iglesia Católica.
En este sermón de San
Agustín, yo aprendo, que, para acercarme a Cristo, tiene que ser no a ratos,
sino de forma radical, bueno, también lo enseña en otros sermones, este y todos
los santos y santas. Además, ya Jesucristo en el Evangelio nos enseña un único
camino para estar con Él, es negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y
seguirle.
Amar a Cristo es apartar
nuestros ojos de todo lo que no sean propiamente los intereses de Cristo. Uno
puede pensar, “esto que hago, es un don de Dios, el futbol, los malabares
cirquenses u otras actuaciones mundanas, perteneciente al circo, los éxitos en
la tauromaquia, etc.”, No es eso lo que no enseña el Evangelio, ni la doctrina
de los Padres de la Iglesia Católica. El problema está, es que el demonio les
engaña con eso, pero no lo averiguan estudiando atentamente la Sagrada
Escritura.
No sé dónde he leído,
pues no me guardo todas las noticias, un titular, un actor que se acercó al
Papa le pedía para que rezase y consiguiera un óscar. El acceder es atentar
contra la misericordia, el callarse la verdad, para dar gusto al que está en el
error, no es misericordia.
El cristiano debe ser
enteramente de Cristo, nunca ser idólatra, que ciega el espíritu, la mundanidad
destruye la fe, complacer a todos por igual, no puede ayudar, es la
peligrosidad del relativismo, que expulsa el amor de Dios de la propia vida.
Bien, pensando en la
doctrina de San Agustín, necesitamos poner atención a sus palabras, para llegar
a ser hombre nuevos, que solo debe ser cuando estamos en Cristo Jesús, no
teniendo dos miradas, una para Dios y otra para dejarse seducir por la
mundanidad, pues no únicamente con nuestras palabras debemos rechazar la
mundanidad, sino con todas nuestras fuerzas, para que no perezcamos y
terminemos en los tormentos eternos. La vida del cristiano es espiritual, el mundano
por tanto, se aleja de su propia salvación y pasa su vida en mentiras. Cuando
somos de Cristo, vencemos nuestros pecados, no queremos atarnos ni siquiera a
la propia tibieza.
Desde que venimos al mundo, y el Señor nos hace hijos suyos en Cristo Jesús, cuando nos limpia por el sacramento del Bautismo, y llegamos a la mayoría de edad, que es tiempo de perseverar en la fe, desde nuestra infancia, y apartándonos de todas las cosas que el mundo nos ofrece, y en Cristo ya no somos mentirosos, porque ser hijo de Dios es vivir la verdad en todo tiempo; en cualquier ambiente, sin disimulo, sin doblez.
Obras completas de San Agustín,
Tomo XXIII
BAC
Segunda edición, aumentada. 2015
SERMÓN 166
Traductor: Pío de Luis, OSA
DECIR LA VERDAD, HUIR DE LA MENTIRA
(Efesios, 4, 25; Salmo 115,1)
1. Si el Señor, me
concede la inteligencia, voy a exponer con brevedad cómo la frase del Apóstol:
«Desechando la mentira, hablad la verdad» (Ef 4,25), no contradice a la otra
del salmo: «Todo hombre es mentiroso»
(Sal 115,11). ¿Cuál es el significado de una y otra frase? ¿Acaso ordena Dios,
por boca del Apóstol, cosas imposibles? No. ¿Qué manda, pues? Me atrevo a
decirlo, pero tomadlo como dicho sin ánimo de ofender, puesto que lo digo
también para mí mismo. Dios nos manda que no seamos hombres. Si hubiese dicho:
«Dios nos manda que no seáis hombres», quizá lo hubieseis recibido agriamente;
pero me incluí a mí mismo, para que nadie se aíre.
2. Digo todavía más a
Vuestra Santidad: nos encontramos con que el Apóstol reprocha a los hombres,
como falta grave, el ser hombres; en efecto, se lo dijo en tono de reproche.
Del mismo modo que llenos de ira decimos a alguien: «Eres un animal», así él,
corrigiendo con el látigo de la disciplina del Señor, reprochó a los hombres el
ser hombres. ¿En qué quería que se convirtiesen aquellos para quienes el ser
hombres era una falta grave? «Si, pues, hay entre vosotros —dice— envidia y
discordia, ¿no es la prueba de que sois carnales y camináis a lo humano? En
efecto, cuando uno dice: «Yo soy de Pablo»
y otro a su vez: «Yo de Apolo», ¿no sois
hombres? ( 1Co 3,3-4) En tono de desaprobación y reproche les dice: ¿No
sois hombres? ¿En qué quería que se convirtiesen, entonces, sino en lo escrito
en el salmo: Yo dije: «Sois dioses e
hijos del Altísimo» (Sal 81,6). Ciertamente esto lo ha dicho Dios, pues a
eso va dirigida su llamada. Pero ¿qué añadió a continuación? «Vosotros, en cambio, moriréis como hombres y
caeréis como uno de los príncipes» (Sal 81,7). También lo aquí dicho:
Vosotros, en cambio, moriréis como hombres se aduce como un oprobio: Adán, en
efecto, fue hombre, pero no hijo de hombre; Cristo, en cambio fue hijo de
hombre y Dios. El hombre viejo, es decir Adán pertenece a la mentira; el hombre
nuevo, hijo del hombre, es decir, Cristo—Dios, a la verdad. Si abandonas la
mentira, despójate de Adán; si hablas la verdad, revístete de Cristo,
y no te parecerán contrarias las frases que se hallan en la Escritura. En efecto, el Apóstol,
exhortando a despojarse del hombre viejo y a revestirse del nuevo, dice: «Desechando la mentira, hablad la verdad»
(Ef 4,25); y el salmo amonestaba y lloraba por aquellos que no
queriendo despojarse de Adán y revestirse de Cristo, sólo deseaban ser hombres,
no hombres nuevos y a los cuales se dice: ¿No sois hombres? También se refiere
a ellos lo dicho: Todo hombre es mentiroso (Sal 115,11).
3. Si quieres ser hombre,
serás mentiroso. No quieras ser hombre y no serás mentiroso. Revístete de Cristo y serás veraz, de forma que lo que hables no
aparecerá como propio tuyo o creación tuya, sino fruto de la verdad que
resplandece y te ilumina. Pues si eres despojado de la luz, quedarás
en tus tinieblas y sólo podrás hablar la mentira. Dice, en efecto, el mismo
Señor: Quien habla la mentira, habla de
lo suyo (Cf Jn 8,44), porque todo hombre es mentiroso (Sal 115,11). Quien,
en cambio, habla la verdad, no habla de lo suyo, sino de lo de Dios. Y
con esto no decimos que hable cosas ajenas, pues pasan a ser propias cuando ama
lo que recibe y da gracias a quien se las donó. Si se despojara al hombre de la
iluminación de la verdad, permanecería como desnudo, desprovisto de la luz, y
no podría hablar otra cosa que la mentira. Quedaría en él lo escrito en el
salmo: Todo hombre es mentiroso.
4. No existe, pues, motivo para que nadie me
calumnie y me diga: «Dado que soy hombre, mentiré». Yo le responderé sin dudar:
«No seas hombre, para no mentir». —«Entonces
—dice— ¿no he de ser hombre?» No ciertamente. Para que dejes de ser hombre has
recibido la llamada de aquel que por ti se ha hecho hombre. No te irrites. Al
decirte que no seas hombre, no se te invita a que seas un animal sin razón,
sino a que estés entre aquellos a quienes se concedió llegar a ser hijos de
Dios (Jn 1,12). En efecto, Dios quiere hacerte dios, no por naturaleza, como lo
es aquel a quien engendró, sino por gracia, mediante la adopción. Del mismo
modo que él al hacerse hombre participó de tu mortalidad, así te hace a ti,
exaltándote, partícipe de su inmortalidad. Agradéceselo y abrázate al don que
se te ha hecho para que merezcas disfrutar en el lugar a donde has sido
llamado. No seas Adán y no serás hombre. Y si no eres hombre, tampoco serás
mentiroso, puesto que todo hombre es mentiroso (Sal 115,11). Y cuando
comiences a no mentir, no te lo atribuyas a ti mismo ni te envanezcas, como si
fuese cosecha propia, no sea que, como a lámpara que recibe su luz de otra
parte, te apague el viento del orgullo y quedes de nuevo envuelto en tu
mentira. No mintáis, pues, hermanos. Pues antes erais hombres viejos; por el
acceso a la gracia de Dios, os convertisteis en hombres nuevos. La mentira pertenece a Adán, la verdad a Cristo. Por lo tanto, desechando la mentira, hablad
la verdad(Ef 4,25) para que también esta carne mortal, procedente de Adán,
que aún poseéis, previa la novedad del espíritu, merezca igualmente la
renovación y la transformación a la hora de su resurrección, y de esta forma el
hombre, deificado en su totalidad, se adhiera a la verdad perpetua e inmutable.
Mis queridos hermanos y
hermanas, de nada nos vale hacernos pasar por cristianos, si nuestro deseo es
vivir según el mundo, no debemos pasar por este mundo como personas que mienten
a sus prójimos. La misericordia de Dios nos lleva a una auténtica vida espiritual,
dejamos de ser mundanos. Algunos cristianos por más que lo intenten evitar, se
reflejan según el mundo, Por sus frutos
les conoceréis, dice el Señor.
Vivir según el mundo es
despojarse de Cristo, pero ahí entra el demonio que le llena la mente de las
cosas que le interesa, para que no descubra su alejamiento de Cristo, los
aplausos que es lo opuesto a los sentimientos de Cristo Jesús.
Que en esta Cuaresma el mundo se llene de oración, paz, ayuno, humildad y amor. Un abrazo amigo José Luis.
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