Muchos de nosotros trabajamos para ser almas espirituales, porque lo mundano y vano, se nos puede presentar y lo rechazamos a cada momento, para no ser esclavos del “yo”, del “hombre viejo” que hace lo posible para arrastrarnos hacia la perdición. Lo tenemos presente, y con la vida de oración constante salimos adelante, siempre con la ayuda infalible de Jesús y María Santísima. Con todo esto, nos viene descuidos, por ejemplo, podemos sentir en nuestro interior como un malestar hacia nuestro vecino, o el conductor de autobús que se ha apresurado en marcharse. Estos desordenes son tentaciones, es el pecado.